Soy Ana Isabel Escriche, viajera, escritora y fotógrafa del mundo.
Responsable de contenido y Community Manager especializada en turismo.
Bienvenid@ a tu planeta de viajes, aquí encontrarás arquitectura, paisajes, restaurantes, rutas urbanas, hoteles, Patrimonios de la Humanidad y lugares donde viajar para conocer otras etnias, culturas, religiones y destinos.
No importa las ganas o el
tiempo que tengas para visitar la India, ambos conceptos pierden toda
validez, si no das el paso definitivo y viajas hasta uno de los
países que más controversias genera. Con más de tres millones de
kilómetros cuadrados y más de mil millones de habitantes, lo que
menos importa es cuánto se va a recorrer y cuánto se va a poder
visitar. Hace falta una vida para dejar de odiarla y más de una vida para
amarla.
Aquí os dejo una lista
de 12 lugares imprescindibles para visitar en Rajastán; un estado que
no deja a nadie indiferente.
Haveli en Nawalgarh
- Shekhawati: está
región, situada a dos horas aproximadamente de New Delhi, destaca
por un numeroso grupo de casas, llamadas havelis, que están
pintadas y decoradas con frescos. Las pinturas fueron
realizadas entre 1750 y 1930. Algunas havelis han sido
restauradas y están abiertas al público, una oportunidad única
para ver la distribución de las casas rajastanís, y los muebles y
enseres más curiosos y auténticos del país. Nawalgarh y
Fatehpur son algunas de las localidades que conservan este
estilo decorativo que mezcla detalles mogoles con la modernidad
anglosajona de principios del siglo XX.
Mercado de Bikaner
- Bikaner: situada
en pleno corazón del Desierto del Thar, late con vida
propia gracias a su muralla medieval que acoge más de 37 palacios.
Poco masificada por el turismo, es posible encontrar quien te haga un
vestido a medida en una tarde, pero ¡ojo! aunque te tomen las
medidas, el vestido te quedará pequeño porque son incapaces de hacer nada bien. Desde Bikaner es posible
llegar al singular Templo de Karni Mata en Deshnoke; un lugar donde se venera a las ratas y se deja que
campen a sus anchas entre los feligreses y visitantes.
Muralla de Jaisalmer
- Jaisalmer: sí
es la “Perla del Desierto” y una de las joyas de la
región india del Rajastán. Aunque te entrarán ganas de tirarte desde lo alto de sus
murallas en cualquier noche de luna llena pues está hasta el techo de turistas y de hindúes pidiendo dinero hasta por respirar. Si consigues sobrevivir al acoso de
los vendedores y conductores de tuc-tuc, quizás puedas maravillarte
con sus 99 torreones dorados y sus impresionantes havelis que
nada tienen que ver con las de Shekhawati. Aquí se cincelaron
columnas, ventanas y balcones de piedra como si fueran encaje.
Templo Mahavira en Osiyan
- Osiyan: los diez
templos jainistas y los seis templos hindúes de Osiyan, son un buen aperitivo para
comenzar a familiarizarse con los dioses del panteón hindú y las
filigranas decorativas que irán aumentando en belleza y complejidad
a medida que vamos descubriendo la región del Rajastán. Algunos templos fueron
tallados a principios del siglo VIII, así que su valor histórico es
incalculable. Como os daréis cuenta a medida que conozcáis la India, lo que siempre sobran son los hindúes.
Jodhpur es conocida con el nombre de "La Ciudad Azul"
- Jodhpur:
conocida como “La Ciudad Azul”
por el color de sus casas, es una ciudad menos idílica de lo que
nos tratan de vender en los circuitos turísticos. Las medidas y
extensiones escapan lo abarcable en términos de visitante. Con un ostentoso palacio, el de
Umaid Bhawan, con más de 300 habitaciones y el Fuerte de Mehrangarh con 10 kilómetros de longitud, los días se volatilizan entre
pasillos, balancines y callejones azul celeste.
Aquí el amigo detuvo el coche para pedirnos un cigarrillo
- Monte Abu: según
una leyenda este monte es “Hijo del Himalaya”, situado en la
cordillera de los Aravalli; una de las cadenas montañosas más
antiguas de la India, es un lugar sagrado y de peregrinación para los
jainistas (religión mezcla de hinduismo y budismo que respetan la
vida hasta cotas insospechadas, por ejemplo: cubriéndose la boca para no tragarse ningún bicho). Aquí las condiciones meteorológicas cambian radicalmente el paisaje y se torna verde y lleno de árboles, algo que se aprecia poco entre tantas ciudades color ocre. El viaje hasta aquí
vale la pena sólo por visitar el Conjunto de Dilwara; nada de
lo que hayáis visto es comparable a la maestría decorativa de este
lugar.
Templo Adinatha en Ranakpur
- Ranakpur: es otro de los enclaves jainistas del Rajastán que te mantendrá con la boca abierta y los ojos
salidos de las órbitas. Aquí encontré a los únicos hindúes
simpáticos, agradables y buena gente de todo el viaje a la India. Me
hicieron sacar una sonrisa y quise hasta que me adoptaran. El Templo
Adinatha conocido también como Templo Chaumukha “Templo de las
Cuatro Caras”, es el templo jainista más extraordinario,
espectacular e impresionante de la India. Consta de aproximadamente
66 santuarios y tan sólo en el templo principal existen 1.444
columnas de mármol blanco (todas ellas distintas). Pedid a los
dioses que se detenga aquí el tiempo, porque vale la pena.
Lo que flota en el Lago Pichola también huele
- Udaipur: conocida como “La Ciudad de los Sueños” o “La Venecia de Oriente”,
su nombre significa “La Ciudad del Sol” y en mi opinión son tres
nombres que le quedan bastante grandes. En Udaipur hay la misma suciedad en
las calles y en la ropa de los hombres y niños como en las demás ciudades del Rajastán, aunque los precios se
multiplican un poco más. Independientemente de lo que ponga escrito en los
carteles que vale el precio de la entrada para extranjeros, el tío de las entradas le añadirá la cifra que él quiera para metérsela en el bolsillo, porque los hindúes son canallas con el extranjero, “por pedir” que no quede, ese es su lema. El Palacio Real de Udaipur
se encuentra a orillas del famoso Lago Pichola, exótico escenario de la película de James Bond, Octopussy. En la
realidad, el lago es pasto de la contaminación y basura que se
acumula por doquier en la India. Los atardeceres que os vendan en el catálogo de viajes de la agencia os aseguro que han pasado por el retoque fotográfico. En mitad del lago, el Jag Niwas, en otro tiempo el Palacio de Placer del príncipe
Jagat Singh, sobrevive rodeado de porquería.
Ajmer
- Ajmer: es lugar
menos turístico del Rajastán, si es que eso significa que son buenas noticias. Es también lugar de peregrinaje para la comunidad musulmana y aquí cambia la
fisonomía de los habitantes, el carácter e incluso un poco las
costumbres. Mezquitas y palacios comparten protagonismo con el Lago
Ana Sagar rodeado por un par de parques, de nuevo algo de verdor. Es un buen lugar para
hospedarse y coger fuerzas de camino a nuestro siguiente destino, porque necesitarlas, las vais a necesitar.
Puesto de comidas en Pushkar, nótese el cocinero sentado en la mesa y listo para cocinar con los pies
- Pushkar: vendido
como lugar de relax, lo cierto es que sobrevivir al acoso de los
hindúes es tarea más que heroica. Lugar sagrado para los
hinduistas, destaca por sus 52 palacios, la Feria anual de Camellos y
su lago: la perfecta trampa para cazar turistas. Cuando te acercas a una de
las escaleras de acceso al lago, los ascetas te pedirán unas rupias
por enseñarte el camino, cuando bajes los escalones te invitarán a
dejar el calzado vigilado por unas cuantas rupias más y cuando por
fin llegues a la orilla te pedirán que pagues unas rupias por sentarte. Cuando
creas que el factor “soy un dólar andante” ha terminado, vendrán
un grupo de gurús para que hagas una ofrenda floral por una cifra desorbitada de rupias y te aseguro que
la negación no es sinónimo de “salir airoso”, eso sí el coco me dieron ganas de hacérselo comer envuelto con turbante.
Jaipur
- Jaipur: conocida con el nombre de “La
Ciudad Rosa” por el color de sus edificios y su muralla, antaño
era conocida como “La Ciudad Esmeralda” debido a que aquí se hacía la talla y el pulido de todas las esmeraldas del mundo. Actualmente es la
capital del Rajastán y el caos, el ruido y los bocinazos, comparten el
protagonismo con las calles y mercados atestados de gente y sus detritos humanos. El Palacio
Real de Jaipur ocupa 1/7 parte de la ciudad, así que os
recomiendo paciencia y slow travel para la visita. Aunque el
edificio más famoso de Jaipur es el Hawa Mahal o
Palacio de los Vientos, una impresionante fachada de arenisca de
cinco pisos de altura que simplemente es eso, una fachada, sin nada por detrás. Con más
de 900 ventanas con celosías, servía para que las princesas
y damas de la corte observaran la vida y los eventos de la ciudad sin
ser vistas.
Panorámica del Fuerte de Amber
- Amber: se
encuentra en un valle que cambia la fisonomía de la ciudad y la
imagen que se obtiene del Fuerte Amber.
En el interior de esta fortaleza se encuentra un complejo palaciego de
más de seis siglos de antigüedad. Aquí todo el mundo
aprovecha para subir a lomos de un elefante y entrar por una de sus
puertas de esa guisa. Vale la pena aprovechar la cercanía y visitar
el Fuerte Jaigarh donde se encuentra una de las pocas
fundiciones de cañones de época medieval que se conservan, así
como el cañón con ruedas, más grande del mundo (50
toneladas, 3 metros de alto y 6 de largo).
Hasta aquí, mi ruta
básica de dos semanas por Rajastán. Si en este punto las ganas
de abandonar el país no han hecho mella, os recomiendo acercarse
hasta Agra donde se encuentra el increíble Monumento del Taj Mahal.
A menudo los viajeros
experimentamos una intensa sensación cuando desembarcamos en un
nuevo lugar. Un diminuto punto de nuestro planeta queda a veces como
un tatuaje en la piel; grabado para siempre en el recuerdo y
cargado en la mochila de nuestra alma para siempre.
Es indiscutible que
VIAJAR nos transforma y nos enriquece de mil formas distintas.
Escribir sobre esos lugares no me exime de escribir sobre
sensaciones, percepciones y de incluso de conclusiones muy
personales. En contra de todas esas recomendaciones de los gurús que
indican que un blog debe seguir una “linea editorial” o
“especializarse” en un destino, continente o forma de viajar, yo
no entiendo de ese cerco espacial que me limitaría en “mi propia
casa”, en mi propia criatura creativa, a compartir ciertas partes
de nuestro Planeta Tierra.
Es por eso que sigo
escribiendo posts como el que ahora viene (menuda introducción,
¿eh?) saltándome todas las posibilidades de conseguir mil visitas
al día o tres mil seguidores en Twitter. Por
el simple placer de dar alas a la creatividad, poner palabras a los
latidos viajeros de mi corazón y dejar escrito ¡para cuando mi
memoria falle! lo que viví y sentí.
Tatuajes en la piel
es un pequeño recorrido por esos tatuajes que mi cámara
inmortalizó, sobre la piel de algunas personas que encontré en mi camino y que quisieron formar parte de mi
historia.
En Oriente Medio y en
alguno lugares de África, mujeres y niñas decoran su piel con
dibujos de henna. En Yemen, por ejemplo, son conocidos
con el nombre de naqsh. Se utilizan tintes a base de manganeso
o henna para realizar dibujos geométricos o florales, son de
color negro y decoran manos, pies o cara. En Kenya, las
mujeres swahili se pintan brazos, piernas, pies y manos con
henna el día de su boda como lo hacen también en Rajastán
(India).
En la Isla de Borneo
(Malasia), donde aún habita la tribu de los Iban, los antiguos cortadores de cabezas, los hombres se añadían un
nuevo tatuaje, por cada “delito de sangre” cometido, para dejar
visible así su hombría.
En Túnez las
mujeres bereberes se tiñen el pelo con henna de color naranja
y se hacen dibujos en la piel, también con este tinte. También en
África pero esta vez en Mali, las mujeres Peúl o
Fulani como también se conoce a esta etnia nómada, se tatúan
los labios. Para los Peúl la belleza es tan importante como
la familia y su ganado, así que tanto hombres como mujeres jóvenes,
se pintan con ocre o sulfuro de antimonio para estar más atractivos.
Es así, como los
tatuajes alcanzan puntas opuestas del mapa y sirven para un mismo
propósito:
Cuenta una leyenda que la Diosa Madre de la
región India de Rajastán se llama Karni Mata y nació en el
siglo XV en el seno de una familia y una comunidad dotados de
¡poderes espirituales!. La diosa dedicó su vida a ayudar a los más
necesitados y fue ella misma la que bendijo, en 1488, al fundador de
la ciudad de Bikaner: Rao Bikaji. La Diosa Karni Mata lo convirtió en
el Darshan (Dios protector) de la familia. La divinidad tutelar de
Bikaner es Karni Mata y los pueblos tribales la adoran. Es así
como leyenda y realidad se enredan en el ovillo hindú de la
historia.
Oraciones en el lugar más sagrado del templo de Karni Mata
En el Templo de Karni Mata los animales más venerados son las ratas, sí, sí, ratas de verdad, no figuritas o muñequitos: RATAS, RATAS. En este templo los roedores encuentran cobijo, agua y alimento. Estás protegidas por una red que cubre la parte más alta del recinto para que ninguna rapaz se las pueda zampar. Los fieles proporcionan leche y semillas a cientos de ratas que se pasean libremente por el recinto y especialmente en el sanctum sanctorum; el lugar más sagrado de Karni Mata.
Templo de Karni Mata
Este lugar está protegido en las alturas por una red para que ningún
depredador con alas pueda matar a ninguna de las ratas porque estos animales son sagrados. Se trata,
según una leyenda, de las almas de los miembros de la tribu a la
que pertenecía la Diosa Madre Karni Mata, y que habitan temporalmente
en el cuerpo del animal esperando la reencarnación como ser humano
“evolucionado”. Recordad que Ganesha; el dios elefante, utiliza a
las ratas como vehículo para trasladarse, así que ¡ojito con tocarle un pelo a uno de los miembros de la familia de la Diosa Madre Karni Mata!
Beber y comer es un placer en el templo de Karni Mata
Si hasta ahora sabías con certeza que la vaca era el animal sagrado de la India, comprenderás lo
extraño y excepcional que es este templo; único en todo el país, así que toca vacunarse contra la rabiar, descalzarse y entrar.
Es tal la devoción que les tienen los creyentes a las ratas, que si algún vigilante te ve
pisando a una de ellas, aunque sea por accidente, te pedirán compensar el daño sufrido
por el animal con una reproducción en oro para el templo (¡no saben
nada los hindúes!). Las ratas se pasean con total libertad y por
todas partes, no sólo corren por el suelo, suben por los altares, hornacinas, barandillas y cualquier ele, así que si no estás
dispuesto a notar como trepan por tus pies, es mejor que no vayas. No
lo había mencionado antes pero al templo se debe entrar descalzo.
Entrada principal del templo de Karni Mata
Las estatuas que adornan
el Templo de las Ratas de Karni Mata están bellamente cinceladas en mármol blanco. Destaca la
maestría con la que los artesanos realizaron las formas de suntuosas
aves, hojas de vid, flores embriagadoras, bailarinas o milanos
sagrados, para decorar puertas, ventanas, pabellones, columnas y
balcones. Sorprende también ver
familias enteras rindiendo culto a las ratas, sentadas en el suelo,
mientras los vehículos de Ganesha derrapan, chocan y se lanzan a
toda velocidad. Todo un espectáculo digno de ver. Os dejo un pequeño vídeo donde puede verse la cantidad de ratas que hay en el templo y como se arremolinan en nuestros pies.
Bikaner, la ciudad más importante de la zona, está situada en una región desértica al oeste del Rajastán. A 30 kilómetros al sur se encuentra Deshnoke donde se encuentra el Templo de Karni Mata o el Templo de las Ratas. En el siglo XVI Bikaner era parada obligatoria de las caravanas que comunicaban India con Oriente Medio, hoy es posible recorrer el interior de su recinto amurallado que atesora más de 37 palacios.
Jodhpur es conocida con el nombre de "La Ciudad Azul" y ocupa uno de esos lugares en mi guía de viaje al Rajastán que merecen marcarse en negrita y con doble subrayado. Jodhpur es un lugar imprescindible en la india, se encuentra situada a 470 km al suroeste de Nueva Delhi y es la
segunda ciudad más importante del Rajastán después de Jaipur y eso quiere decir que tiene muchos kilómetros de extensión. La arena del gran Desierto
de Thar lame el límite impuesto por la muralla de su magnífica
fortaleza que como un acantilado le hace frente.
Accesos al fuerte de Mehrangarh
En el trayecto entre
Jaisalmer y Jaipur, se encuentra el Fuerte de Mehrangarh “el fuerte majestuoso”; la
residencia-fortaleza rajput más impresionante de la India. Colgada
sobre una colina a 120 metros de altura, domina una amplia extensión
de llanura que nuestra vista puede
contemplar hasta ver el Fuerte de
Kumbhalgarh situado a 130 km. La muralla de Mehrangarh
fue construida en el año 1459, en piedra caliza de color ocre, por su primer
maharajá; Rao Jodha.
Vista de Jodhpur desde uno de los palacios del fuerte de Mehrangarh
La muralla de Mehrangarh mide 10 kilómetros de perímetro, 21 metros de
ancho y 36 metros de altura, que quedan protegidos por 8 puertas y
101 torreones que impedían la entrada de invasores y del mismísimo
viento del desierto. No es de extrañar que la visita a esta
descomunal e inmensa fortificación dure entre 2 o 3 horas. La preciosa vista panorámica de Jodhpur es inmejorable y ¡altamente
recomendable! desde varios miradores de la fortaleza.
Tras caminar 1/2 hora por las rampas de acceso se llega al interior de la fortaleza
El acceso al fuerte se
realiza a través de siete puertas, algunas fortificadas, otras
protegidas con grandes clavos que impedían el paso de los elefantes
enemigos, nunca nadie ha sido capaz de derribar una de sus puertas. Tras
recorrer algunas calles en codo, para despistar a los asaltantes, se
llega a la altísima Jai Pol o Puerta de la Victoria construida por el Maharajá Man Singh en 1806. Tras esta puerta se
extiende uno de los símbolos de poder del Rajastán.
Los palacios se suceden en el interior del fuerte de Mehrangarh, a cual más bonito
El Fuerte de Mehrangarh es una maravillosa
mezcla de elementos mogoles, persas e hindúes, cuyas partes más
antiguas datan del siglo XV, aunque la mayor parte conservada pertenece al
siglo XVII. En el interior nos esperan al menos 33 puntos de interés, entre los que destacaría: dos puertas más: las Dedh Kangra Pol
y la Loha Pol o Puerta de Hierro. Junto a esta puerta se pueden
ver las huellas de las manos de 15 maharaníes reales, esposas del
Maharajá Man Singh, que se arrojaron vivas en 1843 a su pira
funeraria ¡malditas costumbres!
Moti Mahal o Palacio de la Perla
En el interior de Mehrangarh nos esperan 3 templos: Chamunda
Devi, Nagnechiji yMurli Manghargh, 7 conjuntos
palaciegos: Zenana o Palacio de las reinas, Takhat Mahal,
Phool Mahal o Palacio de las
Flores, Moti Mahal o Palacio de la Perla, Khab ka Mahal,
Jhanki Mahal o Palacio de las Miradas y Sukh Mahal o
Palacio del Placer. Todos ellos
construidos en fina arenisca maleable del lugar y que ha sido
tallada como si fuera el trabajo de un maravilloso encaje de piedra. El tiempo
ha endurecido la piedra arenisca y le ha dado una belleza infinita.
Si los palacios te parecen bonitos por fuera, espera a verlos por dentro
Por último, os recomiendo
una visita al Museo del fuerte donde se exponen desde pinturas en miniatura y trajes de seda, hasta armas (en
la Edad Media el trabajo de los artesanos armeros elevaron estas piezas a obras de
arte), carrozas, monturas de elefantes,
palanquines o cunas mecedoras. Aunque expuestas de forma rudimentaria, forman parte de este peculiar lugar
que combina las más delicadas celosías labradas en arenisca con una magnífica fortaleza
inexpugnable.
Más información: Fuerte de Mehrangarh.
Jodhpur (India). Horario: diariamente de 9 a 17 h. Entrada (incluye
audio-guía): 600 rupias. Permiso para fotografías: 100 rupias. Web: Fuerte de Mehrangarh.
A la izquierda se divisa el Fuerte Jaigarh en color rojo, mientras a la derecha el Fuerte Amber brilla en color ocre
Todas las guías que
consultéis os dirán que la imagen del Fuerte Amber
desde la distancia es maravillosa, de hecho será habitual que todos
los libros de consulta sobre la India utilicen adjetivos
superlativos, de magnificencia y grandilocuentes ¡craso error!
Desconozco la razón de que se ensalce tanto a este país, cuando la
realidad dista tanto de la grandeza que el viajero espera encontrar en un país que presume de haber inventado el yoga. ¡No hay país más desesperante para el viajero que la India! Claro que mi viaje al Rajastán fue planificado sin el confort de una agencia de viajes y sin la protección de un vehículo que te separa lo suficiente como para no tener que lidiar con los hindúes.
Pero
volvamos al Amber Fort आमेर क़िला o Fuerte Amber.
Vista del Fuerte Amber desde el Fuerte de Jaigarh
El
maharajá Man Singh I (1550-1615) empezó su
construcción en el año 1592 para defender el complejo palaciego que
en ese lugar quería construir y que aún hoy es visible y además
visitable. Tras la muralla de nueve kilómetros de perímetro se
encuentra el palacio color ocre, construido entre los siglos XV
y XVI y que durante 150 años dio cobijo a toda una retahíla de gobernantes. El palacio del Fuerte Amber se asienta sobre los restos de varias construcciones
anteriores, la más antigua de las cuales se remontaría al siglo X.
Fuerte Jaigarh
El conjunto palaciego de Amber estaba protegido y conectado con el Jaigarh Fort जयगढ़ दुर्ग o Fuerte Jaigarh,una fortaleza que se alza muy cerca, en una colina elevada llamada Cheel ka Teela o Colina de las águilas. Ambas construcciones defensivas están rodeadas por campos de cultivo de azafrán que no siempre dan
el toque de color que uno espera en un país donde los monumentos son espectaculares, pero el contacto humano es tan ruin y mezquino. Desde Jaigarh Fort se puede disfrutar de una vista panorámica sin barreras, aunque la suciedad del Lago
Maotha que se extiende a sus pies le quita todo el encanto.
Jaleb Chowk en Fuerte Amber
En el Fuerte Amber
dicen que existe el único aparcamiento de elefantes del mundo; y es
que la subida hasta el patio de entrada de la fortaleza conocida con el nombre de Jaleb Chowk puede hacerse
caminando o a lomos de un elefante (práctica que no recomiendo por el maltrato que sufren los animales), además del precio abusivo al que se expone el turista incauto. El trayecto en rickshaw
costaba cuando estuve unas 150 rupias (2.6 € aproximadamente) y la tarifa por subir en
elefante, con una duración no superior a los diez minutos, oscilaba en unas 576 rupias (10 €).
Alguien dijo una vez que da igual lo que uno diga de la India, lo contrario también es verdad. La India no es un viaje, es una experiencia de vida; olores, colores, imágenes que se graban a fuego en el recuerdo, y sensaciones que se mezclan en este país tan variopinto, impregnándolo de un carácter único en el mundo, India no deja a nadie indiferente. Un país que consigue cambiar a los que lo conocen para bien o para mal, la India, es sin duda, una lección eterna. Una vez dicho esto, que cada cual, saque sus propias conclusiones.
Viajar al ritmo de cada uno por la India, por primera vez, es toda una experiencia, la realidad es tan potente que termina por romper los esquemas de cualquiera. Una realidad que incluye atentados, descarrilamientos, inundaciones, conflictos religiosos, desigualdades hirientes, corrupción política y también; bellezas naturales, austeridad, miseria, abandono. Rajastán es una caja llena de sorpresas, la mejor manera de hacer saltar por los aires, los prejuicios y la ignorancia que muchos occidentales tienen sobre la India.
Zambullirse en la fabulosa provincia de Rajastán, es zambullirse en un mundo aparte, o mejor dicho, en otro mundo. Más que un Estado o una región, Rajastán embauca los sentidos. Esta región es también la que han querido calificar como la India romántica y fastuosa de los maharajaes, aunque actualmente no sea posible encontrar ni una, ni otra cualidad.
La desaparición del Imperio británico en 1947, puso fin al reino de los maharajaes, príncipes de las mil y una noches. Lo que al menos se conservan son sus palacios, sus tesoros y sus tradiciones. Todavía pueden verse desfiles de elefantes engalanados de oro y plata, montados por jinetes dignos como reyes, seguidos de dromedarios y de caballos fastuosamente enjaezados, es tierra de antiguos señores feudales, la región más espectacular del subcontinente, etapa indispensable para todo el que quiera entrar en contacto con la India.
En lo alto de cimas inaccesibles, hay fuertes en cuyas piedras resuena todavía el eco de feroces combates, hay palacios de ensueño que parecen sacados de libros antiguos, por toda la región quedan vestigios de un pasado glorioso del que los rajastaníes se sienten todavía orgullosos. Los campesinos y pastores visten con turbantes que son como manchas de color; amarillo, rojo, malva, rosa, caminan entre el polvo ocre que levantan sus rebaños, las mujeres van vestidas con saris en los mismos tonos, algunos bordados en hilo de oro, mientras lucen joyas de plata vieja y piedras semipreciosas.
Salir de viaje introducido en la burbuja invisible de un autocar, aislándose del entorno, metidos en un grupo turístico que viaja metido dentro de la pecera en la que se convierte el vehículo, en un seguro y aséptico aislamiento, no es viajar. Se cae en la desgracia de pensar que todo es hermoso en la India, que la gente sonríe con el corazón de pura felicidad, nada más falso, hay que mirar los saris de colores porque están roídos, las sonrisas sólo esconden el símbolo del dólar en los ojos, ya que del turista sólo quieren su dinero. El servicio en hoteles, tiendas y restaurantes en la India no es amable, tampoco correcto, sólo es un gesto de supervivencia, de posado.
Siempre que la miseria, la muerte, la necesidad no se acerque demasiado al turista, siempre que no le perturbe su visión detrás de la cámara fotográfica, que no penetre en nosotros el olor de excrementos, orina, agua putrefacta que recorre las calles, el turista verá su India de catálogo. Nadie querrá que le toque el sarnoso, el miserable, el vagabundo o el muerto de hambre, aun que en la India existen a patadas y por todos los rincones. Siempre que apartemos de nuestra mente que esa India no existe, estaremos formando una gran mentira, estaremos viajando a la India de catálogo de viajes. Al país que venden las agencias de viaje, la mejor India.
Pero a pesar de todo, la India se cuela por los poros, nada es lo bastante hermético. Por las rendijas se descubre una vida diferente, otras maneras de hacer y de vivir, rodeados de basura, desechos y gente, mucha gente, saturación de todo. Esta vivencia cruel hace que el viaje sea desacompasado, entre las ganas de huir y las de quedarse, nos convertimos entonces, en dos personas que no llegan a encontrar un acuerdo. Se pasa por los lugares rápido sin tiempo para descubrir rostros, sonrisas, saludos, y cuando queremos corresponder aparecen nuevos rostros sin sonrisas y con la mano puesta para pedir o mejor dicho para exigir una limosna. No hay calidez y bienvenida en un viaje a la India porque no nos ven, no somos más que dinero que se desvanece y que hay que recolectar rápidamente. Las calles están llenas de todo, de gente, vacas, mierda, sí mierda, tal cual. Hay suciedad por las calles por donde querríamos pasear rodeados de la historia, de las más bellas historias de príncipes y princesas. Dicen que por todo Rajastán, hay tantos dioses como leyendas, pero uno no los ve, no se impregna de esa magia desteñida de los cuentos.
En unos segundos, cientos de hombres aparecen inmóviles sentados en las aceras, en las puertas de los pequeños negocios, esperando. Mujeres que se mueven al compás del viento, como flores de pétalos multicolores, rojos, amarillos, azules, verdes, morados y parecen brisas frescas que se mezclan hasta formar combinacioness difíciles de asimilar. Arco iris móviles que brillan bajo el sol, haciendo casi, pero sólo casi, invisible la basura que las rodea.
Y siempre vuelve el nulo aislamiento de los cinco sentidos humanos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, puestos a prueba en la India hasta la extenuación. Visiones de un mundo que no se encuentran en las revistas de viajes, pobreza extrema mezclada con hacinamiento y miseria mal llevada, rodeados de deshechos, sin importar la dignidad humana.
Ruidos de motores, de cláxones ensordecedores, de motos, cientos, miles, por doquier, a todas horas, en cualquier lugar. Olores que a veces son tan nauseabundos que cortan la respiración. En los desagües que corren por la superficie de las calles; boñigas de vaca, de murciélagos, de ratas, humanas, lo suficientemente tiernas como para unirse a la suela de nuestras sandalias al menor descuido. Tampoco podemos quedarnos al margen, es la oportunidad de adentrarse en un mundo real y diferente al nuestro. Una lección para intentar comprender y estar seguros que hemos conocido la India verdadera, alejada de películas de Bollywood. Romper la burbuja de aislamiento es darse un tortazo con la realidad, pero es la única manera de disfrutar plenamente de un viaje, aunque éste sea a la India. Un país que sin duda oculta su parte maravillosa, hermosa, magnífica, subyugadora o quizás no la esconde, simplemente está ahí, pero no la vemos. Viajando sin máscara y sin pecera, se puede llegar a concebir porqué la India despierta desde el odio más exagerado hasta la fascinación más colosal. Es tan diferente, tan contradictorio que en un mismo lugar se pueda encontrar desde lo más espeluznante hasta lo más hermoso.
Cabe la posibilidad que algunos viajeros vuelvan algo decepcionados, aturdidos o disgustados, aquellos, que no encontraron en casi ninguna parte una acogida especial, una atención o una bienvenida de la que muchos hablan. Es cierto que se visitan lugares extraordinariamente hermosos, pero también se puede llegar a vivir muchas situaciones en las que uno se siente engañado y estafado. No es exotismo lo que emana SIEMPRE en las calles de la India. Suciedad, mal olor y miseria se imponen a cualquiera otra característica, sin embargo, se deja India con la sensación de que no se ha llegado a conocer, de que quizá se han escapado maravillosas oportunidades o que tal vez Rajastán ha perdido gran parte del encanto de antaño.
De cualquier manera, cada viaje es único e irrepetible y no se puede sacar del contexto vivido, ni más allá de los límites en los que se ha desarrollado. El que quiera descubrir qué hay de verdad en el mito de un viaje a la India, deberá descubrirlo por sí mismo.