A la izquierda estoy en Siria y a la derecha en Yemen |
Hablar de anécdotas
viajeras es hablar de situaciones divertidas, algo
rocambolescas, pero que, afortunadamente, acaban bien, al menos
de momento... Algunas de las experiencias que recuerdo con más
cariño sucedieron junto a mi infatigable compañera de viaje, mi
hermana Roser. Creo que tenemos el don
de vernos involucradas en este tipo de “fenómenos viajeros”.
Cuando la mayoría de los medios de comunicación nos informan de lo
mal que está el mundo y nos meten el miedo en el cuerpo, sigo
intentando, desde el blog de viajes de Planeta Dunia, hablaros de lo vivido en esos países
tachados de “peligrosos”. Por desgracia, Yemen y Siria
en estos momentos sufren una guerra, pero hubo un tiempo en que esos
países vivían en paz.
No hace falta que haya una guerra de por
medio para que el desconocimiento y el miedo se impongan en el mundo
de los viajes. Todo es demasiado frágil y voluble; los
acontecimientos mundiales afectan a la sociedad en la que vivimos.
Detrás de cada viaje hay muchas personas anónimas que hacen que
unas vacaciones se vuelvan inolvidables. ¿Quieres conocer a nuestros ángeles de la guarda?
Mi anécdota viajera en Yemen
Mi hermana y yo en Yemen antes de que estallara la guerra |
Uno de mis preciados
recuerdos viajeros ocurrió en Yemen,
uno de los países más maravillosos que he tenido el placer de
visitar y conocer. Fue un viaje muy especial por la naturaleza del
país, la forma de hacerlo y por lo que nos encontrábamos a cada
paso. Una tarde, mientras visitábamos con tranquilidad una de tantas
localidades montañosas de Yemen, encontramos
un grupo de mujeres (sin hombres a la vista) tapadas por
completo con uno de esos velos negros tan llamativos a los ojos
occidentales.
No dejaban de observarnos con cierta curiosidad, y al acercarnos un poco más a ellas, las saludamos en árabe. Enseguida se acercaron a hablar con mi hermana y conmigo. Es
una de nuestras “habilidades viajeras”: intentamos aprender unas
cuantas palabras de cortesía en el idioma del país que visitamos. Después, cuando entablan conversación con nosotras, lo flipamos en
colores, y a veces no podemos continuar la conservación. Como el día que nos preguntaron dónde se encontraba una
calle en Amán, como si fuéramos jordanas.
Mujer yemenita señalándome un huerto de higos chumbos |
A aquel grupo de mujeres enseguida se le acercó un numeroso grupo de niños y niñas de todas las edades, en feliz algarabía. Sentíamos tanta
curiosidad por lo que nos trataban de contar, y ellas tanto interés
por entablar conversación, que los gestos y las palabras en varios
idiomas nos sabían a poco. Minutos más tarde, se formó un corrillo de más mujeres y montones de niños, ¡parecía una fiesta!
Con gesto
decidido, una de las mujeres nos señaló su huerto y nos
ofreció comer unos higos chumbos que se
apresuró a pelar para nosotras. Entonces recordé que unas horas
antes habíamos comprado una bolsa de galletas locales, y las saqué de mi mochila para compartirlas con nuestro pequeño
grupo yemenita. De repente, habíamos improvisado una merienda campestre
en las montañas del Yemen. ¡Con la que está cayendo ahora por esa tierra, maldita
guerra!
Un grupo de mujeres y niños yemenitas nos llevan a su casa |
El guía local de Ambar
Viajes se acercó para decirnos que debíamos irnos. Las mujeres, al
ver que era yemenita y hablaba nuestra lengua, le preguntaron lo que
acababa de decir y le pidieron que, por favor, les hiciera de
intérprete. Querían
invitarnos a su casa, enseñarnos dónde vivían y querían que tomáramos un
delicioso té yemenita.
Tras poner unos ojos como platos (en mi
interior estaba dando saltos de alegría y gritando “por fa, por fa
mami, déjame ir”), intercambiaron una parrafada que no entendimos, y
el guía, muy serio, nos dijo: -Es una gran oportunidad para ustedes
entrar en una casa de Yemen. Les dejaremos un jeep con
chófer en la puerta, tomen el tiempo que necesiten, él
esperará el tiempo que sea necesario, pueden estar tranquilas. Aún
pienso cómo pudo ser, cómo sucedió, si salté o grité de júbilo...
La familia yemenita que nos enseñó su casa, nos presentan a su vaca |
Nuestro viaje a Yemen sigue vivo en lo más profundo de nuestro corazón gracias
a la gente que fuimos
encontrando en el camino. Aquella tarde sigue presente en mi memoria,
algo caprichosa y selectiva. En la intimidad de su casa, aquellas
mujeres se sacaron el velo y nos mostraron sus rostros, los más
bellos del mundo.
Bailamos al son de la música sobre una estancia
forrada de alfombras, bebimos té mientras nos mirábamos las unas a
las otras y reíamos. ¡Era tan extraño que estuviéramos allí! Recorrimos estancia por estancia aquella casa-torre de las montañas
del Yemen, nos mostraron cada pequeño detalle de su vida. La cocina,
la despensa, cómo funcionaba el agua corriente, aquella tomatera que
tenían plantada en lo alto de su casa y el resto de plantas de la azotea, las
vistas y el paisaje.
Nos enseñaron hasta su querida vaca, que estaba
descansando en el establo, orgullosas de semejante tesoro (nosotros
quizás les hubiéramos enseñado el coche, somos unos pobres
imbéciles). Pero ellas eran las reinas de la casa, de eso podéis
estar seguros. Para ellas era un honor recibirnos, pero el honor y la
fortuna fueron nuestras. Un pedacito de mi corazón
se quedó en Yemen,
en aquella casa de las montañas, y sigue sufriendo cada vez que
recuerda que viven una guerra sin ningún sentido. Al menos, no uno lo suficientemente racional para mi alma.
Mi anécdota viajera en Siria
Mi hermana y yo vestidas con un traje sirio en la jaima de un comerciante sirio |
El año que viajé a
Siria, los “grandes” Estados Unidos de América (que
“extrañamente” están metidos en todas las guerras) habían declarado a Siria parte del “Eje del Mal”. Las Torres Gemelas habían
sido abatidas y parecía que se obstinaban en encontrar un culpable
para eliminarlo. Con toda la tecnología de ciencia ficción de la que
disponen, y viviendo en el siglo XXI, aún se mezcla terrorismo, musulmanes, Oriente Medio, talibanes y Corán.
En aquel viaje por tierras de Oriente Medio, el único
mal que encontré fue un tremendo caos en el Aeropuerto Internacional de
la Reina Alia, en Amán y el abandono “literal” por parte
del guía local de Marsans, que se fue a celebrar una fiesta de cumpleaños para su hijo y se largó antes de que el grupo embarcara en los mostradores de Royal Jordanian Airlines.
Ambar Viajes 1 - Marsans 0
La maravillosa ciudadela de Aleppo antes de la guerra |
Para cuando nos quisimos dar cuenta, mi hermana y yo estábamos sufriendo nuestro primer overbooking (y, de momento, el único), lo que retrasó nuestro viaje de regreso a casa 4 días. Pero esa no es la
historia que os quiero contar. Mi anécdota preferida en Siria transcurre en
la maravillosa y actualmente bombardeada ciudad de Aleppo. En
Aleppo vivimos muchas aventuras, como la de comprar una mesa
taraceada en el Souk (mercado).
Lo difícil no fue regatear, sino meterla en la maleta. Mientras regateábamos en el Souk de Aleppo, el vendedor nos invitó a sentarnos en unos taburetes de
plástico, en mitad de la calle del mercado. Mientras bebíamos un té, los burros pasaban detrás de nosotras, cargados de mercancía. Otra anécdota es la
fantástica noche veraniega pasada frente a la Fortaleza de Aleppo
iluminada, mientras fumábamos una pipa de agua. ¡Dios, qué ciudad
más hermosa!
Cúpula en la sala de descanso del hammam de Aleppo |
Aquella tarde, en Aleppo, habíamos
tenido la gran suerte de entrar en un auténtico hammam. Como
os podéis imaginar, viajar a Siria en el año 2003 era viajar a un
país muy auténtico, nada masificado por turistas. En el Hammam Yalbougha Al Nasery Syritel, para mujeres, los techos eran de madera con incrustaciones de nácar y suelos de
mármol. Nos sumergimos por un instante en los harenes del Imperio
Otomano del siglo XVI.
Aquella atmósfera caliente y húmeda de las
salas, levemente iluminadas y alegremente alborotada por las mujeres alepinas, reunía a un
buen número de rechonchas mujeres encargadas de masajearnos. Ataviadas simplemente con un ligero
lienzo de algodón de cuadros rojos y blancos a modo de toalla, que se aferraba a los pliegues de la piel por
su propia humedad.
¡Nunca había visto tanta cantidad de carne
femenina al aire! El tamaño de aquellas mujeres sirias que atendían
en los “masajes”
era considerable, y nunca me sentí tan ligera como con aquellos giros que
me daban sobre el suelo de mármol de la sala caliente, como si fuera una tortilla a la francesa.
Mientras me
dejaba hacer y manipular (cualquiera les plantaba cara), me
restregaron todo el cuerpo con una áspera esponja jabonosa, hecha de hilo de esparto o algo similar, que nos habían dado en la
entrada. No entraré en más detalles, que este artículo de viaje ya es bastante
raro de por sí, pero no os podéis imaginar lo sucios que vamos los
occidentales por el mundo. ¡Menudo peeling salvaje me
hicieron! Una exfoliación en mayúsculas, like hamburguer, vuelta y
vuelta.
Hammam Yalbougha Al Nasery Syritel |
Después de aquella
paliza exfoliadora y tonificante, nos invitaron a beber té en una
sala donde reposábamos envueltas en toallas y en felicidad. Hoy me
parece un recuerdo tan lejano en el tiempo como irreal. No puedo
dejar de preguntarme si toda aquella gente que me encontré sigue
viva, como la pequeña niña siria que le dijo a
su mamá que quería hacerse una fotografía con nosotras, y tras
pedírnoslo, posó con nosotras con una gran sonrisa. Estaba tan
contenta de ver que en el hammam de su ciudad había mujeres
extranjeras, que no pudo evitar sentirse orgullosa. Así es como
posamos para una fotografía en Oriente Medio, vestidas sólo
con una toalla.
Dadas las características
de estas anécdotas de algunos de mis viajes "más peligrosos", no dispongo de las fotografías de los momentos más
top, como dentro del hammam (¡ya me gustaría!). Lamento que la calidad de las imágenes que
acompañan este artículo de viajes no sea la habitual, pero
la cámara fotográfica de mi viaje a Siria era analógica y la de Yemen era mi
primera cámara digital; una Kodak DX3900 de 3.1 megapíxeles.
Si te gustan las
anécdotas viajeras te invito a leer: Anécdotas de algunos de mis vuelos.
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