Saissac: al abrigo de la Montaña Negra
Nada más llegar uno se percata de que en este lugar, se respira tranquilidad por los cuatro costados y aunque la historia de Saissac viene de muy antiguo, (se tienen noticias de ella en el año 950), no parece haberse quedado relegada en el tiempo, si acaso, en el silencio.
Una vez hemos aparcado el coche lo primero que llama nuestra atención es, la panorámica de los campos, la atmósfera que se despierta con la niebla matinal. El color de las nubes y la imagen en el horizonte de las cumbres de los Pirineos cubiertas de nieve. Hay un improvisado mirador a pie de carretera desde donde se divisa este maravilloso paisaje y lo que queda del Castillo de Saissac. Sabedores de que la vista desaparecerá en pocos instantes, inmortalizamos los colores de la mañana para la posteridad y comenzamos nuestro descubrimiento del lugar.
En nuestro callejear encontramos a cuatro o cinco habitantes; amas de casa que salen baguette en mano de la boulangerie y un par de ancianos que comentan el tiempo, seguramente prediciendo con exactitud lo que deparará el día. Un par de caminos indican la dirección hacia el Castillo de Saissac, pero hemos leído que hay alguna curiosidad en esta pequeña población que vale la pena ver, así que decidimos perdernos sin mapa alguno, con la premisa de no tener prisa en acabar esta visita.
El siguiente descubrimiento que hacemos, son los restos de unas torres altas, se cree que formaban parte de un antiguo castillo del año 1000. La torre ubicada al oeste es más pequeña que la situada en el lado este, con planta cuadrada y cuatro pisos de altura. La otra es conocida con el nombre de Tour Grosse, la gran torre se alza maciza e imponente, dando la bienvenida al visitante. Aquí se ubica un pequeño museo de viejos oficios y en la planta baja es posible solicitar información turística de Saissac.
Descubre Saissac a tu ritmo |
El casco medieval de Saissac conserva algunas casas dignas de ver, con interesantes saledizos en las ventanas, arcos medievales en las puertas, muros de piedra o fachadas decoradas con antiguas esculturas. Es hora de dejarse llevar por el instinto y la sinuosidad de las calles. Es hora de disfrutar del Slow Travel.