La Madre Naturaleza en la
región suiza de Friburgo, llama a sus estresados hijos e hiperconectadas hijas,
a volver a la autenticidad de las
sensaciones, como cuando éramos niños. La Naturaleza ha sido generosa en
Suiza y está pensada para que camines descalzo por los inmensos pastos alpinos. Pastos cubiertos de una
alfombra tupida color verde salpicada de miles de flores con las que se
alimentan en verano todos los rebaños de vacas.
Vacas pastando en el Moléson
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No podemos tomar a la ligera
esta combinación de elementos: hierba,
flores, buen tiempo y vacas, pues la ingesta de la enorme variedad floral
por parte de las rumiantes lecheras, dará una leche que en invierno no
acontece. Esta “leche de verano suizo” producirá un queso de temporada que se
apellida “d’Alpage” (de montaña). Así que, si tienes la oportunidad de conocer
Suiza en época de buen tiempo (de mayo a octubre), cuando sus vacas producen la
mejor leche ¡rica en omega3!, también te aseguras de probar las diferentes
clases de quesos d’Alpage que no
encontrarás en invierno.
El queso Gruyère está considerado el rey de los quesos, o al menos,
eso es lo que dicen los suizos. Su receta ancestral se transmite de generación
en generación y se elabora con leche cruda, desde hace ya ¡9 siglos! Lo que muy
poca gente sabe, es que el Gruyère es un queso
sin lactosa ideal para aquellos que tienen intolerancia. En la ciudad suiza
de Gruyères se encuentra La Maison du Gruyère donde se puede conocer la historia y la elaboración de este queso, así como ver
en funcionamiento su quesería, todos
los días del año. Las visitas (de entre 30 y 45 minutos de duración) se pueden
realizar acompañados de una audioguía gratuita, disponible en 13 idiomas (incluido
el español). En la tienda de La Maison du Gruyère podrás probar las
diferentes variedades AOP de quesos que aquí se fabrican, comprarlos o comer en
el restaurante el menú del día que cuesta 18.50 CHF (1 Franco suizo CHF equivale
a 0,87 € aproximadamente).
Uno de los lugares
recomendables para comer un buen surtido de quesos suizos es en la Buvette d’Alpage du Gros-Plané un restaurante ubicado en una auténtica quesería de los Prealpes
construida en 1922 y que es una de las “Buvette” (pequeño establecimiento donde
se sirven bebidas y comidas ligeras) más antiguas de la región de Friburgo. 4
generaciones de la familia Progin han
regentado este local y elaborado sus propios quesos de forma artesanal en un
entorno de auténtica naturaleza y ¡con el olor penetrante a vacas y pasto! Si
te molesta el olor a vaquería es mejor que no te acerques a este lugar, pero te
perderás el Vacherin, el Gruyère y el
Sérac más deliciosos de Suiza.
Casa en Gruyères
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Te sugiero que contemples las
montañas desde el porche de madera, de una cabaña suiza y te olvides del ruido e incluso de las palabras, porque lo que
verdaderamente importa es la rugosidad de la corteza de los árboles, el frescor
del agua que recorre los riachuelos, el olor que se deprende de las chimeneas
de las cocinas y aquel tintineo lejano de los cencerros del ganado, que se
repite como un mantra y que deja los sentidos extasiados de paz. Respirar el
aire puro que impregna el ambiente, es como si pudieras abrazarte a una nube de oxígeno puro ¡con carga de energía positiva
extra!
Un retiro del alma, una
llamada salvaje e infantil que invita a corretear como si fuéramos niños, despreocupados de todo lo que no está
presente en ese preciso momento. Reírnos con las cosquillas que producen
miles de mariposas en la palma de la mano. Alejarse de las carreteras en busca
del silencio del paisaje montañoso, para escuchar a sus habitantes o, el ulular
de las aves nocturnas.
Cabras en la cima del Moléson
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Desintoxicación urbana en la región de Friburgo, pero también
desconexión. Pisar Suiza es pisar la Casa de Heidi, es tumbarse en la hierba e
imaginarte formas dibujadas en las nubes. Pisar Suiza es observar y seguir a hurtadillas a una simpática cabra
en la cima del Moléson, hasta que alguien un poco más adulto que nosotros, te
llama para ir a comer o a atender en las tareas de la granja.
Casa en Gruyères
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¿Por qué no? Por un momento deseo hundir mis manos en una masa de pan
de centeno, cuya receta permite que el pan se conserve durante 3 años: el Walliser
Roggenbrot ¡es un pan qué tiene mucha miga! Quiero quedarme con esa sensación
de cosquilleo en la nariz al moler la
harina fina de maíz del Valle de Galtern y fabricar mi propio queso Gruyère
d’Alpage a los pies del Monte Moléson para llevarme a casa un pedacito de
gastronomía, saber hacer y tradición suiza.
Moléson-Sur-Gruyéres sirve de
puerta de entrada al símbolo prealpino
de la región de Friburgo: el Moléson (un gigante de 2.002 metros de altura que acoge
la estación de esquí más importante de la zona). El ascenso al Moléson se
realiza en dos tiempos gracias a un funicular y un teleférico que permiten
contemplar un hermoso paisaje de rocas y
agua, y es que desde la cima del Moléson, es posible contemplar los Alpes y
el Lago de Ginebra. El precio del Forfait completo cuesta 30 CHF.
Teleférico en la cima del Moléson
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Quizás mi regreso a la
infancia perdure un poco más y sólo tenga que sacar el adulto en la región de
Friburgo, para probar la antigua bebida prohibida:
la absenta. Dicen que la absenta tiene propiedades medicinales debido a sus 3
principales ingredientes: el ajenjo, el anís y el hinojo. La historia de la
absenta también está vinculada a la liberación de la mujer del siglo XIX, de
una manera u otra, las señoras tenían permiso para beberla, gracias al color
blanco discreto y respetable de la bebida. ¡Yo también quiero liberarme en
Suiza!
La ventaja de ser adulto, en
mayor o menor medida, es que puedes descubrir uno de los viñedos más pequeños de Suiza ubicados junto al Lago
Murten y probar los diferentes vinos que elaboran los 24 viñedos del Monte Vully. Si quieres probar vinos como el
Freiburger, Traminer, Riesling Sylvana o Chasselas puedes hacer una cata y
visita en diferentes bodegas. Yo me enamoré del Chasselas y el Pinoit gris en
la Cave du Vieux de Praz.
Lago de Montsalvens en Broc
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Me escapo de las tareas
diarias en la granja para descalzarme de nuevo ¡qué manía! Necesito la caricia de los prados verdes suizos llenos de margaritas.
Dicen que en la región prealpina de Friburgo hay magníficos senderos para
senderistas, ciclistas, alpinistas y amantes de la naturaleza en general. Además
de perderse por senderos rodeados de hierba, en Alp Tsermont encontrarás tal
cantidad de hierbas medicinales y flores, que las vacas de aquí producen la mejor leche para la elaboración de quesos.
Unos quesos ricos en ácidos grasos omega3 y que se conservan,
sorprendentemente, aunque el queso se caliente en una deliciosa fondue o el queso
permanezca mucho tiempo almacenado.
Desde bien temprano de la
mañana, en Alp Tsermont, resuena la
actividad de las queserías como si fuera una melodía, un concierto a 1.500
metros de altitud con el aforo completo de enormes vacas ¡vacas suizas!. Vuelvo
corriendo con los zapatos en la mano con el caprichoso deseo de ordeñar una de
esas vacas blancas con manchas negras ¿o son vacas negras con manchas blancas? Deseo lavarme las manos en uno de esos
riachuelos suizos bordeados de flores y de hierba fresca y esperar mi turno
en un taburete de madera mientras miro hacia el trintsâbyo; una estancia donde se encuentra un caldero de cobre con
capacidad de 800 litros de leche y que pende situado sobre un fuego de leña,
listo para elaborar queso.
Mis recuerdos me llevan al
tazón de leche que te deja un bigote pintado de color blanco y la maravillosa Double Crème que aquí en Suiza es como
una institución. Puedes comerla a cucharadas directamente desde los boles de
madera donde la sirven, ponerte Double Crème en el café, hacerte una rebanada
de pan con una loncha de queso Gruyère, mermelada casera y Double Crème para
desayunar, cubrir los deliciosos “Meringue de Gruyères” (merengues ligeros y
con la perfecta dosis de dulzor) o rociarla encima de los helados, créeme, la Double Crème en Suiza está por todas
partes. La mejor Double Crème que probé en este viaje se encuentra en el
Restaurante Romantik Hôtel Le Vignier que además de ofrecer unas maravillosas vistas de los Prealpes y el Lago de la
Gruyère, por 10 CHF tienen los mejores “Meringues
et crème de la Gruyère”.
Tras la dura jornada laboral
suiza (¿y para qué negarlo?, incluso divertida) llega el momento apaciguante de
la cena ¡y no de cualquier comilona! si no de la maravillosa Fondue que brota de la olla caquelon frotada con un
diente de ajo y donde se funde una mezcla de 50% queso Gruyère y 50% queso Vacherin,
mezclados con un aromático vino blanco. A esa mezcla se conoce con el nombre de
“Fondue Moitié-Moitié” (mitad y
mitad), aunque en la Región de Friburgo la auténtica fondue es la de 100% queso
Vacherin y se conoce con el nombre de Fribourgeoise.
Nos encontramos en Buvette d'Alpage Chez Boudji (Broc), una Buvette
donde nos recomiendan no beber nada que
lleve burbujas mientras comemos la fondue y nada de agua durante la hora y
media después de haber comido, para evitar que la fondue se vuelva indigesta.
¡Así que toca beber mucho vino suizo!
La cena se ralentiza a medida
que removemos lentamente la mezcla con nuestro taco de pan atravesado en un
pincho largo y estrecho. Siempre en la misma dirección para no perder el trozo
de pan o de patata hervida, mezclamos el queso hasta dejarlo cremoso y
vigilando a nuestros compañeros de mesa, pues el que pierda dentro de la fondue el contenido de su pincho, deberá
pagar la fondue de todos.
Castillo de Gruyères
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Sólo queda sumergirnos en un
profundo sueño reparador, al estilo de las marmotas que se encuentran en los
valles alpinos de Suiza.
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Señorita, señorita, despierte. Estamos llegando
a Suiza.
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¿Cómo dice?
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El vuelo que salió hace 1 hora y 40 minutos de
Barcelona está llegando al aeropuerto de Zúrich.
La azafata de Swiss me despierta de mi sueño. Desde el aeropuerto de Zúrich abordaré un tren de los Ferrocarriles Suizos SBB y pondré rumbo a la ciudad de Friburgo, pero esa es otra aventura que os contaré más adelante.
Toda la información generada
en redes sociales durante este viaje puede consultarse a través del hashtag #ENAMORADOSdeSUIZA y
#FribourgRegion. Agradecer a Elena Affeltranger y a Maria Muniz de Friburgo Región la
invitación a este viaje de prensa para descubrir un pedacito de Suiza.
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