Cualquier viaje a la
Serenissima debería comenzar en la Piazza San
Marco. Aparecer al despuntar el alba, cuando todavía no
se han apagado, las diminutas luces que iluminan tenuemente las
ventanas de las Procuratie. Cuando apenas se distingue entre la bruma
matinal, lo real de lo onírico.
Estamos delante de una de
las plazas más bonitas del mundo y la más grande de la ciudad de
Venecia. La única a la que llaman “piazza”,
piazza sólo hay una: la Piazza San Marco. Ya en el nombre se pone de
manifiesto su condición única (las demás plazas reciben el nombre
de Campo y si son más pequeñas Campiello o
Piazzetta).
Napoleón dijo de
ella que era “el más bello Salón de Europa”, pero quien mejor
supo trasladar su esencia en palabras fue John Ruskin.
El escritor británico autor del libro Las
piedras
de
Venecia,
detalla la Piazza San Marco en una página de su diario de noviembre
de 1849: “Allí, durante diez
siglos, los deseos de
los hombres han sufrido
las metamorfosis del mar;
allí sus mentes se
han dado encuentro viniendo
del este y del
oeste, y las
corrientes de
cien naciones se
han reunido en un
apretado torbellino, donde
una gloria siempre nueva
emerge de la espuma:
el severo pisano y
el soñador griego y
el árabe inquieto, el
lánguido otomano y el
poderoso teutón; allí, la
paciencia de la temprana
cristiandad y el entusiasmo
de la superstición
medieval, y el fuego
de los antiguos y
el racionalismo de los
infieles recientes, todos
han encontrado su trabajo,
y todos su tiempo.
Allí han sido
esculpidos los
mármoles de
mil montañas,
cada una por quienes
vivían a los pies
de sus laderas, y
las ofertas de mil
islas se han reunido
en una nube de
incienso y de esta
máscara y danza moruna
de reinos y de
épocas surgió la salvaje
armonía del mar, la
más dulce que el
alma humana haya podido
concebir”.
Mientras, sin darnos
cuenta, el sol aparecerá tras la Basílica de San Marco, la luz
cegadora de un nuevo día iluminará las otras joyas que nos aguardan
en esta plaza: la Torre dell’Orologio, el
Palazzo Ducale
y el soberbio Campanile, pero será otro día cuando os relate su
historia. Hoy dejémonos ensimismar por el centro de la vida
veneciana.
Los primeros habitantes
de Venecia construyeron en este lugar el Palacio Ducal y la Basílica
de San Marco a comienzos del siglo IX. La plaza era más pequeña que
la actual y estaba atravesada por un canal que fue cubierto con
tierra a finales del siglo XII. Con el pasar de los años fue
escenario de ceremonias, fiestas, torneos y cabalgatas, hasta el día
de hoy, que preside las fiestas de Carnaval.
Uno puede viajar a Venecia
sin ser Carnaval, pero no debe marcharse sin haber pisado la
Piazza San Marco.
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