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Château Capitoul: un hotel de lujo entre viñedos

Château Capitoul
El Château Capitoul es un lugar donde el lujo se combina con la autenticidad de una finca vinícola

En el corazón del Languedoc, muy cerca de Narbonne, se encuentra el Château Capitoul, una finca vinícola milenaria que combina historia, naturaleza y lujo contemporáneo. Rodeado de viñedos centenarios, lagunas de flamencos y los imponentes acantilados del macizo de La Clape, el castillo y su aldea de villas ofrecen un refugio único para quienes buscan una escapada de lujo que une confort, gastronomía de primer nivel y una conexión directa con la naturaleza.

Château Capitoul
Horizontes verde y azules en Château Capitoul

Desde el cuidado de sus jardines mediterráneos hasta la exquisitez de su bodega y restaurantes, cada rincón de Château Capitoul refleja la pasión de sus propietarios por la historia, la viticultura y la sostenibilidad. En este artículo, comparto mi experiencia recorriendo sus espacios, explorando sus villas, disfrutando de la piscina infinita, degustando los sabores de su restaurante a la parrilla Asado, y descubriendo la riqueza de su bodega y tienda de vinos.

Historia del Château Capitoul


Château Capitoul
Vista desde el castillo, con los viñedos extendiéndose hasta el horizonte

La historia del vino en el Languedoc se remonta muy atrás en el tiempo. Introducida por los griegos en el siglo V a. C. y desarrollada por los romanos tras la fundación de la Colonia Narbo Martius (Narbonne) en el 118 a. C., la viticultura convirtió a esta región en una de las más prósperas de la Galia. Desde la Colonia Narbo Martius partían barcos cargados de vino, miel y otros productos hacia todo el Imperio Romano. 

Château Capitoul
Dos de las villas frente a la piscina, integradas en el paisaje mediterráneo

En aquella época, La Clape era una península que se adentraba en el Mediterráneo, salpicada de lagos, de ahí su antiguo nombre de Insula Lacquis. Se cree que los primeros viñedos de la zona surgieron gracias a los legionarios a quienes César recompensaba con tierras fértiles tras sus victorias. La primera mención documentada de la finca como productora de vino aparece en un pergamino latino del 26 de mayo de 1324, lo que confirma la longevidad de esta tradición. 

Château Capitoul
Salón de la villa nº 21, con acceso directo a la terraza

Durante siglos, el vino estuvo estrechamente ligado al poder de monasterios y órdenes religiosas, esenciales tanto para la economía como para la liturgia. En el siglo XV, Capitoul pasó a ser propiedad de los canónigos de la Catedral de San Justo, visible desde las ventanas del castillo, y probablemente en ese momento adoptó su nombre derivado del latín Capitulum

Château Capitoul
Salón, comedor y cocina integrados diseñados para la comodidad y el disfrute de la luz natural

La auténtica edad de oro llegó en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la industrialización disparó la demanda de vino en Francia. El Languedoc vivió entonces su propio “El Dorado del vino”, beneficiándose incluso de la crisis de la filoxera gracias a suelos resistentes y a los injertos de vides americanas. En ese contexto, la familia Rivière encargó entre 1898 y 1900 la restauración de la finca, que adquirió el aspecto arquitectónico que aún conserva hoy. 

Château Capitoul
Segundo dormitorio de la villa nº 21, elegante y acogedor

Pero el esplendor fue efímero: la sobreproducción, las importaciones de vino argelino, las guerras mundiales y el cambio de hábitos de consumo llevaron a un largo periodo de decadencia. En 1962, la finca fue adquirida por Fernand Aupecle y permaneció en su familia hasta 2011, cuando pasó a manos de la familia Bonfils. Convencidos de su potencial enoturístico, impulsaron la renovación de los viñedos y de la bodega, y más tarde se asociaron con Domaine & Demeure, especialistas en reconvertir fincas vitivinícolas en destinos turísticos de primer nivel

Château Capitoul
La terraza privada de la villa nº 21 dispone de tumbonas, sombrilla, mesa, sillas y barbacoa

Las obras de restauración comenzaron en 2018, dando lugar al renacimiento de Château Capitoul como un espacio donde la autenticidad vinícola convive con el lujo contemporáneo. Hoy, junto a Les Carrasses, que visitamos con anterioridad, y St Pierre de Serjac, forma parte de un trío de dominios vitivinícolas convertidos en hoteles únicos, que permiten a sus visitantes sumergirse en la historia, la naturaleza y los vinos del sur de Francia.

El Castillo: elegancia neogótica convertida en hotel 

Château Capitoul
El castillo neogótico del siglo XIX, emblema de Château Capitoul

El edificio principal de la finca es un castillo neogótico del siglo XIX, transformado en un refugio de lujo donde se respira arte e historia en cada rincón. Sus techos altos, la restauración meticulosa y una atención casi obsesiva al detalle transmiten una sensación de elegancia serena que acompaña al viajero desde el primer momento.

Château Capitoul
La luminosidad y los tonos neutros crean un ambiente sereno en las habitaciones del castillo

En la planta superior se encuentran las ocho lujosas habitaciones del hotel, bañadas por la luz del sur de Francia y abiertas a vistas espectaculares de los viñedos y de la laguna. Cada estancia combina piezas de distintas épocas: lámparas Art Déco y Art Nouveau, espejos antiguos, sillones de terciopelo, detalles de estilo imperio y mobiliario de mediados del siglo XX, todo adaptado con naturalidad a las necesidades contemporáneas. 

Château Capitoul
La elegante escalera de acceso a las plantas superiores

Las paredes, en tonos grises, muestran litografías originales, documentos de archivo, fotografías de artistas como Karl Blossfeldt o Tom Baril, e incluso las obras en gran formato del fotógrafo narbonés Patrick Chanteloup. Nada se ha dejado al azar: grandes firmas de diseño acompañan la decoración de estas habitaciones de gran tamaño con camas king size, mientras que los baños despliegan un juego cromático en azul cristalino con vetas doradas, completados con grifería Art Déco y bañeras esmaltadas

Château Capitoul
Muebles Art Déco y litografías Art Nouveau conviven con obras contemporáneas

La combinación de terciopelos, aromas elegidos con cuidado y piezas de anticuario francesas e italianas convierten cada habitación en un espacio íntimo, elegante y acogedor. El Château Capitoul encarna así un universo de confort y refinamiento, donde cada detalle refleja la pasión de sus propietarios, Karl O’Hanlon y Anita Forte por el arte, las antigüedades y el diseño de interiores. Una puesta en escena elegante que da vida a un castillo con alma propia.

Las Villas de la Aldea 

Château Capitoul
Una de las villas con jacuzzi privado en el jardín

Para quienes buscan independencia y confort durante su estancia en Château Capitoul, las 44 villas privadas, totalmente independientes, son la opción ideal, tanto en pareja como con amigos o en familia. La mayoría cuenta con terraza y jardín, y en 26 de ellas se añade el privilegio de una piscina privada con vistas al paisaje vitivinícola. 

Château Capitoul
Entrada a nuestra villa privada con terraza y jardín

El conjunto ha sido concebido como una auténtica aldea mediterránea, con callejones bordeados de muros de piedra seca que se abren hacia la laguna, refugio de flamencos y aves migratorias. Inspiradas en la arquitectura local, las villas combinan el carácter tradicional del Languedoc con un estilo contemporáneo que prioriza la luminosidad, el espacio y la eficiencia energética. 

Château Capitoul
Uno de los dos dormitorios con baño en suite: elegancia y serenidad en cada detalle

Materiales nobles y naturales —tejas de terracota, vigas de roble, contraventanas de madera o azulejos antiguos— se mezclan con soluciones modernas como ventanales panorámicos y piscinas de bajo consumo. Cada villa es diferente, pero todas transmiten una sensación de serenidad gracias a sus tonos neutros, muebles de madera y objetos antiguos cuidadosamente integrados.

Château Capitoul
Amplio salón con ventanales panorámicos: luz, confort y vistas que conectan con la naturaleza

Las cocinas totalmente equipadas, los amplios salones con tecnología de alta fidelidad y los dormitorios con baño en suite convierten cada estancia en una experiencia de confort absoluto. Al caer la tarde, el sol se oculta tras los viñedos y el horizonte se tiñe de dorado: un momento perfecto para disfrutarlo desde la terraza o el borde de la piscina privada, en plena armonía con el entorno natural del macizo de La Clape.

Un enclave privilegiado en el Languedoc 

Château Capitoul
Los viñedos de Château Capitoul se extienden hacia la laguna, integrando paisaje y viticultura

El Château Capitoul se encuentra a solo cinco minutos de Narbonne y del puerto pesquero de Gruissan, entre viñedos y acantilados, en plena reserva natural del macizo de La Clape. Su localización ofrece lo mejor de ambos mundos: la tranquilidad de un paisaje protegido y, al mismo tiempo, fácil acceso a playas secretas, pueblos costeros, mercados tradicionales o restaurantes con estrellas Michelin. El castillo está bien comunicado por carretera —a través de la red de autopistas A9, A61 y A75—, tren de alta velocidad desde Narbonne y hasta siete aeropuertos europeos rodeando la región: Toulouse, Montpellier, Béziers, Perpignan, Carcassonne, Girona y Barcelona.

Jardines que se funden en el paisaje 

Château Capitoul
Jardines mediterráneos diseñados por James Basson y Olivier Filippi, integrados en el paisaje

El renombrado paisajista James Basson, en colaboración con el botánico Olivier Filippi, diseñó unos jardines capaces de integrarse con la naturaleza árida del macizo. Con más de 65.000 plántulas y 300 árboles de especies mediterráneas, este paisaje seco prospera sin fertilizantes, pesticidas ni riego, en un ejercicio de sostenibilidad ejemplar. Encinas, pinos carrascos, arces silvestres y árboles de Judea comparten espacio con escultóricas euphorbias, lavandas y romeros que cambian con las estaciones, realzando la metamorfosis natural de La Clape.

Un refugio de biodiversidad 

Château Capitoul
Viñedos de Château Capitoul integrados en un ecosistema rico en biodiversidad

La finca y sus alrededores son hábitat de una extraordinaria diversidad: se contabilizan aquí al menos 400 especies de aves de las 950 presentes en Europa Occidental. Flamencos rosados, cigüeñas, garzas, águilas y alcaudones sobrevuelan los viñedos, mientras murciélagos, reptiles y pequeños mamíferos encuentran refugio en los muros de piedra seca, diseñados como auténticas cajas nido. La filosofía del Château es clara: convertirse en protector temporal de un ecosistema que debe preservarse para las generaciones futuras.

Experiencias en plena naturaleza 

Château Capitoul
Cada planta y árbol contribuye a un ecosistema vivo

Además de la contemplación, Capitoul invita a vivir el entorno. Desde los jardines y la piscina infinita con vistas a la laguna hasta las pistas de tenis o petanca, el descanso se combina con actividad. Se organizan retiros de yoga, tours gastronómicos, rutas en bicicleta eléctrica y observación de aves. Y para los más aventureros, el macizo de La Clape despliega 15.000 hectáreas de senderos, paredes de escalada y rutas ciclistas que conducen, en menos de diez minutos, hasta las playas mediterráneas.

La piscina infinita


Château Capitoul
Treinta metros de agua climatizada que se funden con el horizonte azul del mar

Entre la aldea de villas y el edificio principal del castillo se abre paso un auténtico oasis: la piscina infinita de 30 metros, climatizada desde principios de abril hasta finales de septiembre. Su horizonte azul se confunde con el cielo y las aguas del estanque de Bages, regalando la sensación de bañarse en plena naturaleza. Bajo la sombra de los olivos que actúan como sombrillas naturales, los días transcurren entre chapuzones refrescantes.

Château Capitoul
El solárium está listo para disfrutar del sol mediterráneo, con vistas al viñedo

En una planta superior encontramos un solárium que invita a tomar el sol mientras se disfruta de un cóctel en el bar o de la inmesidad del horizonte. Frente a los viñedos, la mirada se pierde en un paisaje mediterráneo que invita a la calma, al sosiego y al disfrute sin prisas. Las tumbonas están listas para refugiarse del sol o en una inocente siesta.

Dos restaurantes: uno de alta cocina, y el otro un asador 

Château Capitoul
Buffet del desayuno en Asado, con productos frescos y locales para un buen inicio de jornada

La experiencia en Château Capitoul también se saborea. La finca cuenta con dos propuestas gastronómicas que celebran los productos del Mediterráneo y la tradición de la buena mesa: el restaurante gourmet Méditerranéo situado en la planta baja del castillo, que propone una experiencia más íntima y refinada. Aquí, la gastronomía se convierte en arte y cada bocado refleja un equilibrio perfecto entre rusticidad y elegancia, y el restaurante a la parrilla: Asado.

Asado: fuego, vistas y hospitalidad 

Château Capitoul
Acceso al restaurante Asado, donde la brasa y el vino son protagonistas

Ubicado en las antiguas bodegas del castillo, Asado respira autenticidad y carácter. El chef Heber González trabaja detrás de un imponente mostrador que huele a leña, donde el fuego realza los sabores de los mejores productos de la región: carnes jugosas, pescados frescos y mariscos que desprenden aromas irresistibles al contacto con las brasas de parra y carbón

Château Capitoul
La terraza panorámica de Asado regala atardeceres inolvidables sobre viñedos

El espacio, con una gran terraza panorámica, regala una puesta en escena que combina gastronomía y paisaje. Al caer la tarde, los viñedos y la laguna se tiñen de tonos dorados mientras el olor de la parrilla invita a disfrutar de un ambiente relajado y vibrante. Sin embargo, durante la temporada de verano, los mosquitos pueden ser numerosos, y la sensación puede resultar intensa si no se va bien protegido. Recomendamos llevar repelente y ropa ligera de manga larga para disfrutar plenamente de una cena en el exterior sin molestias. 

Château Capitoul
Nuestra cena en Asado comenzó con una apetecible ensalada césar con pollo

Durante nuestra estancia pudimos probar algunos de los platos de la carta: una ensalada césar abundante (20 €), un filete de ternera del Aubrac perfectamente sellado y acompañado por brócoli y patatas asadas a la brasa y una pequeña ensalada verde (35 €). La carne de vacuno de la región de Aubrac es famosa por su terneza. Como broche final, una deliciosa tarta de higos con sorbete, con almendras tostadas, nueces trituradas e higos (12 €) que cerró la cena con una nota fresca y dulce. La mañana siguiente regresamos para desayunar, disfrutando de un amplio y variado buffet. 

Château Capitoul
Filete de ternera del Aubrac, tierno y jugoso, directo de la parrilla de Asado

Además de la excelencia gastronómica, los restaurantes de la finca se comprometen con la sostenibilidad. La cocina utiliza productos de huertos propios y de los castillos hermanos, cultivando verduras y hierbas aromáticas orgánicas de temporada, mientras que se priorizan los productos locales y, siempre que es posible, orgánicos. Todos los envases de vidrio, madera y cartón empleados son reciclados. 

Château Capitoul
Deliciosa tarta de higos, servida con sorbete, almendras tostadas e higos frescos

El huerto de Château Capitoul, 100% orgánico y cultivado siguiendo técnicas de permacultura, provee frutas, verduras, plantas aromáticas y flores comestibles. Es un verdadero tesoro para los chefs, que encuentran allí ingredientes como romero, tomillo, salvia, hinojo y espárragos silvestres, entre otros. Así, cada plato servido es un homenaje al entorno natural y al patrimonio de la finca.

La bodega y la tienda de vinos 

Château Capitoul
La antigua bodega de Château Capitoul atesora la historia de los vinos de La Clape

En Château Capitoul, el vino es más que una tradición: es parte de su alma. La antigua bodega, meticulosamente restaurada por la familia Bonfils, guarda hoy espacios de cata y una tienda especializada junto a la recepción. Allí, los visitantes pueden recorrer con una copa en la mano, un universo de 25 variedades de vinos tintos, blancos y rosados, todos elaborados en la finca. 

Château Capitoul
La tienda de vinos ofrece una cuidada selección de tintos, blancos y rosados producidos en la finca

Entre ellos destacamos el que probamos en la cena, el Château Capitoul Parcelle Cayenne, un vino tinto excepcional que nos llevamos a casa en una caja para prolongar la experiencia. Este vino proviene de la parcela Cayenne, situada en las laderas sur del viñedo, con suelos de limo, arcilla y cantos rodados, rodeada de romero y tomillo, y bañado por la brisa marina de la laguna de Bages. 

Château Capitoul
Barricas en la bodega de Château Capitoul

Elaborado con Garnacha (40%), Syrah (30%) y Cinsault (30%), el vino se cosecha de noche, con doble selección en viñedo y bodega, y una maceración de 4 a 5 semanas que asegura taninos suaves y redondos. La Syrah y la mitad de la Garnacha se crían durante un año en barrica antes del embotellado, y el vino reposa al menos un año en la bodega antes de salir al mercado. 

Château Capitoul
Château Capitoul Parcelle Cayenne: intenso, generoso y lleno de carácter mediterráneo

En copa, el Château Capitoul Parcelle Cayenne presenta un rojo profundo y un aroma intenso, con notas de frutos rojos maduros como moras y grosellas, acompañadas de matices especiados de romero y tomillo y un elegante final yodado. Un vino redondo, generoso y pleno, ideal para maridar con carnes marmoleadas o un camembert al horno, servido a 16-18 °C, con potencial de guarda de hasta seis años. 

Château Capitoul
Descubrimos la autenticidad de una finca vinícola en pleno corazón del Languedoc

Capitoul, que representa cerca del 10 % de la producción de la denominación, es hoy la bodega insignia de los Vignobles Bonfils, una de las compañías vinícolas independientes más respetadas de Francia. Bajo la guía del enólogo Florian Chollet, cada degustación se convierte en un viaje sensorial por el Languedoc, descubriendo los matices de una región que ha alcanzado reconocimiento mundial por su vinificación de excelencia.

Más información: Château Capitoul. Dirección: Route de Gruissan, 11100 Narbonne. Teléfono: +33 (0)4 30 17 322. Precio por habitación de hotel en el Château Capitoul: desde 149 € por noche hasta 699 € (según temporada y tipo de habitación). Precio por villa: desde 325 € (en una villa de dos habitaciones con jardín privado) hasta 1395 € por noche (en una villa de cuatro habitaciones y piscina privada). Web: Château Capitoul

La Couvertoirade: fortaleza templaria en el corazón del Aveyron

La Couvertoirade
Cruzando el arco de la torre norte comienza el viaje al corazón templario de La Couvertoirade

En pleno corazón del Aveyron, en el sur de Francia, se alza uno de los vestigios medievales más extraordinarios de Francia: La Couvertoirade. Esta pequeña ciudad fortificada forma parte del selecto club de "Les Plus Beaux Villages de France" —Los pueblos más bonitos de Francia— y es hoy un escenario perfecto para conocer la epopeya templaria y hospitalaria. Sus muros milenarios se alzan entre los vastos paisajes del Causses & Cévennes, una región inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

La génesis templaria


La Couvertoirade
Vista panorámica antigua de La Couvertoirade

La historia del lugar comienza en 1158, cuando Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, dona el Larzac a los caballeros del Temple. Estas tierras altas, estratégicas y agrestes, se revelaron idóneas para sus propósitos defensivos y espirituales. En 1181, Ricard de Montpaon cede su señorío en La Couvertoirade, que pronto se integra en el conjunto de encomiendas templarias junto a Sainte-Eulalie y La Cavalerie. La creciente influencia de los templarios inquietó al conde de Toulouse, quien en 1249 exigió —sin éxito— la devolución de esas fortalezas, temeroso de que escaparan a su control.

De templarios a hospitalarios


La Couvertoirade
Plano del recinto amurallado de La Couvertoirade

La gloria templaria no duraría para siempre. En 1307, el rey Felipe IV de Francia, receloso del poder y de la fortuna acumulada por la orden, ordena la detención masiva de templarios. Cinco años más tarde, el Papa Clemente V decreta la disolución oficial de la Orden del Temple. Sus bienes son transferidos a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, futuros Caballeros de Malta. A diferencia de sus predecesores, los hospitalarios imprimen a La Couvertoirade un carácter más comunitario y espiritual, manteniendo su importancia estratégica y religiosa en el corazón del Larzac.

La Cour Neuve


La Couvertoirade
La Cour Neuve es una plaza extramuros en uso desde el siglo XVII

Frente a los imponentes lienzos de muralla que cierran el recinto de La Couvertoirade, se extiende La Cour Neuve, una explanada extramuros habilitada para el uso común desde el siglo XVII. Este espacio abierto se sitúa justo ante las fortificaciones levantadas entre 1439 y 1445 por los Caballeros Hospitalarios durante la Guerra de los Cien Años. Su objetivo era más disuasorio que ofensivo: proteger a la población frente a las incursiones de bandas armadas, sin renunciar a la vida comunitaria. Aquí se celebraban reuniones convocadas por los cónsules de la villa y se descargaban las mercancías llegadas en carruajes. Hoy, esta plaza sigue siendo un lugar de encuentro, un umbral entre la historia y la vida cotidiana que conserva su esencia de ágora rural.

Recinto amurallado de La Couvertoirade


La Couvertoirade
Parte superior de la Tour Raunier, vestigio defensivo del recinto amurallado

La Couvertoirade conserva uno de sus mayores tesoros en piedra: un recinto amurallado íntegro, que desde el siglo XV protege a la población. Su construcción se inició en 1439 y se completó en 1445 bajo la dirección del maestro cantero Déodat d’Alaus, como respuesta al temor provocado por los “routiers”, grupos armados de mercenarios que saqueaban el Larzac desde 1346.

La Couvertoirade
El camino de ronda puede recorrerse parcialmente. Fotografía gentileza de Ángel Bigorra

Con 420 metros de perímetro, muros de 1,30 m de grosor y hasta 12 m de altura, la muralla de La Couvertoirade está perforada por numerosas saeteras, algunas de ellas adaptadas para cañones primitivos —las llamadas troneras cañoneras o buhaderas. En lo alto, un camino de ronda permite recorrer unos 200 metros de su trazado original, accesibles entre marzo y noviembre desde el Punto de Información Turística ubicado en la Maison de la Scipione.

La Couvertoirade
La Tour de la Cambière, una de las torres conservadas de La Couvertoirade

Desde allí, la vista se despliega sobre los tejados y los vastos horizontes del Larzac. El paso entre torres y lienzos se realizaba de forma continua mediante escaleras ocultas en el grosor del muro, una solución arquitectónica que garantizaba la defensa continua del recinto. Las torres, coronadas con matacanes, permitían verter sustancias ardientes o lanzar proyectiles desde lo alto sobre cualquier atacante. Hoy, aunque las almenas guardan silencio, aún evocan escenas de vigilancia, resistencia y comunidad.

Torre Norte – Porte d'Amoun


La Couvertoirade
La Torre Norte, de planta cuadrada, mide más de veinte metros de altura

El acceso principal a La Couvertoirade se realiza a través de la Porte d’Amoun, nombre occitano que significa “Portal Superior”, con el que se conoce la entrada norte de la muralla. Este paso se abre al pie de una imponente torre cuadrada de más de veinte metros de altura, concebida tanto como punto de vigilancia como bastión defensivo. Su silueta robusta y sobria marca el umbral entre el mundo exterior y el corazón amurallado de la villa.

La Couvertoirade
Detalle de una saetera con tronera en la Torre Raunier

La torre está coronada por matacanes, salientes de piedra desde los que se arrojaban toda clase de proyectiles de gran poder disuasorio. En sus muros pueden verse todavía las troneras de tipo bifurcado, con un orificio redondo pensado para disparar armas de fuego primitivas— que evidencian la evolución del armamento en la Edad Media. La Torre Raunier, situada en el ángulo noroeste, es una de las cuatro torres redondas mejor conservadas de La Couvertoirade y vigilaba ese punto clave del recinto fortificado.

La Couvertoirade
Una hornacina conserva la imagen de San Cristóbal, protector de los peregrinos

Al pie de la torre se abre el acceso principal al pueblo, protegido por dos puertas en arco apuntado. Sobre el arco de salida se conserva una hornacina que alberga una imagen de San Cristóbal, patrón de la iglesia de La Couvertoirade, representado como el gigante que, según la leyenda, ayudaba a cruzar ríos a los peregrinos, llevando al Niño Jesús sobre los hombros. Esta imagen, visible aún hoy, simboliza la protección espiritual y la hospitalidad que este enclave ha ofrecido a lo largo de los siglos.

La escasez de agua en La Couvertoirade


La Couvertoirade
Imagen antigua de la “mare centrale” de La Couvertoirade con agua

La defensa no fue la única preocupación de los habitantes de La Couvertoirade. En un territorio sin fuentes ni manantiales, la ingeniería hidráulica de la Edad Media alcanzó niveles de ingenio admirables. Las casas, con tejados de lajas de piedra —conocidas como lauzes—, canalizaban cuidadosamente el agua de lluvia hacia cisternas subterráneas excavadas en la roca. Incluso las cubiertas de las granjas y rediles se diseñaban como embudos de piedra, llamados toits-citernes, construidos para captar hasta la última gota de un recurso vital. Cada tejado era parte de un sistema colectivo de supervivencia, pensado para garantizar el abastecimiento incluso en las épocas más secas.

Una laguna interior


La Couvertoirade
Antigua "mare", hoy convertida en una apacible plaza con restaurantes

Dentro del recinto amurallado de La Couvertoirade existió durante siglos un estanque de recogida de aguas pluviales, documentado ya en la Edad Media. Conocido como “mare intérieure” o "mare centrale", esta poza estaba rodeada de formaciones rocosas naturales y ofrecía una reserva de agua accesible incluso cuando las puertas del recinto estaban cerradas. Fue un recurso esencial para abrevar el ganado durante los asedios o los inviernos más duros. Su existencia refleja la capacidad de adaptación de los antiguos pobladores a un entorno tan austero como el del Larzac. 

El castillo templario de La Couvertoirade


La Couvertoirade
El castillo templario de La Couvertoirade perdió su función estratégica en el siglo XV

Antes de que existiera el pueblo, la iglesia o las murallas, solo estaba él: el castillo. Los caballeros templarios lo levantaron a finales del siglo XII sobre un promontorio rocoso que dominaba el paisaje, en las afueras del antiguo priorato de Saint-Christol, núcleo original del asentamiento. Esta primera fortaleza fue esencial para garantizar la defensa de los habitantes en un entorno expuesto, antes de la construcción del recinto amurallado en el siglo XV. Fiel a la lógica defensiva medieval: cuanto más alto, más difícil de asediar.

La Couvertoirade
El castillo conserva elementos notables como la barbacana

Se accedía por una rampa protegida por una barbacana y una puerta ojival, coronada por una abertura defensiva desde la que se podían lanzar proyectiles al enemigo. A la izquierda, el torreón románico conserva aún sus contrafuertes y saeteras, vestigios de su antiguo poder militar. En el interior, un sistema de escaleras talladas en la roca, de peldaños anchos y planos —pensados para facilitar el paso de los caballos de los monjes-guerreros — conectaba las diferentes estancias abovedadas, distribuidas en varios niveles. 

La Couvertoirade
Restos de los antiguos establos

Desde la sala inferior con bóveda de cañón hasta los pisos superiores, iluminados por ventanas de arquillos y huecos defensivos, todo el edificio fue diseñado con una mezcla de funcionalidad y solidez. En una de las salas aún se conserva el brocal de la cisterna original. La terraza culminante, situada al sur, se apoya sobre un afloramiento rocoso que en su día sirvió de base a fortificaciones hoy desaparecidas. Tras una de las puertas de la muralla aún pueden verse restos de antiguos establos templarios, datados en el siglo XII. 

La Couvertoirade
Imagen antigua de las ruinas del castillo templario de La Couvertoirade

Cuando en el siglo XV se construyeron las murallas que rodearon toda el burgo, el castillo perdió su función estratégica. Fue paulatinamente abandonado por los Caballeros Hospitalarios, herederos de los bienes templarios tras la disolución de la orden en 1312. Con el tiempo, muchas de sus piedras se reutilizaron para edificar las casas del nuevo pueblo. Pese a ello, sus ruinas permanecen en pie como el el vestigio más antiguo de La Couvertoirade, eco pétreo de una época de fervor espiritual y defensa militar.

Iglesia de Saint-Christol


La Couvertoirade
Fachada de la iglesia de Saint-Christol, integrada en la muralla

En el corazón de La Couvertoirade se alza, sobria y poderosa, la iglesia de Saint-Christol, edificada por los Caballeros Hospitalarios en el siglo XIV. No fue solo un templo espiritual, sino también pieza clave dentro del sistema defensivo de la villa. Su cabecera plana, de líneas rectas y orientada hacia el este, se integró perfectamente en el trazado de la muralla. Sobre el ábside se construyó una torre de vigilancia —desmontada en el siglo XVIII al descubrirse que su peso ponía en riesgo la estabilidad del edificio— que completaba esta fusión entre espiritualidad y defensa.

La Couvertoirade
Nave única de la iglesia de Saint-Christol, con bóveda de crucería y muros de piedra

Levantada parcialmente sobre un promontorio rocoso, su arquitectura aprovecha la geología del Larzac. El subsuelo está formado por una roca hueca e impermeable que, durante siglos, funcionó como cisterna natural. En un entorno sin ríos ni lagos, esta peculiaridad geológica fue determinante en la elección del emplazamiento por parte de los templarios, ya que el agua almacenada bajo el templo aseguraba la supervivencia en tiempos de sitio o sequía.

La Couvertoirade
Clave de vuelta del coro del siglo XV

Aún hoy, al recorrer la nave, puede observarse el afloramiento rocoso que emerge entre los muros. Incluso verás una tonalidad verdosa, indicativo de humedad. Y si uno guarda silencio, el eco profundo que devuelve la piedra parece resonar con las oraciones de otro tiempo. La iglesia tiene una única nave y muestra un estilo gótico austero, acorde con la sobriedad monástica hospitalaria y el entorno rural del Larzac.

La Couvertoirade
Vidriera moderna de Claude Baillon de San Cristóbal y San Juan Bautista

La bóveda de crucería, sostenida por arcos apuntados, refuerza la verticalidad del espacio. A la izquierda de la entrada, una pequeña tribuna de madera, servía como punto de vigilancia y control a los soldados en caso necesario. La iluminación procede de varias vidrieras del siglo XX creadas en 2005 por el maestro vidriero Claude Baillon, de Millau. Representan a San Cristóbal, San Juan Bautista y la Virgen con el Niño, aportando una luz contemporánea al interior del templo hospitalario. 

La Couvertoirade
Imagen antigua del interior de la iglesia de Saint-Christol

Pese a su sobriedad decorativa, la iglesia conserva elementos significativos, como un retablo del siglo XVII, probablemente realizado en talleres locales, y una serie de piedras esculpidas que podrían haber formado parte de decoraciones anteriores. Aún pueden verse marcas de cantero en los muros, y restos de policromía en ciertas zonas del presbiterio.

La Couvertoirade
Estela discoidal con cruz griega

Entre los elementos más singulares, del interior de la iglesia de Saint-Christol, se encuentran dos estelas funerarias discoidales originales del siglo XV. Talladas en piedra caliza gris claro, presentan una base apuntada —posiblemente pensada para su anclaje en el suelo—. Presenta una doble iconografía: en el anverso, una discreta cruz griega central aparece enmarcada por una corona circular; mientras que en el reverso, destaca una cruz de Toulouse calada, decorada con tres esferas en cada uno de sus brazos.

El antiguo cementerio de La Couvertoirade


La Couvertoirade
Placa en bronce con inscripción en occitano

Junto a la entrada principal de la iglesia de Saint-Christol, se encuentra una placa de fundición en bronce que reproduce una inscripción del siglo XV que se situaba en el umbral del antiguo cementerio medieval: "Bonas gens que per aissi passatz, pregatz Dieu per los trespassatz", lo que en lengua occitana significa: “La gente buena que pasa, reza a Dios para que los cruce”. Este mensaje, tallado en el idioma del lugar y dirigido a los vivos, evoca una época en la que el tránsito por la vida y la muerte formaba parte de un mismo camino.

La Couvertoirade
Estelas y lápidas en el antiguo cementerio medieval

El trazado original del camposanto quedó dividido en dos con la construcción de la muralla en 1445: una parte quedó dentro del recinto fortificado y otra fuera, como aún atestiguan los restos visibles del murete perimetral. Aunque hoy ya no acoge sepulturas, el espacio conserva varias copias de estelas discoidales medievales: antiguas lápidas en forma de disco esculpido sobre un pie monolítico, propias del sur de Francia y típicas del paisaje funerario occitano.

La Couvertoirade
Reproducción de una estela discoidal medieval con la flor de lis

No todas estas piedras funerarias fueron halladas en tumbas. Algunas proceden de los campos y caminos del Larzac, donde cumplían la función de hitos, marcando rutas ancestrales por entre pastos y senderos del altiplano. Estos elementos pétreos no solo orientaban al caminante, sino que también lo protegían simbólicamente. Hoy, agrupadas en este pequeño recinto, se preservan del olvido… y del expolio

La Couvertoirade
Lápidas y estelas discoidales en el cementerio templario de La Couvertoirade

Muchos de los discos grabados muestran símbolos solares, cruces o motivos vegetales, cuyas interpretaciones siguen abiertas. ¿Son representaciones cristianas, signos protectores, o ecos de creencias precristianas adaptadas? En cualquier caso, estas piedras mudas nos enfrentan al misterio de una espiritualidad rural que trascendía lo meramente funerario.

Torre Sur - Porte d’Aval


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Antigua imagen que muestra en pie la Porte d’Aval, hoy desaparecida

Al sur del recinto amurallado se abre la Porte d’Aval, antiguo acceso gemelo de la imponente torre norte. En origen, este paso atravesaba también una torre defensiva, pero su silueta desapareció para siempre en 1912, cuando la estructura se desplomó sin remedio. Hoy, el acceso ha sido reconstruido, aunque sin aquella torre que una vez guardó la entrada. Cruzar esta puerta es abandonar la protección de la piedra para adentrarse en el paisaje del Larzac, donde encontraremos los siguientes elementos:

La lavogne


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Vista del lavajo de La Couvertoirade. Fotografía gentileza de Ángel Bigorra

Si tomas el camino que se abre a la izquierda, allí donde termina el pueblo y comienza el dominio del viento y las ovejas, encontrarás la lavogne —lavajo en castellano—: una gran balsa empedrada construida en 1895 y restaurada en junio de 2009. Este inmenso estanque artificial recogía el agua de lluvia mediante un ingenioso sistema de canalización conectado a un depósito de decantación. El suelo de piedra, cuidadosamente colocado, evitaba que las ovejas resbalasen al acercarse a abrevar.

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Imagen antigua de un rebaño de ovejas calmando su sed en la lavogne de La Couvertoirade

La construcción de esta lavogne fue consecuencia directa de la epidemia de fiebre tifoidea que en 1890 causó 75 muertes, en la zona. Para prevenir nuevos contagios se decidió trasladar aquí la antigua "mare", que se encontraba en el interior del recinto amurallado de La Couvertoirade y abastecía de agua al ganado. Aunque hoy ya no retiene el agua como antaño y las ovejas no pueden saciar su sed en ella, su presencia permanece como testimonio vivo de un Larzac pastoril, que supo domar la sequía con piedra e ingenio.

El molino de viento de Rédounel


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Molino de viento de Rédounel

Y si alzas la vista hacia la colina, divisarás un molino de viento, de tipo torre, plantado como un vigía en lo alto del Mont Rédoun. Un sendero en zigzag te guiará hasta él, regalándote una de las mejores panorámicas del pueblo medieval de La Couvertoirade y de las vastas mesetas que lo rodean. Aquí, cada paso fuera de los muros prolonga la historia escrita entre sus piedras.  

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Antigua imagen donde se ve el molino de Rédounel antes de su restauración

Situado a 808 metros de altitud, el Moulin du Rédounel fue construido en el siglo XVII por iniciativa del comendador Antoine de Paule, sobre los restos de un molino más antiguo, del siglo XIV, considerado el primer molino documentado del Larzac. Con sus aspas abiertas al cielo, este molino harinero evitaba largos desplazamientos a los campesinos y garantizaba el abastecimiento de grano en las duras condiciones del altiplano. Hoy, como entonces, girando con el viento, mantiene viva la memoria agropastoril de los altos del Rouergue.

Las casas de La Couvertoirade: Le bourg


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Casas tradicionales de piedra con tejados de lauze, típicas del Larzac

Dentro del abrazo pétreo de las murallas, las casas de La Couvertoirade son un ejemplo perfecto de arquitectura autóctona del Larzac, que han resistido al paso del tiempo y a la modernidad. Construidas en su mayoría entre los siglos XV y XVI, muchas reutilizan las piedras del castillo templario y de edificaciones anteriores, ya en ruinas. Sus tejados de lauze (lajas de piedra, planas), sus ventanas en cruz y sus puertas con arcos conopiales evocan una época en la que la solidez era belleza. 

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Casas del burgo construidas entre los siglos XV y XVI con piedra local

Algunas fachadas aún conservan pilastras acanaladas y frontones decorados con blasones de estilo Luis XII, como el Hôtel de Grailhe que veremos más adelante. Aunque los siglos hayan abierto grietas, derrumbado bóvedas o borrado coronamientos, el conjunto mantiene una armonía sobria que convierte al pueblo de La Couvertoirade en un ejemplo vivo de la arquitectura medieval del Aveyron. Caminar por sus callejuelas es pasear por la historia.

Hôtel de Grailhe


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El Hôtel de Grailhe, del siglo XVII, con su portada de piedra tallada y un blasón heráldico

El patrimonio monumental incluye además varios hôtels particuliersresidencias señoriales que reflejan la prosperidad alcanzada por ciertas familias en la Edad Moderna. En pleno corazón de La Couvertoirade, entre muros de piedra caliza y silencio rural, se alza una noble residencia construida en el siglo XVII: el Hôtel de Grailhe. En aquella época, un “hôtel” no era un alojamiento para viajeros, sino la vivienda privada de una familia acomodada, símbolo de linaje y poder social.

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Imagen antigua del Hôtel de Grailhe

Ésta en particular fue mandada edificar por Jean-Antoine de Grailhe, cuyo apellido aún da nombre al edificio. Sobre la puerta principal, el escudo familiar con dos estrellas de cinco puntas, dos cornejas enfrentadas (gralhas, en lengua de Oc), un león rematado por una palmera, constituye una heráldica singular, grabada en la piedra como una declaración del prestigio de linaje de sus moradores.

Maison de la Scipione


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Vista antigua y actual de la Maison de la Scipione

Levantada a finales del siglo XV o comienzos del XVI, esta distinguida vivienda noble —apoyada contra el propio lienzo de la muralla y orientada hacia la entrada principal del pueblo— es uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura señorial de La Couvertoirade. Su nombre se vincula a una viuda conocida como la Scipione, cuyo marido fue Scipion Sabde, de quien deriva el apellido familiar. 

La Couvertoirade
Las mansiones más señoriales conviven con las casas más humildes

Con el tiempo, la Maison de la Scipione fue embellecida con una torre y una gran ventana, señales inequívocas de la posición social privilegiada de sus propietarios. Hoy alberga en la planta baja (antiguo establo) el Punto de Información Turística. Desde su último nivel se accede al camino de ronda, igual que lo hacían antaño los vigías de la mut¡ralla de La Couvertoirade.

Rue Droite


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La Rue Droite sigue un trazado rectilíneo con casas medievales adaptadas a nuevos usos

La Rue Droite es la única calle de trazado rectilíneo de La Couvertoirade, herencia de la organización hospitalaria. En este dédalo de callejuelas irregulares, su rectitud sugiere una planificación funcional. Flanqueada por casas tradicionales que siguen el modelo arquitectónico típico del Larzac. Los antiguos establos abovedados del nivel inferior, hoy transformados en tiendas, restaurantes y espacios de acogida, conservan su rusticidad original. 

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Las escaleras exteriores de piedra (lou balet) son típicas de Larzac

Los característicos lou baletescaleras exteriores de piedra adosadas a la fachada — son una de las señas de identidad de la arquitectura popular del Larzac. Su función era práctica y simbólica: permitían acceder directamente a las plantas superiores, donde se encontraba la vivienda, mientras que la planta baja se destinaba a establos o talleres

La Couvertoirade
La ingeniería hidráulica se centraba en captar y almacenar agua pluvial

En lo alto, bajo el tejado, se ubicaba el granero o el pajar, bien ventilado gracias a pequeñas aberturas. Estas construcciones, resistentes y funcionales, se adaptaban al relieve rocoso y a la vida rural. Muchas casas contaban con cisternas propias conectadas a canales de recogida de agua de lluvia.

Amuleto contra el mal de ojo


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La cardabelle es la flor típica que sirve de amuleto de protección

En algunas puertas de La Couvertoirade todavía puede verse una cardabelle (Carlina acanthifolia), un cardo silvestre propio del paisaje de los Grands Causses. Conocida por su aspecto solar, con sus brácteas abiertas en forma de rayos dorados y su centro espinoso, se cuelga tradicionalmente en las puertas como amuleto protector del hogar, contra el mal de ojo y como barómetro natural: sus “pétalos” se cierran con la humedad anunciando lluvia. 

Presente habitado, pasado vivo


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Un lugar donde todo parece real, incluso las ruinas

Hoy, La Couvertoirade cuenta con apenas 25 habitantes permanentes en su núcleo amurallado, y alrededor de unos 200 en total, si se incluye el entorno rural de los alrededores. Sin embargo, cada año recibe unos 150.000 visitantes, atraídos por su autenticidad y su atmósfera medieval. Un paseo por sus callejuelas, un instante de silencio en su iglesia de ecos templarios, una mirada al horizonte desde el camino de ronda... bastan para comprender lo que Georgette Milhau describió como "un lugar donde todo parece real, incluso las ruinas"

La Couvertoirade
El tiempo parece detenerse entre muros que aún guardan la memoria del pasado

En La Couvertoirade, el viajero no solo descubre una aldea medieval; penetra en la memoria viva de una región que se resiste al olvido. Y mientras el tiempo avanza fuera de estas murallas, aquí todo parece detenido: las casas, las torres, las piedras. Cada rincón invita a mirar con otros ojos, a escuchar con otros oídos. Es un lugar donde el silencio pesa, pero no oprime; donde lo auténtico se preserva no como reliquia, sino como forma de vida.

¡Bienvenidos a La Couvertoirade!

Dónde comer en La Couvertoirade: Auberge du Chat Perché


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El restaurante del Auberge du Chat Perché se encuentra en un antiguo establo

El Auberge du Chat Perché está situado en una antigua bergerie, un redil donde antaño se guardaba el ganado, que ha conservado intactas sus sólidas bóvedas de piedra y el alma rústica de otros tiempos. Hoy, este espacio cargado de historia acoge a viajeros y gourmets en busca de sabores auténticos. Un sabroso olor a leña y parrilla da la bienvenida a los comensales, anticipando una experiencia gastronómica que conjuga la tradición del Larzac con una cocina hecha con el corazón.

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Pizarra de embutidos locales

En el Auberge du Chat Perché, cada plato nace del fuego lento, del producto fresco y del saber hacer local. La carta —cuidadosamente elaborada con ingredientes ecológicos y de proximidad— ofrece desde parrilladas al fuego de leña hasta platos vegetarianos, sin gluten y postres caseros que están deliciosos. La terraza permite almorzar al aire libre, bajo la sombra de los árboles y envueltos por la magia de esta aldea medieval.

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Tempura ligera de verduras de temporada

Empezamos nuestro festín con una tempura ligera de verduras de temporada, con brócoli, cebolla y zanahoria, crujientes y delicadas (12 €), y una pizarra de embutidos: con jamón del país, salchichón, terrina de campo (una especie de paté de carne contundente) y chorizo de Espelette (12 €). Como platos principales, también puedes disfrutar de unas chuletas, pierna o paletilla de cordero ecológico de Saint-Maurice-de-Navacelles, acompañadas de ensalada, verduras o patatas fritas caseras (25 €). 

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L’Inattendue, propuesta gastronómica de inspiración hindú

Por mi parte, acerté de lleno al dejarme tentar por L’Inattendue, una propuesta inesperada y sorprendente que me conquistó desde el primer bocado. Este sabroso viaje de inspiración hindú incluía una tarta salada de castañas con miel y cebolla, verduras salteadas con leche de coco y curry, un exquisito dhal de lentejas al estilo indio y una ensalada fresca con lombarda encurtida que aportaba el contrapunto crujiente y ácido (19 €). Un plato que me encantó no solo por su sabor, sino por su originalidad.

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Tarta de limón y merengue

De postre, tuve la oportunidad de probar la tarta de limón y merengue (8’5 €), que logró conseguir un difícil equilibrio entre la acidez cítrica y la dulzura delicada del merengue tostado. La textura era ligera y el sabor, perfectamente armonizado, sin empalagar. Se sirve con una ración de nata montada casera, aunque en mi caso preferí degustarla sin ella. Un final refrescante para una comida que había comenzado con sabores intensos y terminó con una nota cítrica.

Más información: Auberge du Chat Perché. Dirección: Rue droite, 12230 La Couvertoirade. Teléfono: +33 603 847 294. Horario: De mediados de abril a principios de noviembre, de martes a domingo de 12 a 15 h. Julio y agosto, de martes a domingo, de 12 a 14:30 h y de 19 a 21:45 h. Web: Auberge du Chat Perché.


Toda la información generada durante mi viaje a La Couvertoirade puede consultarse a través de los hashtags #LaCouvertoirade y #Aveyron.

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