La
mujer a través de los tiempos ha sido protagonista de su propio
espacio, más o menos amplio. En la actualidad, las diferentes
religiones, nacionalidades y etnias, siguen delimitando ese espacio
de la mujer, que se abre afortunadamente y en contadas ocasiones, a
la mirada curiosa de los viajeros que se asoman a la pequeña ventana
de la cotidianidad alejada de su hogar.
El tabaco y la mujer
El tabaco y la mujer
Tras
más de 156.000 kilómetros recorridos en treinta y cinco países,
creo firmemente que existen lazos que unen a la figura de la mujer
aunque éstas no se conozcan entre sí. Empezaré mi historia con una
antigua costumbre popular del los pueblos de la Vall de
Boí (Lleida). Existía un célebre baile donde las
mujeres sacaban a bailar a los hombres. Las solteras salían a bailar
a la Plaza Mayor fumando unas pipas construidas con barro y provistas
de largas boquillas de caña. Las mujeres se paseaban presumiendo por
todo el cercado del baile, fumando su propia pipa. Me las imagino
vestidas como antaño, con largas faldas y alguna que otra enagua
delicadamente bordada, con un par de alpargatas desgastadas y una
camisa blanca apedazada y mil veces cosida. Ropajes que se
ensanchaban y se ceñían con el pasar de los años y al pasar de
mano en mano.
Cuando el paseo se daba por terminado y la mujer decidía buscar una pareja para bailar, se colgaban la pipa de un corchete del jubón y se dirigía al hombre escogido al que le ofrecían un pañuelo. Si se lo quedaba era señal que la tomaba como pareja de baile y si lo rehusaba, la mujer volvía a fumar su pipa y a deambular por el baile para hacer una nueva elección de pareja. ¿Quién dijo que nos debemos conformar con un no por respuesta?
Cuando el paseo se daba por terminado y la mujer decidía buscar una pareja para bailar, se colgaban la pipa de un corchete del jubón y se dirigía al hombre escogido al que le ofrecían un pañuelo. Si se lo quedaba era señal que la tomaba como pareja de baile y si lo rehusaba, la mujer volvía a fumar su pipa y a deambular por el baile para hacer una nueva elección de pareja. ¿Quién dijo que nos debemos conformar con un no por respuesta?
Ah!
pero si el hombre aceptaba bailar, la mujer compartía su pipa con él
y le dejaba fumar unas cuantas pipadas. Este singular “intercambio
de saliva” tiene una gran similitud con la costumbre de algunos
pueblos franceses, que sellaban el matrimonio
antiguamente, escupiéndose ambos prometidos a la boca. ¿Y qué me
decís del ofrecimiento de la pipa? ¿no os parece similar al gesto
de hospitalidad, de amistad y confianza, que practicaban algunos
pueblos de Oriente o los antiguos indios americanos?
El
tipo de pipa -construida en barro y con una larga boquilla de caña-
me recuerda a las pipas que utilizan actualmente los obreros de las
plantaciones de palmeras datileras en Túnez. En ellas fuman
un peculiar tabaco “de palmera” que por contra, es infumable para
los occidentales, doy fe de ello. Al ritual de fumar esta pipa se le
añade un buen trago de una bebida alcohólica fabricada con dátiles,
por otra parte deliciosa, también doy cuenta de ello y os la recomiendo probar.
Los hombres dejan “macerar” la bebida, que con el calor de las
horas va cogiendo graduación alcohólica.
La cerveza y la mujer
La cerveza y la mujer
Las
bebidas artesanales suelen ser frecuentes en países como Perú,
Mali o Burkina Faso, de la fabricación de la cerveza se encargan las
mujeres. A menudo las mujeres en Sudamérica, Asia y África son el
motor de la economía familiar: cocinan, limpian, tejen, cuidan de
los niños y ancianos, del ganado, y si les sobra tiempo elaboran
cerveza de mijo o de maíz.
El
espacio que ocupa la mujer es infinito y para algunos hombres, lo es
todo, pero ¿saben las mujeres quechuas de su parecido con la mujer
bambara?. Ambas realizan cerveza artesanal en sus casas, la fermentan
con saliva, así que si algún día os ofrecen probarla, tenedlo en
cuenta. Cocción al fuego de leña, algún que otro cribaje y la cerveza ya está
lista para consumir.
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