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Las mujeres detrás del velo son como tú y como yo

Yemen
Mercado de pescado de Hodeidah

La tarde del 12 de agosto del 2006 iba a marcar, para mi hermana y para mí, el resto de nuestras vacaciones y del viaje al Yemen. Por la mañana habíamos visitado el pintoresco mercado de pescado de Hodeidah y nos habíamos aprovisionado de algunas bolsas de galletas locales. Pusimos rumbo en dirección a las Montañas de Haraz. Tras visitar la maravillosa población de Al Hajjarah, enclavada a 3.000 metros de altura, llegamos a Manakha a la hora de comer.

Casa yemenita
Casa en Kahel (Jabal Haraz)

Tras una frugal pausa emprendimos el trekking por Jabal Haraz; la tercera montaña más alta del país. Las pequeñas aldeas quedaban diseminadas entre grandes terrazas de cultivo, fue en una de aquellas terrazas que encontramos a un grupo de mujeres y varios niños. Todos observaban con atención nuestra llegada y el deambular por aquel bello rincón de unas mujeres con pantalones y botas de montaña.

Hablar en el idioma del lugar te abre puertas
Saludamos con un efusivo “ahalan” -con acento español por supuesto- a dos mujeres tapadas por completo con velo negro y con apenas una rendija a la altura de los ojos. Tras una docena de días en Yemen, ya nos habíamos acostumbrado a adivinar sus expresiones faciales a través de la mirada. Se acercaron a mi hermana y a mí, y como ya va siendo habitual en cada viaje que hacemos, comenzaron a hablar en su idioma como si las entendiéramos. Tras la primera sorpresa de nuestra básica comprensión de árabe, entablamos una conversación entre gestos y palabras en varios idiomas hasta que poco a poco se fueron añadiendo más mujeres y un montón de niños que seguían tan interesante este acercamiento intercultural.

Yemen
Momento fotografiando el huerto

Tras miradas furtivas, sonrisas de los más pequeños y algo de revuelo, una de las mujeres señaló con un gesto firme y decidido hacia uno de los bancales donde crecían árboles y arbustos. Entendimos que era su huerto y como hasta el momento cuando alguien nos señalaba algo era para que lo fotografiáramos pues ya me veis a mí apuntando con la cámara al huerto. Tras parecerles cómico mi gesto, la mujer se dirigió a uno de los niños y tras decirle algo, el chaval se apresuró a traernos varios higos chumbos.

Son muchos los pensamientos que nos atacaron en ese momento ¿nos los están enseñando? ¿nos los están ofreciendo? Tras intercambiar impresiones y dudas con mi hermana referente a este amable gesto. La mujer al ver que no reaccionábamos, se puso a pelarlos delante de nosotras y como aquél que se sabe mimado, dimos buen acopio de aquellos sabrosos frutos de pie, en mitad de las montañas del Yemen y rodeadas de miradas sonrientes.

Casa en Yemen
Casa en las Montañas de Haraz

Entonces fue cuando recordé que unas horas antes nos habíamos aprovisionado de galletas y las saqué de mi mochila para compartirlas con ese pequeño grupo familiar yemenita que se divertía viéndonos “merendar”. Recuerdo que nadie se apresuró de forma desmedida, ni a coger, ni a comer aquellas galletas que llegaban de imprevisto a aquella apartada aldea. Todos se aseguraron de que había para todos y disfrutaban porque todos comían. Hoy al poner por escrito estas palabras, no puedo evitar recordar la guerra en Yemen y los años que llevan los medios de comunicación diciéndonos que son países peligrosos.

Como cuando nos toca despertar de un bonito sueño, Khaled el guía, se acercó para decirnos que debíamos irnos. Las mujeres le preguntaron por lo que acababa de decir, ya que nos lo había dicho en español, pero él era yemenita. Tras decirles en árabe que debíamos irnos, le pidieron con insistencia y gran alegría algo en árabe que nosotras desconocíamos, tras un intercambio de frases entre las mujeres y el guía nos enteramos que nos estaban invitando a su casa. Al principio creíamos que era una de esas formalidades que se dice a los viajeros: “la próxima vez mi casa, será tu casa”, “vuelve cuando quieras”... pero tras la insistencia de las mujeres, Khaled nos dijo que querían enseñarnos dónde vivían y que era un orgullo para ellas que dos extranjeras fueran sus invitadas.

Momento ¡vamos a visitar una casa en Yemen!

Tras poner unos ojos como platos y empezar a notar como nuestro interior saltaba de júbilo por la oportunidad, el entusiasmo fue “in crescendo”. Vinieron los diferentes pros y contras de la situación, Khaled se convirtió en padre protector y benevolente y tras varias combinaciones posibles, decidió dejarnos uno de los jeeps con un chófer esperando en la puerta, mientras nosotras visitábamos una auténtica casa yemenita.

Cómo es una casa yemenita
La mayoría de las casas construidas en las montañas en Yemen, son a base de bloques de piedra lo que le confieren un aspecto de fortaleza. Tras enseñarnos las estancias de la planta baja destinadas a los animales, el forraje y a las herramientas, subimos a la primera planta donde una gran sala con el suelo cubierto de alfombras permanecía como la más iluminada. Cojines alrededor de las paredes aseguraban un lugar para todos los miembros de la familia.

La vida privada de Yemen
Interior de una casa-museo

Nos hicieron sentarnos mientras el grupo de mujeres hablaban animadamente y una de ellas se iba a preparar algo a la cocina. Cuando regresó llevaba una bandeja en sus manos con una gran tetera ennegrecida por el fuego y un buen puñado de vasos para todos. Fue en ese momento, en la intimidad de su hogar cuando todas las mujeres se quitaron el velo y pudimos ver la belleza de la mujer yemenita. Rostros de piel fina como la mismísima Reina de Saba resplandecían de sincera alegría al sabernos con ellas y mostrarnos su expresión facial. Y mientras recuerdo paso a paso aquel día, escribo con los pelos de punta y lágrimas en los ojos.

Los minutos se aceleraban a un ritmo vertiginoso, mientras nuestra mirada y curiosidad descubrían todo ese cofre secreto de intimidad yemenita. Uno de los pequeños puso la radio y todos nos pusimos a bailar, entre risas y árabe que prácticamente no entendíamos. Tras sudar la camiseta, seguimos con la visita por aquella vivienda de cuatro pisos. Una rudimentaria cocina, una habitación decorada con estantes de yeso, una terraza con vistas agradables. Todos querían enseñarnos algo; una maceta, un fogón, un cuadro, eran unos guías hiperactivos de un museo único y fascinante que era real. 

Lo que verdaderamente importa
Lo más importante en Yemen es ...

Cuando ya decidimos que era hora de despedirnos, todos estuvieron de acuerdo que faltaba enseñarnos lo más importante del lugar, algo de lo que no podíamos correr el riesgo de perdernos -al menos eso es lo que interpretábamos nosotras-. ¿Qué sería lo más importante de enseñarnos en Yemen? Muchos pensarán ¿misiles?, ¿tanques?, ¿cinturones de explosivos? Estábamos a punto de saberlo, bajamos intrigadas hasta la planta baja, salimos a un pequeño corral y tras una valla, allí estaba: ¡su vaca!. También había un señor mayor que cuidaba del animal, pero tardaron en presentárnoslo. ¿Os imagináis lo importante que debía ser esa vaca para ellos? Que se olvidaron del abuelo hasta que no hicimos una fotografía a la vaca.

El chófer que nos esperaba pacientemente en la puerta, nos tradujo la última frase de la familia: - “cuando volváis al Yemen, podéis venir a casa”. Estoy segura que esta es la invitación más sincera que he recibido en cualquiera de mis viajes y que si alguna vez vuelvo a ese maravilloso país, las puertas de esa casa estarán abiertas para mi hermana y para mí. Lo que más me asusta es pensar si los encontraremos a todos vivos, después de una guerra que no debería haber empezado.

Anécdotas de algunos de mis viajes “más peligrosos”


Hablar de anécdotas viajeras es hablar de situaciones divertidas, algo rocambolescas, pero en definitiva que acaban bien, afortunadamente y de momento. Algunas de las experiencias que recuerdo con más cariño sucedieron junto a mi infatigable compañera de mi viaje, mi hermana Roser. Creo que tenemos el don de vernos involucradas en este tipo de “fenómenos viajeros”. Cuando la mayoría de los medios de comunicación nos informan de lo mal que está el mundo y nos meten el miedo en el cuerpo, sigo intentando desde Planeta Dunia hablaros de lo vivido en esos países tachados de “peligrosos”. Por desgracia Yemen y Siria en estos momentos sufren una guerra, pero hubo un tiempo en que esos países vivían en paz. No hace falta que haya una guerra de por medio, para que el desconocimiento y el miedo se imponga en el mundo de los viajes. Todo es demasiado frágil y voluble, los acontecimientos mundiales afectan a la sociedad en la que vivimos. Detrás de cada viaje hay muchas personas anónimas que hacen que unas vacaciones se vuelvan inolvidables. ¿Quieres conocer a nuestros ángeles de la guarda?



Mi anécdota viajera en Yemen
Uno de mis preciados recuerdos viajeros ocurrió en Yemen, uno de los países más maravillosos que he tenido el placer de visitar y conocer. Fue un viaje muy especial, por la naturaleza del país, la forma de hacerlo y por lo que nos encontrábamos a cada paso. Una tarde que visitábamos con tranquilidad una de tantas localidades montañosas del Yemen, encontramos un grupo de mujeres (sin hombres a la vista) tapadas por completo con uno de esos velos negros tan llamativos a los ojos occidentales. No dejaban de observarnos con cierta curiosidad, al acercarnos un poco más a ellas, les saludamos en árabe y enseguida se acercaron a hablar con mi hermana y conmigo. Es una de nuestras “habilidades viajeras”, intentamos aprender unas cuantas palabras de cortesía en el idioma del país que visitamos y después cuando entablan conversación con nosotras, lo flipamos en colores. Como el día que nos preguntaron donde se encontraba una calle en Ammán como si fuéramos jordanas. 



Sentíamos tanta curiosidad por lo que nos trataban de contar y ellas tanto interés por entablar conversación, que los gestos y las palabras en varios idiomas nos sabían a poco. Minutos más tarde se habían añadido más mujeres y montones de niños, era una fiesta. Con gesto decidido una de las mujeres nos señaló su huerto y nos ofreció comer unos higos chumbos que se apresuró a pelar para nosotras. Entonces recordé que unas horas antes habíamos comprado una bolsa de galletas locales y las saqué de mi mochila para compartirlas con nuestro pequeño grupo yemenita, improvisando una merienda campestre en Yemen. ¡Con la que está cayendo ahora por esa tierra, maldita guerra!


El guía local de Ambar Viajes se acercó para decirnos que debíamos irnos. Las mujeres al ver que era yemenita y hablaba nuestra lengua le preguntaron por lo que acababa de decir y le pidieron que por favor les hiciera de intérprete. Querían invitarnos a su casa, enseñarnos donde vivían y a tomar un delicioso té yemenita. Tras poner unos ojos como platos (en mi interior estaba dando saltos de alegría y gritando “por fa, por fa mami, déjame ir”) intercambiaron una parrafada que no entendimos y el guía muy serio nos dijo: -Es una gran oportunidad para ustedes entrar en una casa de Yemen. Les dejaremos un jeep con chófer en la puerta, tomen el tiempo que necesiten, él esperará el tiempo que sea necesario, pueden estar tranquilas. Aún pienso cómo pudo ser, cómo sucedió, si salté o grité de júbilo.


Nuestro viaje al Yemen sigue vivo en lo más profundo de nuestro corazón gracias a la gente que fuimos encontrando en el camino. Aquella tarde sigue presente en la memoria, algo caprichosa y selectiva. En la intimidad de su casa aquellas mujeres se sacaron el velo y nos mostraron sus rostros, los más bellos del mundo. Bailamos al son de la música sobre una estancia forrada de alfombras, bebimos té mientras nos mirábamos las unas a las otras y reíamos ¡era tan extraño que estuviéramos allí! Recorrimos estancia por estancia aquella casa-torre de las montañas del Yemen, nos mostraron cada pequeño detalle de su vida. La cocina, la despensa, como funcionaba el agua corriente, aquella tomatera que tenían plantada en lo alto de su casa y el resto de plantas, las vistas y el paisaje. Nos enseñaron hasta su querida vaca que estaba descansando en el establo, orgullosas de semejante tesoro (nosotros quizás les hubiéramos enseñado el coche, somos unos pobres imbéciles), pero ellas eran las reinas de la casa, de eso podéis estar seguros. Para ellas era un honor recibirnos, pero el honor y la fortuna fueron nuestras. Un pedacito de mi corazón se quedó en Yemen, en aquella casa de las montañas y sigue sufriendo cada vez que recuerda que viven una guerra sin ningún sentido, al menos, un sentido suficientemente humano para mi alma.



Mi anécdota viajera en Siria
El año que viajé a Siria, los “grandes” Estados Unidos de América (que “extrañamente” están metidos en todas las guerras) había declarado a Siria el “Eje del Mal”. Las Torres Gemelas habían sido abatidas y parecía que se obstinaban en encontrar un culpable para eliminarlo con toda la tecnología ciencia-ficción de la que disponen (es raro que tarden tanto en acabar con un puñado de talibanes que visten turbante ¿verdad?) -píldoras irónicas gratis-. En aquel viaje por tierras de Oriente Medio el único mal que encontré fue el caos del Aeropuerto Internacional de la Reina Alia de Ammán y el abandono “literal” por parte del guía local de Marsans, que tenía una fiesta de cumpleaños y se largó antes de llegar a los mostradores de Royal Jordanian Airlines. Para cuando nos quisimos dar cuenta, mi hermana y yo estábamos sufriendo nuestro primer overbooking (y de momento el único) que retrasó nuestro viaje 4 días. 


Pero esa no es la historia que os quiero contar, mi anécdota preferida transcurre en la maravillosa y actualmente bombardeada ciudad de Aleppo. En Aleppo vivimos muchas aventuras, como la de comprar una mesa taraceada en el Souk (mercado), mientras regateábamos, por invitación expresa del vendedor, sentadas en unos taburetes de plástico en mitad de la calle del mercado. Mientras bebíamos un té los burros pasaban detrás nuestro cargados de mercancía. O la fantástica noche veraniega frente a la Fortaleza de Aleppo iluminada mientras fumábamos una pipa de agua. ¡Dios, qué ciudad más hermosa! 


Aquella tarde habíamos tenido la gran suerte de entrar en un auténtico hammam. Como os podéis imaginar viajar a Siria en el año 2003 era viajar a un país poco masificado por turistas. En aquel hammam femenino de techos de madera con incrustaciones de nácar y suelos de mármol, nos sumergimos por un instante en los harenes del Imperio Otomano del siglo XVI. Aquella atmósfera caliente y húmeda de las salas, levemente iluminada y alegremente alborotada, reunía a un buen número de rechonchas mujeres, ataviadas con un ligero lienzo a modo de toalla que se aferraba a los pliegues de la piel por su propia humedad. Nunca había visto tanta cantidad de carne femenina al aire. El tamaño de aquellas mujeres sirias que atendían en los “masajes era considerable y nunca me sentí tan ligera que con los giros que me daban sobre el suelo de mármol de la sala caliente. Mientras me dejaba hacer y manipular (cualquiera les plantaba cara), me restregaron todo el cuerpo con una áspera esponja jabonosa hecha de hilo de esparto o similar que nos habían dado en la entrada. No entraré en más detalles que este post ya es bastante raro de por sí, pero no os podéis imaginar lo sucios que vamos los occidentales por el mundo. ¡Menudo peeling salvaje me hicieron! una exfoliación en mayúsculas, like hamburguer! vuelta y vuelta. 


Después de aquella paliza exfoliadora y tonificante nos invitaron a beber té en una sala donde reposábamos envueltas en toallas y en felicidad. Hoy me parece un recuerdo tan lejano en el tiempo como irreal, no puedo dejar de preguntarme si toda aquella gente que me encontré sigue viva, como la pequeña niña siria que le dijo a su mamá que quería hacerse una fotografía con nosotras y tras pedírnoslo, posó con nosotras con una gran sonrisa. Estaba tan contenta de ver que en el hammam de su ciudad había mujeres extranjeras que no pudo evitar sentirse orgullosa. Así es como posamos para una fotografía en Oriente Medio, vestidas sólo con una toalla.

Dadas las características de las anécdotas no dispongo de las fotografías de los momentos más top ¡ya me gustaría!. Además la calidad de las imágenes que acompañan el post no es la que habitualmente me gusta utilizar, pero la cámara fotográfica en Siria era analógica y la del Yemen era mi primera digital; una Kodak DX3900 de 3.1 megapíxel.


Si te gustan las anécdotas viajeras te invito a leer: Anécdotas de algunos de mis vuelos.

Ciudades construidas sobre acantilados


Existen lugares que quedan marcados en la memoria y que uno se pregunta cómo llegaron a edificarse en esos parajes en concreto. Ciudades construidas sobre acantilados, al filo del abismo y que crecieron y perduraron a pesar de estar cerca de la nada, del aire etéreo, de un precipicio convertido en principio y final. Estos son algunos de los pueblos que he visitado y que se encontraban en escarpados emplazamientos llenos de encanto:

Uno de mis favoritos es Al Hajjara (también conocida como Al Hajjarah o Hajarah) es uno de los pueblos fortificados de montaña más importantes de Yemen. Un espectacular paisaje agreste sirve de telón de fondo a Al Hajjara. Construida sobre una montaña a 3.000 metros de altura y que domina todo un valle que asciende a través de abundantes terrazas de cultivo de qat; el vicio nacional. Algunas de sus edificaciones son torres-vivienda de hasta ocho plantas con fachadas de piedra encaladas en blanco.

Al suroeste de Mopti (Malí), se encuentra una de las regiones más fascinantes del país: Bandiagara. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1989 y está considerada oficialmente la puerta de entrada al País Dogón. Es la población más misteriosa construida sobre un acantilado que he visitado jamás. El Pueblo Dogón ha vivido colgado sobre la pared rocosa de la abrupta Falla de Bandiagara desde el siglo XIV. Acantilados, fallas y planicies, han sido poblados por una veintena de aldeas de adobe y piedra, diseminadas por los 150 kilómetros de extensión de esta formidable escarpadura de 300 metros de altura. Un lugar único en el mundo donde habita uno de los pueblos más misteriosos de África.

En la región francesa de Midi-Pyrénées, se encuentra el único enclave religioso construido sobre un acantilado de esta particular lista. Se trata del conjunto monumental de Rocamadour, compuesto por siete santuarios románicos y varios oratorios, que son un centro importante de peregrinación. Esta peculiar ciudad religiosa que existe desde el siglo XII, se alza entre alturas de 110 metros y los 364 metros de altitud, en un singular enclave sobre el cañón que atraviesa el río Alzou. Una única calle da paso a una gran escalinata de 226 peldaños, que antiguamente era subida de rodillas por los peregrinos que se acercaban a visitar a la Virgen Negra milagrosa.

Protegida por el paisaje montañoso de la Sierra de las Nieves a oriente y la Sierra de Grazalema en occidente, se encuentra la ciudad malagueña de Ronda. La hermosa meseta de Ronda atraviesa gargantas, puertos y valles, y ofrece vistas panorámicas que se extienden bajo el intenso azul del cielo andaluz. Ruinas de molinos, restos de murallas árabes, su famoso Puente Nuevo (el símbolo de Ronda) y varias casas colgadas sobre el río Guadalevín, confieren un singular conjunto que queda suspendido sobre un encantador abismo a 90 metros de altura.

Thira (también conocida como Thera o Firá) es la capital de Santorini; uno de los pueblos más singulares del Egeo. Este pequeño punto del Mediterráneo griego se extiende sobre un gran precipicio que se asoma al hueco de un volcán que erupcionó en torno al año 1635 a.C. La famosa caldera cubierta por las aguas del mar, está formada por rocas oscuras de lava solidificada que contrastan con las casitas blancas de esta población en forma de media luna. El pequeño puerto se comunica con la ciudad, ubicada a 300 metros de altura, gracias a un funicular y a unas escaleras de 886 peldaños. Éstas pueden subirse a pie o sobre los lomos de un burro; una experiencia divertida que atañe algún riesgo para los turistas no experimentados en monturas ;-)

“Viajeras”: el nuevo libro de La Editorial Viajera


La Editorial Viajera ofrece un nuevo manual para los amantes de los viajes. En este caso se trata de una guía donde se pretende quitar el miedo a las mujeres que siempre han soñado con viajar y aún no se han atrevido a hacerlo. Una recopilación de consejos, ideas y anécdotas de viaje que comparten 6 autoras junto algunas blogueras, para desmitificar, potenciar y encaminar a quien quiere emprender un viaje en solitario.

Desde qué destino elegir hasta cómo preparar una maleta, pasando por seguros de viaje, vacunaciones y un intenso “check in” de cómo planificar y sobre todo ¡viajar!. Verónica Boned Devesa, Doris Casares, Itziar Marcotegui, Almudena Sánchez Fernández, Carmen Teira y Aniko Villalba son las guías de este práctico manual de viajes que invitan, bajo su experiencia personal, a que las mujeres viajen solas si así lo desean.

Cuando Pablo Strubell e Itziar Marcotegui contactaron conmigo, a principios de año, para incluir una de mis anécdotas viajeras en su manual no pude negarme. Así que en un hueco de esas 232 páginas, Planeta Dunia ha podido dejar escrito un instante de lo vivido en mi viaje a Yemen, cuando tras comer unos higos chumbos fuimos “secuestradas”. A mi hermana y a mí se nos abrió un mundo desconocido para la mayoría de turistas y que desvelaba el mundo femenino árabe.

Viajeras ya está disponible en la página web de La Editorial Viajera y en breve lo estará en librerías. Aunque vivas fuera de España puedes adquirir un ejemplar a través de Bubok para Argentina, Colombia y México. Ellos imprimen ejemplares bajo demanda, así que no hay excusa para no tenerlo.

Tatuajes en la piel


A menudo los viajeros experimentamos una intensa sensación cuando desembarcamos en un nuevo lugar. Un diminuto punto de nuestro planeta queda a veces como un tatuaje en la piel; grabado para siempre en el recuerdo y cargado en la mochila de nuestra alma para siempre.

Es indiscutible que VIAJAR nos transforma y nos enriquece de mil formas distintas. Escribir sobre esos lugares no me exime de escribir sobre sensaciones, percepciones y de incluso de conclusiones muy personales. En contra de todas esas recomendaciones de los gurús que indican que un blog debe seguir una “linea editorial” o “especializarse” en un destino, continente o forma de viajar, yo no entiendo de ese cerco espacial que me limitaría en “mi propia casa”, en mi propia criatura creativa, a compartir ciertas partes de nuestro Planeta Tierra.

Es por eso que sigo escribiendo posts como el que ahora viene (menuda introducción, ¿eh?) saltándome todas las posibilidades de conseguir mil visitas al día o tres mil seguidores en Twitter. Por el simple placer de dar alas a la creatividad, poner palabras a los latidos viajeros de mi corazón y dejar escrito ¡para cuando mi memoria falle! lo que viví y sentí.

Tatuajes en la piel es un pequeño recorrido por esos tatuajes que mi cámara inmortalizó, sobre la piel de algunas personas que encontré en mi camino y que quisieron formar parte de mi historia.

En Oriente Medio y en alguno lugares de África, mujeres y niñas decoran su piel con dibujos de henna. En Yemen, por ejemplo, son conocidos con el nombre de naqsh. Se utilizan tintes a base de manganeso o henna para realizar dibujos geométricos o florales, son de color negro y decoran manos, pies o cara. En Kenya, las mujeres swahili se pintan brazos, piernas, pies y manos con henna el día de su boda como lo hacen también en Rajastán (India).

En la Isla de Borneo (Malasia), donde aún habita la tribu de los Iban, los antiguos cortadores de cabezas, los hombres se añadían un nuevo tatuaje, por cada “delito de sangre” cometido, para dejar visible así su hombría.

En Túnez las mujeres bereberes se tiñen el pelo con henna de color naranja y se hacen dibujos en la piel, también con este tinte. También en África pero esta vez en Mali, las mujeres Peúl o Fulani como también se conoce a esta etnia nómada, se tatúan los labios. Para los Peúl la belleza es tan importante como la familia y su ganado, así que tanto hombres como mujeres jóvenes, se pintan con ocre o sulfuro de antimonio para estar más atractivos.

Es así, como los tatuajes alcanzan puntas opuestas del mapa y sirven para un mismo propósito: 
¡Ser admirados!

Viaje al Yemen


Hay países y lugares que quedan grabados en nuestra caprichosa memoria como huella indeleble de nuestra historia. Uno de esos parajes tatuados en mi cerebro es sin duda Yemen. Aquí encontré parte de una historia olvidada por el mundo, un pedazo de planeta mal conocido y bastante tergiversado pero también una tierra llena de contrastes y de naturaleza desbordante.

Transcribo de mis notas de viaje las sensaciones de aquel 19 de agosto del 2006.

“Es difícil encontrar Internet y tiempo para escribir en Yemen. ¡Cómo me hubiera gustado hacerlo cada día!. Al final de cada jornada, en el transcurso de los acontecimientos. Explicar lo que he visto y lo que he vivido tan diferente a la imagen que se tiene de este país árabe. Haciendo balance, uno llega a la conclusión de que Yemen es un país espectacular.

Hemos vivido largas jornadas para aprovechar el tiempo y no sufrir el calor en exceso. Hay tanto por descubrir en esta zona del Máshrek (lugar por donde sale el sol) que nos levantamos a las seis de la mañana y nos acostamos cuando el cuerpo no puede más. A veces son las ocho de la tarde otras pasada la medianoche, todo depende del cansancio o de las visitas programadas para el día siguiente.

Hemos cruzado el Desierto de Rub al-Jali; uno de los más extensos del planeta. Bajado por inmensas dunas en 4 x 4 acompañadas por beduinos. Hemos subido a pie hasta la cresta de las dunas para tan sólo poder ver como amanece y la luz lo invade todo. Acampadas en el desierto, mientras los zorros, nos miraban curiosamente como nos reuníamos alrededor de una fogata y bebíamos té. Del desierto fuimos a la costa hacia el Mar Rojo, la playa estaba desierta y la única construcción era apenas cuatro paredes. Volvimos a acampar, esta vez sobre arena blanca, cerca de Bir Ali. Este precioso lugar aún no ha sido devorado por el hormigón y los cables eléctricos y permanece virgen para disfrute de los que amamos el silencio. Al amanecer se podían ver delfines saltando en el agua cerca de la orilla, sin necesidad de violar su espacio, a simple vista, ellos en el mar y nosotras en la tierra. Aquí, uno puede imaginar cómo debían ser las playas cuando aún no las habían descubierto los grandes grupos hoteleros. Después de recorrer Tihamah (Tierras calientes) una zona de calor y bochorno de nivel máximo, nos fuimos a la zona más montañosa del Yemen, donde hemos dormido en casas típicas, abrigadas con saco y mantas en pleno mes de agosto.

En las montañas, los yemenitas trabajan la tierra con un sistema de terrazas de cultivo parecido al de Perú. Las alturas de las terrazas han llegado a superar los 3.000 metros de altitud, la verdad es que viendo los paisajes y los cultivos no parece que uno esté en Arabia.

Camellos, burros, gallinas, cabras, vacas, bueyes, delfines, ranas, cangrejos, halcones, búhos y una manada de buitres rodeando una vaca muerta, ponen la nota pintoresca al viaje. Escenas que parecen sacadas de un Belén viviente, miles de historias escondidas detrás de cada foto. Un anciano que me pidió que le hiciera una foto con su nieta. El hombre de las montañas que quería que le sacara la foto en papel desde mi máquina y posó delante mío con orgullo. La de la única mujer que me pidió que la fotografiara cuando la mayoría de la población femenina debe pedir permiso a su marido para hacerlo. La de los centenares de niños que con sus enormes sonrisas y ropas raídas posaban, jugaban y nos seguían porque nosotras éramos el espectáculo. La imagen del carnicero abriendo en canal a un carnero mientras su cliente esperaba tan suculento despiece. El pescador sacando de su barca la pesca del día y luciendo su mejor captura para inmortalizarla en mi cámara. El frutero poniendo su mejor sonrisa y buscando las cajas de fruta que venían de España para que supiéramos que yemenitas y españoles éramos “amigos”. Y otras, las menos, aquellas “fotos robadas” (por decirlo de alguna manera), sacadas a escondidas, desde el coche en marcha, a aquellas campesinas que trabajaban de sol a sol embutidas en sus velos negros y tocadas con un alto y puntiagudo sombrero de paja. Tantas y tantas personas que siempre acabas encontrando en cada viaje y que de alguna manera han querido formar parte de nuestros recuerdos para siempre.”

Las 5 carnicerías más impresionantes del mundo


Uno de los lugares que siempre me gusta visitar cuando viajo, son los mercados. Independientemente de su colorido, del bullicio y del contacto con la gente, los mercados reúnen una variopinta muestra de la sociedad del país que se visita, pero también dan mucha información sobre la cultura y la vida de ese país.

Tomándome un tiempo para reflexionar, sobre de lo qué quería escribir hoy (así me va con el posicionamiento de Google y las visitas) he decidido mostraros algunas de las carnicerías más curiosas que he visitado. Y como una vez me aconsejaron que para recibir más visitas en el blog, hay que hacer listas y poner títulos en plan ranking, pues aquí va:

Las 5 carnicerías más impresionantes del mundo

1.- Siria
La primera carnicería que viene a mi memoria, es una carnicería que estaba situada cerca de la Ciudadela de Damasco. Mi hermana y yo nos habíamos aventurado por las callejuelas de detrás del Al-Hamidiyya Souk; el zoco cubierto de la capital de Siria, y descubrimos -en una de esas escapadas que solemos hacer fuera del circuito turístico- una carnicería con cabezas de camello colgadas en la puerta como si de un gran embutido se tratara. El resto de la carnicería tampoco tenía desperdicio, menos carne de cerdo, allí se podía encontrar de todo.

2.- Yemen
La segunda de mi lista, sin duda es, para las improvisadas carnicerías que se abren en la calle principal de Shaharah; una población situada al noroeste del país. Destaca por el rocambolesco acceso y por la cercanía de los vendedores y la naturalidad con la que viven a diario su labor. Shaharah se encuentra en lo alto de unas montañas, es necesario contratar los jeeps de los clanes yemenitas para poder llegar hasta ella. La calle sirve de mercado, la pared y el suelo de tienda, un trapo de expositor, y la docena de hombres que venden carne lo hacen con una sonrisa y con orgullo, ¡imposible olvidarlo!

3.- Malí
En el Mercado de las mujeres de Mopti parece que los hombres mantenían el monopolio de las carnicerías. Las mujeres se dedicaban a vender frutas y verduras, pero quien ostentaba la venta en la carnicería eran los hombres. Ésto no me sorprendió tanto como el hecho de ver las cabezas de los bueyes cortadas ¡con cuernos y todo! y mostrando los sesos sangrientos del animal; listas para vender. Algún enorme hígado, algunas vísceras amontonadas en un lado de las tablas de madera que hacían las veces de mostrador, y yo preguntándome, dónde estarán los grandes bistecs o la tierna pechuguita de pollo.... aix.

4.- India
Esta la incluyo como la nube de moscas más negra y ensordecedora que haya visto instalada en una carnicería. La curiosa parada de carne, no osaría llamarla carnicería, se encuentra a los pies de la gran escalinata de la Jami Masjid; una de las mayores mezquitas de la India, situada junto al Chandni Chowk el mercado más antiguo de Old Delhi. Si antiguo es el mercado; vieja era la carne, patas y cabezas de cabra con todos sus pelos, eran el producto estrella del día. De verdad que aquel día decidí hacerme vegetariana, no me duró mucho....

5.- Laos
Laos es uno de los últimos destinos descubiertos el año pasado. Me sorprendió la... digamos prolongación del término carnicería. A nuestro típico pollo, cerdo, cordero, ternera y pavo, hay que sumar la carne de serpiente, sapo, grillos, tortugas y roedor; una extensión algo peculiar sobre el concepto “carnicería” (algunos aseguraran que estos productos corresponderían más al monopolio de la pescadería, no digo que no ¿eh? Vete tú a saber) pero es que no podía dejar de incluir Khoua Din Market; uno de los mercados de Vientiane, en mi TOP 5 de las carnicerías más impresionantes del planeta.

(Ahora viene cuando se disparan las visitas ¿no?)

Alzola Basque Water y las Diosas del Agua


Hoy, hago un alto en mi camino de posts viajeros para escribir sobre la campaña de Blog on Brands con Alzola Basque Water. Mi cometido ha sido probar el agua embotella en Alzola, un municipio de Elgóibar (País Vasco), donde esta peculiar agua mineral natural brota de un manantial. Surge enriquecida tras 25 años de pausadadestilación de sus 700 metros de profundidad en el Macizo de Izarraitz, a 29 grados de temperatura, poseyendo unas características químicas especiales, con propiedades diuréticas y digestivas, que han sido alabadas por médicos y entendidos, así como premiadas en numerosos certámenes.

Lo primero que me gustó fue su botella de vidrio transparente, es muy elegante, como ellos mismos dicen: “el agua está envasada en un recipiente de lujo a la altura del agua que contiene”. Lo cierto es que una botella así, viste en la mesa si tienes invitados o alguna celebración familiar especial. Quizá este inusual envase para embotellar agua sea el culpable de querer seguir bebiendo agua Alzola, una vez empiezas. Como parte de mi responsabilidad para evaluar Alzola Basque Water quise ser objetiva, así que hice una cata a ciegas junto a mi hermana. Se llenaron varios vasos con distintas aguas, cada vaso tenía una etiqueta oculta con el nombre de la marca. Bebimos de cada uno de los vasos descartando primero las que menos nos gustaron y finalmente hubo una que apetecía beber, esa fue la de Alzola. A nuestro paladar le gustó la sensación refrescante, escondida en el origen mismo de este manantial vasco.

Situado en el Valle del Deba, el lugar  fue testigo del crecimiento del Gran Balneario de Alzola desde su primera piedra, en el año 1846 y hasta su cierre en 1976, pero sin duda el recuerdo de aquel lugar, que permanecerá imperecedero al tiempo, es la descripción que la escritora Carmen Martín Gaite hizo en su novela El Balneario. La protagonista describe el Balneario de Alzola, con sumo detalle, en su rocambolesca aventura por los pasillos y habitaciones de esta casa de baños, frecuentada por la alta sociedad del siglo XX.

Cuando Asier, del Departamento de Comunicación, se puso en contacto conmigo, lo hizo desde “el manantial de la mejor agua del mundo” el mismo que se esconde detrás del cariño que desprende un deseo o un sueño de viaje. En mi peregrinaje por el Planeta he podido constatar la importancia que adquiere el agua para las poblaciones donde escasea o en lugares donde está contaminada. Muchas veces olvidamos que es un recurso limitado que debemos proteger.


Hay tres lugares que quiero compartir especialmente en este post y que reflejan la importancia, no sólo de disfrutar en la mesa de una agua de prestigio como Alzola, si no de la importancia de este Patrimonio de la Humanidad que es el agua:

Yemen:

Algunas de las cisternas de agua más impresionantes de Yemen están excavadas en la roca. En ellas se recogen las aguas pluviales sin más tratamiento que el hervor que puedan dar las mujeres en sus casas. Abastecen a los yemenitas durante todo el año desde hace siglos, unas de las más antiguas fueron construidas alrededor del siglo I a. C., en la zona volcánica alrededor de Adén, probablemente por los himyaritas, conquistadores del Reino de Saba. Pueden almacenar hasta 45 millones de litros de agua. El ir y venir de las mujeres acarreando bidones de plástico no cesa nunca.

India:

El deambular de numerosas mujeres, con grandes cántaros de agua sobre sus cabezas fabricados en metal o barro, por las carreteras del Rajastán, es otra de esas imágenes que no olvida un viajero cuando pisa la India. Niñas, jóvenes muchachas o mujeres en edad adulta son las encargadas de ir a buscar agua a los pozos cercanos con sus vasijas artesanales, algunas bellamente decoradas. Existe una danza tribal rajastaní, llamada Bhavai, que se realiza bailando en perfecto equilibrio con siete o hasta once cántaros de barro, alineados sobre la cabeza. La bailarina realiza rítmicos giros en rápido movimiento al son de una frenética música, si fuera poco el mantener tan sutil equilibrio la danza acaba con unos pasos sobre cristales rotos.

Malí:

Por último quiero acabar en Malí donde una vez más la tarea de acarrear agua recae en las mujeres. Allí los pozos se hunden bajo tierra muchos metros hacia las profundidades y es a fuerza de brazos que sale a la superficie. Los más pequeños aprenden la importancia de no desaprovechar ni una sola gota de este elixir de vida que aunque abundante, escasea en pureza y cristalinidad. No importa la dureza del trabajo en sí, ni el calor sofocante, las mujeres cantan mientras izan los odres de cabra; son las Diosas del Agua.


Si pruebas el agua de Alzola, ¡la eliges!.

Si te ha gustado este texto y quieres seguir leyendo sobre Diosas de Agua te invito a leer Ganga Deví, la Diosa del río Ganges (India).

El antropólogo eventual

Yemen

La magia de un viaje, a menudo, reside en sensaciones experimentadas en diminutas unidades de tiempo. Recuerdo muchas de esas pequeñas y fugaces fracciones divididas en horas y minutos de muchos de mis viajes. Al final, aquellos momentos únicos e irrepetibles se convierten en la esencia viva del viaje. Quizás simplemente porque en el fondo, lo que no se busca te acaba encontrando. Los recuerdos de viaje forman parte de un viaje interior, mucho más largo que el que cualquiera puede desarrollar geográficamente y cuyo trayecto se va realizando sin pausa durante toda la vida. Yemen fue ese viaje que te transporta hacia un viaje interior más profundo, hasta la esencia más pura de uno mismo, un ser desconocido.

Yemen
Vista de Al- Kaipaipa

Uno de los días del circuito "Tras las huellas de Rimbaud" de la agencia de viajes Kananga, con los que realicé mi viaje al Yemen en agosto del 2006, incluía una parada sorpresa. Detuvimos los vehículos en  mitad del camino que partía desde Adén en la costa y que se dirigía en dirección a las montañas hasta Ta'izz (Taiz); la tercera ciudad más grande del país. Bajamos de los vehículos a la hora de comer y nos dispersamos en busca de la sombra de los árboles, de lo que me pareció parte de un campo de cultivo. Allí repusimos fuerzas con un fugaz picnic, cuyos ingredientes han quedado olvidados en mi memoria.


Yemen
Se buscan las manos más pequeñas para seleccionar las hojas más tiernas del qat

Unos niños que correteaban por la zona, fueron interceptados por nuestros chóferes, quienes les llamaron para realizar una de las tareas más importantes de los hombres yemenitas: la preparación de las hojas para masticar qat (un estimulante vegetal que es masticado durante horas hasta formar una  enorme bola que deforma la mejilla de los hombres). Las criaturas obedientes permanecieron acuclillados mientras separaban las hojas más tiernas de las que no servían, y rápidamente el manojo de brotes de qat quedó reducido a un montón de tiernas y “jugosas” hojitas verdes.

Yemen
La observadora cazada por un aventajado grupo de observadores yemenitas

Contemplaba la delicada escena tan abstraída que perdí la noción de lo que sucedía a mi alrededor hasta que levanté la vista. Un grupo de una veintena de niños se habían acercado hasta nuestro improvisado campamento y susurraban entre ellos subidos en lo alto de un pequeño montículo. La algarabía de los chiquillos estaba sabiamente atenuada por la educación y el respeto que le tienen a los mayores. Permanecían expectantes y concentrados mirando a aquellos extranjeros y extranjeras sin velo que habían llegado a las inmediaciones de su diminuto pueblo. Risas, murmullos y grandes dosis de entusiasmo quedaban reflejados en varias docenas de brillantes ojos que no podían apartar su mirada de nosotros.

Yemen
Abdo Qailan fue mi maestro de la cultura yemenita

Abdo Qailan, nuestro conductor, se había situado a un lado de la escena, vigilante de esa diminuta unidad de tiempo vivida en Yemen. Aunque sin querer formar parte de ella, los antropólogos no pueden evitar cambiar la esencia original de cualquier sociedad que observan. Como si de un experimentado antropólogo se tratara, Abdo intentó que aquel contacto, entre dos mundos tan distintos, no se contaminara, pero sí que esos mundos pudieran tomar consciencia de la existencia de ambos.

Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

Yemen
Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

La ciudad yemenita de Shibam Hadramaut está situada en un valle plagado de palmeras llamado Wadi Hadramaut; una zona remota y aislada del Yemen. La ciudad (no la debemos confundir con otra ciudad llamada Shibam, situada al norte del país cerca de Sana’a) se encuentra ubicada a 25 km al oeste de Sey’un, al sur del país.

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Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

Shibam Hadramaut fue el primer lugar de Yemen declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1982. La ciudad vieja de Shibam Hadramaut está rodeada por una muralla fortificada y defensiva de 9 metros de altura construida con ladrillos de adobe y que protege unos 433 edificios de barro que están considerados los primeros rascacielos construidos del mundo. Su planificación urbanística, dispuesta en vertical, es una de las mejores y más antiguas de su estilo que aún se conserva, aunque ahora está en peligro.

Yemen
Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

De la primera época constructiva (siglo III a. C.) no se ha conservado ningún resto constructivo, su mezquita es uno de los edificios más antiguos de la ciudad fechada en el siglo X. A pesar de no haber conservado aquellos primeros edificios (las torres más antiguas datan del siglo XVI), Shibam Hadramaut es una de las pocas ciudades históricas del mundo árabe, que se ha mantenido tal como fue ideada originariamente. La ciudad es una auténtica manzana de rascacielos construidos con ladrillos de barro que alcanzan hasta 30 metros de altura. Estas impresionantes estructuras son conocidas con el nombre de bayt o torres-vivienda. 

Yemen
Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

La altura de las viviendas de Shibam Hadramaut hace referencia al prestigio social de sus habitantes y se alzan también a modo de torres de vigía, ya que la ciudad se encuentra en plena ruta de las antiguas caravanas de incienso y especias. Mientras la parte baja de las viviendas carece de aberturas para impedir ataques y asedios, desde los tejados y terrazas encaladas de los que fueron los rascacielos de barro mejor conservados de Yemen, se puede contemplar el amplio horizonte de su inmenso palmeral; un vergel de varios kilómetros de anchura, con más de un millón de palmeras. 

Yemen
Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

Conocida con el nombre de la Manhattan del desierto, Shibam Hadramaut parece una isla naufragada en medio de un mar de arena. Fue construida con ladrillos a base de una mezcla de adobe y paja cortada que eran secados al sol, en la actualidad, esta técnica constructiva aún se sigue utilizando en Yemen y es posible ver a los hombres doblando la espalda durante horas bajo un sol abrasador, rellenando los moldes de madera con la mezcla. Los edificios de Shibam Hadramaut se alzan sobre un rectángulo de medidas casi perfectas de 1/2 km2 de extensión y donde habitan unas 7.000 personas. Sus rascacielos, de entre 6 y 8 pisos de altura, han sido rozados por el viento y la arena durante más de 6 siglos, desgastando sus líneas rectas y suavizando sus formas. 

Yemen
Shibam Hadramaut: la Manhattan del desierto (Yemen)

Los habitantes han mantenido los edificios de Shibam Hadramaut recubriéndolos anualmente con nuevas capas de adobe fresco. Reconstruyendo estas centenarias estructuras de la misma manera que hicieron sus ancestros durante siglos, pero el conflicto bélico que sufre Yemen desde el 2015, las lluvias torrenciales que azotan la región en los últimos años y el no poder realizar medidas de conservación por parte de la UNESCO y organismos internacionales, están llevando al límite a esta joya urbanística yemenita, única en el mundo. Si no ponemos remedio, pronto Shibam Hadramaut se convertirá en un espejismo de barro.

Artículo de viajes actualizado en agosto del 2020.

Yemen y los tres Reyes Magos


Yemen (en árabe اليمن Al-Yaman), deriva de la palabra Al-Yumn que significa bendición y prosperidad. Ptolomeo traduciría al griego el nombre como Eudaimon Arabia “Afortunada Arabia” y de ahí llegó el calificativo latino de “Arabia Felix” que ensalza las fértiles zonas de sus montañas y la abundancia de agua en contradicción con los desiertos de otras zonas de Arabia.

Yemen es la Arabia Feliz de los aromas a especias, del fragante incienso y de la enigmática mirra. Aromas exóticos y evocadores que los yemeníes han seguido utilizando a través del tiempo con sabiduría y talento. Aún es posible encontrar incienso y mirra a granel en sus mercados o zocos (en árabe سوق sūq).

Yemen fue dominado por tres civilizaciones sucesivas: los mineos, los sabeos y los himyaríes. El Reino de Ma'in gobernó en el noroeste del Yemen desde el siglo IX a. C. hasta el siglo I a. C., el bíblico Reino de Saba se extendió en la zona sur-occidental del Yemen desde el siglo IX a. C. hasta el 275 d. C. y por último provenientes de una antigua tribu semítica, los himyaríes se aliarían con los sabeos desde el siglo VIII a. C. hasta el siglo III d. C.

La economía y riqueza del Yemen se basó durante siglos en el cultivo de incienso, mirra y el comercio de especias. Todos estos productos fueron enormemente valorados por las civilizaciones antiguas y eran utilizados en ocasiones como productos mágicos. Se sabe que los hebreos valoraban el incienso y la mirra ¡cómo si se tratara de oro!. Esto nos lleva al célebre acontecimiento de la visita a Belén de los Reyes Magos de Oriente. Al recién nacido Jesús de Nazaret le obsequiarían con cofres cargados de oro, incienso y mirra, de reconocido valor.

Cuenta una leyenda (algunos dicen que está en la Biblia) que el Rey Melchor salió del punto más meridional de la Ruta del incienso en busca del nacimiento del Mesías. Ese lugar está localizado en el Golfo de Adén, entre las poblaciones de Adén y Al Mukalla en Yemen. El puerto situado en el Índico es un hermoso lugar de aguas azules en precioso contraste con el verdor de la vegetación. Desde antiguo este lugar servía para la llegada de los barcos de la Ruta del incienso y de enlace con las expediciones que viajaban a la India y a Oriente. En la actualidad las aguas transparentes de las playas de arena blanca, como ahora Bir’Ali, siguen salvajes y vírgenes, sin que ningún complejo hotelero se haya afincado. Entre arrecifes de coral se extienden hoy los antiguos ecos de la Ruta del incienso y un mar lleno de aventuras como telón de fondo. Con las luces del amanecer es posible contemplar grupos de delfines saltando sobre sus aguas. La naturaleza regala al viajero estupendas sorpresas en Yemen.

En el camino entre Ataq y el mar, concretamente entre Ar-Rawdah y Bir Ali, se encuentra una antigua población judía conocida con el nombre de Azzan, de aquí dicen que partió el Rey Baltasar para adorar al niño en el portal de Belén. En la actualidad la población es un bastión de al-Qaeda; esperemos que esto no sea un impedimento para que los Reyes Magos lleguen este año a nuestras casas ;)

Los mejores desiertos para viajar

Los mejores desiertos para viajar

El desierto no es más que polvo, de cielo destruido

He recorrido varios desiertos en mi vida, desde África hasta Sudamérica, desde Oriente Medio hasta Asia. Me he alojado en varias ciudades que cierran sus puertas a las inclemencias del tiempo y al aire lleno de polvo, como en Shibam Hadramaut en Yemen que era conocida con el nombre de la Manhattan del desierto o en Jaisalmer en la India llamada la “Perla del Desierto” y donde sobraban básicamente los hindúes para ser perfecta.

Beduina
En el desierto del Sáhara. Fotografía vía: Guillermo Cachero

En el desierto del Sáhara tunecino dormí en una jaima y recorrí los escenarios de Star Wars en Túnez, en Israel pude pisar un desierto bíblico; el Desierto de Judea donde las palabras Sodoma y Gomorra tienen más de una connotación. Un proverbio beduino dice que “El silencio del desierto es el mejor amigo del loco” quizás por eso me enamoré de los desiertos cuando vi los colores que se esconden en el desierto de Wadi Rum en Jordania, No dejes que nadie te diga que en el desierto no hay nada ¡están llenos de vida!

Ramlat as Sabatain (Yemen)

Ramlat as Sabatain
Desierto Ramlat as Sabatain (Yemen)

El desierto de Ramlat as Sabatain, en Yemen, se encuentra cerca de la frontera nororiental, en territorio beduino. Por delante tienes 600 kilómetros de desierto, donde todavía es posible encontrar una ciudad enterrada o campamentos de beduinos. La tierra está dominada por el gran desierto de arena de Rub al-Jali, que en árabe quiere decir región vacía, aunque aquí se presenta majestuosa, de derecha a izquierda y hasta el infinito.

Ramlat as Sabatain
Los beduinos yemenitas son los únicos que saben cruzar el desierto de Ramlat as Sabatain

Dos colores lo invaden todo: el marrón tostado, acogedor y nebuloso de las arenas de este desierto yemení y el azul cobalto, firme y poderoso del cielo, como si fuera realmente cierto aquello que dicen: de que el desierto es polvo de cielo destruido. Contemplar los tonos de la inmensidad de las dunas de arena, todas esas sombras que dibuja el sol cuando caricia la tierra, es una paleta de colores única y cambiante que lo impregna todo. El desierto es un entorno espectacular y silencioso, una oportunidad única para soñar aventuras y disfrutar de la nada, aunque el calor sea intenso y toneladas de polvo se introduzcan por la más pequeña de las rendijas de nuestra vestimenta, de las casas y de los coches, tiñendo con una suave capa de arena todo aquello que toca.

Nazca (Perú)

Líneas de Nazca
Líneas de Nazca. El mono (Perú)

Las Líneas de Nazca, en Perú, están consideradas por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. En los llanos desiertos de Paracas, los antiguos pobladores de la cultura Nazca tejieron espléndidos mantos de variados colores, momificaron a sus muertos con singular maestría y trazaron un valioso monumento arqueológico constituido por 32 geoglifos. Este enorme conjunto de figuras es una red de líneas que configuran variados dibujos de animales marinos y terrestres, plantas, figuras humanas y figuras geométricas gigantescas.

Líneas de Nazca
Líneas de Nazca. El colibrí (Perú)

Resulta sorprendente la espectacular dimensión de los dibujos y lo fácil que es verlas aunque parezcan irreales. Las Líneas de Nazca se encuentran situadas entre el km 419 y 465 de la Panamericana Sur, en las pampas desoladas, cubriendo un área de aproximadamente 350 km2. La cultura Nazca los realizaron con la misteriosa intención de rendirle culto al agua y de interpretar los mensajes del Sol, la Luna y las estrellas. No te creas que es obra de los extraterrestres como se empeñan los programas televisivos norteamericanos de mentir. El sobrevuelo de las Líneas de Nazca es una experiencia inolvidable que te recomiendo hacer.

Djenné (Malí)

Djenné
Día de mercado en Djenné junto a la Gran Mezquita, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO

La ciudad de Djenné, en Malí, también conocida con el nombre de Yenné, Djenne o Djeneé, es una pequeña ciudad situada en el delta del río Níger, ubicada en medio del desierto y formando parte del paisaje con gran majestuosidad. Los arqueólogos la consideran la primera ciudad de África y seguramente es la población más hermosa de Malí. Por ella han pasado multitud de etnias; bozos, bambaras, sonraís y peuls, actualmente la habitan un cuarto de millón de mezclas étnicas diseminadas en sus más de 200 km de largo. Las antiguas caravanas que transportaban marfil, oro, esclavos, lana y nuez de cola procedente del sur, se han convertido en autobuses cargados de cachivaches de plástico, frutas, verduras y cereales.

Djenné
Casa de adobe en Djenné, detrás el desierto se extiende en el horizonte

La ciudad de Djenné sigue siendo un punto comercial importante entre la sabana y el desierto. Sus calles y casas medievales quedan rodeadas por el agua en época de lluvias. Llamada la "Venecia del Níger", el comercio sigue siendo tan importante como en época de las caravanas. En los días de mercado, recibe a mujeres espléndidamente ataviadas, alegres, sinceras, y amistosas, quizá por contraste con la monotonía de las tonalidades del desierto que las rodea, en Djenné  tienen desarrollado más el sentido del color y la hospitalidad. La Gran Mezquita de Djenné es el templo religioso realizado en barro más grande del mundo.

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