Una de las primeras obras
del arquitecto Antoni Gaudí, que se conservan en la
actualidad, es la casa que diseñó para Máximo Díaz de Quijano.
Un soltero acaudalado, concuñado de Antonio
López López primer Marqués
de Comillas, que necesitaba una
villa de veraneo en Cantabria.
Corría el año 1883
(diez años antes de que se declarara el modernismo de Víctor Horta como estilo arquitectónico en Bruselas), en San Petersburgo se
iniciaban las obras de la Iglesia de la Resurrección de Cristo,
y dirigiendo la construcción que comenzaba en Comillas, se
encontraba un compañero de promoción de Gaudí
de la Escuela de Arquitectura de Barcelona: el arquitecto
Cristóbal Cascante Colom. Con las órdenes que recibía de
Gaudí desde Barcelona (el arquitecto se encontraba levantando
la Casa Vicens y no podía desplazarse hasta Comillas) y con una
minuciosa maqueta y multitud de planos detallados se creó El
Capricho de Gaudí que se terminaría en 1885. La casa destaca por su
llamativo color y esa reminiscencia árabe y orientalista que evoca a
las Mil y Una Noches y que estuvo muy presente en las primeras obras
de Antoni Gaudí.
Esta casa es un girasol
Uno de los detalles que
más te van a sorprender cuando visites esta casa, es que fue
diseñada para que cada estancia de la vivienda fuera “iluminada”
por el astro rey, a la hora exacta en que fuera necesario. La
“tecnología” usada no es otra que la del aprovechamiento de la
trayectoria solar desde el amanecer hasta el ocaso. Esa es la razón
por la que el girasol forma parte de la colorida decoración
de El Capricho, en clara alusión a esta particularidad solar.
Además, Máximo Díaz de Quijano era amante de las plantas y
de la música, elementos muy presentes en las diferentes estancias de
esta casa.
El recubrimiento del
exterior del edificio es de ladrillo visto, intercalando piezas de
tonalidad amarilla y rojiza con cenefas de cerámica vidriada en
relieve que imitan hojas de un verde intenso y delicadas flores
de girasol. Estas piezas hechas a mano recorren simétricamente en
líneas horizontales todo el perímetro de la casa y enmarcan el
contorno de las ventanas, las chimeneas y la cornisa del tejado.
El dormitorio principal
La primera época
gaudiniana tiene muchos detalles del arte mudéjar, en El Capricho se
pueden encontrar por ejemplo en los techos de las habitaciones
decorados con bellos artesonados. La luz matinal entra a través de
un gran ventanal que ilumina el dormitorio principal a primera hora
de la mañana, así como el semisótano. Es la estancia más grande
de la casa después del invernadero y posee una chimenea decorada con detalles cerámicos florales.
Bajo la terraza del
dormitorio, el desnivel del terreno permitió a Gaudí situar
la cochera, donde hoy en día se encuentra situada la tienda
de regalos y recuerdos de El Capricho. El cuerpo es una gruesa base
de piedra almohadillada muy visible desde el camino de entrada
actual. El resto del semisótano serviría para instalar la cocina,
el almacén o despensa, así como otras estancias del servicio
repartidas también en la planta de arriba donde se encuentra el
desván.
El Invernadero
Máximo Díaz de
Quijano era un abogado soltero que había hecho fortuna en Cuba.
Como muchos de los Indianos que volvieron de América, su casa
reflejaba el exotismo de aquellas tierras lejanas. La opulencia de la
riqueza ganada aquí era evidente en el caprichoso arte de cultivar
plantas exóticas de las Américas. El invernadero con paredes
de vidrio se situó como sala principal ocupando toda la fachada sur,
la parte más soleada del edificio. A este espacio acristalado se le
añadiría el resto de habitaciones, como piezas que encajan
perfectamente alrededor de un pasillo en forma de U. El
invernadero se podía utilizar como salón de invierno gracias a la
luz y temperatura que se alcanzaba en la sala y que además servía
gracias a un sistema de aire, distribuir el calor a las otras
habitaciones. En la actualidad un vídeo introduce al visitante en la
época y en la historia que rodea Villa Quijano.
El patio y terraza
Frente al invernadero se
levanta un original muro de contención de ladrillo y detalles
cerámicos que Gaudí convirtió en un banco-jardinera.
Una pequeña obra que el arquitecto desarrollaría más tarde y a
mayor escala en el Park Güell y también en los Jardines Artigas,
con soluciones parecidas como las escaleras que esconden un
túnel. En uno de los lados se encuentra la estatua de Antoni
Gaudí que contempla embelesado su obra.
El comedor y el salón para fumar
Situado a poniente, el
“salón de fumar” o el Salón de Juego permitía que la luz del
atardecer inundara la estancia cuando se ocupaba por la tarde. Una
pequeña chimenea de carbón preside una de las esquinas del
comedor adosado al salón de fumar gracias a una gran
abertura. La estancia recibe el sol del mediodía gracias a las
ventanas situadas en el lado sur. El techo luce un bonito y elaborado
artesonado con flores de yeso
que imitan a la madera, mientras una cenefa
de cerámica con motivos vegetales y animales recorre el zócalo de
madera de la pared.
La torre y la entrada principal
Una única torre en forma
de minarete persa acapara todas las miradas de la entrada
principal. Está recubierta de baldosas de cerámica de color
verde, granate, hojas y flores de
girasol. El remate en forma de turbante no deja a nadie
indiferente. Un balcón de forja con diseños de hojas de parra
y claves de sol bordea este mirador exclusivo que Gaudí
reproduciría en la Torre Bellesguard y en los Pabellones del Park Güell.
El bosque de castaños que rodeaba la finca impedía una buena vista
panorámica del Mar Cantábrico y este mirador solucionaba el
problema. Una escalera de caracol recorre su interior iluminada por
estrechas ventanas dispuestas de forma alternada en la torre. Por
motivos de seguridad no está permitido el acceso a la torre.
El
pórtico de entrada está presidido por cuatro columnas de
piedra decoradas con capiteles vegetales con hojas de palmito
cinceladas y donde se pueden ver también, unas palomas esculpidas.
Aunque no pudieron ser terminadas a causa de la repentina enfermedad
y fallecimiento del propietario. Las columnas que están situadas en
los cuatro puntos cardinales, dan paso al recibidor donde se conserva
una puerta con coloridas vidrieras de inspiración floral.
Sala de música
La
fachada norte está presidida por dos balcones con dosel
convertidos en bancos de hierro forjado. Permitían estar sentado
cómodamente en el jardín sin salir de casa. Están orientados hacia
el interior del salón principal, donde se encuentra la sala de
música, como si fueran los asientos de un palco real reservado para
el disfrute de las artes. ¿Te imaginas escuchar música en verano en
la parte más fresca de la casa?. Entre los dos balcones Gaudí
diseñó un gran ventanal con un complicado sistema de contrapesos
que permitía que al levantar las ventanas de guillotina, se
emitiera un musical tintineo, gracias a unos tubos metálicos que
cimbrean en su interior. En la pared que separa la sala del
invernadero se abrió un juego de cuatro ventanas que permite el paso
de luz en todas las direcciones.
El baño
Una
de las vidrieras más antiguas de Gaudí se conservan
en el baño de Villa Quijano. El
genial arquitecto combinó la pasión por la música y
la naturaleza del propietario, y plasmó una imagen de una
abeja que parece que toque la guitarra y un gorrión posado sobre las
teclas de un órgano. Aunque no se ha conservado ninguna pieza del
sanitario del baño, los azulejos blancos que cubren la pared,
lucen con formas y texturas sinuosas. ¿No te recuerda a la imagen de
los círculos que hace el agua cuando cae una gota? El espacio tenía
vestidor, una zona donde se ubicaba la bañera y un inodoro escondido
tras la puerta como se puede ver en el baño principal de la
Casa-museo de Victor Horta en Bruselas.
Planta superior
Dos
escaleras situadas en el hall de entrada y junto al invernadero
llevan a la planta donde se encuentra el desván que presenta
un complejo sistema de vigas de madera. Aunque el espacio
permanece vacío, sin decoración alguna, tiene acceso a una terraza
que rodea la cubierta del invernadero. En la parte exterior destacan
las distintas chimeneas de formas geométricas y que recuerdan
al estilo cubista.
Jardines y gruta
Dicen
que los jardines de Villa Quijano son uno de los pocos proyectos
de paisajismo originales que se han conservado de Antoni
Gaudí. El espacio situado frente al cenador de poniente tiene
forma de herradura lo que facilitaba el acceso a la puerta
principal y las maniobras de los carruajes. Aquí se encuentra una
pequeña gruta que ofrecía un espacio fresco para sentarse en
verano.
En
1885 fallecía el dueño de Villa Quijano, su sobrino Eusebio López y Díaz de Quijano realizaría reformas en 1914
sustituyendo el invernadero y las tejas cerámicas. Tras la Guerra
Civil fue paulatinamente abandonado y estuvo a punto de desaparecer,
a pesar de que en 1969 se declaró Bien de Interés Cultural. Estuvo a la venta e incluso se planteó el traslado del edificio a Reus, los únicos
que parecían interesarlos en salvarlo. En 1989 se convirtió en restaurante y más tarde fue vendido a una empresa japonesa,
para finalmente acabar en el año 2009 convertido en museo.
Más
información: Dirección: Barrio de Sobrellano s/n, 39520
Comillas (Cantabria). Teléfono: (+0034) 942 720 365. Cómo llegar:
desde Santander hay autobuses de la Compañía Cantábrica que
recorren diariamente la ruta hacia Comillas y regresan a Santander al
finalizar el día. Se puede consultar horarios en la Estación
Central de autobuses de Santander o en el teléfono (+0034) 942 720
822. Precio del billete de autobús: 4 €. Precio de entrada a El
Capricho de Gaudí: 5 €. Horario: De noviembre a febrero:
diariamente de 10:30 a 17:30 h. De marzo a junio y octubre:
diariamente de 10:30 a 20 h. De julio a septiembre: diariamente de
10:30 a 21 h. Hay disponible de forma gratuita un mapa para la visita
así como visitas guiadas sin coste adicional a las 11, 12, 13 y 16
h. Web: El Capricho de Gaudí.
Gracias
a Carlos Mirapeix por mostrarme El Capricho de Gaudí y
contarme algunos de sus secretos.