El Museo del Tesoro Real de Lisboa

Museo del Tesoro Real de Lisboa
La caja fuerte más grande de Portugal custodia el Tesoro Real

Inaugurado en 2022, el Museo del Tesoro Real de Lisboa guarda más de 20.000 piedras preciosas, joyas deslumbrantes, valiosas piezas de plata e incluso varias pepitas de oro, que relucen en la penumbra de sus once salas. Para garantizar su protección, las salas de exposición se encuentran dentro de una gigantesca caja fuerte: ¡una de las más grandes del mundo! En sus tres plantas blindadas se despliega el esplendor y la riqueza de la monarquía portuguesa, que usó estos objetos fastuosos como símbolos de poder y prestigio.

El brillo de una historia recuperada


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Hoy, un ala del Palácio Nacional da Ajuda, alberga un tesoro digno de leyenda

El nuevo museo no solo da visibilidad a un patrimonio artístico de primer nivel, sino que devuelve al Palácio Nacional da Ajuda su papel simbólico como espacio de representación del Estado y de la memoria histórica de Portugal. Las joyas, condecoraciones, plata y objetos litúrgicos expuestos son testimonio de una época, una estética y una identidad nacional. Y todo ello, en el mismo edificio que albergó los últimos aposentos reales de la dinastía Bragança.

Sala 1: Oro y diamantes de Brasil


Museo del Tesoro Real de Lisboa
A finales del siglo XVII, se descubrieron los abundantes yacimientos auríferos de Minas Gerais

La sala del oro y diamantes de Brasil muestra la riqueza que cambió la historia del Imperio portugués. Aunque los colonizadores llegaron a tierras brasileñas en 1500, el oro no apareció hasta finales del siglo XVII en una región que más tarde se conocería como Minas Gerais, atrayendo a los buscadores de fortuna. A inicios del siglo XVIII, el hallazgo masivo de diamantes revolucionó la joyería y el comercio de piedras preciosas. De esta época dorada provienen algunas de las piezas más fascinantes de la colección del Tesoro Real, como un diamante en bruto de más de 35 quilates y una gran pepita de oro.

La pepita de oro más grande que habrás visto


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Una pepita de oro hallada en Goiás en el siglo XVIII, hoy brilla en el Tesoro Real

Procedente de Goiás, en la región central de Brasil, esta roca de más de 20 kilos está compuesta de oro aglomerado con cuarzo y óxidos de hierro. Su forma irregular y textura terrosa le valieron el apodo de torrão, que evoca un terrón de tierra. Según se cuenta, fue hallada en la segunda mitad del siglo XVIII, como otra similar que fue enviada a Lisboa por su rareza extraordinaria. Contra todo pronóstico, sobrevivió a las invasiones napoleónicas, y en 1876, el rey Luis I de Portugal (1838-1889) la mandó exhibir durante un baile en el Palacio da Ajuda.

Sala 2: Monedas y medallas de la Corona Portuguesa

Museo del Tesoro Real de Lisboa
El medallón de Felipe IV de España preside la colección de monedas

Las monedas de oro simbolizaban el poder real, mostrando retratos y mensajes políticos. Las medallas conmemorativas, auténticas obras de arte en miniatura, celebraban victorias, matrimonios o gestas dinásticas. La sala de monedas y medallas del Tesoro Real muestra cómo la numismática funcionó como propaganda, reflejando riqueza y alianzas. Destaca un medallón de Felipe IV, posiblemente acuñado en México en 1660, de oro macizo, 178 mm de diámetro y más de 2 kilos (2125 gramos), una de las piezas más colosales de su tipo, símbolo del poder y prestigio de la realeza portuguesa. 

Sala 3: Joyas que brillaron en la corte portuguesa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Adorno de corsé europeo con diamantes, rubíes y granates, atr. Mariana Victoria de Borbón (s. XVIII)

La colección de joyas del Museo del Tesoro Real de Lisboa reúne piezas excepcionales, no solo por la calidad de los materiales, sino por el valor simbólico, político y afectivo. Muchas formaron parte del “Tesoro de la Corona” creado en 1827, propiedad del Estado pero reservado para uso de los monarcas hasta 1910. Además, el Museo del Tesoro Real exhibe joyas privadas de soberanos y familiares reales portugueses desde el siglo XVII hasta el XX. Estas vitrinas guardan el resplandor de siglos de historia, mostrando anillos, collares, broches y medallones que reflejan el prestigio y la tradición de la monarquía portuguesa.

Adorno de corpiño o corsé


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Adorno de corpiño en diamantes y esmeraldas, perteneciente a Bárbara de Bragança

Este lazo de esmeraldas es uno de los tesoros más reconocidos de la colección, no solo en Portugal, sino más allá de sus fronteras. No se trata de un simple broche, sino de un imponente adorno de ramillete, es decir, una joya más grande que se usaba en el centro del pecho, lucido con orgullo por la realeza del siglo XVIII. Fabricado en España a mediados del siglo XVIII, combina esmeraldas colombianas de una pureza excepcional —dos de ellas consideradas “gota de aceptación”— con diamantes de impresionante tamaño, engastados en plata y plata dorada. 

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Retratos de Bárbara de Bragança y Maria Anna de Bragança (s. XVIII)

La mayor de las esmeraldas pesa 47,91 quilates, mientras que los 199 diamantes alcanzan los 253,53 quilates. Esta joya perteneció a la Reina consorte de España, Bárbara de Bragança (1711-1758), hija del rey Juan V, y fue heredada por su sobrina, la infanta Maria Anna de Bragança (1736-1813). La borla colgante que acompaña la pieza, es de diseño portugués y se añadió casi dos siglos después, entre 1944 y 1951, otorgando un aire de continuidad y respeto a esta joya emblemática.

Caja de rapé


Museo del Tesoro Real de Lisboa
La caja está considerada una obra maestra de la joyería francesa del siglo XVIII

Encargada por el rey José I de Portugal (1714-1777) tras el terremoto de Lisboa de 1755, esta pequeña caja en oro y plata de apenas diez centímetros fue creada en París entre 1755 y 1756 por los orfebres Jean Ducrollay (1710-1787) y Louis Roucel, bajo la dirección de Pierre André Jacqmin (1720-1773), orfebre de Luis XV. Decorada con 951 diamantes (proporcionados por el propio monarca), 240 esmeraldas y un diamante central de 29 quilates, destaca por su exquisitez rococó. Exhibida en Versalles ante la marquesa de Pompadour, fue un golpe de efecto de José I para mostrar que, pese a la devastación de Lisboa, su riqueza seguía intacta.

Joyero de la Maison Odiot


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyero de la Maison Odiot, regalo de bodas para el príncipe Pedro I y María Leopoldina

Este magnífico joyero de plata, plata dorada, forrado en seda y decorado con motivos inspirados en la Antigüedad clásica, fue creado en París en 1817 por Jean-Baptiste Claude Odiot (1763-1850), uno de los orfebres más prestigiosos de Europa. Encargado por el rey Juan VI de Portugal (1767-1826) para celebrar el matrimonio de su hijo, el príncipe Pedro I de Brasil y IV de Portugal, (1798-1834) con la archiduquesa María Leopoldina de Austria, el cofre formaba parte de un lujoso conjunto de regalos destinados a la nueva pareja real. Heredado posteriormente por la reina María II de Portugal (1819-1853) y utilizado como joyero personal por la reina María Pía de Saboya (1847-1911).

Diadema y Collar de Estrellas


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Diadema y collar en oro y diamantes, obra de Estêvão de Souza (s. XIX)

La diadema de estrellas, encargada por la reina María Pía de Saboya en 1868, fue concebida como una pieza excepcional: once estrellas engastadas en diamantes que no solo brillan, sino que vibran. Cada estrella está montada sobre un diminuto resorte que permite que tiemble al más leve movimiento, creando un destello hipnótico y perpetuo. Obra del orfebre lisboeta Estêvão de Souza (c. 1839–c. 1880), joyero del rey Luis I de Portugal y su esposa la reina María Pía de Saboya, la diadema se convirtió pronto en una de las piezas más emblemáticas del joyero real

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Retratos de María Pía de Saboya (1871) y Amélie d'Orléans (1901) con la diadema de estrellas

Fue modificada sucesivamente hasta 1908 y lucida por la reina Amelia de Orleans (1865-1951), como puede verse en retratos y fotografías históricas de principios del siglo XX. En la imagen de la derecha, Doña María Pía, Reina de Portugal, va ataviada con la diadema de estrellas, el manto real y las bandas de las órdenes honoríficas. A juego con la diadema, se encontraba un collar compuesto por una sucesión de estrellas de diamantes montadas en oro realizado en 1865 por Estêvão de Souza y que también puede verse en la visita al Museo del Tesoro Real de Lisboa.

Joyas de Castellani


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyero romano en madera, seda y plata de Fortunato Pio Castellani (c. 1860-1862)

Cuando la princesa María Pía de Saboya contrajo matrimonio con Luis I de Portugal en 1862, las ciudades italianas quisieron rendir homenaje a su ilustre hija con ofrendas de valor excepcional. Entre ellas destacan dos piezas salidas del célebre taller romano de Fortunato Pio Castellani (1794-1865), máximo exponente de la orfebrería historicista del siglo XIX. El primero es este joyero encargado por el Ayuntamiento de Roma. Fabricado en madera recubierto de seda y adornos de plata, lleva grabada la dedicatoria: «Alla Principessa Maria Pia di Savoia il dì delle sve nozze: i Romani» (A la princesa María Pía de Saboya el día de su boda: [de parte de] los romanos).

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Joyería de estilo romana antigua en oro, marfil, piedras preciosas y monedas clásicas

En su interior se conserva un tesoro de 33 piezas de joyería de estilo romano antiguo, muchas de ellas realizadas en oro, pero también en marfil, piedras preciosas y monedas antiguas griegas y romanas. Entre los regalos más notables de aquel enlace también figura un extraordinario broche de oro amarillo de 18 quilates ofrecido por la ciudad de Nápoles. Realizado también por Castellani y presentado con éxito en la Exposición Universal de Londres de 1862, esta joya sobresale por su calidad técnica y su simbolismo. 

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Broche de oro creado por Castellani con escena esmaltada de la Anunciación

De forma estilizada, representa una “M” en honor a la Virgen María, y alberga en su centro una delicada escena esmaltada de la Anunciación con las figuras de la Virgen y el ángel. Engastado con esmeraldas, rubíes, zafiros y perlas, el broche destaca también por su uso del esmalte plique-à-jour, una técnica de gran dificultad que permite que la luz pase a través del esmalte como si se tratara de una vidriera. El reverso está finamente decorado en filigrana y lleva el monograma de Castellani, dos letras C enfrentadas, que certifican su autenticidad como obra maestra del taller.

Colgante de corazón


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Colgante en forma de corazón del orfebre João Marques da Silva

Procedente de Oporto y elaborado hacia mediados del siglo XIX, este colgante en forma de corazón impresiona por su tamaño y el detallado trabajo de orfebrería. Con sus 17,5 centímetros de altura, está realizado en oro y esmalte, y presenta un refinado equilibrio entre volumen y ligereza. Las marcas identificadas permiten atribuir su autoría, con gran probabilidad, al orfebre João Marques da Silva (1880--1960). Esta joya, cargada de simbolismo, responde a la tradición portuguesa de los corazones votivos, reinterpretada aquí con suntuosidad regia.

Colgante "Cruz de Malta"


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Joya personal de la reina María Pía de Saboya

Decorado con delicadas flores pintadas sobre esmalte, esta joya en forma de Cruz de Malta fue realizada en Oporto entre 1863 y 1865. Se atribuye al orfebre José João Cardoso y perteneció a la reina María Pía de Saboya. El esmalte minucioso sobre el oro da vida a una pieza que combina espiritualidad, estética y maestría artesanal, al gusto de las joyas personales de la soberana.

Diadema y peineta de coral


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyas napolitanas de coral del siglo XIX que pertenecieron a la reina María Pía de Saboya

El coral rojo tallado es el gran protagonista de este conjunto napolitano del siglo XIX, formado por una diadema y una peineta desmontable. Ambas piezas, pertenecientes a la reina María Pía de Saboya, fueron fabricadas en Nápoles y llevan marcas del Ducado de Parma. La diadema combina coral precioso, oro y algodón, mientras que la peineta está elaborada con coral, carey y metal dorado.

Reloj de escritorio de Fabergé


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Obra maestra de la relojería y la orfebrería rusa, símbolo del lujo imperial

Obra maestra de la casa Fabergé, este reloj fue realizado en San Petersburgo hacia 1900 por el taller de Mijaíl Evlampievich Perkhin (1860-1903), uno de los principales colaboradores de Peter Carl Fabergé (1846-1920). Con sus inscripciones en cirílico “FABERGÉ” y su mecanismo firmado por Henry Moser & Cie., combina oro, plata, esmalte, diamantes, marfil y cristal. Fue regalado por el rey Víctor Manuel III de Italia a su tía, la reina María Pía de Saboya.

Los botones de diamantes del rey José I


Museo del Tesoro Real de Lisboa
43 botones del rey José I elaborados en plata y diamantes

Estos botones de diamantes brillaron en la Corte durante el siglo XVIII como parte de la levita, el chaleco y los calzones del rey José I de Portugal. Compuestos por 86 piezas, en 1834, la reina María II de Portugal ordenó transformar la mitad de estos diamantes en una espectacular tiara y un collar rivière. Este último, con 50 diamantes de talla brillante que alcanzaban los 177 quilates, y que acabó tristemente desaparecido en el robo de 2002 al Museo de Ciencias de La Haya.

El sable de Estado del rey Miguel I

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Sable de Estado del rey Miguel I, fabricado en Lisboa en el siglo XIX

Majestuoso y solemne, el sable de Estado del rey Miguel I de Portugal (1802-1866) fue fabricado en Lisboa por el Arsenal del Ejército Real en el primer cuarto del siglo XIX y está decorado con oro, plata, plata dorada, diamantes y acero. El sable se acompaña tradicionalmente por una bandolera decorativa o talim confeccionada, en este caso, en seda e hilo de oro. Este sable de Estado es uno de los más opulentos y de mayor calidad de la colección de armas del Museo del Tesoro Real de Lisboa.

Los prismáticos de diamantes de María Pía

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Prismáticos de la reina María Pía, reflejo del estilo y elegancia de la corte portuguesa

En 1888, la reina María Pía de Saboya adquirió estos singulares binoculares o prismáticos en París. Realizados en carey de tortuga Loira, engastados con diamantes blancos y rosas y decorados con oro y rubíes, los prismáticos combinan funcionalidad y sofisticación. Esta joya portátil acompañaba a la reina en ceremonias oficiales y espectáculos, como un preciado adorno exclusivo.

Un abanico en carey y plumas de avestruz

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Abanico en carey y plumas de avestruz de la reina María Pía de Saboya

Ligero como el aire y lujoso como una joya, este abanico fue comprado en 1888 por la reina María Pía de Saboya en la prestigiosa Maison Boudet de París. Su estructura combina carey, oro, diamantes, rubíes y plumas de avestruz. En la parte superior de la guarda delantera puede verse el monograma “MP” (María Pía), y en el asta, un anillo de oro con diamantes engastados.

Joyas de luto: la belleza en negro


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyas de luto de la realeza portuguesa, íntegramente negras

La etiqueta del luto imponía sobriedad, incluso en las joyas reales. Durante ese período, las piezas adoptaban materiales oscuros como el azabache, el ónix, el esmalte negro o el llamado “azabache francés”, un vidrio fundido y tallado. Las joyas de luto eran un complemento de la vestimenta ceremonial de quienes perdían a un ser querido. En la colección del Museo del Tesoro Real se conservan delicadas piezas que reflejan esa estética elegante y melancólica.

Tocado de luto con hematitas

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Diademas de la reina María Pía llevadas durante su luto

Entre las joyas llevadas por María Pía de Saboya durante su luto se encuentra un conjunto francés, datado entre 1880 y 1910. Está compuesto por una diadema, un collar y un par de brazaletes realizados en metal, vidrio y hematita. Su diseño sobrio y su brillo contenido acompañaban con discreción los momentos más recogidos de la vida palaciega. Estas piezas, lejos de lo ostentoso, transmiten una belleza austera, cargada de significado.

Sala 4: Órdenes Honoríficas


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Órdenes honoríficas, símbolos de prestigio y servicio, herederas de la tradición medieval

Antiguamente vinculadas a ideales religiosos y guerreros, las órdenes honoríficas surgieron en la Edad Media como hermandades de monjes caballeros, sometidas a la autoridad de un gran maestre y con funciones militares. Con el paso del tiempo, muchas de ellas, como ocurrió también en Portugal, pasaron al control de la monarquía y fueron perdiendo su autonomía original. A partir del final del Antiguo Régimen, su carácter fue transformándose hasta convertirse en distinciones puramente simbólicas.

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Cruz al mérito militar

Las antiguas órdenes de caballería, los reconocimientos al mérito y las condecoraciones diplomáticas conforman hoy un sistema de honores que sirve para premiar los servicios prestados al Estado, ya sean civiles o militares. Cruz, insignia, banda o collar: cada elemento tiene su forma, su protocolo y su simbolismo, formando parte de un lenguaje ceremonial que ha perdurado hasta nuestros días.

Orden del Espíritu Santo (Francia)

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Reservada a una élite de la nobleza, esta joya reflejaba la protección divina de sus miembros

Fundada en 1578 por Enrique III, la Orden del Espíritu Santo fue la más prestigiosa distinción del Antiguo Régimen francés. En el Museo del Tesoro Real se exhibe un conjunto, realizado hacia 1824 en París por el orfebre Coudray. El collar, trabajado en oro y esmaltes, está formado por una alternancia de llamas y flor de lis. De él pende el colgante esmaltado de una cruz de Malta de ocho puntas, esmaltada en blanco, que encierra en su centro la figura de la paloma descendente, símbolo del Espíritu Santo.

Orden de los Serafines (Suecia)


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Cruz, insignia, banda y collar de la Orden de los Serafines

La Orden de los Serafines, instituida en 1748 por el rey Federico I de Suecia, es la máxima distinción sueca. En el siglo XIX, monarcas portugueses como Juan VI, Carlos I y Manuel II la recibieron como gesto de respeto entre casas reales. El collar ceremonial, de oro, alterna once cabezas de serafines con alas extendidas y once cruces esmaltadas en azul, con una venera octogonal de oro esmaltada en blanco, con serafines, cruces dobles y medallón central azul. La cruz o placa de la orden de plata, de ocho puntas, muestra serafines, cruces y la inscripción FRS (Federicus Rex Suetiae) en el reverso. Se acompaña de banda de seda azul celeste.

Orden de San Andrés (Rusia)


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Cruz, collar y venera de la Orden de San Andrés

Instaurada en 1698 por Pedro el Grande, la Orden de San Andrés Apóstol el Primero Llamado fue la más alta distinción del Imperio ruso, símbolo de fidelidad y servicio a la corona. Constaba de tres insignias: la Placa; una estrella de ocho puntas en plata con el águila de San Andrés y el lema imperial “За Вѣру и Вѣрность” (Por la fe y la fidelidad). El Collar, de plata y oro con el águila de San Andrés, el monograma de Pedro I y águilas bicéfalas imperiales; la venera central con el apóstol crucificado; y la Banda de seda azul celeste, que portaba la misma venera. Su presencia en retratos oficiales la convirtió en un emblema del poder imperial ruso.

Orden de Kamehameha I (Hawái)


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A la izq. puede verse la Orden honorífica de Kamehameha I 

Entre las más singulares y exóticas distinciones diplomáticas del siglo XIX, la Orden Real de Kamehameha I, instituida en 1865 por el rey Kamehameha V en honor a su abuelo, unificador de las islas hawaianas. Fabricada en París hacia 1880 por el prestigioso joyero Kretly, combina oro, plata, plata dorada y esmalte. Su insignia muestra una cruz de ocho puntas con la efigie del rey Kamehameha y su lema: “E Hoʻoulu Lāhui” («Haz crecer a la nación»). Esta condecoración fue otorgada durante la gira diplomática del rey Kalākaua por Europa en 1881, tras recibir la Gran Cruz de Vila Viçosa en Lisboa.

El hábito más valioso de la joyería neoclásica portuguesa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Esta joya es una de las piezas más valiosas del museo del Tesoro Real

El Hábito de la Orden del Toisón de Oro, encargado hacia 1800 para el Príncipe Regente Juan VI de Portugal, es una joya deslumbrante realizada en Lisboa por Carlos José van Nes o José Luís da SilvaCon 1.741 diamantes de talla brillante —dos de ellos talla rosa—, 190 rubíes y un imponente zafiro central de casi 36 quilates, esta pieza de oro y plata mide 27 cm de altura y pesa más de 400 gramos. Fue la insignia más preciada del monarca dentro de la Orden del Toisón de Oro (rama española). 

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Retratos de los reyes Juan VI y Miguel I de Portugal con la insignia del Toisón de Oro

Esta joya, destinada por testamento a Miguel I de Portugal, quedó guardada en un cofre tras la guerra civil luso-brasileña (1832-1834). En 1943, el Estado portugués la adquirió de sus herederos. Formó parte del ajuar real que viajó a Brasil junto con la Corte huyendo de las invasiones napoleónicas. Al regresar, siguió ligada a la historia dinástica, convirtiéndose en una de las joyas más valiosas del patrimonio nacional. Hoy puede reconocerse en el retrato del monarca realizado por Domingos António de Sequeira, así como en el retrato de su hijo Miguel I de Portugal, que lucen con orgullo el emblemático Toisón de Oro.

Una insignia única con zafiro rosa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Insignia de la Orden del Toisón de Oro

El Toisón de Oro fue, sin duda, la más codiciada de las órdenes de caballería europeas. Entre las diversas versiones conservadas, esta insignia portuguesa del siglo XIX destaca por un detalle inusual: un gran zafiro rosa en el centro de la pieza, el único de su tipo expuesto en el museo. Las llamas doradas que coronan el carnero de oro —símbolo ancestral del vellocino mitológico— refulgen bajo la luz como testigo mudo de alianzas, favores reales y un linaje de poder que atravesó generaciones.

Sala 5: Insignias Reales

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Sala donde se exponen las insignias reales de la monarquía portuguesa

Portugal no coronaba, consagraba o ungía a sus reyes. En lugar de una ceremonia de coronación, celebraba su “aclamación” o “levantamiento”. Sin embargo, los rituales reales contaban con todo un repertorio de objetos simbólicos que manifestaban el poder monárquico. Esta sección del museo exhibe esas insignias rituales: coronas, cetros, mantos y cepos, junto a elementos litúrgicos como el misal, el crucifijo, el cojín, el trono y el estandarte

Las Tres Órdenes Militares


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Insignias reales portuguesas de las Tres Órdenes Militares

En el universo de las insignias reales portuguesas, sobresale un conjunto de tres piezas vinculadas a las Órdenes de Cristo, Santiago y Avis. Creadas en Lisboa entre 1789 y 1790 por el orfebre David Ambrósio Pollet (1745-1822), reflejan el esplendor joyero portugués del siglo XVIII. A la izquierda, puede verse la Medalla de las Tres Órdenes Militares, de 16 cm, combina diamantes, rubíes, granates, crisoberilo y esmeraldas sobre oro y plata. Abajo, la Placa de las Tres Órdenes Militares, más discreta, presenta diamantes, rubíes, espinelas, granates y esmeraldas. A la derecha, un Hábito de las Tres Órdenes Militares con diamantes, rubíes y esmeraldas engarzados en plata y oro.

Orden Militar de la Torre y la Espada


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La Orden Militar de la Torre y la Espada es la máxima condecoración de Portugal

La Orden Militar de la Torre y la Espada, la máxima condecoración portuguesa, destaca entre las insignias reales. La réplica de su placa, creada en 1949 por José Rosas Júnior (1885-1958), reproduce la original de 1808-1809, desmontada en el siglo XIX. Pesa casi 300 gramos, combinando diamantes, rubíes, esmeraldas, oro, plata y esmalte. Esta placa aparece en el retrato del rey Luis I de Portugal pintado por Eduardo Machado en 1871. El conjunto incluye también un collar elaborado en oro adornado con esmeraldas y plata adornada con diamantes, iniciado en 1825 por Antônio Gomes da Silva y completado entre 1940 y 1950 por José Rosas Júnior.

Orden Militar de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
A la dcha. puede verse el conjunto ceremonial de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa

La placa de la Orden Militar de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa, creada en 1818 en Río de Janeiro (Brasil) y atribuida al orfebre Antônio Gomes da Silva, es una pieza singular de la colección de Insignias Reales. Con 100,9 gramos de diamantes, oro, plata y esmalte, lleva la inscripción “PATRONOS DEL REINO”, reflejando su carácter protector y religioso. Completa el conjunto ceremonial una banda de seda y la cruz esmaltada, instituido por el rey Juan VI de Portugal en honor a la Inmaculada Concepción.

Tabardo y collar del Rey de Armas


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Indumentaria heráldica en seda carmesí con brocados dorados y torres de plata

De la misma época, se conservan el tabardo y el collar del Rey de Armas, una rica indumentaria heráldica en seda carmesí con detalles en brocado rojo, hilos de oro y siete torres de plata dorada aplicadas en altorrelieve. A diferencia de las dalmáticas de los heraldos británicos o franceses, el diseño portugués omite el escudo de armas en favor de un simbolismo más abstracto, inspirado en los elementos arquitectónicos presentes en los blasones reales desde el siglo XVIII.

La última Corona Real portuguesa


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La Corona Real portuguesa creada para la aclamación de Juan VI

Con sus 2.402 gramos de peso y una carga simbólica que trasciende al objeto, la Corona Real creada en Río de Janeiro en 1817 es un testimonio único del ceremonial monárquico portugués. Realizada en oro, plata, seda y algodón por António Gomes da Silva en el taller de Inácio Luís da Costa, esta joya histórica fue concebida para la aclamación de Juan VI de Portugal, celebrada un año después en Brasil. 

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Retrato de Juan VI de Portugal y fotografía del Rey Manuel II de Portugal, ambos con la Corona Real

Se trata de la última corona portuguesa y la única que ha sobrevivido hasta nuestros días. Desde que en 1646 el rey Juan IV de Portugal (1604-1656) consagrara el trono portugués a Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa, ningún monarca volvió a ser coronado. Por eso, esta pieza no se ciñó sobre la cabeza del soberano, sino que fue presentada sobre un cojín, según el ritual del Antiguo Régimen, en la que sería también la última ceremonia de aclamación en la historia de Portugal.

Sala 6: Piezas de plata de la corona portuguesa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Piezas de plata dorada de la Corona usados en las ceremonias reales más solemnes

Las piezas de plata de la Corona fueron creadas para acompañar las ceremonias más solemnes de la monarquía portuguesa —como los bautizos reales, la Aclamación del soberano o el tradicional Lavatorio de los Pies de los Pobres el Jueves Santo— estas 23 obras excepcionales reconstruidas tras el terremoto de 1755, combinan maestría artesanal con una muestra del poder y la magnificencia real.

Jarra barroca italiana y aguamanil renacentista alemán


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Ambas piezas fueron concebidas para la exhibición en actos solemnes

Estas dos magníficas piezas de plata dorada, provenientes de la Casa de Abrantes, evocan el ceremonial cortesano de los siglos XVI y XVII. A la izquierda, una jarra barroca del último cuarto del siglo XVII atribuida al orfebre romano Arcangelo Fioravanti (c. 1670-1696), de imponente presencia y más de 2,5 kg de peso. A la derecha, un delicado aguamanil renacentista de Hans II Schweinberger († 1610), creado en Augsburgo, Alemania, entre 1559 y 1586.

Plato de Hans II Schweinberger


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Plato ceremonial de plata dorada firmado por Hans II Schweinberger

Este magnífico plato en plata dorada, con un peso de 4.870 g y un diámetro de más de 54 cm, forma parte del conjunto ceremonial anterior. Firmado con las marcas del maestro orfebre: (HS) Hans II Schweinberger, maestro 1579. El plato luce una elaborada decoración heráldica que incluye los escudos rotos en adulación, con la heráldica de los Sás y sus alianzas matrimoniales. Cada escudo de armas de una dama a la izquierda está acompañado por el de su esposo a la derecha, y en el centro, el escudo completo de los Sás coronado por la corona ducal.

Jarras ceremoniales de plata


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Jarras ceremoniales británicas con el escudo real portugués del siglo XVIII

Firmadas por los reconocidos orfebres Gabriel Sleath y Francis Crump, estas jarras de plata datan de entre 1755 y 1756 y fueron elaboradas en Londres. Con un tamaño imponente de 43,7 cm de altura y un peso de 1700 gramos, presentan el escudo con las armas reales portuguesas, elegantemente enmarcado en un cartucho y rematado por una corona real cerrada. Estas piezas reflejan la estrecha relación entre la Corona portuguesa y la orfebrería británica del siglo XVIII, destacando por su acabado fino y su importancia ceremonial.

Bandeja con palmeras

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Bandeja de pan de oro del siglo XVI con motivos de fauna y flora africanas

Esta exquisita bandeja de pan de oro, realizada en un taller portugués del siglo XVI, está decorada con motivos inspirados en la fauna y flora africanas, un ejemplo único en el mundo. La riqueza y singularidad de su ornamentación convierten a esta bandeja en una pieza excepcional, testimonio de la influencia de los viajes portugueses al Nuevo Mundo y su presencia en África en el siglo XVI.

Sala 7: Colecciones particulares


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Orfebrería reunida por Fernando II y Luis I, reflejo del coleccionismo real portugués del siglo XIX

El rey Fernando II de Portugal (1816-1885) convirtió la orfebrería en una de sus grandes pasiones, afición que compartió con su hijo, el rey Luis I de Portugal. Figuras claves del coleccionismo de arte en el Portugal del siglo XIX, a través de adquisiciones, tanto en Portugal como en el extranjero, junto con donaciones, reunieron un conjunto destacado de piezas. Estas valiosas colecciones, aunque reducidas tras las divisiones familiares y la instauración de la República en 1910, fueron repartidas entre diversos palacios y museos. Hoy, una selección representativa de ellas puede verse en el Museo del Tesoro Real de Lisboa.

Plato de virtudes y pecados

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Plato en plata dorada, decorado con inscripciones de virtudes y pecados del siglo XVI

Entre 1495 y 1520, fue elaborado este plato portugués en plata dorada. Las inscripciones que lo adornan —“DILIGENCIA”, “CASTIDAD”, “HUMILDAD”, “CARIDAD”, “LUJURIOSO”, “IRA”, “ORGULLO”, “PEREZA” y otras virtudes y pecados— representan un interesante código moral que acompañaba a esta pieza funcional. Con los monogramas “MF” y coronas góticas que refuerzan su origen nobiliario, el plato mide 57,5 cm de diámetro y pesa 4’105 kg.

Nautilus de la colección privada real


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Nautilus del siglo XIX de la colección real portuguesa

Entre las joyas de la colección privada del rey Fernando II de Portugal y su hijo Luis I de Portugal, el nautilus resalta por su singularidad y elegancia. Esta concha natural de Nautilus pompilius, montada en plata dorada, data de la segunda mitad del siglo XIX y proviene de Alemania, posiblemente de Lübeck. Con una altura de 36,5 cm y un peso de más de 1,5 kilos, sus delicados detalles y la fina orfebrería reflejan la pasión de los monarcas por piezas que combinan naturaleza y arte.

Cofres de Ciudadanía


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Cofre de ciudadanía del Rey Manuel II de Portugal procedente de Londres

Estos cofres ceremoniales de plata y oro se entregaban como obsequios formales a reyes y personalidades distinguidas, guardando mensajes de bienvenida. El cofre exhibido, fabricado en Londres en 1909 por The Goldsmiths & Silversmiths Co. Ltd., fue un regalo al último rey de Portugal, el Rey Manuel II (1889-1932), durante su visita oficial a Inglaterra el 17 de noviembre de 1909. Decorado con diamantes, rubíes, zafiros y esmalte sobre una base de oro y plata, pesa más de 4 kilos e incluye inscripciones y monogramas que certifican su origen y destinatario.

Sala 8: Regalos Diplomáticos

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Cofre de plata, marfil y palo rosa regalado al príncipe Luís Filipe durante su visita a Angola (1907)

La diplomacia ha sido fundamental en las relaciones internacionales, y los regalos diplomáticos reflejan alianzas, respeto y reconocimiento mutuo. Un ejemplo destacado en la historia de la diplomacia portuguesa son las relaciones del rey Juan V de Portugal (1689-1750) con la Santa Sede, que llevó en 1716 a la elevación de la Capilla Real a Iglesia Patriarcal y, en 1748, a que el papa Benedicto XIV otorgara el título de “Fidelísimo” al monarca portugués, consolidando su igualdad diplomática frente a los monarcas españoles, franceses y austriacos.

Sala 9: Tesoros litúrgicos de la Capilla Real


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Tesoros litúrgicos de la Capilla Real, testigos del esplendor ceremonial

A lo largo de los siglos, las capillas reales fueron el epicentro de ceremonias solemnes que celebraban la devoción católica y reforzaban el poder de la monarquía. En ellas se conmemoraban fechas clave del calendario litúrgico y homenajes a miembros destacados de la realeza, acompañados siempre por ricos ajuares litúrgicos

Ajuar de altar


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Ajuar de altar en plata dorada del siglo XVIII, obra del orfebre lisboeta António Rodrigues de Leão

Entre las piezas más destacadas que han llegado hasta nuestros días se encuentra un suntuoso ajuar de altar realizado en Lisboa durante el segundo cuarto del siglo XVIII, por el orfebre António Rodrigues de Leão. Esta imponente obra en plata dorada, reforzada con hierro y madera, incluye una cruz de altar de 186 cm de altura y 28,5 kg de peso con la inscripción “INRI” y varios candelabros de diferentes tamaños; el mayor alcanza los 107 cm de altura y pesa 18 kg.

Mitra del siglo XVIII


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Mitra romana del siglo XVIII en seda bordada con hilos metálicos y cuentas de vidrio

Otro objeto de excepcional delicadeza es una mitra romana de mediados del siglo XVIII, elaborada en seda bordada con hilos metálicos dorados y plateados, decorada con pequeñas cuentas de vidrio. De origen italiano, esta mitra fue concebida en Roma para coronar la cabeza de un prelado en las más solemnes funciones religiosas.

Crucifijos de cristal de roca del Rey Fernando II


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Dos crucifijos de cristal de roca que pertenecieron al rey Fernando II de Portugal

Entre las muchas piezas reunidas por el rey Fernando II de Portugal, mecenas de las artes, destacan dos delicados crucifijos de cristal de roca. A la izquierda de la imagen, puede verse uno de posible factura italiana de mediados del siglo XIX, que fue importado a Bélgica entre 1831 y 1868. Está realizado en cristal de roca, con aplicaciones de plata y plata dorada. A la derecha de la imagen, procedente de Friburgo, Alemania, y datado a principios del siglo XVII, un crucifijo que combina el cristal de roca con cuarzo ahumado y plata dorada.

Sala 10: La Mesa Real con la vajilla Germain de plata


Museo del Tesoro Real de Lisboa
La puesta en escena de la Mesa Real con la vajilla Germain de plata es espectacular

En pleno siglo XVIII, el arte de la mesa no solo representaba el refinamiento del gusto, sino también el poder de una monarquía que se manifestaba en cada detalle del banquete. Tras el devastador terremoto del 1 de noviembre de 1755, que destruyó la mayor parte de la vajilla real de plata encargada por Juan V al famoso platero parisino Thomas Germain (1673–1748), su sucesor, el rey José I de Portugal, confió en junio de 1756 al hijo del célebre orfebre, François-Thomas Germain (1726-1791), una misión ambiciosa: crear un nuevo servicio de mesa digno de una corte que buscaba reafirmarse con esplendor tras la catástrofe.

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Un ejemplo único de la vajilla más suntuosa del siglo XVIII

Nacía así una de las vajillas más fastuosas de Europa, compuesta por más de mil piezas ejecutadas entre 1757 y 1765, y concebidas para el ceremonial servicio “à la française”. Cada banquete real era una coreografía organizada en cuatro "Cobertas" o etapas que seguían un riguroso orden: cocidos, asados, entremeses y dulces. Con la precisión de una escenografía teatral, decenas de sirvientes colocaban y retiraban los sucesivos conjuntos de cuencos, soperas, salseras, especieros y candelabros, convertidos en auténticas esculturas de plata.

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Aceitera de plata del siglo XVIII finamente trabajada por François Thomas Germain

El conjunto fue trasladado desde Francia en veinticinco cofres numerados, y hoy se conserva casi en su totalidad en el patrimonio nacional portugués. Tras heredar el taller de su padre en 1748, la platería encargada por el rey José I de Portugal —quien además envió la plata para su ejecución— representó el mayor encargo que François-Thomas Germain recibió de una corte extranjera.

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Mostacera en forma de concha, reflejo del arte de François Thomas Germain

Cada pieza, desde las mostaceras y vinagreras hasta los platos con tapa, fue diseñada no solo para ser funcional, sino también para impresionar. Aunque el conjunto quedó inacabado por la quiebra del platero en 1774, la Vajilla Germain sigue fascinando como obra maestra de la platería, al servicio de una monarquía ilustrada.

Verdulera de plata


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Las verduleras de la Vajilla Germain están coronadas con delicadas figuras alegóricas

Los cuatro recipientes para servir verduras, conocidos como verduleras, muestran la exquisitez y la atención al detalle características de la Vajilla Germain. Aunque presentan dos modelos distintos, la diferencia principal reside en las figuras que coronan las tapas: un cupido acompañado por un perro y otro cupido con dos palomas. Sus cuerpos y las bandejas que los acompañan son algo más cortos que las soperas, pero mantienen idéntica decoración, reflejando la armonía y la cohesión del conjunto.

Plato cubierto con tapa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Plato cubierto de François Thomas Germain (s. XVIII)

El plato cubierto “por los lados” o “de relevé” es un claro ejemplo de la maestría del orfebre François Thomas Germain. Fabricado en París entre 1756 y 1757, luce las marcas características del taller y exhibe el escudo coronado de armas de Portugal. Con una impresionante combinación de tapa y placa, este plato de plata destaca por su peso total, que alcanza los 4.613 gramos.

Vinagrera en forma de velero


Museo del Tesoro Real de Lisboa
En la vinagrera en forma de velero puede verse el Escudo de la Corona de Portugal 

La angarilla o vinagrera de plata en forma de velero, de casi 5 kilos, es una de las piezas más singulares de la Vajilla Germain. Fabricada en París entre 1757 y 1758 por François Thomas Germain, muestra en sus extremos dos sirenas que sostienen coronas, simbolizando el poder marítimo de la Corona portuguesa. Sus tapas de plata, decoradas con ramas de olivo y de vid, representan el aceite y el vinagre y, se colocaban sobre las coronas sostenidas por pequeños tritones. Esta vajilla, parte de la Cuarta Coberta dedicada a los dulces, con sus motivos marítimos alude al descubrimiento de Brasil por la Corona portuguesa.

Recipiente para especias


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Recipiente para especias de François Thomas Germain, de la vajilla real del siglo XVIII

Entre las piezas más delicadas de la vajilla, sobresale el recipiente para especias, destinado a contener pimienta u otras especias de temporada. Realizado en plata en 1761 por François Thomas Germain, este objeto está adornado con dos pequeños cupidos vestidos con trajes indios, que sostienen un cesto con una mano y una granada con la otra, evocando la exótica procedencia de las especias.

Jarra de aguamanil


Museo del Tesoro Real de Lisboa
La fluidez de sus formas rococó anticipa las tendencias neoclásicas

La jarra de aguamanil firmada por François-Thomas Germain en 1758 es una pieza que destaca tanto por su elegancia como por su simbolismo. Realizada en plata y con una inscripción grabada en su reverso que certifica su autoría y realización en las galerías del Louvre, esta obra ejemplifica la maestría del orfebre de la corte francesa. Con una altura de 27,5 cm, la ornamentación remite al elemento acuático, con un asa compuesta por cañas entrelazadas que enmarcan sutilmente el borde.

Sala 11: Viajes del Tesoro Real


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Escritorio de viaje de D. Pedro, Duque de Bragança

Durante el exilio de la corte portuguesa en Brasil tras las Invasiones Francesas de 1807, Dom Pedro, Duque de Bragança, encargó en París un refinado escritorio de viaje a la casa Alphonse Giroux & Cie —proveedora de la realeza francesa—. Este maletín fabricado entre 1826 y 1831 en madera forrada en cuero repujado y adornado con bronce dorado, lleva el monograma imperial “P” coronado y la inscripción “Fundador del Imperio Brasileño”. Su interior, concebido como gabinete portátil, contiene instrumentos de escritura en nácar —pluma, tintero, sellos, cortador, estilete y escobilla—, bolsillos para sobres, superficie de escritura en cuero grabado con bordes grabados en oro y un planificador semanal con los días en francés.

Más información: Museu do Tesouro Real. Dirección: Calçada da Ajuda, 1349-021 Lisboa. Teléfono: +351 211 163 425. Horario de invierno: Del 1 de octubre al 30 de abril, diariamente de 10 a 18 h. Horario de verano: Del 1 de mayo al 30 de septiembre, diariamente de 10 a 19 h. Entrada: 11 €. Web: Museu do Tesouro Real

Toda la información generada en redes sociales durante mi viaje a Lisboa, puede consultarse a través del hashtag #PDLisboa

Qué más ver cerca

Si te interesa descubrir más tesoros culturales en Lisboa, te invito a leer mi artículo sobre Los Murales de Almada Negreiros en las Estaciones Marítimas de Lisboa. Una obra fascinante que, al igual que el Museo del Tesoro Real de Lisboa, forma parte del rico patrimonio artístico de la capital portuguesa y te permitirá seguir explorando su historia y sus rincones menos conocidos.

Caves de Roquefort Société: visita a las bodegas del queso más famoso de Francia

Roquefort
Las bodegas Société son un mundo subterráneo que preserva un saber ancestral

La visita a las Bodegas de Roquefort Société —conocidas en Francia como Caves Société— permite adentrarse en un mundo subterráneo donde descubro que el queso Roquefort nació de una herida en la tierra. Hace cerca de un millón de años, el macizo rocoso del Combalou se desplomó, creando un paisaje abrupto de rocas y fisuras sobre el pueblo de Roquefort-sur-Soulzon, en Aveyron. 

Roquefort-sur-Soulzon
Interior de una de las grutas recorridas durante la visita a las bodegas Société

Bajo ese caos geológico, surcado por un laberinto de fallas y grutas naturales, llamadas fleurines, se formó un sistema que regula de forma natural la temperatura y la humedad, creando las condiciones perfectas para que el Penicillium roqueforti prospere y dé vida a un queso mítico. El Roquefort es un titán de la gastronomía, un alimento nacido de la tierra que ha resistido el paso de los siglos, conservando intacto su carácter.

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Imagen antigua. Sala de expedición con mujeres trabajando en el envasado del Roquefort

Su magia está hecha de ingredientes simples: leche cruda de oveja, cuajo, sal, una pizca de Penicillium roqueforti y el soplo de aire helado de las fleurines que ventilan las cuevas de afinado. Pero su verdadera esencia reside en el saber hacer de los hombres y mujeres que, desde tiempos remotos, trabajan en silencio bajo la frescura de las cuevas para transformar la materia prima en una joya culinaria.

La visita a las Caves Société®


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Imagen antigua. Vista panorámica de Roquefort-sur-Soulzon desde el macizo de Combalou

El hombre ha sabido dialogar con la naturaleza, construyendo en este entorno salvaje las Bodegas de Roquefort, donde hoy se afina cada queso con la misma precisión artesanal de antaño. Algunas de estas cuevas, de origen medieval, están abiertas al público todo el año para desvelar los secretos de fabricación de este queso con AOP (Appellation d’Origine Protégée). Con más de 12.000 m² de galerías activas desde la Edad Media, las Caves Société son un lugar donde tradición y modernidad coexisten.

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Entrada a las cuevas donde se encuentra la billetería

Cada año, más de 100.000 visitantes recorren las salas en las que el Roquefort sigue su lento proceso de maduración, en un escenario arquitectónico tan singular como el propio queso. La entrada a las cuevas y el punto de recepción (accueil) se encuentran bajo tierra. Para llegar al espacio donde se compran las entradas, es necesario bajar unas escaleras —aproximadamente la altura de un piso—, que conducen directamente al interior de la montaña. Este descenso marca el inicio del recorrido por el mundo subterráneo del Roquefort.

Sala de proyección 3D


Roquefort-sur-Soulzon
Descubre los orígenes de la formación de las Caves Société a través de una proyección 3D

Con las entradas en mano, el recorrido comienza con un nuevo descenso hacia el corazón de las cuevas. Unas escaleras, equivalentes a la altura de un piso, nos conducen a la primera sala de la visita: un espacio de proyección 3D que explica cómo se formaron estas cuevas tras el derrumbe del Macizo del Combalou en la era cuaternaria, creando este ecosistema único. Entre imágenes impactantes y una narración envolvente, se muestra cómo nació este tesoro gastronómico.

La leyenda del Roquefort


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Imagen antigua. Pastoreo en los Causses: un pastor con sus ovejas, cuna de la leyenda del Roquefort

Es imposible hablar del queso Roquefort sin evocar la leyenda que acompaña a su origen. La historia nos transporta a tiempos lejanos, cuando los pastores cuidaban sus rebaños en las laderas del Combalou. Cuenta la leyenda que un joven pastor, que cuidaba su rebaño en el Combalou, embelesado por la imponente belleza de las rocas que se alzaban ante sus ojos, decidió aventurarse entre las grietas y pasadizos de la montaña. 

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Imagen antigua. Ordeño a mano. Fotografía de la Société des caves de Roquefort

Fascinado por lo que veía, olvidó por completo su humilde comida en una cueva: un pedazo de pan de centeno y un pequeño queso elaborado con la leche de sus ovejas. Días después, el pastor regresó al mismo lugar para continuar con su exploración y encontró su comida, tal y como la había dejado. Pero notó que algo había cambiado: el queso, cubierto de la misma humedad y moho que el pan, mostraba un aspecto inusual, con vetas azuladas y una textura untuosa. Intrigado, y también hambriento, lo probó y lo que descubrió fue una delicia de sabor inigualable. 

Roquefort
Un trozo de queso olvidado en una cueva, origen legendario del primer Roquefort

Con el tiempo, la leyenda adoptó tintes románticos: algunos dicen que el pastor, tras dejar en una cueva de la Roca de Combalou su pan de centeno y una cuajada de leche de oveja para protegerlos del calor, quedó hipnotizado por la visión de una hermosa joven, que pasaba por allí. La siguió sin descanso, caminando hasta perderla de vista. Cuando regresó, exhausto y hambriento, encontró su pan cubierto de mohos finos y la cuajada salpicada de vetas verdosas. La probó y descubrió, asombrado, que aquella humilde cuajada se había transformado en el primer Roquefort

El interior subterráneo de las Caves Société


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Un gran mural nos sitúa los espacios que veremos durante la visita a Caves Société

Al salir de la sala 3D, nos encontramos frente a una pared que revela un impresionante plano del edificio de las Caves Société. Este gran dibujo, como si fuera una vista en sección, permite apreciar la magnitud de la estructura subterránea. Podemos localizar los puntos exactos que recorreremos durante la visita y distinguir aquellas áreas no abiertas al público, donde se concentran los espacios de fabricación y las zonas técnicas. Este esquema ayuda a comprender que lo visible en el exterior es apenas una mínima parte de un universo subterráneo mucho más amplio.

Las fleurines, el aliento de la montaña


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Las fleurines son fisuras naturales formadas tras el derrumbe del macizo de Combalou

Seguimos nuestra visita hasta el corazón de las Caves Roquefort Société, donde nos permiten asomarnos a una de esas grietas por donde la montaña “respira”. Descubrimos un fenómeno natural, tan discreto como esencial: las fleurines, el verdadero regulador del clima de las bodegas. A través de estas grietas o pequeños túneles, cuyo nombre proviene del occitano flarina —que significa “soplar”—, circula un aire fresco y constante, una especie de “ventilación” natural que airea las galerías y crea las condiciones perfectas para la formación del queso Roquefort.

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Las fleurines son conductos naturales que conectan el interior de la cueva con el exterior

Cuando en el exterior hace mucho calor, el aire circula con mayor intensidad, manteniendo una temperatura constante en el interior. En invierno, en cambio, el flujo de aire se detiene porque no hay diferencia térmica entre el exterior y las galerías subterráneas. Para mantener el equilibrio perfecto, los maestros afinadores colocan puertas o compuertas frente a estos canales, regulando de manera artesanal tanto el flujo de aire como la temperatura, que oscila entre los 8 y los 19 °C según la época del año.

El arte de fabricar Roquefort


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Aquí podemos ver la ubicación de la sala de proyección en el laberinto de cuevas de Société

Tras descubrir este fenómeno natural, el recorrido continúa hacia una sala de proyección donde se presenta, a través de un vídeo, el proceso de producción del Roquefort y la importancia de la leche de las ovejas y los ganaderos. A estas alturas de la visita seguimos en lo que podríamos llamar el nivel cero de la bodega. Las Caves Société se organizan en ocho niveles subterráneos, de los cuales cuatro están abiertos al público. Durante todo el año, la temperatura en el interior de las bodegas se mantiene entre los 8 y 10 °C, con una humedad constante cercana al 90 %, por lo que, sin importar la época del año en que se visite, se recomienda llevar una prenda de abrigo

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Ordeño mecánico de ovejas. Realizado por 1ª vez en Mas de Roquefort por la Société des Caves (1931)

En el vídeo seguimos el rastro de las ovejas Lacaune, que siguen pastando desde hace siglos en los Grands Causses, esas mesetas áridas y ondulantes del sur del Macizo Central francés. La producción de Roquefort está íntimamente ligada al ritmo de la naturaleza. La colecta de leche comienza en diciembre y se prolonga hasta finales de junio, coincidiendo con el período de ordeño de las ovejas. El resto del año no hay producción, ya que los rebaños entran en gestación y las bodegas de afinado permanecen vacías.

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El mural muestra la superficie de las bodegas de afinado del Roquefort Société dentro de la montaña

La zona de recolección de leche se extiende en un radio de 120 kilómetros alrededor de Roquefort-sur-Soulzon y abarca varios departamentos. El queso se fabrica en el departamento de Aveyron, pero su afinado se lleva a cabo exclusivamente en el pueblo de Roquefort-sur-Soulzon, lo que confiere a esta denominación su carácter único. Hoy existen siete marcas de Roquefort, y Société es la más grande, responsable de aproximadamente el 60 % de la producción total.

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Imagen antigua. Roquefort-sur-Soulzon. Recepción de leche. Société des Caves

En la actualidad, la leche destinada a la elaboración del Roquefort Société procede de 18 granjas de ovejas situadas entre los departamentos del Tarn y del Aveyron, donde la raza Lacaune sigue siendo la gran protagonista y garante de la calidad de esta denominación de origen. El nombre de Lacaune proviene de un pequeño municipio del Tarn, y su linaje es fruto de la unión de varias razas locales (Camarés, Larzac, Lauraguaise…) que, desde 1902, dieron forma a esta estirpe resistente y lechera

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Imagen antigua. Fabricación de quesos en la lechería de la Société des caves

Durante el verano, cuando el calor abrasa el altiplano de Larzac, las ovejas solo pastan de madrugada, entre las 5:30 y las 8:30, antes de resguardarse. Su alimentación, compuesta en un 80 % por forrajes, cebada, colza o soja, asegura una leche de calidad excepcional. Cada oveja consume unos 3 kg de alimento al día, lo que supone entre 800 y 1.000 kg de materia seca al año. Una oveja puede dar entre uno y tres corderos y produce alrededor de 250 litros de leche al año, pero esta producción no es uniforme. 

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Un ‘pan’ de Roquefort requiere entre 11,5 y 14 litros de leche de oveja

Entre diciembre y junio, el ordeño dura unos 180 a 200 días: en diciembre, cada oveja produce unos 3 litros diarios, mientras que en junio apenas alcanza medio litro. Para elaborar un solo “pan” de Roquefort se necesitan 12 litros de leche cruda y entera. En los inicios de la temporada se requieren hasta 14 litros, pero al final, cuando la leche es más rica en grasa, solo hacen falta 11,5 litros. Los quesos producidos al final de la campaña son más grasos y, por su menor capacidad de conservación, se consumen antes.

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Con 5.000 litros de leche y 4 gramos de Penicillium se elaboran 400 Roqueforts

Antes de comenzar la transformación, en las Caves Société se verifica cuidadosamente que la leche esté limpia y libre de bacterias, un requisito fundamental para garantizar la calidad del queso. Para fermentar 5.000 litros de leche, se añade una dosis de apenas 4 gramos de Penicillium roqueforti, el hongo esencial para el característico veteado azul del Roquefort. Esta cantidad es suficiente para producir unos 400 quesos, cada uno de aproximadamente 3 kilos. Los quesos se moldean en recipientes de 10 centímetros de altura por 20 centímetros de diámetro.

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Postales antiguas de Caves Société. Fabricación de quesos: moldeado (1950) y salado (1945)

Una vez moldeado, el queso pasa por prensas que le dan su forma definitiva. A continuación, se procede a la salazón, aplicando alrededor de 100 gramos de sal en la superficie, y se somete a un proceso de picado: una fase crucial en la que se introducen agujas largas y finas que atraviesan el queso de arriba a abajo para facilitar la circulación del oxígeno en su interior, fundamental para el desarrollo del Penicillium y el característico veteado azul. Este proceso dura aproximadamente ocho días, tras los cuales los quesos se trasladan a las bodegas para iniciar la fase de afinado y maduración.

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En estas tablas de roble comienza la lenta transformación del queso en auténtico Roquefort

La metamorfosis silenciosa se realiza sobre tablas de madera de roble y al abrigo de la piedra, y en pocos días los “panes” de queso se transforman poco a poco en Roquefort, guiados por el ojo experto del maestro afinador. Aún hoy, estos maestros queseros confían en los soplos naturales de las fleurines para regular la temperatura y la humedad de las galerías. No hay máquinas ni tecnología sofisticada que sustituyan esta sabiduría, perfeccionada a lo largo de generaciones. Son las manos expertas y la intuición humana las que deciden si se abre o se cierra una fleurine, sabiendo que ello determinará el carácter único del queso.

La Cave Reynes: la bodega de Roquefort más antigua


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Entramos en la bodega más antigua de Cave Société

Tras el vídeo sobre la producción del Roquefort, la visita continúa ascendiendo un tramo de escaleras y atravesando un estrecho túnel de piedra, donde la humedad y el frescor se hacen más palpables, hasta alcanzar la Cave Reynes: la más antigua de todas las bodegas de Cave Société. Sus paredes de piedra cuentan siglos de historia. Aquí se comprende por qué el Roquefort ha conquistado un lugar de honor en la mesa francesa, ganándose el título de “Rey de los quesos”. 

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La Cave Rue del nivel superior vacía de quesos Roquefort

La Cave Reynes nos enseña que este queso no es solo un producto gastronómico, sino un verdadero patrimonio vivo que sigue evolucionando en cada afinado. Durante nuestra visita también nos adentramos en la Cave Rue, otra de las bodegas donde se madura el queso Roquefort. El nivel superior de una superficie en planta de 590 m², tiene 1.020 m² dedicados al afinado (en las estanterías) y una capacidad para 33.000 panes de Roquefort.

El afinado y la maduración


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Imagen antigua. Bodegas Roquefort Société. El Maestro afinador garantiza la calidad de los quesos

El afinado es la clave del Roquefort. Cada cueva cuenta con su propio maestro afinador, que necesita más de 15 años de experiencia para conocerla a fondo. Su trabajo consiste en regular con precisión las corrientes de aire de las fleurines, jugando con la temperatura y la humedad. Basta un grado de diferencia para alterar todo el proceso. En las Caves Société, los panes de queso reposan sobre tablas de madera recubiertas de plástico, que ayudan a mantener la higrometría perfecta. 

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Imagen antigua. Maduración de los quesos de Roquefort

A lo largo de 14 a 25 días, el Penicillium roqueforti va obrando su magia en un ambiente estable de 12 °C. Cuando el maestro afinador considera que el moho azul ha alcanzado su punto justo de desarrollo, los quesos se envuelven cuidadosamente y pasan a cámaras frías para continuar su lenta maduración. Desde el momento en que se fabrica, cada Roquefort requiere al menos 90 días para alcanzar su plenitud.

El Penicillium roqueforti, el alma azul del queso

Caves Société
En Caves Société cultivan sus propias cepas de Penicillium roqueforti

Hablar del Roquefort sin mencionar el Penicillium roqueforti sería como hablar de vino sin mencionar las viñas. Este hongo, que florece de forma natural en las cuevas del Combalou, es el responsable de las vetas azul verdosas que atraviesan el queso Roquefort y de los sabores intensos y complejos que lo hacen inconfundible. En las Caves Société, se seleccionan y cultivan cuidadosamente cepas propias de Penicillium roqueforti, adaptadas al carácter de cada cueva. 

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Placa de laboratorio que contiene un cultivo del hongo Penicillium roqueforti

No existe un único Roquefort: cada afinado es una obra única porque cada cueva emplea una cepa distinta del hongo, lo que da lugar a matices de sabor y aroma. Durante la visita descubrimos que Société trabaja con tres cepas distintas de Penicillium roqueforti, cada una asociada a una de sus cuevas (Roquefort 1863, Cave des Templiers y Caves Baragnaudes), lo que da lugar a tres Roqueforts únicos

Cave Rue


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La Cave Rue del nivel inferior llena de quesos Roquefort

Tras recorrer la Cave Rue en el nivel +1, que en el momento de nuestra visita en junio, estaba vacía, descendemos hasta el nivel -1 de la misma bodega. Aquí, el ambiente cambia por completo: las estanterías están repletas de “panes” de Roquefort en distintas fases de afinado. Este segundo piso, con 700 m² de superficie en el suelo y 780 m² dedicados al afinado, tiene capacidad para unos 23.700 quesos de Roquefort, lo que da una idea de la magnitud de estas galerías.

Las Caves Société, una de las primeras sociedades de Francia


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Diplomas y exposiciones que reflejan el prestigio histórico de Société

La historia de Société comienza en 1842, cuando quince afinadores decidieron unir fuerzas para hacer frente a los desafíos de la Revolución Industrial. Esta unión daría lugar a la Société Civile de Roquefort, una de las primeras sociedades fundadas en Francia. Con el tiempo, esta alianza permitió mejorar la producción, perfeccionar los métodos de fabricación y garantizar la prosperidad tanto de grandes como de pequeños ganaderos.

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Algunos de los logros de Étienne Coupiac que pueden verse en la sala de exposición

En 1851, la empresa se formaliza y, en 1863, Étienne Coupiac, su visionario director —apodado “Coupiac el rojo” registra la marca “SOCIÉTÉ®” con su icónico sello ovalado. Coupiac revolucionó el trabajo en las cuevas, introdujo innovaciones como la máquina picadora para perforar los quesos y una cepilladora mecánica, multiplicando la eficiencia sin renunciar a la calidad artesanal. El crecimiento fue imparable: en 1882, Société producía ya 1.560 toneladas de Roquefort, cifra que aumentaría aún más con la llegada del ferrocarril. 

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Carteles publicitarios de Société del siglo XX

A finales del siglo XIX, la marca se democratiza. Coupiac lo resumió así: “El queso Roquefort es el rey de los quesos; ahora que este producto, hasta ahora aristocrático, va a estar al alcance de todos, de reaccionario se vuelve republicano”. En 1890 se crea el primer laboratorio de control de calidad, impulsando avances técnicos como las zonas refrigeradas para optimizar los stocks. Este espíritu de innovación permitió a Société atravesar sin problemas los retos del siglo XX.

El Roquefort fue el primer queso en obtener la AOP

Société
Antiguos carteles publicitarios de Roquefort Société, testimonio de su legado centenario

En 1925, bajo la dirección de Émile Masclet, Société obtuvo la Appellation d’Origine Contrôlée (AOC), Denominación de Origen Controlada, siendo el primer queso del mundo en recibir este reconocimiento. En 1996, este reconocimiento se consolidó en Europa con la Appellation d’Origine Protégée (AOP), Denominación de Origen Protegida, que ha celebrado su centenario en 2025. Hoy, con casi dos siglos de historia y como parte del grupo Lactalis desde 1992, sigue innovando dando nueva vida al Roquefort en aperitivos, postres y recetas creativas. 

La sala de degustación: un viaje de sabores


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Una cata de queso Roquefort nos espera al final de la visita a las bodegas Société

La visita a estas bodegas de Roquefort culmina con una degustación de queso Roquefort AOP Société, cada uno con su carácter y matices propios. Antes de probarlos, la guía ofrece consejos sobre cómo conservar y servir este queso. El Roquefort debe protegerse en su embalaje original o envuelto en papel de aluminio. Conviene guardarlo en la parte baja del frigorífico y evitar los cambios bruscos de temperatura. El Roquefort debe “respirar” antes de servirse: lo ideal es sacarlo una hora antes, para que despliegue toda su textura, aroma y sabor.

El arte de la cata del Roquefort


Caves Société
Cada Roquefort revela el carácter de su Penicillium y entorno de afinado

La cata de las cuatro variedades de queso Roquefort Société nos permite descubrir cómo la cepa de Penicillium roqueforti y el entorno de cada cueva, imprimen su propio sello. Aunque el Roquefort es un tesoro gastronómico, no todos pueden disfrutarlo sin riesgos. Las autoridades sanitarias francesas desaconsejan su consumo a personas con un sistema inmunitario debilitado, mujeres embarazadas y menores de cinco años.

Roquefort
Roquefort 1863, el queso más emblemático de Société

Roquefort 1863: es el más emblemático de Caves Société y el de producción más amplia. Equilibrado, con un veteado discreto color marfil y una armonía perfecta entre fuerza y suavidad. Es el Roquefort “comodín” para utilizar en recetas y es el más fácil de encontrar en supermercados en España.

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Un queso Roquefort ideal para tablas gourmet y maridajes delicados

Caves Abeille: reconocible al instante por su color marfil intenso y su veteado verde esmeralda delicado y armonioso. Es más suave y dulce que el Roquefort 1863. Este queso representa el equilibrio perfecto entre textura, sabor y carácter, heredero de la larga tradición de Société.

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El Roquefort AOP Société Cave des Templiers combina perfectamente con carnes blancas

Cave des Templiers: su pasta blanca contrasta con un veteado profundo, casi negro, que le proporciona un sabor más pronunciado. Es el más intenso de la gama de quesos Roquefort de Société, con una textura más fundente y cremosa. Su rareza lo convierte en una joya para los amantes de sabores potentes.

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El Roquefort Caves Baragnaudes es más untuoso y persiste más tiempo en la boca

Caves Baragnaudes: de color marfil y vetas verde pálido, es delicado y aromático. Primero sorprende su cremosidad y notas de miel o sotobosque, para luego desplegar una fuerza que persiste en el paladar. El Baragnaudes suele ser el preferido por los aficionados, considerado una joya que expresa el sabor más refinado de este queso legendario. Las variedades Templiers y Baragnaudes se comercializan exclusivamente en Francia, lo que las convierte en una tentación reservada para los paladares locales o para quienes visitan el país.

Maridajes que conquistan al Roquefort


Roquefort
Antigua postal publicitaria de Société con la receta de la tortilla de Lapeyrière

El Roquefort brilla junto a ingredientes como higos, peras, nueces, trufa o incluso pollo asado y tocino. Para los más atrevidos, se puede combinar con frutas frescas como piña o pomelo, o con verduras como el apio, el brócoli o la calabaza. En cuanto a bebidas, los maridajes clásicos son los vinos dulces como un Rivesaltes o un buen Oporto.

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Antigua postal publicitaria de Société con la receta “Les Palets Prinsky”

Sin embargo, el célebre gastrónomo Curnonsky prefería combinarlo con grandes tintos secos, dependiendo de la maduración del queso. Para paladares curiosos, el Roquefort combina de forma extraordinaria con cerveza negra tipo Imperial Stout, de notas torrefactas de café y chocolate. O incluso con café de Brasil, creando una explosión de aromas tostados y frutales que realzan el carácter del Roquefort.

La sala de exposición: casi dos siglos de historia


Caves Société
La sala de exposición muestra la historia de la empresa Société

La última etapa de la visita nos sumerge en la memoria de Société, a través de imágenes, documentos históricos y objetos que cuentan más de un siglo y medio de historia. Las paredes están cubiertas con grandes carteles publicitarios de distintas épocas, desde los primeros carteles con ilustraciones artesanales hasta las campañas más recientes que han hecho del roquefort un icono gastronómico.

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El óvalo de Société, emblema de la marca

Varias pantallas muestran un recorrido cronológico por los hitos de la marca: el depósito de la marca registrada en 1863, los croquis de la maquinaria pionera que revolucionó el afinado, y los diplomas y medallas obtenidos en Exposiciones Internacionales de ciencia e industria. En este espacio, es fácil comprender cómo Société ha sabido innovar sin traicionar sus raíces, manteniendo su carácter único y su lugar de honor en la gastronomía francesa y mundial. 

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Las bodegas de Roquefort Société, cuna del queso más famoso de Francia

Con su veteado inconfundible, aroma penetrante y sabor intenso, el Roquefort impone respeto. “Le Roquefort, c’est fort”, dicen en Francia, ¡y con razón! Su fuerza es su mayor virtud, un regreso al sabor auténtico que desafía la estandarización de los productos actuales. Claude Lévi-Strauss lo resumió con precisión: “No basta con que un alimento sea bueno para comer, también debe ser bueno para pensar en él”. Degustar Roquefort es mucho más que saborear un queso, es vivir una experiencia cultural que combina terroir, tradición y maestría. Y eso, a Planeta Dunia, le encanta.

Más información: Caves de Roquefort Société. Dirección: 2 Avenue François Galtier, 12250 Roquefort-sur-Soulzon. Teléfono: +33 565 585 438. La visita a las Caves Société® se encuentra en la parte alta del pueblo. Las oficinas de Caves Société están en 15 Avenue de Lauras, pero no están abiertas al público. Desde este punto, la entrada a las bodegas está a unos 550 metros (aprox. 8 minutos a pie). Dispone de un aparcamiento gratuito frente al acceso de entrada. Horario: En agosto, diariamente de 10 a 17:30 h. En septiembre, diariamente de 10 a 12 h y de 13:30 a 17 h. De octubre a julio, diariamente de 10 a 12 h y de 13:30 a 16:30 h. Entrada: Visita guiada a las bodegas de Roquefort Société y degustación de tres quesos Roquefort: 7’5 €. Web: Caves de Roquefort Société

Toda la información generada durante mi viaje a las bodegas de Roquefort Société puede consultarse a través de los hashtags #Roquefort100Años y #Aveyron.

Qué más ver cerca

A tan solo 26 kilómetros al norte se encuentra Millau, una ciudad rodeada de paisajes espectaculares del Parque Natural Regional de Grands Causses. Además de su célebre viaducto, una obra maestra de la ingeniería moderna, Millau conserva un casco antiguo encantador, con calles empedradas, plazas animadas y talleres donde aún se elaboran los tradicionales guantes de piel que dieron fama a la ciudad.

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