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Los Murales de Almada Negreiros en las Estaciones Marítimas de Lisboa

Estación marítima de Alcântara
Los puertos siempre han sido lugar de despedidas y de reencuentros
A orillas del Tajo, en dos edificios que han sido testigos de algunos de los momentos más convulsos del siglo XX, se conservan algunas de las obras más singulares del modernismo portugués: los murales creados por José de Almada Negreiros (1893-1970) para las Estaciones Marítimas de Alcântara y Rocha do Conde de Óbidos, en Lisboa.

Estación marítima de Alcântara
Las escenas cotidianas están marcadas por el trabajo portuario

Hoy, el Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas, situado en la Estación Marítima de Alcântara, invita al visitante a adentrarse en un universo de arte, memoria e historia, rescatando no solo las pinturas murales, sino también los ecos de quienes partieron y llegaron a estos muelles en busca de un destino incierto.

Un ambicioso proyecto arquitectónico


Puerto de Lisboa
Puesto Marítimo de Desinfección del Puerto de Lisboa

Durante la década de 1930, en plena dictadura de Salazar, Lisboa emprendió un ambicioso proyecto de modernización de su puerto, una necesidad largamente postergada desde el siglo XIX. Lisboa necesitaba urgentemente infraestructuras modernas para recibir los grandes buques de pasajeros.

Vista del Puerto de Lisboa
Grabado. Vista del Puerto de Lisboa. Llegada de la Comitiva Real Española (siglo XIX)

Hasta entonces, los grandes trasatlánticos fondeaban en el Tajo y se utilizaban pequeños botes para trasladar a los pasajeros y mercancías hasta improvisados barracones en tierra firme. El ministro de Obras Públicas, Duarte Pacheco (1900-1943) impulsó la transformación del puerto, encargando al arquitecto Porfírio Pardal Monteiro (1897-1957), el diseño de las nuevas estaciones marítimas modernas.

Postal Vintage
Almada reflejó en sus murales lo que ocurría a orillas del Tajo

Pensadas como símbolos de modernidad, estas terminales debían proyectar la imagen de un país próspero y en sintonía con los tiempos. El proyecto original incluía inicialmente tres estaciones (Cais do Sodré, Alcântara y Rocha), pero las limitaciones presupuestarias llevaron a cancelar la del Cais do Sodré y algunas de las ideas más ambiciosas, como una galería elevada de un kilómetro que debía unir las otras dos terminales. Las estaciones, inauguradas con retraso y sin llegar a tiempo para la Exposición del Mundo Portugués de 1940, se convirtieron en símbolos de una modernidad sobria y elegante.

Lisboa
Almada subido en el andamio de la Estación Marítima de Alcântara

Pardal Monteiro, uno de los arquitectos más destacados de la época, había ganado prestigio con obras como el Instituto Superior Técnico (1927), la Iglesia de Nossa Senhora de Fátima (1938) y el edificio de Diário de Notícias (1940). Arquitecto de confianza de Pacheco, viajó en 1934 junto al ingeniero Eduardo Rodrigues de Carvalho por Europa para estudiar modelos en puertos como Cherburgo, Le Havre, Génova o Trieste, cuyas soluciones técnicas y estéticas influyeron en el diseño final.

Dos estaciones, un artista


Lisboa
Imagen antigua de la Estación Marítima de Alcântara

La Gare Marítima de Alcântara se inauguró en 1943 y la de Rocha do Conde de Óbidos en 1948. Ambas fueron proyectadas por Pardal Monteiro con una estética funcional y elegante, reflejo de la arquitectura modernista de la época. Los espacios estaban diseñados para albergar a pasajeros de distintas clases sociales, siguiendo la lógica jerárquica de la época, pero dentro de un conjunto arquitectónico armónico.

Lisboa
Imagen antigua de la Estación Marítima da Rocha de Conde de Óbidos (1948)

En este contexto de transformación urbana y social, cuando José de Almada Negreiros fue invitado a crear unas pinturas monumentales para decorar los interiores de ambas estaciones. Los trabajos culminaron en 1945 y 1949, respectivamente, y se convertirían en una de las cimas del arte mural portugués del siglo XX.

Memoria de un puerto de exilios y regresos


Lisboa
Estas estaciones fueron el escenario de un intenso flujo migratorio

Las Estaciones Marítimas no solo fueron escenarios para el arte, sino también lugares de paso cruciales en la historia contemporánea de Portugal. Durante la Segunda Guerra Mundial, Lisboa se convirtió en refugio y lugar de tránsito para miles de refugiados judíos, opositores políticos y perseguidos de toda Europa que huían de la barbarie nazi y que utilizaron Lisboa como puerto de salida hacia América

Puerto de Lisboa
El transatlántico Angola llega procedente de Timor a la Estación Marítima de Alcântara (1946)

Desde estos muelles partieron también emigrantes portugueses en busca de un futuro mejor en Brasil, Venezuela o Estados Unidos. Años más tarde, las estaciones se convirtieron en puntos de partida de soldados enviados a las guerras coloniales en África y, tras la Revolución de los Claveles en 1974, en puerta de entrada para cerca de medio millón de retornados de las antiguas colonias.

Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas


Lisboa
Entrada a la exposición sobre los murales de Almada Negreiros

El Centro de Interpretación, distribuido en nueve salas temáticas, recupera estas historias y las entrelaza con la obra de Almada Negreiros, permitiendo al visitante comprender la profunda carga simbólica de estos muros. Fotografías, documentos originales, testimonios sonoros y una cuidada selección de imágenes enriquecen la experiencia y contribuyen a desvelar el significado oculto tras cada pincelada.

El lenguaje rebelde de los murales


Gare Marítima de Alcântara
En la Gare Marítima de Alcântara se encuentra el Centro de Interpretación

Lejos de los ideales propagandísticos del Estado Novo, Almada Negreiros eligió un enfoque humanista y moderno para sus murales. En ellos retrató la Lisboa marítima y popular, la vida humilde de marineros, emigrantes, soldados y mujeres carboneras, así como referencias literarias y mitológicas. Las obras se distribuyen en cuatro trípticos y dos paneles repartidos entre las dos estaciones.

Gare Marítima de Alcântara (1943)


Lisboa
La Estación marítima de Alcântara construida por Porfírio Pardal Monteiro

La primera de las estaciones en ser inaugurada fue la de Alcântara en 1943, aunque las pinturas murales se completaron en 1945. En sus ocho paneles monumentales, Almada Negreiros creó un conjunto donde conviven referencias mitológicas populares y escenas realistas de la vida ribereña de Lisboa.

Los temas principales son:

Tríptico “Quem não viu Lisboa não viu coisa boa”


Lisboa
Tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa en la Gare Marítima de Alcântara

Este tríptico rinde homenaje a Lisboa y sus gentes a través de una serie de escenas populares bañadas por la luz solar característica de la ciudad. Es un canto visual a la vida urbana y portuaria. Escenas realistas de la vida diaria en los muelles, incluyendo el retrato del duro trabajo de las mujeres carvoeiras (vendedoras de carbón) cargando carbón en los muelles, reflejando la fuerza y el sudor del pueblo

Lisboa
Detalle del primer panel del tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa

Primer panel: Quem não. Un grupo de mujeres robustas descalzas, posiblemente carvoeiras o estibadoras, cruza una pasarela en dirección ascendente, con la ciudad insinuada al fondo. Descargan carbón en el muelle, evocando el esfuerzo de las mujeres trabajadoras en un entorno portuario lleno de actividad. La monumentalidad de las figuras transmite fuerza y dignidad.

Lisboa
Detalle del panel central del tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa

Panel central: viu Lisboa não viu. Una composición dominada por mástiles, aparejos marítimos y embarcaciones, entre ellas un barco bautizado “Tejo”, que remite directamente al río como arteria vital de Lisboa. Las siluetas de barcos y mástiles en el Tajo se funden en una atmósfera de trabajo y cotidianeidad lisboeta. 

Lisboa
Detalle del tercer panel del tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa

Tercer panel: coisa boa. Una visión luminosa de la ciudad de Lisboa, con el Castillo de San Jorge y la mole de la Catedral de la Sé como telón de fondo. La composición está protagonizada además por figuras femeninas, varinas que dividen el pescado, anclando la escena en el corazón geográfico y simbólico de la ciudad.

Panel “Ó terra onde eu nasci”


Lisboa
Panel Ó terra onde eu nasci en la Gare Marítima de Alcântara

Este panel aislado rinde un sentido homenaje a la Lisboa periférica y rural, a esa raíz humilde y festiva que se mantiene viva más allá del bullicio de la ciudad monumental. En él se representa una escena de romería dominical, con vecinos reunidos bajo un pino, disfrutando de un picnic en un ambiente de fiesta popular. Están presentes los estandartes colgantes, globos y una pequeña capilla, símbolos de la tradición y la comunidad. 

Lisboa
Detalle de la vendedora ambulante de dulces y bebidas del panel Ó terra onde eu nasci

Destacan figuras como una vendedora ambulante de dulces y bebidas que aporta color y vida al conjunto, mientras casas encaladas y de tonos rosados enmarcan el fondo, evocando la sencilla y alegre arquitectura de las colinas lisboetas. Los colores azules, rosados y blancos predominan, confiriendo al panel una atmósfera cálida y cercana.

Lisboa
Detalle de los vecinos reunidos bajo un pino del panel Ó terra onde eu nasci

Aunque Almada Negreiros nació en São Tomé, en este fresco adopta Lisboa como su “tierra natal” y nos regala una imagen nostálgica y festiva de su pasado rural, que contrasta con el rigor urbano de otras de sus obras. Este panel es un canto visual a la memoria popular y a la vida cotidiana, un espacio de calma y celebración que invita a redescubrir la esencia más auténtica de la ciudad y su gente.

Tríptico “Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar”


Lisboa
Tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar en la Gare Marítima de Alcântara

Inspirado en la leyenda popular portuguesa recogida por Almeida Garrett, este tríptico combina elementos de leyenda, mitología y vida cotidiana con una estética monumental y alegórica. Almada reinterpreta escenas de una tripulación del siglo XVI de la Nau Catrineta con elementos contemporáneos de los años 40.

Lisboa
Detalle del primer panel del tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar

Primer panel: Lá vem a Nau. Un grupo de marineros vestidos a la manera contemporánea aparece sentado en cubierta, rodeado de mástiles y velas estilizadas que evocan un mundo de aventura y leyenda. El espacio está tratado con un rigor casi arquitectónico, destacando la soledad y el desamparo en medio del océano, mientras los personajes, anclados en su propia melancolía, parecen ajenos al espectador. En los mástiles el capitán y un vigía buscan las costas de Portugal.

Lisboa
Detalle del panel central del tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar

Panel central: Catrineta que tras. El segundo panel introduce una atmósfera alegórica y simbólica. Un ángel de la guarda protege la nave y a su tripulación. La figura angelical, armada con un tridente, emerge en la parte inferior izquierda de la composición. Simboliza la esperanza y la protección divina en el mar. Al otro lado del mástil, aparece un caballo blanco, animal que remite tanto a la pureza como a la caballería medieval. Tres mujeres acompañan la escena en la parte superior: una de ellas parece dormida, otra sostiene en su mano lo que parece ser un huso de hilar, símbolo ancestral del paso del tiempo o del destino.

Lisboa
Detalle del tercer panel del tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar

Tercer panel: muito que contar. La llegada de la nave a puerto cierra el tríptico en una escena animada con marineros, varinas, una posible meretriz y un elegante matrimonio burgués observando cómo el capitán, figura central, abraza a sus hijas en un gesto de retorno y reencuentro. En el extremo superior, la muerte y el demonio observan la escena.

Panel “D. Fuas Roupinho”


Lisboa
Panel D. Fuas Roupinho en la Gare Marítima de Alcântara

Este panel evoca la leyenda medieval de D. Fuas Roupinho, un noble caballero portugués salvado milagrosamente por la Virgen en el promontorio de Nazaré. El protagonista de la Leyenda de Nazaré se muestra en una historia de milagro y misterio vinculada a la región de Sintra. Almada Negreiros la interpreta con una mezcla de solemnidad y poesía visual, conjugando elementos históricos y simbólicos con escenas de la vida cotidiana en la costa lisboeta. 

Lisboa
Detalle del caballero del panel D. Fuas Roupinho

En la composición, un caballero aparece montado sobre un caballo blanco, representado con un aire dramático y casi teatral, mientras a su alrededor se despliegan figuras de pescadores y personajes populares, integrando así lo legendario con lo real y presente. Se trata del primer Almirante de la Escuadra del Tajo cuya figura heroica contrasta con los gestos humildes de la gente.

Lisboa
Detalle del panel D. Fuas Roupinho
Los colores claros y luminosos dominan el fresco, con un uso expresivo de las formas que, aunque simplificadas, transmiten movimiento y tensión narrativa. Este panel es un claro ejemplo de la “ingenuidad” celebrada por Almada, un homenaje a las raíces culturales portuguesas y a la capacidad del arte para mezclar tradición e innovación.

Lisboa
Vista del interior de la Estación marítima de Alcântara (c. 1944)

Los murales de Alcântara causaron cierto malestar en el régimen, que prefería exaltaciones patrióticas grandilocuentes a estos retratos de la cotidianeidad y la clase trabajadora. El régimen no quedó satisfecho con este enfoque. El propio Salazar consideró los murales inadecuados para recibir a los visitantes, pero António Ferro, director de Propaganda Nacional, defendió la calidad artística de Almada y logró que las pinturas se mantuvieran. Almada, que había vivido en París y Madrid, proyectó en estos murales su experiencia personal y una mirada humanista que desbordaba los límites de la propaganda oficial.

Gare Marítima da Rocha do Conde de Óbidos (1949)


Lisboa
La Estación marítima de Rocha construida por Porfírio Pardal Monteiro

Tras concluir las pinturas murales de la Estación Marítima de Alcântara en 1945, Almada Negreiros comenzó en 1946 el proyecto decorativo para la estación de Rocha do Conde de Óbidos, finalizándolo en 1949. En este segundo conjunto, Almada se alejó de la narrativa clara de los murales anteriores y optó por un lenguaje visual más geométrico, con colores planos sin gradaciones ni efectos tridimensionales, en un estilo influido por el cubismo y las artes gráficas.

Los murales principales son:

Tríptico Domingo Lisboeta


Lisboa
Tríptico Domingo Lisboeta en la Gare Marítima da Rocha do Conde de Óbidos

Este tríptico presenta tres paneles independientes que recogen escenas costumbristas de una Lisboa popular y marinera, sin alardes, ajena al triunfalismo, protagonizadas por personas sencillas. Escenas de la vida popular en un domingo cualquiera a orillas del Tajo.

Lisboa
Detalle del primer panel del tríptico Domingo Lisboeta

Primer panel: Una familia en disfruta de un paseo en un bote sobre las aguas del Tajo, en un ambiente distendido y ligero, con barcos en construcción en el fondo. Uno de los personajes intenta recuperar un sombrero que ha caído al agua.

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Detalle del panel central del tríptico Domingo Lisboeta

Panel central: Un grupo de varinas (pescaderas monumentales), entre las que destaca claramente la figura de dos mujeres africanas, una sentada con la cabeza apoyada en su mano en actitud pensativa, la otra de pie, sostiene sobre su cabeza un cesto donde sobresale una jarra. Ambas retratadas con monumentalidad mientras que a sus pies unos jóvenes pescan con redes en una barca.

Lisboa
Detalle del tercer panel del tríptico Domingo Lisboeta

Tercer panel: Saltimbanquis, funámbulos y artistas de circo actúan ante un público atento, en los muelles, con referencias al circo, la commedia dell’arte y la alegría popular, mientras en primer plano aparecen varios personajes, uno tocando el tambor.

Tríptico Partida de Emigrantes


Lisboa
Tríptico Partida de Emigrantes en la Gare Marítima da Rocha do Conde de Óbidos

El segundo tríptico, "Cais (Muelle)" situado en la pared opuesta, aborda de forma simbólica y emocional uno de los episodios más dolorosos de la historia portuguesa: la emigración forzada por la pobreza y la falta de oportunidades. Con un lenguaje más abstracto y geométrico, Almada Negreiros plasma en estos paneles la tristeza, la soledad y la resignación de quienes se ven obligados a partir en busca de un futuro mejor, alejándose de su tierra natal.

Lisboa
Detalle del primer panel del tríptico Partida de Emigrantes

Primer panel: Un grupo de personas, de espaldas al espectador, contempla la partida de un paquete (transatlántico) de emigrantes desde el muelle. Las figuras, aisladas y hieráticas, se recortan contra el perfil del barco que está a punto de zarpar, reflejando la melancolía y el peso de la despedida. La composición, austera y sin artificios, enfatiza la inmovilidad y la espera.

Lisboa
Detalle del panel central del tríptico Partida de Emigrantes

Panel central: Un conjunto de personajes —hombres, mujeres y niños— se agrupan en una escena de tensa quietud. Lejos de mostrar el bullicio habitual de un embarque, Almada opta por representar la contención emocional de la llegada de emigrantes al muelle: miradas vacías, gestos mínimos, ausencia de contacto entre los personajes. Aquí no hay abrazos ni llantos abiertos, sino el silencio cargado de resignación. Las figuras al pie de la escalera de embarque, remarca el carácter de tránsito y desarraigo.

Lisboa
Detalle del tercer panel del tríptico Partida de Emigrantes

Tercer panel: La construcción de los edificios de las Terminales de Pasajeros, como metáfora de un país en transformación y tránsito, pero también reflejo de la modernización inacabada y de las promesas incumplidas. La escena también muestra una figura humana subiendo por una escalera de madera llevando una carga en la cabeza, mientras a lo lejos se divisa un marinero en la proa del buque que permanece inmóvil antes de zarpar. 

Lisboa
Vista del interior de la Estación marítima de Rocha do Conde de Óbidos (c. 1959)

La elección de este tema resultó incómoda para el régimen de Salazar, que buscaba promover una imagen de prosperidad y estabilidad, y no reflejar la emigración masiva que afectaba a miles de familias portuguesas. El 31 de octubre de 2023, en este mismo escenario portuario, con motivo del 136º aniversario del Porto de Lisboa, el artista urbano Vhils (Alexandre Farto) inauguró un mural en la pared de la Gare Marítima da Rocha d’Óbidos en homenaje a los refugiados que, durante la Segunda Guerra Mundial, encontraron en Lisboa el último puerto abierto de Europa. 

Cais a Rocha Conde de Óbidos
Fotografía de Roger Kahan en cais a Rocha Conde de Óbidos (1940)

La obra, basada en una fotografía de Roger Kahan, fotógrafo y refugiado judío francés, rescata del olvido la imagen de una mujer sola, sentada junto a su maleta, aguardando en silencio un destino incierto junto a un buzón —el mismo buzón aún es visible. La figura, recreada con la técnica de revelado que caracteriza el estilo de Vhils, remite tanto a la fragilidad de la memoria como a la permanencia de la historia en estos muros. El mural actual dialoga con los frescos de Almada Negreiros, actualizando el mensaje de pérdida, tránsito y espera, y recordando que Lisboa fue, y sigue siendo, un lugar de partida, de llegada y de esperanza.

La dimensión política de los murales


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Casa junto al apartado de correos número 591 que inspiró al fotógrafo  Roger Kahan

Hubo intentos de destruir los murales, pero la intervención de figuras como António Ferro, Pardal Monteiro o la del historiador João Couto, director del Museu Nacional de Arte Antiga, quien elogió la obra por su modernidad, su fuerza creativa y su capacidad de representar la realidad portuguesa sin falsearla, lograron evitar su desaparición, víctimas de una censura que buscaba evitar cualquier cuestionamiento visual del régimen.

Lisboa
Mural de Vhils en Cais da Rocha en homenaje a los refugiados, basado en la obra de Roger Kahan

Las obras de Almada Negreiros para las estaciones marítimas de Lisboa no se limitaron a una función decorativa. Con una mirada sincera y crítica, reflejaron una sociedad marcada por la emigración, la desigualdad y el declive imperial. El historiador José-Augusto França calificó en 1974 uno de los murales de Rocha como «una obra maestra de la pintura portuguesa de la primera mitad del siglo XX».

Las estaciones hoy: memoria viva


Lisboa
Escalera de la Estación Marítima de Rocha do Conde de Óbidos

Las dos estaciones, construidas en hormigón armado, reflejan una estética moderna y sobria, con detalles cuidados en su diseño interior, desde las luminarias hasta los elementos de hierro forjado o los pavimentos decorados. Aunque algunas de las ideas originales, como la torre de señales de Alcântara, nunca se materializaron, los edificios cumplieron su función como símbolos de modernidad. No obstante, su uso como terminales marítimas fue disminuyendo con la expansión del transporte aéreo a partir de los años 50.

Lisboa
Detalle barandilla y pavimento de la Estación Marítima de Rocha do Conde de Óbidos

Actualmente, las estaciones y sus murales representan un espacio de memoria colectiva de un tiempo de exilio, tránsito, dolor y esperanza. En ellas se cruzan las historias de quienes partieron al exilio o a las guerras coloniales, de los retornados de África tras el 25 de abril de 1974, y de un país en constante transformación. El Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas permite hoy redescubrir este legado artístico y humano que sobrevivió a la dictadura, al olvido y a la amenaza de la destrucción.

Más información: Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas. Dirección: Gare Marítima de Alcântara. 1350-355 Lisboa. Teléfono: 91 555 04 96. Horario: diariamente de 10 a 19 h. Entrada gratuita con la Lisboa Card. Entrada a las dos estaciones y visita a la exposición: 5 euros. Los visitantes tienen traslado gratuito desde la Estación Marítima de Alcântara hasta la Estación de Rocha do Conde d'Óbidos, una distancia de aproximadamente 800 metros. Web: Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas

Toda la información generada en redes sociales durante mi viaje a Lisboa, puede consultarse a través del hashtag #PDLisboa

Palacio Nacional de Queluz: obra maestra del rococó portugués

Fuente de Neptuno
Neptuno rodeado de tritones en el Jardín de Queluz

El Palacio de Queluz fue construido entre 1747 y 1760 por orden del rey Pedro III de Portugal que murió aquí el 25 de mayo de 1786. El arquitecto portugués Mateus Vicente de Oliveira y posteriormente el arquitecto francés Jean-Baptiste Robillon, se inspirarían en el Palacio de Versalles, para construir la residencia de verano de la familia real portuguesa. Aunque el palacio es más pequeño y acogedor, este “Versalles en miniatura” es un magnífico ejemplo de la teatralidad y la ostentación europea que se vivía en aquella época.

Escalera de los Leones
A través de la Escalera de los Leones se accede a los jardines de Queluz

El espectacular Palacio Real de Queluz es una obra maestra del rococó portugués con estética versallesca que luce fachada neoclásica en color azul pastel. El Monumento a Dª Maria I de 1797 da la bienvenida al visitante que llega al Palacio de Queluz. En el interior de los diferentes edificios destacan una serie de salones y aposentos decorados con elementos orientales, muebles y tapices portugueses, pinturas y mármoles italianos y suelos de madera procedente de Brasil.

Salón del Trono

Salón del Trono
El Salón del Trono es la sala más importante del Palacio de Queluz

La visita se inicia en la sala principal del Palacio de Queluz; el Salón del Trono. Fue construido entre 1768 y 1774 por el arquitecto Jean-Baptiste Robillon en estilo rococó francés. La sala fue utilizada para las grandes recepciones de la corte, como salón de baile, teatro, e incluso para celebrar los bautizos de los hijos del rey Juan VI de Portugal y su esposa Carlota Joaquina de Borbón. Está revestido de espejos a imagen de la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles. De su magnífico techo abovedado pintado por João de Freitas Leitão cuelgan preciosas arañas de cristal.

Sala de la Música y Sala de la Linterna

Sala de la Linterna
El retrato del infante Miguel de Bragança preside la Sala de la Linterna

La Sala de la Música es una de las estancias más antiguas del Palacio de Queluz, obra de 1759 del arquitecto Mateus Vicente de Oliveira. El espacio fue decorado en estilo rococó por Silvestre Faria Lobo con motivos que aluden a la música. Antes de llegar a la Capilla del palacio nos encontramos con la Sala de la Linterna que está presidida por el retrato más grande del Palacio de Queluz. Se trata del retrato del infante Miguel de Bragança, obra de 1827 de Johann Nepomuk Ender.

Capilla Real de Queluz

Capilla Real
Las paredes de la capilla real de Queluz imitan el mármol y el lapislázuli

La Capilla Real fue construida en 1752 con una sola nave, en estilo rococó portugués por Mateus Vicente de Oliveira. Fue utilizada para oficios religiosos y conciertos de música. Está decorada con paneles de madera imitando mármol, obra de Silvestre Faria Lobo, y también lapislázuli. El Altar Mayor está presidido por un retablo de 1752 obra de André Gonçalves de la Inmaculada Concepción, patrona de Queluz.

Aposentos de la Princesa María Francisca Benedicta

dormitorio
Dormitorio de la Princesa María Francisca Benedicta

Son varias las habitaciones privadas usadas en el Palacio de Queluz por María Benedicta de Portugal, princesa de Brasil. Aunque la decoración neoclásica e imperio pertenece a la renovación realizada bajo el reinado de Juan VI de Portugal. La mayoría del mobiliario pertenece a la segunda mitad del siglo XVIII.

Comedor

Comedor
Este fue el último comedor utilizado por la familia real portuguesa

Varias salas como la Sala de la Escultura, la Sala de Fumar y la Sala del Café que fueron utilizadas por el rey Luis I de Portugal y la reina consorte María Pía de Saboya, preceden al último comedor del Palacio de Queluz. La ubicación de una sala dedicada a los ágapes reales varió a lo largo de las épocas y de los monarcas que habitaron el palacio.

Corredor das Mangas

Corredor das Mangas
Los azulejos más antiguos son los de color azul y blanco

Este espacio conocido también con el nombre de Pasillo de los Azulejos por la decoración de sus paredes, separa el palacio antiguo concluido a finales del siglo XVI, del palacio nuevo de 1758. Los paneles de azulejos más antiguos son las escenas de caza de 1764 obra de Manuel da Costa Rosado. Los de estilo neoclásico que muestran escenas de la mitología clásica, alegorías y chinoiseries fueron realizados en 1784 por Francisco Jorge da Costa.

Sala de la Antorcha

Sala de la Antorcha
La Sala de la Antorcha está decorada cuando imperaba el gusto por lo oriental

En la Sala de la Antorcha destacan los muebles portugueses en palo de rosa y la decoración oriental típica de la corte portuguesa de mediados del siglo XVIII. Los muebles lacados y las porcelanas chinas también están presentes en la siguiente habitación del itinerario. Corresponde a una reconstrucción de un dormitorio estilo D. José de la escuela portuguesa con muebles realizados con maderas del Brasil.

Sala de los Embajadores

Sala de los Embajadores
La Sala de los Embajadores era conocida como la Sala de las Serenatas

La entrada noble del Palacio de Queluz corresponde a la actual Sala de los Arqueros que precede a la Sala de los Particulares y a la magnífica Sala de los Embajadores. En este magnífico salón construido entre 1757 y 1762 con suelo de mármol como si fuera un tablero de ajedrez, se recibía a los embajadores, miembros del cuerpo diplomático y ministros de Asuntos Exteriores. La opulenta decoración con estucos y el techo pintado en trampantojo donde se ha representado a la familia real portuguesa asistiendo a un concierto, son obra de artistas italianos y portugueses.

Pabellón Robillon

Pabellón Robillon
El Pabellón Robillon se construyó después de la boda de Pedro III de Portugal con María I

El pabellón de color rosado fue diseñado por el arquitecto francés Jean-Baptiste Robillon. Las salas que vienen a continuación: Sala del Despacho, Sala de las Azafatas, Sala de las Meriendas, Oratorio, Cuarto de la Reina y el Tocador de la Reina fueron utilizadas por varios monarcas como dependencias privadas. En todas ellas destaca el suelo de parqué de maderas del Brasil de diseño geométrico.

Sala de Don Quijote

Pabellón Robillon
Sala de Don Quijote y Tocador de la Reina

La Sala de Don Quijote era el dormitorio del rey Pedro IV de Portugal, que nació en el Palacio de Queluz el 12 de octubre de 1798 y murió aquí el 24 de septiembre de 1834. La alcoba presenta un techo abovedado que crea la ilusión de una estancia circular. Los paneles decorativos que muestran escenas de la novela universal de Cervantes; El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha son obra del pintor Fernando Mardel de 1940.

Jardines de Queluz

Jardines de Queluz
Fuente de Nereida

La Escalera de los Leones y su prolongación en forma de columnata sirven de nexo entre el Palacio de Queluz y el jardín francés diseñado con formas geométricas. Los jardines de Queluz son el máximo exponente del barroco-rococó en Portugal. Los setos de boj están flanqueados por robles que comparten espacio con los juegos de agua y numerosas estatuas inspiradas en la mitología clásica. Los estanques y las fuentes barrocas como la Fuente de Nereida (1778) obra de John Cheere o la Fuente de Neptuno (1677) obra de un discípulo de Gian Lorenzo Bernini; Ercole Ferrata están presentes en el Jardín de Malta y en el Jardín colgante.

Canal de los Azulejos

Canal de los Azulejos
Canal de los Azulejos

No te pierdas el Canal de los Azulejos un magnífico canal navegable construido en 1775 con una extensión de 115 metros. Está revestido con magníficos azulejos del siglo XVIII que representan imágenes de la vida en la corte de Queluz, puertos marítimos y ruinas antiguas. La familia real acostumbraba a pasear en barca o góndola y por la noche se encendían antorchas en forma de cornucopias doradas a lo largo del canal.

El Palacio Real de Queluz se encuentra a mitad de camino entre Lisboa (18 km al noroeste) y Sintra (17 km al sudeste). Desde ambas poblaciones se puede acceder en transporte público o en coche en 15 minutos.

Más información: Palacio Nacional de Queluz. Dirección: Largo do Palácio, 2745-191 Queluz. Horario: de 9 a 18 h. Entrada: 10 €. Web: Palacio Nacional de Queluz.

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