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Vista parcial del Acueducto de las Aguas Libres de Lisboa |
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Chafariz de El-Rey (c. 1570-80) |
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Camino peatonal interior del Acueducto de las Aguas Libres |
A lo largo de los siglos,
diferentes monarcas, como Manuel I de
Portugal, Sebastián I de Portugal y Felipe II de España, intentaron mejorar
el suministro de agua, pero fue bajo el reinado del rey Juan V de Portugal, a comienzos del siglo XVIII, cuando se
planificó finalmente el ambicioso proyecto del Acueducto de las Aguas Libres, (en portugués, Aqueduto das Águas Livres) una obra que transformaría el abastecimiento de agua de Lisboa.
Aqueduto das Águas Livres. Museo da Água
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Entrada a la sección principal del acueducto |
El Acueducto de las Aguas Libres está considerado el último gran acueducto clásico construido en el mundo. Encargado
por el rey Juan V de Portugal y
construido entre 1731 y 1799, su financiación fue posible gracias a un impuesto
sobre bienes esenciales como el aceite, el vino y la carne. La obra, promovida
por el Senado Municipal para mejorar el abastecimiento de agua a Lisboa, se
convirtió en una de las mayores
infraestructuras hidráulicas del mundo occidental.
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Camino de acceso al Acueducto de las Aguas Libres |
Tres figuras fueron fundamentales en su diseño y en el desarrollo del urbanismo y la arquitectura portuguesa del siglo XVIII: Manuel da Maia, responsable de la planificación urbana del acueducto; Custódio Vieira, encargado de la ingeniería; y Carlos Mardel, quien dirigió la arquitectura y el diseño urbano del monumento.
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Galería interior del Acueducto de las Aguas Libres iluminada con lucernarios |
Con una fusión del estilo barroco de Europa Central y el estilo sobrio de los
ingenieros militares portugueses, Carlos
Mardel aportó elegancia y refinamiento, reforzando la arquitectura
simbólica del poder mediante detalles como la colocación de lucernarios clásicos a lo largo del
acueducto en el Valle de Alcântara, el Arco das Amoreiras y el Chafariz do
Rato, creando una unidad estética en
todo el recorrido del acueducto por Lisboa.
Arquitectura del Acueducto de las Aguas Libres
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Galería interior del Acueducto de las Aguas Libres |
Construido con bloques de piedra caliza procedentes de la región de Lisboa, el Acueducto de las Aguas Libres es una obra maestra de la ingeniería barroca portuguesa. Su estructura principal, conocida como el Acueducto General, consta de una sección principal de 14 kilómetros de longitud, a los que se suman unos 32 kilómetros de acueductos secundarios fuera de Lisboa y 12 kilómetros adicionales de galerías subterráneas que abastecían las fuentes de la ciudad.
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Llave en el interior de una de las galerías del Acueducto de las Aguas Libres |
En total, el sistema
hidráulico alcanzaba unos 58 kilómetros de extensión. En su diseño interior se observa
la proporción vitruviana, con techos
que combinan bóvedas de cañón a lo
largo del recorrido y bóvedas de arista
en las salidas sin lucernarios. Su tipología constructiva revela la variedad de
técnicas empleadas, desde la sillería y la albañilería de piedra irregular
hasta la mampostería de ladrillo macizo, muestra del dominio técnico de sus
constructores.
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Vista antigua de la Serra da Estrela - Chafariz de El-Rei |
La planificación del acueducto
respondía a dos objetivos principales. En su tramo inicial, desde los manantiales de Sintra hasta su llegada a
Lisboa, primaba la función utilitaria: transportar
el agua, almacenarla en el
depósito final y distribuirla por
las diversas fuentes de la ciudad. Ya dentro de Lisboa, el recorrido adquiría
un valor simbólico y monumental,
convirtiéndose en un emblema arquitectónico y urbano del poder y la prosperidad
del siglo XVIII.
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El Acueducto de las Aguas Libres a su paso por el Valle de Alcântara según J. Clark (1809) |
El tramo más emblemático
corresponde al conjunto de arcos que
cruza el Valle de Alcântara, una estructura de 941 metros de longitud
finalizada en 1744. Su arco ojival
central, de piedra, es el mayor del
mundo construido en un solo vano, con 65 metros de altura y 29 de anchura.
Tras el devastador terremoto de Lisboa
de 1755, que arrasó gran parte de Lisboa, el acueducto apenas sufrió daños, perdiendo solo tres de sus dieciséis claraboyas de esta arcada, lo que confirmó su
extraordinaria solidez estructural.
Agua e Ingeniería del Acueducto de las Aguas Libres
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Vista antigua de los arcos y Reservatório da Mãe d’Água das Amoreiras |
El Acueducto de las Aguas Libres nace en el manantial de Mãe d’Água Velha, en Sintra, y finaliza en Lisboa, en el Depósito de la Mãe d’Água (en portugués, Reservatório da Mãe D’Água das Amoreiras). Se abastecía de 58 manantiales distribuidos por los municipios de Sintra, Odivelas, Amadora, Oeiras y Lisboa, transportando el agua tanto en superficie como bajo tierra, aprovechando la fuerza de la gravedad y un ingenioso sistema de vasos comunicantes.
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En esta vista del Acueducto de las Aguas Libres pueden verse los pilares rectangulares (c. 1908) |
Para atravesar los valles más profundos —como los de Carenque, Reboleira, Damaia y Alcântara—, la infraestructura hidráulica se compone de una sucesión de arcos de medio punto, que en ciertos tramos adoptan formas rebajadas o apuntadas para adaptarse a la topografía del terreno. El tramo más largo del acueducto discurre al aire libre, con arcos apoyados sobre pilares rectangulares que refuerzan su estabilidad estructural en los puntos de mayor desnivel.
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El acueducto atraviesa tanto zonas rurales como urbanas de cinco municipios diferentes |
En el Valle de Alcântara, catorce de los treinta y cinco arcos presentan forma apuntada y cruzan la parte más profunda del valle sin necesidad de un segundo nivel. Este tramo incluía además dos caminos peatonales: uno de ellos, conocido como Ponte das Arcos, que fue utilizado por personas y animales para entrar y salir de la ciudad de Lisboa hasta 1852, convirtiéndose en una vía de tránsito esencial entre la ciudad y su entorno rural, y que se transformó en el escenario de una de las historias más inquietantes del Acueducto de las Aguas Libres, protagonizada por un bandido que marcaría la memoria colectiva de Lisboa: Diogo Alves.
Diogo Alves, el asesino en serie del acueducto
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Diogo Alves según litografía de J. L. Caldeira (1840) |
Cuando cae la noche sobre Lisboa
y el viento sopla entre los arcos del Acueducto
de las Aguas Libres, aún hay quien asegura oír pasos en lo alto de los
arcos del Valle de Alcântara. No son
los de un viajero despistado, ni los de un guardia tardío, sino los ecos de un fantasma condenado: el de Diogo Alves, el bandido gallego que
convirtió el acueducto en escenario del horror.
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Imagen de un antiguo boleeiro de la ciudad de Lisboa (entre 1825 y 1850) |
Como tantos compatriotas suyos, comenzó trabajando como boleeiro, cochero al servicio de las familias lisboetas, y durante años se le consideró un hombre trabajador y honesto. Nadie hubiera imaginado que aquel muchacho obediente acabaría grabando su nombre en la historia negra de Lisboa. El cambio se produjo, según cuentan los viejos folletos populares, cuando conoció a Gertrudes Maria, apodada a Parreirinha, una tabernera portuguesa separada del marido y madre de dos hijos que regentaba una tasca en la ruela das Águas Boas.
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Vista panorámica del Acueducto sobre el Valle de Alcântara. Grabado a color de T. Bowles |
Su taberna, dicen, era sombría, mal ventilada y frecuentada por gentes de dudosa reputación. Los autores de la época la describieron como una mujer vulgar, de carácter fuerte, tan peligrosa como fascinante. Diogo se enamoró de ella, y aquel amor lo arrastró a una espiral de juego, bebida y violencia. Perdió su empleo, su reputación y, finalmente, la cordura. Desde entonces, Lisboa conoció al hombre que el pueblo bautizó como O Pancada, el golpeado, el desdichado. Entre 1836 y 1839, Diogo descubrió en el Acueducto das Águas Libres su escenario perfecto para cometer 709 crímenes.
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Detalles de altura y anchura del Arco Grande en el Acueducto de las Aguas Libres |
Con una llave falsa —nadie sabe de dónde la obtuvo— accedía a una de las galerías interiores del acueducto y
aguardaba a los transeúntes solitarios que cruzaban el “caminho dos arcos” desde los barrios de Benfica hacia el centro.
Su método era tan cruel como sistemático: los asaltaba, los robaba y, para no
dejar testigos, los arrojaba desde lo
alto del arco principal al Valle de Alcântara.
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Diogo Alves y sus compañeros asesinando a la familia del doctor Andrade. Litografía (1840) |
Nadie imaginaba que Lisboa tenía su propio asesino en serie. Su reinado de terror terminó años más tarde, no por los crímenes del acueducto, sino por otro robo —el asalto a la casa del médico Andrade en la Rua das Flores— por el que finalmente fue capturado. En febrero de 1841, Diogo Alves fue condenado a muerte y ejecutado en la horca junto a uno de sus cómplices, António Martins. La leyenda lo recuerda como el último ajusticiado en la horca en Portugal, aunque algunos documentos indican que otro bandolero, Francisco de Matos Lobo, fue ejecutado en 1846. Sea o no exacto el dato, el mito popular ya había nacido: Diogo sería para siempre el último ahorcado del país.
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Representación del cráneo de Diogo Alves, estudiado en el siglo XIX para buscar señales de su maldad |
Pero la historia no terminó allí. Su cabeza fue conservada en formol en la Facultad de Medicina de Lisboa, donde todavía hoy puede verse, intacta, con los ojos cerrados y el gesto endurecido por el tiempo. Los médicos del siglo XIX querían estudiar en su cráneo las señales del crimen, convencidos de que la maldad podía descubrirse en los rasgos físicos. Su cabeza se convirtió así en el símbolo macabro de una época que creía poder medir el alma con un calibrador.
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Fotograma de la película "Os Crimes de Diogo Alves" dirigida por João Tavares en 1911 |
En los pliegos de cordel que
circularon después de su ejecución, Gertrudes
Maria fue retratada como la
encarnación del mal, la “musa inspiradora” de todos los delitos de Diogo Alves. Los escritores moralistas
del siglo XIX la describieron como “felina y corruptora”, la mujer que arrastró al buen hombre a la perdición. Su figura fue
usada para advertir a la juventud sobre los peligros del vicio y las malas compañías, reforzando la visión
machista y religiosa que convertía a la mujer libre en símbolo de pecado.
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Portada del libro "Diogo Alves e a sua quadrilha" de Belo Redondo y Tome Vieira |
La tradición popular, sin embargo, fue más ambigua: algunos la imaginaron como una bruja moderna, otros como una víctima de su propio entorno. Pero todos coincidieron en que, sin ella, O Pancada jamás habría existido. En la memoria lisboeta, el eco de sus pasos aún resuena entre los arcos del Acueducto de las Aguas Libres. Dicen que, en las noches de luna llena, cuando el aire sopla entre las piedras del acueducto, puede oírse un murmullo que sube desde el valle: el lamento de quienes fueron arrojados al vacío…o quizás la voz de Diogo Alves, condenado a repetir para siempre el camino de sus crímenes.
Reservatório da Mãe d’Água das Amoreiras
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Fachada cuadrangular del Reservatório da Mãe d’Água |
El conjunto monumental de
Amoreiras incluye el Arco das Amoreiras, construido entre 1746 y 1748 y diseñado por Carlos Mardel. Su arquitectura combina elementos barrocos y
neoclásicos: un portal dórico con frontón
triangular, y un cierto orden neoclásico, un lucernario barroco con ventanas en cada una de sus cuatro caras, replicado
a lo largo del acueducto para crear unidad conceptual.
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Espacio interior del depósito, con bóveda de crucería evocando una iglesia |
Una
serie de diez arcos de medio punto conducen al Depósito de la Mãe d’Água, concebido inicialmente como un
espacio artístico y completado posteriormente por Reinaldo dos Santos con un estilo más austero. El edificio
exterior, de forma cuadrangular y líneas sobrias, armoniza pilares y aberturas,
mientras que en el interior se percibe un espacio amplio, luminoso y casi
sagrado, evocando la sensación de una iglesia.
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El agua fluye desde esta boca de delfín en el Reservatório da Mãe d’Água |
El agua fluye desde los
manantiales a través de una boca de
delfín y una cascada construida con piedras de los manantiales de Belas y
Carenque, hasta un tanque de 5.500
metros cúbicos. De este tanque emergen cuatro columnas que sostienen una bóveda de crucería y una terraza panorámica con vistas a Lisboa.
Además de su función hidráulica, el depósito se utilizó como lugar de recreo,
siendo escenario en octubre de 1862 de las celebraciones de la boda del rey Luis I de Portugal y María Pía de Saboya, que duraron tres
días.
Más información: Museu da Água - Aqueduto das Águas Livres.
Dirección: Calçada da Quintinha 6,
1070-225 Lisboa. Teléfono: +351 218 100 215. Entrada: 4 €. Visita guiada: 6 €. Web: Museu da Água - Aqueduto dasÁguas Livres.
Toda la información generada en
redes sociales durante mi viaje a Lisboa, puede consultarse a través del
hashtag #PDLisboa
Qué más ver cerca
Si te interesa seguir explorando el legado histórico y arquitectónico de Lisboa, no te pierdas la visita al Museo del Tesoro Real, una exposición fascinante que revela las joyas y objetos más valiosos de la monarquía portuguesa.
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