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La Ciudad de las Abejas: el mundo apícola de la familia Morlière en Génos

Ciudad de las Abejas
La Ciudad de las Abejas en Génos, un viaje al fascinante mundo de la apicultura familiar Morlière

La historia de la Ciudad de las Abejas comienza mucho antes de que existiera como tal, allá por 1963, cuando Henri y Adèle Morlière iniciaron la aventura apícola en Muret, donde residían. En 1969, se trasladaron a Génos para aprovechar la flora melífera de los Pirineos, instalando allí 200 colmenas. Años después, en 1983, se incorpora su hijo Maurice, seguido en 1992 por su nuera Ghislaine. Ambos son los encargados de recibirnos y guiarnos en la visita de este curioso lugar.

Miel de Ruchers Sainte-Marie
En la tienda de la Ciudad de las Abejas se pueden adquirir las mieles de Ruchers Sainte-Marie

Tras el fallecimiento de los fundadores, el joven matrimonio tomó el relevo y en 2005 se sumó Cyril, su hijo, consolidando así la tercera generación de apicultores. Con ellos tres, la empresa no ha dejado de prosperar: en 2010 inauguraron una nueva mielería. Hoy, más de sesenta años después de que Henri y Adèle empezaran con 160 colmenas, la familia Morlière cuida de un millar repartido entre distintos territorios. Sus colmenas trashumantes recorren desde Génos, Bayona, Narbona, Valencia y la región de Toulouse. 

Ciudad de las Abejas
Spiraea japonica, arbusto ornamental cuyas flores atraen a las abejas

“Este museo es, ante todo, nuestra historia”, confiesa Maurice, orgulloso de un legado que hoy se abre al visitante bajo el nombre de Ciudad de las Abejas. El ecomuseo se despliega en un parque de casi una hectárea sembrado de flores melíferas y la vegetación más apreciada por las abejas como acacias, tilos, árboles frutales y un sinfín de flores silvestres que sostienen la biodiversidad del paisaje. 

Ciudad de las Abejas
Chalets temáticos y paneles explicativos guían al visitante por la apicultura tradicional y moderna

Una docena de chalets temáticos invitan a descubrir diferentes aspectos del fascinante mundo apícola, mientras los paneles explicativos ayudan a comprender la importancia de estas plantas, verdaderas aliadas de las abejas. “Queremos que quien venga aquí descubra que la miel no es otra cosa que un regalo de la naturaleza y que pueda acercarse al mundo de la apicultura a través de nuestra propia historia.”

La Vida de la Abeja 

Ciudad de las Abejas
Mapa de la Ciudad de las Abejas indicando la ubicación de los doce chalets temáticos

En el chalet temático de La Vie de l’Abeille (La Vida de la Abeja) se despliega un recorrido que condensa la esencia misma de la apicultura: desde un rudimentario extractor de miel hecho con una cesta tejida y troncos de madera hasta un apicultor encaramado en una escalera, intentando alcanzar un panal suspendido de un árbol. En una de las paredes, un mapa de la Ciudad de las Abejas muestra la ubicación de cada chalet. 

Ciudad de las Abejas
Primer coche familiar de Henri Morlière, símbolo de los humildes comienzos apícolas

También puede verse un Citroën 2CV, aquel primer coche familiar conducido por Henri Morlière, que recuerda los modestos inicios. En la pared cuelgan viejas fotografías de la familia, donde aparecen las tres generaciones: Adèle Morlière, la abuela; un joven Maurice; y Cyril de niño. También se conserva la imagen de colmenas destrozadas por un oso en mayo de 2007, un episodio que pudo haber puesto fin al sueño, y refleja la resiliencia que ha acompañado a la familia Morlière hasta hoy.

El Vídeo de la Ciudad de las Abejas 

Ciudad de las Abejas
Escenografía de un apicultor en busca de miel

En La Vidéo se proyecta un vídeo corto donde Maurice, Ghislaine y Cyril, cuentan la historia de cómo comenzó todo, acercando la historia familiar al visitante. En 1903, un conocido le pidió al padre de Maurice, Henri Morlière, construir una colmena para hacer una prueba. Como eran amigos, le sugirió fabricar dos: una para cada uno. A partir de ese gesto sencillo nació una afición que fue creciendo hasta convertirse en oficio. Con el tiempo, su padre dejó su oficio y pasó a ser apicultor profesional: llegó a tener alrededor de 150 colmenas y comenzó a vivir de ellas. 

Ciudad de las Abejas
Fotografía antigua de la familia Morlière en casa con su Citroën 2CV

Maurice recuerda que, de niño, empezó a acompañar a su padre con apenas cuatro o cinco años: subido al camión, en los trayectos en coche a los mercados, incluso junto a las colmenas. Así prendió también en él la misma pasión por el mundo de la apicultura. La actividad de su padre se mantuvo hasta alrededor de 1980; entonces fue cuando Maurice y su esposa Ghislaine tomaron el relevo. El joven matrimonio compró otra explotación y, en esa nueva etapa, pudieron seguir viviendo todos de la apicultura. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Colmenas tradicionales de madera para preservar la memoria de la apicultura

Más tarde, Cyril, el hijo de Maurice, se subió al camión para continuar la empresa familiar. Después, en ese mismo vídeo, escuchamos el testimonio de Cyril, que hoy tiene cuarenta años y representa la tercera generación de apicultores de la familia Morlière. Cuenta que nació rodeado de colmenas y que, desde muy pequeño, acompañaba a sus padres al mercado. La apicultura se convirtió para él en algo natural, una pasión transmitida primero por su abuelo y después por su padre.

Ciudad de las Abejas en Génos
La miel es un producto natural que, tras la extracción, se filtra, sin sufrir ningún proceso especial

“Espero que dentro de otra generación alguien más continúe este camino”, afirma con convicción. La proyección continúa con una explicación sencilla del proceso: la miel no sufre transformaciones especiales. En cuanto se extrae, se filtra y se deja en decantación durante unas ocho horas; después se almacena en bidones. Hoy el trabajo cuenta con maquinaria que mejora las condiciones de los apicultores, pero la calidad del producto sigue siendo la misma desde hace tres generaciones. 

Vinagre de miel
Botellas de vinagre de miel artesanal, de la familia Morlière, disponible en su tienda

A continuación, interviene Ghislaine. Trabaja codo con codo con Cyril y Maurice y se ocupa de la comercialización: cuando ellos han terminado la extracción, ella gestiona el envasado y la venta. Durante el año acude a mercados semanales, participa en pequeñas ferias, y distribuye en tiendas de productores y pequeños comercios de Occitania. En invierno mantiene el contacto con los clientes particulares conocidos en verano y vende directamente por internet. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Ruche de Sologne, ejemplo de colmena tradicional de paja que inspira la pasión apícola familiar

Finalmente, vuelve el turno a Maurice, quien en el vídeo comparte una reflexión cargada de futuro: “Hoy nos encontramos en un momento de relevo. Pensamos en transmitir la empresa a Cyril, pero junto con ella queremos transmitir también nuestra pasión. Una pasión que ya venía de mi padre, que coleccionaba antiguos utensilios de apicultura, y que yo continué guardando. Con Cyril decidimos dar un paso más: crear la Ciudad de las Abejas.”

Las Colmenas de Madera 

Ciudad de las Abejas en Génos
Colmenas tradicionales hechas con troncos de árbol ahuecados

En el espacio dedicado a Les Ruches en Bois (Las Colmenas de Madera) se despliega la tradición más antigua y sólida de la apicultura. Desde troncos de árbol ahuecados, de castaño o de alcornoque, hasta las ingeniosas colmenas landesas, trenzadas en castaño o construidas con planchas piramidales, el visitante descubre cómo la naturaleza misma proporcionaba los refugios para la miel. 

Ciudad de las Abejas en Génos
El Arnal fue usado desde hace más de 3.000 años hasta finales del siglo XX

Entre las piezas más singulares se encuentra la réplica exacta de un colmenar tradicional del norte de Aragón, conocido como Arnal. Se trata de una pequeña estructura en cuyo interior se conservaban colmenas horizontales de tubos de mimbre ligeramente troncocónicos, colocadas sobre travesaños de madera y cerradas con piedras. En el frontal se daba entrada a las abejas y la parte trasera era para que el apicultor pudiera inspeccionar y recolectar la miel.

El Vivero


Abejas
Uno de los enjambres del vivarium, con la Abeja Reina marcada con un punto verde

Otro de los chalets temáticos es Le Vivarium, un espacio concebido como un vivero donde se puede observar de cerca la actividad de una colmena viva, descubriendo el incesante ir y venir de las obreras y, con un poco de paciencia, incluso localizar a la majestuosa Abeja Reina. Este lugar funciona como un observatorio didáctico: las paredes transparentes permiten asomarse al interior del mundo de las abejas sin perturbarlas, mostrando la extraordinaria organización de la colonia y el papel fundamental que desempeñan en la naturaleza.

La Trashumancia apícola 

Ciudad de las Abejas en Génos
Las abejas aprovechan el día para polinizar, por eso la trashumancia se realiza de noche

En el chalet temático de La Transhumance se explica cómo se trasladan las colmenas en busca de floraciones óptimas y permitiendo a los apicultores obtener varias cosechas al año y una gran diversidad de mieles. Durante el día, las abejas están dispersas por la naturaleza polinizando y el calor hace imposible el viaje. Al caer la noche, cuando todas las abejas han regresado a la colmena, se cargan en los camiones.

Trashumancia apícola
Peugeot 202 U junto a colmenas de madera, empleado por la familia Morlière en la trashumancia

Se conduce hasta el amanecer, momento en que se deben descargar y dispersar en praderas cercanas para evitar que se asfixien. Cada camión transporta cientos de colmenas, y en cada una de ellas viaja un enjambre impresionante de cincuenta mil abejas. Si circulan de día hay que tapar la piquera de la colmena (una pequeña puerta o abertura que hay en las colmenas, para que las abejas puedan entrar o salir) o hay que poner una malla encima del camión para que no se escapen. 

Miel de Ruchers Sainte-Marie
Miel de acacia, delicada y suave, recolectada por la familia Morlière

Para que os hagáis una idea, la familia Morlière hace 25 mil kilómetros con el camión únicamente para mover colmenas. La Trashumancia apícola no es una práctica nueva: hace miles de años los egipcios ya transportaban sus colmenas en barcos por el Nilo, y estas viajaban río arriba al ritmo de la floración. En primavera las colonias se trasladan a los bosques de acacias y a los campos de lavanda, en zonas como el Gers y el Lot-et-Garonne. 

Abejas
Es esencial renovar las colmenas y hacer nuevos enjambres aprovechando el mejor clima

Cuando llega el verano, las colmenas se instalan en la montaña, donde florecen el tilo, el castaño y el brezo. Cada año en noviembre llevan sus colmenas a Gandía para que las abejas pasen el invierno. Además, como la primavera llega antes que en Génos, porque el clima es diferente, pueden empezar a trabajar dos meses antes que en Francia. Buscando el mejor clima para hacer enjambres y renovar las colmenas, la familia Morlière aprovecha y hace miel de naranjo

Ciudad de las Abejas en Génos
Fotografía antigua de la familia Morlière haciendo la trashumancia apícola con su camión Citroën HY

También trasladan las abejas a Cataluña y Aragón para la producción de miel de romero. La familia Morlière tienen un colmenar cerca de Génos, arriba en la montaña, otro a la salida de la población. Y los otros colmenares están alrededor de 40 o 50 kilómetros de la zona. Cada colmenar tiene cien colmenas en cada campo, lo que significa que la familia Morlière gestiona casi mil colmenas. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Camión Citroën HY, protagonista de la trashumancia y símbolo de la apicultura moderna

En este espacio veremos un antiguo camión Citroën HY, protagonista de la trashumancia de las abejas y símbolo del inicio de la apicultura moderna para los Morlière. Este robusto vehículo permitió trasladar las colmenas a largas distancias, facilitando la producción de miel en distintas floraciones y haciendo posible la trashumancia nocturna que aún hoy practica la familia. El camión HY reemplazó al modesto Citroën 2CV que perteneció a Henri Morlière.

La Tienda de Miel 

Ciudad de las Abejas en Génos
Antigua máquina para elaborar caramelos de miel

Acto seguido entramos en La Boutique donde el visitante se sumerge en la tradición comercial de la familia Morlière. Una antigua máquina de elaboración de caramelos de miel, permite comprender el proceso artesanal de moldear la miel para convertirla en caramelos, mientras las fotografías en las paredes capturan la actividad en los mercados y la venta directa de tarros de los “Ruchers Sainte-Marie” cuidadosamente etiquetados. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Tienda “Au Miel des Pyrénées”, fundada en 1919, con su cartel original

También se expone una representación histórica de una vendedora de pan de especias, evocando los sabores y aromas de los productos artesanales. El aparador y la puerta de madera de la tienda “Au Miel des Pyrénées”, casa fundada en 1919, con un detallado cartel de sus productos: Miel Surfin, cera, hidromiel, dulces y pan de jengibre, nos recuerda que algunas de estas piezas pertenecieron a una colección única del museo de Saint-Faust que la familia Morlière ha adquirido para que no se pierdan en el olvido.

La Extracción de Miel


Ciudad de las Abejas en Génos
Varias generaciones de extractores de miel

Mientras que en el chalet de L’Extraction (La Extracción) se explica el proceso de obtención de la miel y pueden verse los utensilios utilizados antiguamente y cómo la apicultura moderna se consolidó en el siglo XIX con la invención de las colmenas de cuadros, que permiten extraer la miel sin sacrificar a las abejas, a diferencia de las colmenas tradicionales. La observación de las abejas y el desarrollo de técnicas de cría de la “mosca de la miel” se remontan a la Antigüedad, pero fue a partir del siglo XVIII cuando se produjeron avances decisivos. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Prensa tradicional para opérculos, utilizada para extraer cera de los panales de manera artesanal

Tras ahumar la colmena para calmar a las abejas, el apicultor extrae los cuadros llenos de miel madura, cubiertos por finas láminas de cera llamadas opérculos. Con una ligera brocha se retiran las abejas, y los cuadros se colocan en un extractor centrifugo, que expulsa la miel hacia las paredes del aparato. Luego se filtra y se deja decantar de dos a ocho días antes de envasarla para el consumo o la venta. Los opérculos se conservan para obtener la cera más pura, fundiéndolos al sol en un clasificador para formar bloques de cera. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Extractor de miel casero antiguo, fabricado en metal para separar la miel de los panales

Además de la miel y la cera, los apicultores han descubierto la importancia de la cosecha de polen, otro tesoro de la colmena que completa la riqueza de la producción apícola. El polen, recolectado por las abejas en las flores y transportado en sus patas posteriores en forma de pequeñas bolitas, constituye una fuente esencial de proteínas, vitaminas y minerales, tanto para la alimentación de la colonia como para el ser humano.

La Cera de Abeja 

Ciudad de las Abejas en Génos
Fabricante de velas trabajando artesanalmente con cera de abejas

El chalet de La Cire (La Cera) está dedicado a la cera y sus usos, especialmente para la elaboración de velas. Descubrimos que hasta finales del siglo XIX, la cera era el producto más codiciado de la apicultura. Producida por las glándulas cereras de las abejas, inicialmente blanca, se tornaba amarilla y finalmente marrón con el paso del tiempo. Por ello, se exponía la cera al sol sobre grandes telas para blanquearla, antes de destinarla a usos domésticos y litúrgicos. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Molde de velas metálicos, usado para crear velas con cera pura

La cera servía principalmente para fabricar velas y cirios, empleando técnicas como la vela hilada o la vela a cucharilla. Este material estaba reservado a los hogares acomodados y a fines religiosos: en la liturgia católica simbolizaba la pureza del cuerpo de Cristo. Incluso se creía en la virginidad de las abejas, y numerosas representaciones de la Natividad las muestran volando alrededor de la Virgen. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Argizaiola tradicional, vela de cera utilizada en ceremonias en el occidente pirenaico

En la tradición popular, las velas de cera tenían un papel divinatorio y ceremonial, apareciendo en momentos cruciales de la vida como nacimientos, bautismos o primeras comuniones. Su uso se mantuvo especialmente en el occidente pirenaico, donde la cera era considerada un puente entre lo cotidiano y lo sagrado. En las vitrinas pueden verse varios ejemplos de Argizaiola, una tablilla de madera sobre la que se enrollaba una larga mecha de cera que se mantenía encendida sobre las tumbas en las iglesias y que había visto referenciadas en Euskadi.

Las Colmenas de Paja 

Ciudad de las Abejas en Génos
Ruche de Corrèze, colmena tradicional francesa elaborada con paja y técnicas artesanales

La paja y el centeno fueron durante siglos materiales esenciales en la apicultura tradicional. En Les Ruches en Paille (Las Colmenas de Paja) se pueden ver colmenas confeccionadas con estos recursos humildes, como la Colmena de Sologne, las Colmenas Lombard, ligeras y portátiles, de forma cilíndrica u ovalada, y las Colmenas Corrèze, más robustas y protegidas con techos de paja de centeno, que protegía a la colonia del frío y la lluvia. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Ruche Béarnaise, colmena campesina de paja y castaño, utilizada para consumo familiar

También destaca la Ruche Béarnaise, fabricada por los propios campesinos para el consumo familiar. Estaban formadas con un armazón de castaño trenzado con clemátide, una planta trepadora silvestre de tallos largos y flexibles, perfecta para trenzar. La colmena estaba recubierta con arcilla mezclada con estiércol de vaca, lo que proporcionaba aislamiento y resistencia frente a la humedad y los cambios de temperatura. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Las colmenas de paja fueron el modelo más extendido en Europa gracias a su bajo coste

Estas colmenas de paja, de uso estrictamente doméstico, podían variar de simples cestas a construcciones más elaboradas y se destinaban sobre todo a obtener miel como endulzante natural y cera para uso doméstico. La apicultura de cada lugar está profundamente ligada a los recursos del entorno. En la Ciudad de las Abejas veremos la diversidad de colmenas dentro del territorio francés, pero también ejemplos de colmenas africanas.

Los Ahumadores 

Ciudad de las Abejas en Génos
Chalet temático dedicado a los ahumadores en la Ciudad de las Abejas

En Les Enfumoirs, descubrimos la historia de un invento clave en la apicultura moderna: el ahumador. Su creador, Moses Quindy (1810-1875), fue uno de los primeros apicultores modernos y contribuyó significativamente al conocimiento científico de las abejas. Gracias a su invención, un ahumador con fuelle que permitía manejar las colmenas con mayor seguridad, calmando a las abejas al enmascarar las feromonas que alertan a la colonia. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Maniquí de apicultor con traje, máscara y un ahumador de fuelle, listo para manipular colmenas

Maurice nos explica, con pasión, los secretos de su oficio, por ejemplo, para poder tocar a las abejas sin riesgo, utilizan ahumadores donde queman hierba, un método que reemplaza los antiguos combustibles como estiércol, cartón o espinas de pino. “No se puede tocar una colmena sin humo. Para los apicultores es como llamar a la puerta de la colmena”, dice. Las abejas sienten el humo, se asustan porque creen que hay un incendio, y corren a alimentarse para poder escapar con alimentos para poder formar una nueva colmena. Debido a esto, su estómago o buche melario está tan lleno y están tan ocupadas, que impide que piquen. 

Ciudad de las Abejas en Génos
Colección de ahumadores de distintas épocas y estilos

Desde su concepción, el ahumador ha evolucionado mucho: en Marruecos se fabricaba con barro cocido, mientras que hoy combina hierro, madera y cuero, e integra un fuelle, una caldera y un pico. En la Ciudad de las Abejas se pueden ver varios modelos, incluidos los de Layens, Lombard o Fourmilier, que ilustran la diversidad regional de esta herramienta. Tras la visita del apicultor, las abejas ventilan vigorosamente la colmena para purificar el aire.

Las Colmenas Modernas 

Ciudad de las Abejas en Génos
Las colmenas modernas, con cuadros móviles, permiten extraer la miel sin destruir la colmena

También hay un chalet temático dedicado a la apicultura contemporánea es el de Les Ruches Modernes, donde descubrimos la colmena italiana Tonelli, un ejemplo de cómo la apicultura ha evolucionado hacia modelos más eficientes. Esta colmena se distingue por su limpieza automática del piso, gracias a la forma ojival de su gran marco que concentra el calor de la colmena. 

Ciudad de las Abejas en Génos
La apicultura contemporánea utiliza colmenas de madera o materiales sintéticos

Los marcos respetan parcialmente la forma natural de los panales construidos por las abejas, garantizando que la colonia pueda trabajar de manera orgánica dentro de un diseño moderno. Con el tiempo, la colmena Tonelli se ha adaptado para convertirse en una colmena divisible, sustituyendo el cuerpo principal por dos alzas, facilitando así la gestión y la expansión de la colonia sin perturbar a las abejas.

Tienda de productos de Ruchers Sainte-Marie


Miel Morlière en Génos
Exterior de la tienda de la familia Morlière, ubicada junto al Ecomuseo de la Ciudad de las Abejas

Finalmente, nos vamos a ver la zona de manipulación y envasado de miel de la empresa familiar “Ruchers Sainte-Marie” donde en esos momentos están desoperculando, es decir, retirando con un cuchillo la delgada lámina de cera con la que las abejas han cubierto y sellado las celdas del panal de miel. Tenemos la suerte de ver de cerca uno de esos paneles chorreando el sabroso néctar. 

Miel Ruchers Sainte-Marie
Miel de flores de los Pirineos y miel de tilo de Ruchers Sainte-Marie

En la tienda además de ofrecerte la posibilidad de hacer una cata de miel, podrás comprar todos los productos elaborados con miel y alguna de los catorce tipos de miel que te puedes llevar a casa. Entre las mieles, encontrarás la de azahar y acacia, la intensa de brezo y castaño, la fresca de primavera y la de romero, así como variedades más singulares como la de trigo sarraceno, tilo o girasol cremoso, sin olvidar la tradicional miel en panal. 

Productos de Ruchers Sainte-Marie
Productos de miel de Ruchers Sainte-Marie disponibles en la tienda de la Ciudad de las Abejas

Para quienes buscan combinaciones creativas, la familia Morlière elabora preparados con miel y limón, albaricoque, café, frambuesa o avellana. En la tienda también podrás adquirir una botella de delicada hidromiel o vinagre aromatizado, hasta los caramelos de miel y los pasteles elaborados con el néctar de los Pirineos. También se pueden encontrar polen, jalea real, propóleo, jabones en pastilla y velas de cera de abejas.

Más información: Le Musée La Cité des Abeilles. Dirección: 31510 Génos. Se recomienda reservar las visitas a través de su web o en el teléfono: +33 (0) 561 796 804. Horario: De marzo a junio, septiembre y octubre, martes, jueves y sábados de 14 a 18 h. En julio y agosto, de lunes a sábado de 14 a 18 h. Entrada: 7 €. Web: Le Musée La Cité des Abeilles

Toda la información generada durante mi escapada a la Ciudad de las Abejas puede consultarse a través de los hashtags #pyrenees31 y #TourismeHG.

Qué más ver cerca

Prolonga la experiencia adentrándote en una ruta de senderismo por los valles y cascadas que rodean Luchon. Desde paseos tranquilos hasta itinerarios más exigentes, estas rutas permiten recorrer paisajes de montaña, praderas salpicadas de flores silvestres y descubrir cascadas y lagos.

El Museo del Tesoro Real de Lisboa

Museo del Tesoro Real de Lisboa
La caja fuerte más grande de Portugal custodia el Tesoro Real

Inaugurado en 2022, el Museo del Tesoro Real de Lisboa guarda más de 20.000 piedras preciosas, joyas deslumbrantes, valiosas piezas de plata e incluso varias pepitas de oro, que relucen en la penumbra de sus once salas. Para garantizar su protección, las salas de exposición se encuentran dentro de una gigantesca caja fuerte: ¡una de las más grandes del mundo! En sus tres plantas blindadas se despliega el esplendor y la riqueza de la monarquía portuguesa, que usó estos objetos fastuosos como símbolos de poder y prestigio.

El brillo de una historia recuperada


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Hoy, un ala del Palácio Nacional da Ajuda, alberga un tesoro digno de leyenda

El nuevo museo no solo da visibilidad a un patrimonio artístico de primer nivel, sino que devuelve al Palácio Nacional da Ajuda su papel simbólico como espacio de representación del Estado y de la memoria histórica de Portugal. Las joyas, condecoraciones, plata y objetos litúrgicos expuestos son testimonio de una época, una estética y una identidad nacional. Y todo ello, en el mismo edificio que albergó los últimos aposentos reales de la dinastía Bragança.

Sala 1: Oro y diamantes de Brasil


Museo del Tesoro Real de Lisboa
A finales del siglo XVII, se descubrieron los abundantes yacimientos auríferos de Minas Gerais

La sala del oro y diamantes de Brasil muestra la riqueza que cambió la historia del Imperio portugués. Aunque los colonizadores llegaron a tierras brasileñas en 1500, el oro no apareció hasta finales del siglo XVII en una región que más tarde se conocería como Minas Gerais, atrayendo a los buscadores de fortuna. A inicios del siglo XVIII, el hallazgo masivo de diamantes revolucionó la joyería y el comercio de piedras preciosas. De esta época dorada provienen algunas de las piezas más fascinantes de la colección del Tesoro Real, como un diamante en bruto de más de 35 quilates y una gran pepita de oro.

La pepita de oro más grande que habrás visto


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Una pepita de oro hallada en Goiás en el siglo XVIII, hoy brilla en el Tesoro Real

Procedente de Goiás, en la región central de Brasil, esta roca de más de 20 kilos está compuesta de oro aglomerado con cuarzo y óxidos de hierro. Su forma irregular y textura terrosa le valieron el apodo de torrão, que evoca un terrón de tierra. Según se cuenta, fue hallada en la segunda mitad del siglo XVIII, como otra similar que fue enviada a Lisboa por su rareza extraordinaria. Contra todo pronóstico, sobrevivió a las invasiones napoleónicas, y en 1876, el rey Luis I de Portugal (1838-1889) la mandó exhibir durante un baile en el Palacio da Ajuda.

Sala 2: Monedas y medallas de la Corona Portuguesa

Museo del Tesoro Real de Lisboa
El medallón de Felipe IV de España preside la colección de monedas

Las monedas de oro simbolizaban el poder real, mostrando retratos y mensajes políticos. Las medallas conmemorativas, auténticas obras de arte en miniatura, celebraban victorias, matrimonios o gestas dinásticas. La sala de monedas y medallas del Tesoro Real muestra cómo la numismática funcionó como propaganda, reflejando riqueza y alianzas. Destaca un medallón de Felipe IV, posiblemente acuñado en México en 1660, de oro macizo, 178 mm de diámetro y más de 2 kilos (2125 gramos), una de las piezas más colosales de su tipo, símbolo del poder y prestigio de la realeza portuguesa. 

Sala 3: Joyas que brillaron en la corte portuguesa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Adorno de corsé europeo con diamantes, rubíes y granates, atr. Mariana Victoria de Borbón (s. XVIII)

La colección de joyas del Museo del Tesoro Real de Lisboa reúne piezas excepcionales, no solo por la calidad de los materiales, sino por el valor simbólico, político y afectivo. Muchas formaron parte del “Tesoro de la Corona” creado en 1827, propiedad del Estado pero reservado para uso de los monarcas hasta 1910. Además, el Museo del Tesoro Real exhibe joyas privadas de soberanos y familiares reales portugueses desde el siglo XVII hasta el XX. Estas vitrinas guardan el resplandor de siglos de historia, mostrando anillos, collares, broches y medallones que reflejan el prestigio y la tradición de la monarquía portuguesa.

Adorno de corpiño o corsé


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Adorno de corpiño en diamantes y esmeraldas, perteneciente a Bárbara de Bragança

Este lazo de esmeraldas es uno de los tesoros más reconocidos de la colección, no solo en Portugal, sino más allá de sus fronteras. No se trata de un simple broche, sino de un imponente adorno de ramillete, es decir, una joya más grande que se usaba en el centro del pecho, lucido con orgullo por la realeza del siglo XVIII. Fabricado en España a mediados del siglo XVIII, combina esmeraldas colombianas de una pureza excepcional —dos de ellas consideradas “gota de aceptación”— con diamantes de impresionante tamaño, engastados en plata y plata dorada. 

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Retratos de Bárbara de Bragança y Maria Anna de Bragança (s. XVIII)

La mayor de las esmeraldas pesa 47,91 quilates, mientras que los 199 diamantes alcanzan los 253,53 quilates. Esta joya perteneció a la Reina consorte de España, Bárbara de Bragança (1711-1758), hija del rey Juan V, y fue heredada por su sobrina, la infanta Maria Anna de Bragança (1736-1813). La borla colgante que acompaña la pieza, es de diseño portugués y se añadió casi dos siglos después, entre 1944 y 1951, otorgando un aire de continuidad y respeto a esta joya emblemática.

Caja de rapé


Museo del Tesoro Real de Lisboa
La caja está considerada una obra maestra de la joyería francesa del siglo XVIII

Encargada por el rey José I de Portugal (1714-1777) tras el terremoto de Lisboa de 1755, esta pequeña caja en oro y plata de apenas diez centímetros fue creada en París entre 1755 y 1756 por los orfebres Jean Ducrollay (1710-1787) y Louis Roucel, bajo la dirección de Pierre André Jacqmin (1720-1773), orfebre de Luis XV. Decorada con 951 diamantes (proporcionados por el propio monarca), 240 esmeraldas y un diamante central de 29 quilates, destaca por su exquisitez rococó. Exhibida en Versalles ante la marquesa de Pompadour, fue un golpe de efecto de José I para mostrar que, pese a la devastación de Lisboa, su riqueza seguía intacta.

Joyero de la Maison Odiot


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyero de la Maison Odiot, regalo de bodas para el príncipe Pedro I y María Leopoldina

Este magnífico joyero de plata, plata dorada, forrado en seda y decorado con motivos inspirados en la Antigüedad clásica, fue creado en París en 1817 por Jean-Baptiste Claude Odiot (1763-1850), uno de los orfebres más prestigiosos de Europa. Encargado por el rey Juan VI de Portugal (1767-1826) para celebrar el matrimonio de su hijo, el príncipe Pedro I de Brasil y IV de Portugal, (1798-1834) con la archiduquesa María Leopoldina de Austria, el cofre formaba parte de un lujoso conjunto de regalos destinados a la nueva pareja real. Heredado posteriormente por la reina María II de Portugal (1819-1853) y utilizado como joyero personal por la reina María Pía de Saboya (1847-1911).

Diadema y Collar de Estrellas


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Diadema y collar en oro y diamantes, obra de Estêvão de Souza (s. XIX)

La diadema de estrellas, encargada por la reina María Pía de Saboya en 1868, fue concebida como una pieza excepcional: once estrellas engastadas en diamantes que no solo brillan, sino que vibran. Cada estrella está montada sobre un diminuto resorte que permite que tiemble al más leve movimiento, creando un destello hipnótico y perpetuo. Obra del orfebre lisboeta Estêvão de Souza (c. 1839–c. 1880), joyero del rey Luis I de Portugal y su esposa la reina María Pía de Saboya, la diadema se convirtió pronto en una de las piezas más emblemáticas del joyero real

Museo del Tesoro Real de Lisboa
Retratos de María Pía de Saboya (1871) y Amélie d'Orléans (1901) con la diadema de estrellas

Fue modificada sucesivamente hasta 1908 y lucida por la reina Amelia de Orleans (1865-1951), como puede verse en retratos y fotografías históricas de principios del siglo XX. En la imagen de la derecha, Doña María Pía, Reina de Portugal, va ataviada con la diadema de estrellas, el manto real y las bandas de las órdenes honoríficas. A juego con la diadema, se encontraba un collar compuesto por una sucesión de estrellas de diamantes montadas en oro realizado en 1865 por Estêvão de Souza y que también puede verse en la visita al Museo del Tesoro Real de Lisboa.

Joyas de Castellani


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyero romano en madera, seda y plata de Fortunato Pio Castellani (c. 1860-1862)

Cuando la princesa María Pía de Saboya contrajo matrimonio con Luis I de Portugal en 1862, las ciudades italianas quisieron rendir homenaje a su ilustre hija con ofrendas de valor excepcional. Entre ellas destacan dos piezas salidas del célebre taller romano de Fortunato Pio Castellani (1794-1865), máximo exponente de la orfebrería historicista del siglo XIX. El primero es este joyero encargado por el Ayuntamiento de Roma. Fabricado en madera recubierto de seda y adornos de plata, lleva grabada la dedicatoria: «Alla Principessa Maria Pia di Savoia il dì delle sve nozze: i Romani» (A la princesa María Pía de Saboya el día de su boda: [de parte de] los romanos).

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Joyería de estilo romana antigua en oro, marfil, piedras preciosas y monedas clásicas

En su interior se conserva un tesoro de 33 piezas de joyería de estilo romano antiguo, muchas de ellas realizadas en oro, pero también en marfil, piedras preciosas y monedas antiguas griegas y romanas. Entre los regalos más notables de aquel enlace también figura un extraordinario broche de oro amarillo de 18 quilates ofrecido por la ciudad de Nápoles. Realizado también por Castellani y presentado con éxito en la Exposición Universal de Londres de 1862, esta joya sobresale por su calidad técnica y su simbolismo. 

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Broche de oro creado por Castellani con escena esmaltada de la Anunciación

De forma estilizada, representa una “M” en honor a la Virgen María, y alberga en su centro una delicada escena esmaltada de la Anunciación con las figuras de la Virgen y el ángel. Engastado con esmeraldas, rubíes, zafiros y perlas, el broche destaca también por su uso del esmalte plique-à-jour, una técnica de gran dificultad que permite que la luz pase a través del esmalte como si se tratara de una vidriera. El reverso está finamente decorado en filigrana y lleva el monograma de Castellani, dos letras C enfrentadas, que certifican su autenticidad como obra maestra del taller.

Colgante de corazón


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Colgante en forma de corazón del orfebre João Marques da Silva

Procedente de Oporto y elaborado hacia mediados del siglo XIX, este colgante en forma de corazón impresiona por su tamaño y el detallado trabajo de orfebrería. Con sus 17,5 centímetros de altura, está realizado en oro y esmalte, y presenta un refinado equilibrio entre volumen y ligereza. Las marcas identificadas permiten atribuir su autoría, con gran probabilidad, al orfebre João Marques da Silva (1880--1960). Esta joya, cargada de simbolismo, responde a la tradición portuguesa de los corazones votivos, reinterpretada aquí con suntuosidad regia.

Colgante "Cruz de Malta"


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Joya personal de la reina María Pía de Saboya

Decorado con delicadas flores pintadas sobre esmalte, esta joya en forma de Cruz de Malta fue realizada en Oporto entre 1863 y 1865. Se atribuye al orfebre José João Cardoso y perteneció a la reina María Pía de Saboya. El esmalte minucioso sobre el oro da vida a una pieza que combina espiritualidad, estética y maestría artesanal, al gusto de las joyas personales de la soberana.

Diadema y peineta de coral


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Joyas napolitanas de coral del siglo XIX que pertenecieron a la reina María Pía de Saboya

El coral rojo tallado es el gran protagonista de este conjunto napolitano del siglo XIX, formado por una diadema y una peineta desmontable. Ambas piezas, pertenecientes a la reina María Pía de Saboya, fueron fabricadas en Nápoles y llevan marcas del Ducado de Parma. La diadema combina coral precioso, oro y algodón, mientras que la peineta está elaborada con coral, carey y metal dorado.

Reloj de escritorio de Fabergé


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Obra maestra de la relojería y la orfebrería rusa, símbolo del lujo imperial

Obra maestra de la casa Fabergé, este reloj fue realizado en San Petersburgo hacia 1900 por el taller de Mijaíl Evlampievich Perkhin (1860-1903), uno de los principales colaboradores de Peter Carl Fabergé (1846-1920). Con sus inscripciones en cirílico “FABERGÉ” y su mecanismo firmado por Henry Moser & Cie., combina oro, plata, esmalte, diamantes, marfil y cristal. Fue regalado por el rey Víctor Manuel III de Italia a su tía, la reina María Pía de Saboya.

Los botones de diamantes del rey José I


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43 botones del rey José I elaborados en plata y diamantes

Estos botones de diamantes brillaron en la Corte durante el siglo XVIII como parte de la levita, el chaleco y los calzones del rey José I de Portugal. Compuestos por 86 piezas, en 1834, la reina María II de Portugal ordenó transformar la mitad de estos diamantes en una espectacular tiara y un collar rivière. Este último, con 50 diamantes de talla brillante que alcanzaban los 177 quilates, y que acabó tristemente desaparecido en el robo de 2002 al Museo de Ciencias de La Haya.

El sable de Estado del rey Miguel I

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Sable de Estado del rey Miguel I, fabricado en Lisboa en el siglo XIX

Majestuoso y solemne, el sable de Estado del rey Miguel I de Portugal (1802-1866) fue fabricado en Lisboa por el Arsenal del Ejército Real en el primer cuarto del siglo XIX y está decorado con oro, plata, plata dorada, diamantes y acero. El sable se acompaña tradicionalmente por una bandolera decorativa o talim confeccionada, en este caso, en seda e hilo de oro. Este sable de Estado es uno de los más opulentos y de mayor calidad de la colección de armas del Museo del Tesoro Real de Lisboa.

Los prismáticos de diamantes de María Pía

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Prismáticos de la reina María Pía, reflejo del estilo y elegancia de la corte portuguesa

En 1888, la reina María Pía de Saboya adquirió estos singulares binoculares o prismáticos en París. Realizados en carey de tortuga Loira, engastados con diamantes blancos y rosas y decorados con oro y rubíes, los prismáticos combinan funcionalidad y sofisticación. Esta joya portátil acompañaba a la reina en ceremonias oficiales y espectáculos, como un preciado adorno exclusivo.

Un abanico en carey y plumas de avestruz

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Abanico en carey y plumas de avestruz de la reina María Pía de Saboya

Ligero como el aire y lujoso como una joya, este abanico fue comprado en 1888 por la reina María Pía de Saboya en la prestigiosa Maison Boudet de París. Su estructura combina carey, oro, diamantes, rubíes y plumas de avestruz. En la parte superior de la guarda delantera puede verse el monograma “MP” (María Pía), y en el asta, un anillo de oro con diamantes engastados.

Joyas de luto: la belleza en negro


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Joyas de luto de la realeza portuguesa, íntegramente negras

La etiqueta del luto imponía sobriedad, incluso en las joyas reales. Durante ese período, las piezas adoptaban materiales oscuros como el azabache, el ónix, el esmalte negro o el llamado “azabache francés”, un vidrio fundido y tallado. Las joyas de luto eran un complemento de la vestimenta ceremonial de quienes perdían a un ser querido. En la colección del Museo del Tesoro Real se conservan delicadas piezas que reflejan esa estética elegante y melancólica.

Tocado de luto con hematitas

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Diademas de la reina María Pía llevadas durante su luto

Entre las joyas llevadas por María Pía de Saboya durante su luto se encuentra un conjunto francés, datado entre 1880 y 1910. Está compuesto por una diadema, un collar y un par de brazaletes realizados en metal, vidrio y hematita. Su diseño sobrio y su brillo contenido acompañaban con discreción los momentos más recogidos de la vida palaciega. Estas piezas, lejos de lo ostentoso, transmiten una belleza austera, cargada de significado.

Sala 4: Órdenes Honoríficas


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Órdenes honoríficas, símbolos de prestigio y servicio, herederas de la tradición medieval

Antiguamente vinculadas a ideales religiosos y guerreros, las órdenes honoríficas surgieron en la Edad Media como hermandades de monjes caballeros, sometidas a la autoridad de un gran maestre y con funciones militares. Con el paso del tiempo, muchas de ellas, como ocurrió también en Portugal, pasaron al control de la monarquía y fueron perdiendo su autonomía original. A partir del final del Antiguo Régimen, su carácter fue transformándose hasta convertirse en distinciones puramente simbólicas.

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Cruz al mérito militar

Las antiguas órdenes de caballería, los reconocimientos al mérito y las condecoraciones diplomáticas conforman hoy un sistema de honores que sirve para premiar los servicios prestados al Estado, ya sean civiles o militares. Cruz, insignia, banda o collar: cada elemento tiene su forma, su protocolo y su simbolismo, formando parte de un lenguaje ceremonial que ha perdurado hasta nuestros días.

Orden del Espíritu Santo (Francia)

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Reservada a una élite de la nobleza, esta joya reflejaba la protección divina de sus miembros

Fundada en 1578 por Enrique III, la Orden del Espíritu Santo fue la más prestigiosa distinción del Antiguo Régimen francés. En el Museo del Tesoro Real se exhibe un conjunto, realizado hacia 1824 en París por el orfebre Coudray. El collar, trabajado en oro y esmaltes, está formado por una alternancia de llamas y flor de lis. De él pende el colgante esmaltado de una cruz de Malta de ocho puntas, esmaltada en blanco, que encierra en su centro la figura de la paloma descendente, símbolo del Espíritu Santo.

Orden de los Serafines (Suecia)


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Cruz, insignia, banda y collar de la Orden de los Serafines

La Orden de los Serafines, instituida en 1748 por el rey Federico I de Suecia, es la máxima distinción sueca. En el siglo XIX, monarcas portugueses como Juan VI, Carlos I y Manuel II la recibieron como gesto de respeto entre casas reales. El collar ceremonial, de oro, alterna once cabezas de serafines con alas extendidas y once cruces esmaltadas en azul, con una venera octogonal de oro esmaltada en blanco, con serafines, cruces dobles y medallón central azul. La cruz o placa de la orden de plata, de ocho puntas, muestra serafines, cruces y la inscripción FRS (Federicus Rex Suetiae) en el reverso. Se acompaña de banda de seda azul celeste.

Orden de San Andrés (Rusia)


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Cruz, collar y venera de la Orden de San Andrés

Instaurada en 1698 por Pedro el Grande, la Orden de San Andrés Apóstol el Primero Llamado fue la más alta distinción del Imperio ruso, símbolo de fidelidad y servicio a la corona. Constaba de tres insignias: la Placa; una estrella de ocho puntas en plata con el águila de San Andrés y el lema imperial “За Вѣру и Вѣрность” (Por la fe y la fidelidad). El Collar, de plata y oro con el águila de San Andrés, el monograma de Pedro I y águilas bicéfalas imperiales; la venera central con el apóstol crucificado; y la Banda de seda azul celeste, que portaba la misma venera. Su presencia en retratos oficiales la convirtió en un emblema del poder imperial ruso.

Orden de Kamehameha I (Hawái)


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A la izq. puede verse la Orden honorífica de Kamehameha I 

Entre las más singulares y exóticas distinciones diplomáticas del siglo XIX, la Orden Real de Kamehameha I, instituida en 1865 por el rey Kamehameha V en honor a su abuelo, unificador de las islas hawaianas. Fabricada en París hacia 1880 por el prestigioso joyero Kretly, combina oro, plata, plata dorada y esmalte. Su insignia muestra una cruz de ocho puntas con la efigie del rey Kamehameha y su lema: “E Hoʻoulu Lāhui” («Haz crecer a la nación»). Esta condecoración fue otorgada durante la gira diplomática del rey Kalākaua por Europa en 1881, tras recibir la Gran Cruz de Vila Viçosa en Lisboa.

El hábito más valioso de la joyería neoclásica portuguesa


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Esta joya es una de las piezas más valiosas del museo del Tesoro Real

El Hábito de la Orden del Toisón de Oro, encargado hacia 1800 para el Príncipe Regente Juan VI de Portugal, es una joya deslumbrante realizada en Lisboa por Carlos José van Nes o José Luís da SilvaCon 1.741 diamantes de talla brillante —dos de ellos talla rosa—, 190 rubíes y un imponente zafiro central de casi 36 quilates, esta pieza de oro y plata mide 27 cm de altura y pesa más de 400 gramos. Fue la insignia más preciada del monarca dentro de la Orden del Toisón de Oro (rama española). 

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Retratos de los reyes Juan VI y Miguel I de Portugal con la insignia del Toisón de Oro

Esta joya, destinada por testamento a Miguel I de Portugal, quedó guardada en un cofre tras la guerra civil luso-brasileña (1832-1834). En 1943, el Estado portugués la adquirió de sus herederos. Formó parte del ajuar real que viajó a Brasil junto con la Corte huyendo de las invasiones napoleónicas. Al regresar, siguió ligada a la historia dinástica, convirtiéndose en una de las joyas más valiosas del patrimonio nacional. Hoy puede reconocerse en el retrato del monarca realizado por Domingos António de Sequeira, así como en el retrato de su hijo Miguel I de Portugal, que lucen con orgullo el emblemático Toisón de Oro.

Una insignia única con zafiro rosa


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Insignia de la Orden del Toisón de Oro

El Toisón de Oro fue, sin duda, la más codiciada de las órdenes de caballería europeas. Entre las diversas versiones conservadas, esta insignia portuguesa del siglo XIX destaca por un detalle inusual: un gran zafiro rosa en el centro de la pieza, el único de su tipo expuesto en el museo. Las llamas doradas que coronan el carnero de oro —símbolo ancestral del vellocino mitológico— refulgen bajo la luz como testigo mudo de alianzas, favores reales y un linaje de poder que atravesó generaciones.

Sala 5: Insignias Reales

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Sala donde se exponen las insignias reales de la monarquía portuguesa

Portugal no coronaba, consagraba o ungía a sus reyes. En lugar de una ceremonia de coronación, celebraba su “aclamación” o “levantamiento”. Sin embargo, los rituales reales contaban con todo un repertorio de objetos simbólicos que manifestaban el poder monárquico. Esta sección del museo exhibe esas insignias rituales: coronas, cetros, mantos y cepos, junto a elementos litúrgicos como el misal, el crucifijo, el cojín, el trono y el estandarte

Las Tres Órdenes Militares


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Insignias reales portuguesas de las Tres Órdenes Militares

En el universo de las insignias reales portuguesas, sobresale un conjunto de tres piezas vinculadas a las Órdenes de Cristo, Santiago y Avis. Creadas en Lisboa entre 1789 y 1790 por el orfebre David Ambrósio Pollet (1745-1822), reflejan el esplendor joyero portugués del siglo XVIII. A la izquierda, puede verse la Medalla de las Tres Órdenes Militares, de 16 cm, combina diamantes, rubíes, granates, crisoberilo y esmeraldas sobre oro y plata. Abajo, la Placa de las Tres Órdenes Militares, más discreta, presenta diamantes, rubíes, espinelas, granates y esmeraldas. A la derecha, un Hábito de las Tres Órdenes Militares con diamantes, rubíes y esmeraldas engarzados en plata y oro.

Orden Militar de la Torre y la Espada


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La Orden Militar de la Torre y la Espada es la máxima condecoración de Portugal

La Orden Militar de la Torre y la Espada, la máxima condecoración portuguesa, destaca entre las insignias reales. La réplica de su placa, creada en 1949 por José Rosas Júnior (1885-1958), reproduce la original de 1808-1809, desmontada en el siglo XIX. Pesa casi 300 gramos, combinando diamantes, rubíes, esmeraldas, oro, plata y esmalte. Esta placa aparece en el retrato del rey Luis I de Portugal pintado por Eduardo Machado en 1871. El conjunto incluye también un collar elaborado en oro adornado con esmeraldas y plata adornada con diamantes, iniciado en 1825 por Antônio Gomes da Silva y completado entre 1940 y 1950 por José Rosas Júnior.

Orden Militar de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa


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A la dcha. puede verse el conjunto ceremonial de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa

La placa de la Orden Militar de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa, creada en 1818 en Río de Janeiro (Brasil) y atribuida al orfebre Antônio Gomes da Silva, es una pieza singular de la colección de Insignias Reales. Con 100,9 gramos de diamantes, oro, plata y esmalte, lleva la inscripción “PATRONOS DEL REINO”, reflejando su carácter protector y religioso. Completa el conjunto ceremonial una banda de seda y la cruz esmaltada, instituido por el rey Juan VI de Portugal en honor a la Inmaculada Concepción.

Tabardo y collar del Rey de Armas


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Indumentaria heráldica en seda carmesí con brocados dorados y torres de plata

De la misma época, se conservan el tabardo y el collar del Rey de Armas, una rica indumentaria heráldica en seda carmesí con detalles en brocado rojo, hilos de oro y siete torres de plata dorada aplicadas en altorrelieve. A diferencia de las dalmáticas de los heraldos británicos o franceses, el diseño portugués omite el escudo de armas en favor de un simbolismo más abstracto, inspirado en los elementos arquitectónicos presentes en los blasones reales desde el siglo XVIII.

La última Corona Real portuguesa


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La Corona Real portuguesa creada para la aclamación de Juan VI

Con sus 2.402 gramos de peso y una carga simbólica que trasciende al objeto, la Corona Real creada en Río de Janeiro en 1817 es un testimonio único del ceremonial monárquico portugués. Realizada en oro, plata, seda y algodón por António Gomes da Silva en el taller de Inácio Luís da Costa, esta joya histórica fue concebida para la aclamación de Juan VI de Portugal, celebrada un año después en Brasil. 

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Retrato de Juan VI de Portugal y fotografía del Rey Manuel II de Portugal, ambos con la Corona Real

Se trata de la última corona portuguesa y la única que ha sobrevivido hasta nuestros días. Desde que en 1646 el rey Juan IV de Portugal (1604-1656) consagrara el trono portugués a Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa, ningún monarca volvió a ser coronado. Por eso, esta pieza no se ciñó sobre la cabeza del soberano, sino que fue presentada sobre un cojín, según el ritual del Antiguo Régimen, en la que sería también la última ceremonia de aclamación en la historia de Portugal.

Sala 6: Piezas de plata de la corona portuguesa


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Piezas de plata dorada de la Corona usados en las ceremonias reales más solemnes

Las piezas de plata de la Corona fueron creadas para acompañar las ceremonias más solemnes de la monarquía portuguesa —como los bautizos reales, la Aclamación del soberano o el tradicional Lavatorio de los Pies de los Pobres el Jueves Santo— estas 23 obras excepcionales reconstruidas tras el terremoto de 1755, combinan maestría artesanal con una muestra del poder y la magnificencia real.

Jarra barroca italiana y aguamanil renacentista alemán


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Ambas piezas fueron concebidas para la exhibición en actos solemnes

Estas dos magníficas piezas de plata dorada, provenientes de la Casa de Abrantes, evocan el ceremonial cortesano de los siglos XVI y XVII. A la izquierda, una jarra barroca del último cuarto del siglo XVII atribuida al orfebre romano Arcangelo Fioravanti (c. 1670-1696), de imponente presencia y más de 2,5 kg de peso. A la derecha, un delicado aguamanil renacentista de Hans II Schweinberger († 1610), creado en Augsburgo, Alemania, entre 1559 y 1586.

Plato de Hans II Schweinberger


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Plato ceremonial de plata dorada firmado por Hans II Schweinberger

Este magnífico plato en plata dorada, con un peso de 4.870 g y un diámetro de más de 54 cm, forma parte del conjunto ceremonial anterior. Firmado con las marcas del maestro orfebre: (HS) Hans II Schweinberger, maestro 1579. El plato luce una elaborada decoración heráldica que incluye los escudos rotos en adulación, con la heráldica de los Sás y sus alianzas matrimoniales. Cada escudo de armas de una dama a la izquierda está acompañado por el de su esposo a la derecha, y en el centro, el escudo completo de los Sás coronado por la corona ducal.

Jarras ceremoniales de plata


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Jarras ceremoniales británicas con el escudo real portugués del siglo XVIII

Firmadas por los reconocidos orfebres Gabriel Sleath y Francis Crump, estas jarras de plata datan de entre 1755 y 1756 y fueron elaboradas en Londres. Con un tamaño imponente de 43,7 cm de altura y un peso de 1700 gramos, presentan el escudo con las armas reales portuguesas, elegantemente enmarcado en un cartucho y rematado por una corona real cerrada. Estas piezas reflejan la estrecha relación entre la Corona portuguesa y la orfebrería británica del siglo XVIII, destacando por su acabado fino y su importancia ceremonial.

Bandeja con palmeras

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Bandeja de pan de oro del siglo XVI con motivos de fauna y flora africanas

Esta exquisita bandeja de pan de oro, realizada en un taller portugués del siglo XVI, está decorada con motivos inspirados en la fauna y flora africanas, un ejemplo único en el mundo. La riqueza y singularidad de su ornamentación convierten a esta bandeja en una pieza excepcional, testimonio de la influencia de los viajes portugueses al Nuevo Mundo y su presencia en África en el siglo XVI.

Sala 7: Colecciones particulares


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Orfebrería reunida por Fernando II y Luis I, reflejo del coleccionismo real portugués del siglo XIX

El rey Fernando II de Portugal (1816-1885) convirtió la orfebrería en una de sus grandes pasiones, afición que compartió con su hijo, el rey Luis I de Portugal. Figuras claves del coleccionismo de arte en el Portugal del siglo XIX, a través de adquisiciones, tanto en Portugal como en el extranjero, junto con donaciones, reunieron un conjunto destacado de piezas. Estas valiosas colecciones, aunque reducidas tras las divisiones familiares y la instauración de la República en 1910, fueron repartidas entre diversos palacios y museos. Hoy, una selección representativa de ellas puede verse en el Museo del Tesoro Real de Lisboa.

Plato de virtudes y pecados

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Plato en plata dorada, decorado con inscripciones de virtudes y pecados del siglo XVI

Entre 1495 y 1520, fue elaborado este plato portugués en plata dorada. Las inscripciones que lo adornan —“DILIGENCIA”, “CASTIDAD”, “HUMILDAD”, “CARIDAD”, “LUJURIOSO”, “IRA”, “ORGULLO”, “PEREZA” y otras virtudes y pecados— representan un interesante código moral que acompañaba a esta pieza funcional. Con los monogramas “MF” y coronas góticas que refuerzan su origen nobiliario, el plato mide 57,5 cm de diámetro y pesa 4’105 kg.

Nautilus de la colección privada real


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Nautilus del siglo XIX de la colección real portuguesa

Entre las joyas de la colección privada del rey Fernando II de Portugal y su hijo Luis I de Portugal, el nautilus resalta por su singularidad y elegancia. Esta concha natural de Nautilus pompilius, montada en plata dorada, data de la segunda mitad del siglo XIX y proviene de Alemania, posiblemente de Lübeck. Con una altura de 36,5 cm y un peso de más de 1,5 kilos, sus delicados detalles y la fina orfebrería reflejan la pasión de los monarcas por piezas que combinan naturaleza y arte.

Cofres de Ciudadanía


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Cofre de ciudadanía del Rey Manuel II de Portugal procedente de Londres

Estos cofres ceremoniales de plata y oro se entregaban como obsequios formales a reyes y personalidades distinguidas, guardando mensajes de bienvenida. El cofre exhibido, fabricado en Londres en 1909 por The Goldsmiths & Silversmiths Co. Ltd., fue un regalo al último rey de Portugal, el Rey Manuel II (1889-1932), durante su visita oficial a Inglaterra el 17 de noviembre de 1909. Decorado con diamantes, rubíes, zafiros y esmalte sobre una base de oro y plata, pesa más de 4 kilos e incluye inscripciones y monogramas que certifican su origen y destinatario.

Sala 8: Regalos Diplomáticos

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Cofre de plata, marfil y palo rosa regalado al príncipe Luís Filipe durante su visita a Angola (1907)

La diplomacia ha sido fundamental en las relaciones internacionales, y los regalos diplomáticos reflejan alianzas, respeto y reconocimiento mutuo. Un ejemplo destacado en la historia de la diplomacia portuguesa son las relaciones del rey Juan V de Portugal (1689-1750) con la Santa Sede, que llevó en 1716 a la elevación de la Capilla Real a Iglesia Patriarcal y, en 1748, a que el papa Benedicto XIV otorgara el título de “Fidelísimo” al monarca portugués, consolidando su igualdad diplomática frente a los monarcas españoles, franceses y austriacos.

Sala 9: Tesoros litúrgicos de la Capilla Real


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Tesoros litúrgicos de la Capilla Real, testigos del esplendor ceremonial

A lo largo de los siglos, las capillas reales fueron el epicentro de ceremonias solemnes que celebraban la devoción católica y reforzaban el poder de la monarquía. En ellas se conmemoraban fechas clave del calendario litúrgico y homenajes a miembros destacados de la realeza, acompañados siempre por ricos ajuares litúrgicos

Ajuar de altar


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Ajuar de altar en plata dorada del siglo XVIII, obra del orfebre lisboeta António Rodrigues de Leão

Entre las piezas más destacadas que han llegado hasta nuestros días se encuentra un suntuoso ajuar de altar realizado en Lisboa durante el segundo cuarto del siglo XVIII, por el orfebre António Rodrigues de Leão. Esta imponente obra en plata dorada, reforzada con hierro y madera, incluye una cruz de altar de 186 cm de altura y 28,5 kg de peso con la inscripción “INRI” y varios candelabros de diferentes tamaños; el mayor alcanza los 107 cm de altura y pesa 18 kg.

Mitra del siglo XVIII


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Mitra romana del siglo XVIII en seda bordada con hilos metálicos y cuentas de vidrio

Otro objeto de excepcional delicadeza es una mitra romana de mediados del siglo XVIII, elaborada en seda bordada con hilos metálicos dorados y plateados, decorada con pequeñas cuentas de vidrio. De origen italiano, esta mitra fue concebida en Roma para coronar la cabeza de un prelado en las más solemnes funciones religiosas.

Crucifijos de cristal de roca del Rey Fernando II


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Dos crucifijos de cristal de roca que pertenecieron al rey Fernando II de Portugal

Entre las muchas piezas reunidas por el rey Fernando II de Portugal, mecenas de las artes, destacan dos delicados crucifijos de cristal de roca. A la izquierda de la imagen, puede verse uno de posible factura italiana de mediados del siglo XIX, que fue importado a Bélgica entre 1831 y 1868. Está realizado en cristal de roca, con aplicaciones de plata y plata dorada. A la derecha de la imagen, procedente de Friburgo, Alemania, y datado a principios del siglo XVII, un crucifijo que combina el cristal de roca con cuarzo ahumado y plata dorada.

Sala 10: La Mesa Real con la vajilla Germain de plata


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La puesta en escena de la Mesa Real con la vajilla Germain de plata es espectacular

En pleno siglo XVIII, el arte de la mesa no solo representaba el refinamiento del gusto, sino también el poder de una monarquía que se manifestaba en cada detalle del banquete. Tras el devastador terremoto del 1 de noviembre de 1755, que destruyó la mayor parte de la vajilla real de plata encargada por Juan V al famoso platero parisino Thomas Germain (1673–1748), su sucesor, el rey José I de Portugal, confió en junio de 1756 al hijo del célebre orfebre, François-Thomas Germain (1726-1791), una misión ambiciosa: crear un nuevo servicio de mesa digno de una corte que buscaba reafirmarse con esplendor tras la catástrofe.

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Un ejemplo único de la vajilla más suntuosa del siglo XVIII

Nacía así una de las vajillas más fastuosas de Europa, compuesta por más de mil piezas ejecutadas entre 1757 y 1765, y concebidas para el ceremonial servicio “à la française”. Cada banquete real era una coreografía organizada en cuatro "Cobertas" o etapas que seguían un riguroso orden: cocidos, asados, entremeses y dulces. Con la precisión de una escenografía teatral, decenas de sirvientes colocaban y retiraban los sucesivos conjuntos de cuencos, soperas, salseras, especieros y candelabros, convertidos en auténticas esculturas de plata.

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Aceitera de plata del siglo XVIII finamente trabajada por François Thomas Germain

El conjunto fue trasladado desde Francia en veinticinco cofres numerados, y hoy se conserva casi en su totalidad en el patrimonio nacional portugués. Tras heredar el taller de su padre en 1748, la platería encargada por el rey José I de Portugal —quien además envió la plata para su ejecución— representó el mayor encargo que François-Thomas Germain recibió de una corte extranjera.

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Mostacera en forma de concha, reflejo del arte de François Thomas Germain

Cada pieza, desde las mostaceras y vinagreras hasta los platos con tapa, fue diseñada no solo para ser funcional, sino también para impresionar. Aunque el conjunto quedó inacabado por la quiebra del platero en 1774, la Vajilla Germain sigue fascinando como obra maestra de la platería, al servicio de una monarquía ilustrada.

Verdulera de plata


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Las verduleras de la Vajilla Germain están coronadas con delicadas figuras alegóricas

Los cuatro recipientes para servir verduras, conocidos como verduleras, muestran la exquisitez y la atención al detalle características de la Vajilla Germain. Aunque presentan dos modelos distintos, la diferencia principal reside en las figuras que coronan las tapas: un cupido acompañado por un perro y otro cupido con dos palomas. Sus cuerpos y las bandejas que los acompañan son algo más cortos que las soperas, pero mantienen idéntica decoración, reflejando la armonía y la cohesión del conjunto.

Plato cubierto con tapa


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Plato cubierto de François Thomas Germain (s. XVIII)

El plato cubierto “por los lados” o “de relevé” es un claro ejemplo de la maestría del orfebre François Thomas Germain. Fabricado en París entre 1756 y 1757, luce las marcas características del taller y exhibe el escudo coronado de armas de Portugal. Con una impresionante combinación de tapa y placa, este plato de plata destaca por su peso total, que alcanza los 4.613 gramos.

Vinagrera en forma de velero


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En la vinagrera en forma de velero puede verse el Escudo de la Corona de Portugal 

La angarilla o vinagrera de plata en forma de velero, de casi 5 kilos, es una de las piezas más singulares de la Vajilla Germain. Fabricada en París entre 1757 y 1758 por François Thomas Germain, muestra en sus extremos dos sirenas que sostienen coronas, simbolizando el poder marítimo de la Corona portuguesa. Sus tapas de plata, decoradas con ramas de olivo y de vid, representan el aceite y el vinagre y, se colocaban sobre las coronas sostenidas por pequeños tritones. Esta vajilla, parte de la Cuarta Coberta dedicada a los dulces, con sus motivos marítimos alude al descubrimiento de Brasil por la Corona portuguesa.

Recipiente para especias


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Recipiente para especias de François Thomas Germain, de la vajilla real del siglo XVIII

Entre las piezas más delicadas de la vajilla, sobresale el recipiente para especias, destinado a contener pimienta u otras especias de temporada. Realizado en plata en 1761 por François Thomas Germain, este objeto está adornado con dos pequeños cupidos vestidos con trajes indios, que sostienen un cesto con una mano y una granada con la otra, evocando la exótica procedencia de las especias.

Jarra de aguamanil


Museo del Tesoro Real de Lisboa
La fluidez de sus formas rococó anticipa las tendencias neoclásicas

La jarra de aguamanil firmada por François-Thomas Germain en 1758 es una pieza que destaca tanto por su elegancia como por su simbolismo. Realizada en plata y con una inscripción grabada en su reverso que certifica su autoría y realización en las galerías del Louvre, esta obra ejemplifica la maestría del orfebre de la corte francesa. Con una altura de 27,5 cm, la ornamentación remite al elemento acuático, con un asa compuesta por cañas entrelazadas que enmarcan sutilmente el borde.

Sala 11: Viajes del Tesoro Real


Museo del Tesoro Real de Lisboa
Escritorio de viaje de D. Pedro, Duque de Bragança

Durante el exilio de la corte portuguesa en Brasil tras las Invasiones Francesas de 1807, Dom Pedro, Duque de Bragança, encargó en París un refinado escritorio de viaje a la casa Alphonse Giroux & Cie —proveedora de la realeza francesa—. Este maletín fabricado entre 1826 y 1831 en madera forrada en cuero repujado y adornado con bronce dorado, lleva el monograma imperial “P” coronado y la inscripción “Fundador del Imperio Brasileño”. Su interior, concebido como gabinete portátil, contiene instrumentos de escritura en nácar —pluma, tintero, sellos, cortador, estilete y escobilla—, bolsillos para sobres, superficie de escritura en cuero grabado con bordes grabados en oro y un planificador semanal con los días en francés.

Más información: Museu do Tesouro Real. Dirección: Calçada da Ajuda, 1349-021 Lisboa. Teléfono: +351 211 163 425. Horario de invierno: Del 1 de octubre al 30 de abril, diariamente de 10 a 18 h. Horario de verano: Del 1 de mayo al 30 de septiembre, diariamente de 10 a 19 h. Entrada: 11 €. Web: Museu do Tesouro Real

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Si te interesa descubrir más tesoros culturales en Lisboa, te invito a leer mi artículo sobre Los Murales de Almada Negreiros en las Estaciones Marítimas de Lisboa. Una obra fascinante que, al igual que el Museo del Tesoro Real de Lisboa, forma parte del rico patrimonio artístico de la capital portuguesa y te permitirá seguir explorando su historia y sus rincones menos conocidos.

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