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La India de catálogo no existe si viajas por libre |
Alguien dijo una vez que da igual lo que uno diga de la India, lo contrario también es verdad. La India no es un viaje, es una experiencia de vida; olores, colores, imágenes que se graban a fuego en el recuerdo, y sensaciones que se mezclan en este país tan variopinto, impregnándolo de un carácter único en el mundo. India no deja a nadie indiferente.
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Vista de Jaisalmer |
India es un país que consigue cambiar a los que lo conocen. Para bien o para mal, la India es, sin duda, una lección eterna. Una vez dicho esto, que cada cual, saque sus propias conclusiones. Viajar a la India de mochilero en los años 60 probablemente era lo más, pero en la actualidad es una auténtica tortuta psicológica y emocional.
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Atardecer en Ajmer |
Sí, viajar al ritmo de cada uno por la India, por primera vez, es toda una experiencia, la realidad es tan potente que termina por romper los esquemas de cualquiera. Una realidad que incluye atentados, descarrilamientos, inundaciones, conflictos religiosos, desigualdades hirientes, corrupción política y también bellezas naturales, austeridad, miseria y abandono.
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En la puerta de un hotel de Jaipur |
Rajastán es una caja llena de sorpresas, y también es la mejor manera de hacer saltar por los aires los prejuicios y la ignorancia que muchos occidentales tienen sobre la India. Zambullirse en la fabulosa provincia de Rajastán, es zambullirse en un mundo aparte, o mejor dicho, en otro mundo. Más que un Estado o una región, Rajastán embauca los sentidos.
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El Lago Pichola de Udaipur contaminado |
Esta región es también la que han querido calificar como la India romántica y fastuosa de los maharajás, aunque actualmente no es posible encontrar ni una ni otra cualidad. La desaparición del Imperio británico, en 1947, puso fin al reino de los maharajás, príncipes de las mil y una noches. Con el paso de las décadas eso ha dado pie a un estado de abandono, suciedad y contaminación sin precedentes.
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Palacio de Jaipur |
Lo que al menos se conserva en el Rajastán son sus palacios, sus tesoros y sus tradiciones. Todavía pueden verse desfiles de elefantes engalanados de oro y plata, montados por jinetes dignos como reyes, seguidos de dromedarios y de caballos fastuosamente enjaezados. Es tierra de antiguos señores feudales, la región más espectacular del subcontinente.
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Vista del Fuerte Amber |
¡Pero cuidado! Tal afirmación hay que cogerla con pinzas. Rajastán es una de las etapas indispensables para todo el que quiera entrar en contacto con la cultura de la India. En lo alto de cimas inaccesibles, hay fuertes en cuyas piedras resuena todavía el eco de feroces combates, hay palacios de ensueño que parecen sacados de libros antiguos, por toda la región quedan vestigios de un pasado glorioso del que los rajastaníes se sienten todavía orgullosos.
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Le pedí permiso para fotografiarla, impresionada por su pendiente |
Los campesinos y pastores visten aún con coloridos turbantes que son como manchas de color: amarillo, rojo, malva, rosa... caminan entre el polvo ocre que levantan sus rebaños. Las mujeres van vestidas con saris en los mismos tonos, algunos con bordados en hilo de oro, luciendo joyas de plata vieja y piedras semipreciosas.
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Vendedor saliendo a nuestro encuentro en Udaipur |
Salir de viaje introducido en la burbuja invisible de un autocar, aislándose del entorno, metidos en un grupo turístico que viaja metido dentro de la pecera en la que se convierte el vehículo, es sin duda una forma segura de viajar, pero un aséptico aislamiento, no es, para mí, la mejor manera de viajar. Aunque os puedo asegurar que hubiera preferido viajar a la India en un viaje organizado que hacerlo en plan mochilera, demasiado desgaste espiritual para un mes de vacaciones.
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Mercado en Udaipur |
Se cae en la desgracia de pensar que todo es hermoso en la India, que la gente sonríe con el corazón de pura felicidad, nada más falso. En la India hay que ir con mil ojos para que no te den gato por liebre. Si te fijas, los saris de colores están roídos, las sonrisas sólo esconden el símbolo del dólar, su interés por ti es monetario, sus ojos van a escuadriñar cuánto pueden sacarte, ya que del turista sólo quieren su dinero.
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Sentado con los pies en la mesa ¡toma bar! |
El servicio en hoteles, tiendas y restaurantes en la India no es amable, tampoco correcto, mucho menos un buen recuerdo. Recuerda que sus gestos mecánicos están estudiados por pura supervivencia, es un posado de cara a la galería. En India están acostumbrados a estar rodeados de millones como tú, no tienen interés en saber de dónde vienes, qué haces, si te gusta su gastronomía o su país.
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El famoso Hawa Mahal de Jaipur en obras |
¡Ay, la India! Qué caótica y odiosa puede ser y qué pocos son quienes la descubren tal y como es. Siempre que la miseria, la muerte, la necesidad desesperada de la pobreza, no se acerque demasiado al turista, siempre que no le perturbe su visión detrás de la cámara fotográfica, que no penetre en nosotros el olor de excrementos, orina, agua putrefacta que recorre las calles, el turista verá su India de catálogo.
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Tienda de tejidos en Udaipur |
Nadie quiere que le toque el sarnoso, el miserable, el vagabundo o el muerto de hambre, aunque en la India existen a patadas y por todos los rincones de su geografía. Siempre que apartemos de nuestra mente que esa India no existe, estaremos agrandando la gran mentira de "la India de los saris de colores", estaremos viajando a la India de catálogo de viajes. Al país que venden todas las agencias de viaje, la mejor India.
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Vista panorámica de Jodhpur. Da miedo ¿eh? |
Pero a pesar de todo, la India se cuela por los poros, nada es lo bastante hermético. Por las rendijas se descubre una vida diferente, otras maneras de hacer y de vivir, rodeados de basura, desechos y gente, mucha gente, saturación de todo. Esta vivencia cruel hace que el viaje sea desacompasado, entre las ganas de huir y las de quedarse, nos convertimos, entonces, en dos personas que no llegan a ponerse de acuerdo.
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Me encanta esta foto de un vendedor corriendo en Udaipur |
En ciertos viajes, en demasiados para mi gusto, se pasa por los lugares rápidamente, sin tiempo para descubrir rostros, sonrisas, saludos, y cuando queremos corresponder aparecen nuevos rostros sin sonrisas y con la mano puesta para pedir o mejor dicho para exigir una limosna. Sí, en la India se exige la limosna, porque tú tienes y ellos no.
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Vaca frente a una escuela de arte en Udaipur |
No hay calidez y bienvenida en un viaje a la India porque no nos ven, no somos más que dinero que se desvanece y que hay que recolectar rápidamente. Las calles están llenas de todo, de gente, de vacas, de mierda, sí, mucha mierda, tal cual. Hay suciedad por las calles por donde querríamos pasear rodeados de la historia, de las más bellas historias de príncipes y princesas.
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Caos circulatorio en Jaipur |
Dicen que por todo Rajastán, hay tantos dioses como leyendas, pero uno no los ve, no se impregna de esa magia desteñida de los cuentos. En unos segundos, cientos de hombres aparecen inmóviles, sentados en las aceras, en las puertas de los pequeños negocios, esperando. Todo el día esperando, ¿esperando qué? Muchos ponen la mano, otros intentan venderte algún cachibache, la mayoría te pedirán un taxi.
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Una pareja en Ranakpur, él insistiendo en que le hiciera una foto |
Las mujeres en la India se mueven al compás del viento, como flores de pétalos multicolores, rojos, amarillos, azules, verdes, morados y parecen una brisa fresca que se mezclan hasta formar combinaciones difíciles de asimilar. Arco iris móviles que brillan bajo el sol, haciendo casi, pero sólo casi, invisible la basura que las rodea.
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Casa en Osian |
Y en la India siempre vuelve el nulo aislamiento de los cinco sentidos humanos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, puestos a prueba en la India hasta la extenuación. Visiones de un mundo que no se encuentran en las revistas de viajes, pobreza extrema mezclada con hacinamiento y miseria mal llevada, rodeados de deshechos, sin importar la dignidad propia ni la humana.
Ruido y más ruido te esperan en la India. Ruidos de motores, de cláxones ensordecedores, de motos, cientos, miles, por doquier, a todas horas, en cualquier lugar. La India no huele a curry, de hecho no pidas curry en los mercados, porque es una invención. El curry es una mezcla de especias en polvo. Esta mezcla puede variar mucho en su composición, pero generalmente incluye cúrcuma (que le da el color amarillo característico), comino, cilantro, jengibre y otras especias.
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Parada cerca del templo de Osian |
En cuanto a los olores de la India y sus mil aromas, debes saber que a veces son tan nauseabundos que cortan la respiración. En los desagües que corren abiertos por la superficie de las calles verás boñigas de vaca, de murciélagos, de ratas, humanas, a veces lo suficientemente tiernas como para unirse a la suela de nuestras sandalias al menor descuido.
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Tienda de escaleras en Jodhpur |
En cualquier viaje no podemos quedarnos al margen de la idiosincracia del lugar, ya que es la oportunidad de adentrarse en un mundo real y diferente al nuestro. Aunque en la India ese acercamiento pueda resultar doloroso y escalofriante. De cierta forma, las vivencias que chocarán con nosotros en la India (sí, recuerda que eres un imán occidental y las vivencias vendrán a ti, no podrás escapar de ellas), esas son lecciones para intentar comprender y estar seguros de que hemos conocido la India verdadera, alejada de las películas de Bollywood.
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Hoteles en Pushkar |
Nunca dije que viajar a la India fuera fácil. Romper la burbuja de aislamiento es darse un tortazo con la realidad, pero es la única manera de disfrutar plenamente de un viaje, aunque éste sea a la India. Un país que sin duda oculta su parte maravillosa, hermosa, magnífica, subyugadora o quizás no la esconde, simplemente está ahí, pero no la vemos.
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Local de comida en Udaipur |
Viajando sin máscara y sin pecera, se puede llegar a concebir por qué la India despierta desde el odio más exagerado hasta la fascinación más colosal. Es tan diferente, tan contradictorio que en un mismo lugar se pueda encontrar desde lo más espeluznante hasta lo más hermoso. Cabe la posibilidad que algunos viajeros vuelvan de la India algo decepcionados, aturdidos o disgustados, especialmente aquellos, que no encontraron en casi ninguna parte una acogida especial, una atención o una bienvenida de la que muchos hablan.
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Puerta cerca del Palacio de Jaipur |
Es cierto que se visitan lugares extraordinariamente hermosos, pero también se puede llegar a vivir muchas situaciones en las que uno se siente engañado y estafado. No es exotismo lo que emana SIEMPRE en las calles de la India. Suciedad, mal olor y miseria se imponen a cualquiera otra característica, sin embargo, se deja India con la sensación de que no se ha llegado a conocer.
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Templo en Ranakpur |
De que quizá se han escapado maravillosas oportunidades, o que tal vez Rajastán ha perdido gran parte del encanto de antaño. De cualquier manera, cada viaje es único e irrepetible y no se puede sacar del contexto vivido, ni más allá de los límites en los que se ha desarrollado. El que quiera descubrir qué hay de verdad en el mito de un viaje a la India, deberá descubrirlo por sí mismo.