Sí querido lector, así
es, leer un buen libro es como practicar el mejor de los encuentros
sexuales que un ser humano puede llegar a experimentar. A esa
conclusión he llegado tras leer el libro de Miquel Silvestre;
Un Millón de Piedras.
Miquel Silvestre y Planeta Dunia |
Y ahora intentaré
describir el porqué de estas extrañas y sensuales conclusiones. Un
libro se empieza a leer mucho antes de tocarlo, la portada es
la primera imagen que tenemos de él, hay quien incluso miran el otro
lado, algunos encuentran placer en mirar la parte de detrás y
sacar conclusiones de lo que ven e imaginarse historias. De manera
acertada o equivocada intentaremos aproximarnos a esa persona, digo a
ese libro, con cierta curiosidad, ganas y decisión mientras miramos
su cara.
A veces, según lo que
tengamos delante, las primeras impresiones son correctas y elegimos
adecuadamente al amante o la lectura que han de satisfacernos.
Tras ser cazados por el exterior, según sea nuestro grado de
desesperación, ganas o tiempo disponible, pondremos nuestras manos y
mirada en nuestro último sujeto. Tocar, palpar, recorrer con
nuestros dedos cada centímetro del cuerpo que tenemos en
nuestras manos, es un valor insustituible, yo no lo cambiaría por
nada, me encanta el sutil roce de la piel en el libro de
papel.... ¿de qué creías que estaba hablando?.
África también es verde
Un Millón de Piedras no
promete aventuras sin límites, acción trepidante, ni puestas de
sol, con lo cual puedes esperar sinceridad, giros inesperados,
realidad y cierta dosis de humanidad canalla, lo que cualquier mujer
buscaría en un amante, digo en un buen libro.
Para algunos, da cierta
satisfacción que sea una primera edición, hay quien paga
sumas importantes por encontrar una primera edición de un libro.
Otros, nunca nos hemos percatado de ello o no lo hemos considerado
importante, pero tampoco somos coleccionistas, no estamos en ese
mundillo de curiosas antigüedades, hay gente para todo en el mundo
literario también. Quizás el número de edición y el de ejemplares
vendidos de un libro, te dé una idea de las “posibilidades”
del autor: “-Caramba, Un Millón de Piedras va por su séptima
edición y se han vendido 10.000 ejemplares, vamos que Miquel
Silvestre no es un aficionado, algo sabrá del tema ¿no?”.
No hay nada como una carretera africana para lanzarse a la aventura
Sabiendo que no es la
primera vez, un libro se empieza a leer con más seguridad ¿no
crees? Hay algo en él que ya te inspira confianza, tranquilidad, que
te incita a empezar, ahora sólo toca abrir su primera página. Puede
que con la lectura del primer capítulo ya te quedes en ascuas, lo
suficientemente interesada como para continuar hasta el final
o por el contrario que a la primera de cambio digas aquello de
“espera, espera, espera” y cierres el libro y te largues.
Una vez empezado y con la
libido por las nubes porque sabes que esto va a durar hasta que
acabe, toca encontrar el equilibrio de ambas partes. Cada lector
tiene un ritmo personal, hay quien es un auténtico devorador
de hojas, no han acabado con uno que ya saben exactamente que
antes de que acabe el día habrá tiempo para otro más. Hay quien
sólo lee un poquito cada día antes de irse a dormir y otros
que duermen con un libro a su lado y ni lo miran, eso es así,
a todos nos gusta, pero hay quien tiene toda clase de problemas para
ponerse a ello.
Motos, bicicletas, burros y personas cruzando en barco la frontera
Las primeras palabras son
importantes para enganchar al lector, no hay la menor duda.
Nos encanta fascinarnos con lo que se nos pone a tiro, si te gusta lo
que tienes entre tus manos, y me refiero a que te guste mucho,
mucho, corres el riego de querer acabar deprisa. Es un error
muy común, el ímpetu, las ganas de llegar al final, te
sumergen en una espiral de velocidad difícil de parar, pero aquí
entra el poder mental, el control y las posibilidades de cada uno de
alargar el placer.
Tengo que confesar que yo
me leí Un Millón de Piedras en dos tardes seguidas, hacía
taaaaaanto tiempo que no tenía un buen libro entre las manos que me
quedé absorbida de inmediato entre sus páginas. Hoja que se
deslizaba, capítulo que acababa me dejaba con la boca abierta y
quería más y más. Llegué al final satisfecha, ese
tipo de satisfacción que te deja el trabajo bien hecho, pero que no
evita que quieras más (a veces soy insaciable, en los viajes también
me pasa).
Atardecer en el Níger
Junto a Miquel
recorrí rápidamente los 10.000 kilómetros que le llevaron durante
2 meses a pasar por 7 países, tú también lo harás. La primera
parada era Kenya, y no puedo estar más de acuerdo con esa
sensación de admirar las estrellas del cielo africano. Hay pocas
cosas que puedan compararse con el cielo nocturno en África,
lo más parecido es el cielo de La Palma, simplemente maravilloso. Si
se es lo suficientemente sensible, cuando uno contempla un cielo así,
llora de felicidad. Tengo que reconocer que lo del escudo
masai y la danza me tocó en lo más profundo de mi alma
(confieso que sentí envidia, ganas, celos, un ¡yo también quiero!
Totalmente infantil y enajenado). No te voy a contar el libro, pero
viajarás a Tanzania, el Océano Índico, te encontrarás con
búfalos, jirafas, antílopes y elefantes, como el que se encuentra
un animal doméstico o visita el Parque de la Naturaleza de Cabárceno.
Estoy segura que es una de esas experiencias que deben dejar un
recuerdo imborrable de viaje.
Y cuando se viaja, se lee o se ama, en el fondo es lo que buscamos:
recuerdos, experiencias, felicidad y sentirnos menos solos.
La lectura continúa,
puedes cambiar de postura, estirar las articulaciones, sonreír,
comentar y luego proseguir mientras gritas ¡qué viaje, madre mía,
qué viaje!. Zambia, Zimbabwe (Miquel dice que
es uno de los países más hermosos del continente, así que lo
tendré en cuenta para cuando vuelva a pisar África). Es extraño
seguir el consejo de alguien al que no conoces, igual de raro que
darle tu confianza a un desconocido, pero los seres humanos lo
seguimos haciendo. Confiamos nuestra vida, salud, emociones, ahorros,
virginidad, cuidados, secretos, etc... a personas de las que sabemos
más bien poco o nada. Llega un momento en que no te paras a pensar
en ello, sólo confías en que llegado a ese punto de intimidad
entre dos personas, todo va a resultar bien.
Gasolinera en África
Una pareja o un libro
deben aportarte nuevos conocimientos, aventuras, deben ayudarte a
crecer, a sacarte de la rutina, cuando se reúnen esa clase de
condiciones la relación o lectura se vuelven de lo más excitante.
Así como el que no quiere la cosa, en Un Millón de Piedras puedes
descubrir una grandiosa Sudáfrica, el Trópico de
Capricornio (sí, el de los cuernos), Botswana, el Delta
del Okavango, Namibia, los himba (sólo por verlos haría
yo un viaje aunque tuviera que embadurnarme de barro), Ciudad del
Cabo (Cape Town), Lesotho, la pequeña Swazilandia
(el tamaño importa, el que dice lo contrario miente, ¿cómo va a
ser lo mismo que te falten 10 km que 30 para llegar a la
gasolinera?). Uix.. que me despisto, el último capítulo es para
Mozambique, Marruecos, Mauritania, Senegal
y finalmente Mali, al que le tenía muchas ganas, no por ser
el final del viaje, más bien por ser el único país del libro en el
que he estado. Conocer si como yo Miquel lo había pasado
bien, si le había gustado, si volvería, ese tipo de cosas.
En toda lectura, en todo
encuentro sexual, hay una expresión que te deja conforme o
disconforme, no me refiero al ¿ya está, ya se ha acabado? (esto
daría para otro post). A veces necesitamos sin saberlo simplemente
una aclaración, no somos conscientes de nuestra soledad hasta
que estamos acompañados, no nos damos cuenta de que nos quieren
hasta que no nos lo demuestran, no nos damos cuenta de un buen libro
hasta que acaba. Buscamos en los demás una aprobación, un parecido,
una palmadita en la espalda y también vernos reflejados en los ojos
de los demás.
Quizás por eso, cuando
leí en Un Millón de Piedras sobre la amabilidad de la gente
en Siria o de la antipatía eslava de los rusos, no pude más
que sonreír, de sentirme parte cómplice en unas páginas. Estoy de
acuerdo con ambas afirmaciones y es bonito pensar en que en realidad
hay más cosas que nos unen, que cosas nos separan. Ha sido un placer
saborear esta agradable lectura, volver a pasar horas tumbada en el
sofá sin importar nada, alejarse de los problemas, los propios
miedos, la cobardía y ponerse un mono de cuero negro, bañarse sin
ropa, notar el sol abrasador en el rostro, huir de los mosquitos,
hacerse un ovillo enredada en mosquiteras, dormirse con los cánticos
de una tribu o impregnarse de olor a barbacoa. Si no puedes viajar;
lee. Si no puedes leer; viaja. Para todo lo demás: ¡viaja!
Miquel saldrá de
viaje de nuevo muy pronto, puedes seguir sus aventuras por las redes
sociales, televisión, página web o a través de sus libros.
¡Feliz lectura, feliz viaje!
No creo que pueda ganarme
la vida como crítica literaria, pero si estás buscando algún libro
de viajes interesante, además de los de Miquel Silvestre, una
vez reuní una lista de unos cuantos libros que me gustan y que sirven para viajar desde casa.