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Caves de Roquefort Société: visita a las bodegas del queso más famoso de Francia

Roquefort
Las bodegas Société son un mundo subterráneo que preserva un saber ancestral

La visita a las Bodegas de Roquefort Société —conocidas en Francia como Caves Société— permite adentrarse en un mundo subterráneo donde descubro que el queso Roquefort nació de una herida en la tierra. Hace cerca de un millón de años, el macizo rocoso del Combalou se desplomó, creando un paisaje abrupto de rocas y fisuras sobre el pueblo de Roquefort-sur-Soulzon, en Aveyron. 

Roquefort-sur-Soulzon
Interior de una de las grutas recorridas durante la visita a las bodegas Société

Bajo ese caos geológico, surcado por un laberinto de fallas y grutas naturales, llamadas fleurines, se formó un sistema que regula de forma natural la temperatura y la humedad, creando las condiciones perfectas para que el Penicillium roqueforti prospere y dé vida a un queso mítico. El Roquefort es un titán de la gastronomía, un alimento nacido de la tierra que ha resistido el paso de los siglos, conservando intacto su carácter.

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Imagen antigua. Sala de expedición con mujeres trabajando en el envasado del Roquefort

Su magia está hecha de ingredientes simples: leche cruda de oveja, cuajo, sal, una pizca de Penicillium roqueforti y el soplo de aire helado de las fleurines que ventilan las cuevas de afinado. Pero su verdadera esencia reside en el saber hacer de los hombres y mujeres que, desde tiempos remotos, trabajan en silencio bajo la frescura de las cuevas para transformar la materia prima en una joya culinaria.

La visita a las Caves Société®


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Imagen antigua. Vista panorámica de Roquefort-sur-Soulzon desde el macizo de Combalou

El hombre ha sabido dialogar con la naturaleza, construyendo en este entorno salvaje las Bodegas de Roquefort, donde hoy se afina cada queso con la misma precisión artesanal de antaño. Algunas de estas cuevas, de origen medieval, están abiertas al público todo el año para desvelar los secretos de fabricación de este queso con AOP (Appellation d’Origine Protégée). Con más de 12.000 m² de galerías activas desde la Edad Media, las Caves Société son un lugar donde tradición y modernidad coexisten.

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Entrada a las cuevas donde se encuentra la billetería

Cada año, más de 100.000 visitantes recorren las salas en las que el Roquefort sigue su lento proceso de maduración, en un escenario arquitectónico tan singular como el propio queso. La entrada a las cuevas y el punto de recepción (accueil) se encuentran bajo tierra. Para llegar al espacio donde se compran las entradas, es necesario bajar unas escaleras —aproximadamente la altura de un piso—, que conducen directamente al interior de la montaña. Este descenso marca el inicio del recorrido por el mundo subterráneo del Roquefort.

Sala de proyección 3D


Roquefort-sur-Soulzon
Descubre los orígenes de la formación de las Caves Société a través de una proyección 3D

Con las entradas en mano, el recorrido comienza con un nuevo descenso hacia el corazón de las cuevas. Unas escaleras, equivalentes a la altura de un piso, nos conducen a la primera sala de la visita: un espacio de proyección 3D que explica cómo se formaron estas cuevas tras el derrumbe del Macizo del Combalou en la era cuaternaria, creando este ecosistema único. Entre imágenes impactantes y una narración envolvente, se muestra cómo nació este tesoro gastronómico.

La leyenda del Roquefort


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Imagen antigua. Pastoreo en los Causses: un pastor con sus ovejas, cuna de la leyenda del Roquefort

Es imposible hablar del queso Roquefort sin evocar la leyenda que acompaña a su origen. La historia nos transporta a tiempos lejanos, cuando los pastores cuidaban sus rebaños en las laderas del Combalou. Cuenta la leyenda que un joven pastor, que cuidaba su rebaño en el Combalou, embelesado por la imponente belleza de las rocas que se alzaban ante sus ojos, decidió aventurarse entre las grietas y pasadizos de la montaña. 

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Imagen antigua. Ordeño a mano. Fotografía de la Société des caves de Roquefort

Fascinado por lo que veía, olvidó por completo su humilde comida en una cueva: un pedazo de pan de centeno y un pequeño queso elaborado con la leche de sus ovejas. Días después, el pastor regresó al mismo lugar para continuar con su exploración y encontró su comida, tal y como la había dejado. Pero notó que algo había cambiado: el queso, cubierto de la misma humedad y moho que el pan, mostraba un aspecto inusual, con vetas azuladas y una textura untuosa. Intrigado, y también hambriento, lo probó y lo que descubrió fue una delicia de sabor inigualable. 

Roquefort
Un trozo de queso olvidado en una cueva, origen legendario del primer Roquefort

Con el tiempo, la leyenda adoptó tintes románticos: algunos dicen que el pastor, tras dejar en una cueva de la Roca de Combalou su pan de centeno y una cuajada de leche de oveja para protegerlos del calor, quedó hipnotizado por la visión de una hermosa joven, que pasaba por allí. La siguió sin descanso, caminando hasta perderla de vista. Cuando regresó, exhausto y hambriento, encontró su pan cubierto de mohos finos y la cuajada salpicada de vetas verdosas. La probó y descubrió, asombrado, que aquella humilde cuajada se había transformado en el primer Roquefort

El interior subterráneo de las Caves Société


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Un gran mural nos sitúa los espacios que veremos durante la visita a Caves Société

Al salir de la sala 3D, nos encontramos frente a una pared que revela un impresionante plano del edificio de las Caves Société. Este gran dibujo, como si fuera una vista en sección, permite apreciar la magnitud de la estructura subterránea. Podemos localizar los puntos exactos que recorreremos durante la visita y distinguir aquellas áreas no abiertas al público, donde se concentran los espacios de fabricación y las zonas técnicas. Este esquema ayuda a comprender que lo visible en el exterior es apenas una mínima parte de un universo subterráneo mucho más amplio.

Las fleurines, el aliento de la montaña


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Las fleurines son fisuras naturales formadas tras el derrumbe del macizo de Combalou

Seguimos nuestra visita hasta el corazón de las Caves Roquefort Société, donde nos permiten asomarnos a una de esas grietas por donde la montaña “respira”. Descubrimos un fenómeno natural, tan discreto como esencial: las fleurines, el verdadero regulador del clima de las bodegas. A través de estas grietas o pequeños túneles, cuyo nombre proviene del occitano flarina —que significa “soplar”—, circula un aire fresco y constante, una especie de “ventilación” natural que airea las galerías y crea las condiciones perfectas para la formación del queso Roquefort.

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Las fleurines son conductos naturales que conectan el interior de la cueva con el exterior

Cuando en el exterior hace mucho calor, el aire circula con mayor intensidad, manteniendo una temperatura constante en el interior. En invierno, en cambio, el flujo de aire se detiene porque no hay diferencia térmica entre el exterior y las galerías subterráneas. Para mantener el equilibrio perfecto, los maestros afinadores colocan puertas o compuertas frente a estos canales, regulando de manera artesanal tanto el flujo de aire como la temperatura, que oscila entre los 8 y los 19 °C según la época del año.

El arte de fabricar Roquefort


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Aquí podemos ver la ubicación de la sala de proyección en el laberinto de cuevas de Société

Tras descubrir este fenómeno natural, el recorrido continúa hacia una sala de proyección donde se presenta, a través de un vídeo, el proceso de producción del Roquefort y la importancia de la leche de las ovejas y los ganaderos. A estas alturas de la visita seguimos en lo que podríamos llamar el nivel cero de la bodega. Las Caves Société se organizan en ocho niveles subterráneos, de los cuales cuatro están abiertos al público. Durante todo el año, la temperatura en el interior de las bodegas se mantiene entre los 8 y 10 °C, con una humedad constante cercana al 90 %, por lo que, sin importar la época del año en que se visite, se recomienda llevar una prenda de abrigo

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Ordeño mecánico de ovejas. Realizado por 1ª vez en Mas de Roquefort por la Société des Caves (1931)

En el vídeo seguimos el rastro de las ovejas Lacaune, que siguen pastando desde hace siglos en los Grands Causses, esas mesetas áridas y ondulantes del sur del Macizo Central francés. La producción de Roquefort está íntimamente ligada al ritmo de la naturaleza. La colecta de leche comienza en diciembre y se prolonga hasta finales de junio, coincidiendo con el período de ordeño de las ovejas. El resto del año no hay producción, ya que los rebaños entran en gestación y las bodegas de afinado permanecen vacías.

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El mural muestra la superficie de las bodegas de afinado del Roquefort Société dentro de la montaña

La zona de recolección de leche se extiende en un radio de 120 kilómetros alrededor de Roquefort-sur-Soulzon y abarca varios departamentos. El queso se fabrica en el departamento de Aveyron, pero su afinado se lleva a cabo exclusivamente en el pueblo de Roquefort-sur-Soulzon, lo que confiere a esta denominación su carácter único. Hoy existen siete marcas de Roquefort, y Société es la más grande, responsable de aproximadamente el 60 % de la producción total.

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Imagen antigua. Roquefort-sur-Soulzon. Recepción de leche. Société des Caves

En la actualidad, la leche destinada a la elaboración del Roquefort Société procede de 18 granjas de ovejas situadas entre los departamentos del Tarn y del Aveyron, donde la raza Lacaune sigue siendo la gran protagonista y garante de la calidad de esta denominación de origen. El nombre de Lacaune proviene de un pequeño municipio del Tarn, y su linaje es fruto de la unión de varias razas locales (Camarés, Larzac, Lauraguaise…) que, desde 1902, dieron forma a esta estirpe resistente y lechera

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Imagen antigua. Fabricación de quesos en la lechería de la Société des caves

Durante el verano, cuando el calor abrasa el altiplano de Larzac, las ovejas solo pastan de madrugada, entre las 5:30 y las 8:30, antes de resguardarse. Su alimentación, compuesta en un 80 % por forrajes, cebada, colza o soja, asegura una leche de calidad excepcional. Cada oveja consume unos 3 kg de alimento al día, lo que supone entre 800 y 1.000 kg de materia seca al año. Una oveja puede dar entre uno y tres corderos y produce alrededor de 250 litros de leche al año, pero esta producción no es uniforme. 

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Un ‘pan’ de Roquefort requiere entre 11,5 y 14 litros de leche de oveja

Entre diciembre y junio, el ordeño dura unos 180 a 200 días: en diciembre, cada oveja produce unos 3 litros diarios, mientras que en junio apenas alcanza medio litro. Para elaborar un solo “pan” de Roquefort se necesitan 12 litros de leche cruda y entera. En los inicios de la temporada se requieren hasta 14 litros, pero al final, cuando la leche es más rica en grasa, solo hacen falta 11,5 litros. Los quesos producidos al final de la campaña son más grasos y, por su menor capacidad de conservación, se consumen antes.

Roquefort
Con 5.000 litros de leche y 4 gramos de Penicillium se elaboran 400 Roqueforts

Antes de comenzar la transformación, en las Caves Société se verifica cuidadosamente que la leche esté limpia y libre de bacterias, un requisito fundamental para garantizar la calidad del queso. Para fermentar 5.000 litros de leche, se añade una dosis de apenas 4 gramos de Penicillium roqueforti, el hongo esencial para el característico veteado azul del Roquefort. Esta cantidad es suficiente para producir unos 400 quesos, cada uno de aproximadamente 3 kilos. Los quesos se moldean en recipientes de 10 centímetros de altura por 20 centímetros de diámetro.

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Postales antiguas de Caves Société. Fabricación de quesos: moldeado (1950) y salado (1945)

Una vez moldeado, el queso pasa por prensas que le dan su forma definitiva. A continuación, se procede a la salazón, aplicando alrededor de 100 gramos de sal en la superficie, y se somete a un proceso de picado: una fase crucial en la que se introducen agujas largas y finas que atraviesan el queso de arriba a abajo para facilitar la circulación del oxígeno en su interior, fundamental para el desarrollo del Penicillium y el característico veteado azul. Este proceso dura aproximadamente ocho días, tras los cuales los quesos se trasladan a las bodegas para iniciar la fase de afinado y maduración.

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En estas tablas de roble comienza la lenta transformación del queso en auténtico Roquefort

La metamorfosis silenciosa se realiza sobre tablas de madera de roble y al abrigo de la piedra, y en pocos días los “panes” de queso se transforman poco a poco en Roquefort, guiados por el ojo experto del maestro afinador. Aún hoy, estos maestros queseros confían en los soplos naturales de las fleurines para regular la temperatura y la humedad de las galerías. No hay máquinas ni tecnología sofisticada que sustituyan esta sabiduría, perfeccionada a lo largo de generaciones. Son las manos expertas y la intuición humana las que deciden si se abre o se cierra una fleurine, sabiendo que ello determinará el carácter único del queso.

La Cave Reynes: la bodega de Roquefort más antigua


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Entramos en la bodega más antigua de Cave Société

Tras el vídeo sobre la producción del Roquefort, la visita continúa ascendiendo un tramo de escaleras y atravesando un estrecho túnel de piedra, donde la humedad y el frescor se hacen más palpables, hasta alcanzar la Cave Reynes: la más antigua de todas las bodegas de Cave Société. Sus paredes de piedra cuentan siglos de historia. Aquí se comprende por qué el Roquefort ha conquistado un lugar de honor en la mesa francesa, ganándose el título de “Rey de los quesos”. 

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La Cave Rue del nivel superior vacía de quesos Roquefort

La Cave Reynes nos enseña que este queso no es solo un producto gastronómico, sino un verdadero patrimonio vivo que sigue evolucionando en cada afinado. Durante nuestra visita también nos adentramos en la Cave Rue, otra de las bodegas donde se madura el queso Roquefort. El nivel superior de una superficie en planta de 590 m², tiene 1.020 m² dedicados al afinado (en las estanterías) y una capacidad para 33.000 panes de Roquefort.

El afinado y la maduración


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Imagen antigua. Bodegas Roquefort Société. El Maestro afinador garantiza la calidad de los quesos

El afinado es la clave del Roquefort. Cada cueva cuenta con su propio maestro afinador, que necesita más de 15 años de experiencia para conocerla a fondo. Su trabajo consiste en regular con precisión las corrientes de aire de las fleurines, jugando con la temperatura y la humedad. Basta un grado de diferencia para alterar todo el proceso. En las Caves Société, los panes de queso reposan sobre tablas de madera recubiertas de plástico, que ayudan a mantener la higrometría perfecta. 

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Imagen antigua. Maduración de los quesos de Roquefort

A lo largo de 14 a 25 días, el Penicillium roqueforti va obrando su magia en un ambiente estable de 12 °C. Cuando el maestro afinador considera que el moho azul ha alcanzado su punto justo de desarrollo, los quesos se envuelven cuidadosamente y pasan a cámaras frías para continuar su lenta maduración. Desde el momento en que se fabrica, cada Roquefort requiere al menos 90 días para alcanzar su plenitud.

El Penicillium roqueforti, el alma azul del queso

Caves Société
En Caves Société cultivan sus propias cepas de Penicillium roqueforti

Hablar del Roquefort sin mencionar el Penicillium roqueforti sería como hablar de vino sin mencionar las viñas. Este hongo, que florece de forma natural en las cuevas del Combalou, es el responsable de las vetas azul verdosas que atraviesan el queso Roquefort y de los sabores intensos y complejos que lo hacen inconfundible. En las Caves Société, se seleccionan y cultivan cuidadosamente cepas propias de Penicillium roqueforti, adaptadas al carácter de cada cueva. 

Roquefort
Placa de laboratorio que contiene un cultivo del hongo Penicillium roqueforti

No existe un único Roquefort: cada afinado es una obra única porque cada cueva emplea una cepa distinta del hongo, lo que da lugar a matices de sabor y aroma. Durante la visita descubrimos que Société trabaja con tres cepas distintas de Penicillium roqueforti, cada una asociada a una de sus cuevas (Roquefort 1863, Cave des Templiers y Caves Baragnaudes), lo que da lugar a tres Roqueforts únicos

Cave Rue


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La Cave Rue del nivel inferior llena de quesos Roquefort

Tras recorrer la Cave Rue en el nivel +1, que en el momento de nuestra visita en junio, estaba vacía, descendemos hasta el nivel -1 de la misma bodega. Aquí, el ambiente cambia por completo: las estanterías están repletas de “panes” de Roquefort en distintas fases de afinado. Este segundo piso, con 700 m² de superficie en el suelo y 780 m² dedicados al afinado, tiene capacidad para unos 23.700 quesos de Roquefort, lo que da una idea de la magnitud de estas galerías.

Las Caves Société, una de las primeras sociedades de Francia


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Diplomas y exposiciones que reflejan el prestigio histórico de Société

La historia de Société comienza en 1842, cuando quince afinadores decidieron unir fuerzas para hacer frente a los desafíos de la Revolución Industrial. Esta unión daría lugar a la Société Civile de Roquefort, una de las primeras sociedades fundadas en Francia. Con el tiempo, esta alianza permitió mejorar la producción, perfeccionar los métodos de fabricación y garantizar la prosperidad tanto de grandes como de pequeños ganaderos.

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Algunos de los logros de Étienne Coupiac que pueden verse en la sala de exposición

En 1851, la empresa se formaliza y, en 1863, Étienne Coupiac, su visionario director —apodado “Coupiac el rojo” registra la marca “SOCIÉTÉ®” con su icónico sello ovalado. Coupiac revolucionó el trabajo en las cuevas, introdujo innovaciones como la máquina picadora para perforar los quesos y una cepilladora mecánica, multiplicando la eficiencia sin renunciar a la calidad artesanal. El crecimiento fue imparable: en 1882, Société producía ya 1.560 toneladas de Roquefort, cifra que aumentaría aún más con la llegada del ferrocarril. 

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Carteles publicitarios de Société del siglo XX

A finales del siglo XIX, la marca se democratiza. Coupiac lo resumió así: “El queso Roquefort es el rey de los quesos; ahora que este producto, hasta ahora aristocrático, va a estar al alcance de todos, de reaccionario se vuelve republicano”. En 1890 se crea el primer laboratorio de control de calidad, impulsando avances técnicos como las zonas refrigeradas para optimizar los stocks. Este espíritu de innovación permitió a Société atravesar sin problemas los retos del siglo XX.

El Roquefort fue el primer queso en obtener la AOP

Société
Antiguos carteles publicitarios de Roquefort Société, testimonio de su legado centenario

En 1925, bajo la dirección de Émile Masclet, Société obtuvo la Appellation d’Origine Contrôlée (AOC), Denominación de Origen Controlada, siendo el primer queso del mundo en recibir este reconocimiento. En 1996, este reconocimiento se consolidó en Europa con la Appellation d’Origine Protégée (AOP), Denominación de Origen Protegida, que ha celebrado su centenario en 2025. Hoy, con casi dos siglos de historia y como parte del grupo Lactalis desde 1992, sigue innovando dando nueva vida al Roquefort en aperitivos, postres y recetas creativas. 

La sala de degustación: un viaje de sabores


Roquefort
Una cata de queso Roquefort nos espera al final de la visita a las bodegas Société

La visita a estas bodegas de Roquefort culmina con una degustación de queso Roquefort AOP Société, cada uno con su carácter y matices propios. Antes de probarlos, la guía ofrece consejos sobre cómo conservar y servir este queso. El Roquefort debe protegerse en su embalaje original o envuelto en papel de aluminio. Conviene guardarlo en la parte baja del frigorífico y evitar los cambios bruscos de temperatura. El Roquefort debe “respirar” antes de servirse: lo ideal es sacarlo una hora antes, para que despliegue toda su textura, aroma y sabor.

El arte de la cata del Roquefort


Caves Société
Cada Roquefort revela el carácter de su Penicillium y entorno de afinado

La cata de las cuatro variedades de queso Roquefort Société nos permite descubrir cómo la cepa de Penicillium roqueforti y el entorno de cada cueva, imprimen su propio sello. Aunque el Roquefort es un tesoro gastronómico, no todos pueden disfrutarlo sin riesgos. Las autoridades sanitarias francesas desaconsejan su consumo a personas con un sistema inmunitario debilitado, mujeres embarazadas y menores de cinco años.

Roquefort
Roquefort 1863, el queso más emblemático de Société

Roquefort 1863: es el más emblemático de Caves Société y el de producción más amplia. Equilibrado, con un veteado discreto color marfil y una armonía perfecta entre fuerza y suavidad. Es el Roquefort “comodín” para utilizar en recetas y es el más fácil de encontrar en supermercados en España.

Roquefort
Un queso Roquefort ideal para tablas gourmet y maridajes delicados

Caves Abeille: reconocible al instante por su color marfil intenso y su veteado verde esmeralda delicado y armonioso. Es más suave y dulce que el Roquefort 1863. Este queso representa el equilibrio perfecto entre textura, sabor y carácter, heredero de la larga tradición de Société.

Roquefort
El Roquefort AOP Société Cave des Templiers combina perfectamente con carnes blancas

Cave des Templiers: su pasta blanca contrasta con un veteado profundo, casi negro, que le proporciona un sabor más pronunciado. Es el más intenso de la gama de quesos Roquefort de Société, con una textura más fundente y cremosa. Su rareza lo convierte en una joya para los amantes de sabores potentes.

Roquefort
El Roquefort Caves Baragnaudes es más untuoso y persiste más tiempo en la boca

Caves Baragnaudes: de color marfil y vetas verde pálido, es delicado y aromático. Primero sorprende su cremosidad y notas de miel o sotobosque, para luego desplegar una fuerza que persiste en el paladar. El Baragnaudes suele ser el preferido por los aficionados, considerado una joya que expresa el sabor más refinado de este queso legendario. Las variedades Templiers y Baragnaudes se comercializan exclusivamente en Francia, lo que las convierte en una tentación reservada para los paladares locales o para quienes visitan el país.

Maridajes que conquistan al Roquefort


Roquefort
Antigua postal publicitaria de Société con la receta de la tortilla de Lapeyrière

El Roquefort brilla junto a ingredientes como higos, peras, nueces, trufa o incluso pollo asado y tocino. Para los más atrevidos, se puede combinar con frutas frescas como piña o pomelo, o con verduras como el apio, el brócoli o la calabaza. En cuanto a bebidas, los maridajes clásicos son los vinos dulces como un Rivesaltes o un buen Oporto.

Roquefort
Antigua postal publicitaria de Société con la receta “Les Palets Prinsky”

Sin embargo, el célebre gastrónomo Curnonsky prefería combinarlo con grandes tintos secos, dependiendo de la maduración del queso. Para paladares curiosos, el Roquefort combina de forma extraordinaria con cerveza negra tipo Imperial Stout, de notas torrefactas de café y chocolate. O incluso con café de Brasil, creando una explosión de aromas tostados y frutales que realzan el carácter del Roquefort.

La sala de exposición: casi dos siglos de historia


Caves Société
La sala de exposición muestra la historia de la empresa Société

La última etapa de la visita nos sumerge en la memoria de Société, a través de imágenes, documentos históricos y objetos que cuentan más de un siglo y medio de historia. Las paredes están cubiertas con grandes carteles publicitarios de distintas épocas, desde los primeros carteles con ilustraciones artesanales hasta las campañas más recientes que han hecho del roquefort un icono gastronómico.

Caves Société
El óvalo de Société, emblema de la marca

Varias pantallas muestran un recorrido cronológico por los hitos de la marca: el depósito de la marca registrada en 1863, los croquis de la maquinaria pionera que revolucionó el afinado, y los diplomas y medallas obtenidos en Exposiciones Internacionales de ciencia e industria. En este espacio, es fácil comprender cómo Société ha sabido innovar sin traicionar sus raíces, manteniendo su carácter único y su lugar de honor en la gastronomía francesa y mundial. 

Caves Société
Las bodegas de Roquefort Société, cuna del queso más famoso de Francia

Con su veteado inconfundible, aroma penetrante y sabor intenso, el Roquefort impone respeto. “Le Roquefort, c’est fort”, dicen en Francia, ¡y con razón! Su fuerza es su mayor virtud, un regreso al sabor auténtico que desafía la estandarización de los productos actuales. Claude Lévi-Strauss lo resumió con precisión: “No basta con que un alimento sea bueno para comer, también debe ser bueno para pensar en él”. Degustar Roquefort es mucho más que saborear un queso, es vivir una experiencia cultural que combina terroir, tradición y maestría. Y eso, a Planeta Dunia, le encanta.

Más información: Caves de Roquefort Société. Dirección: 2 Avenue François Galtier, 12250 Roquefort-sur-Soulzon. Teléfono: +33 565 585 438. La visita a las Caves Société® se encuentra en la parte alta del pueblo. Las oficinas de Caves Société están en 15 Avenue de Lauras, pero no están abiertas al público. Desde este punto, la entrada a las bodegas está a unos 550 metros (aprox. 8 minutos a pie). Dispone de un aparcamiento gratuito frente al acceso de entrada. Horario: En agosto, diariamente de 10 a 17:30 h. En septiembre, diariamente de 10 a 12 h y de 13:30 a 17 h. De octubre a julio, diariamente de 10 a 12 h y de 13:30 a 16:30 h. Entrada: Visita guiada a las bodegas de Roquefort Société y degustación de tres quesos Roquefort: 7’5 €. Web: Caves de Roquefort Société

Toda la información generada durante mi viaje a las bodegas de Roquefort Société puede consultarse a través de los hashtags #Roquefort100Años y #Aveyron.

Los Murales de Almada Negreiros en las Estaciones Marítimas de Lisboa

Estación marítima de Alcântara
Los puertos siempre han sido lugar de despedidas y de reencuentros
A orillas del Tajo, en dos edificios que han sido testigos de algunos de los momentos más convulsos del siglo XX, se conservan algunas de las obras más singulares del modernismo portugués: los murales creados por José de Almada Negreiros (1893-1970) para las Estaciones Marítimas de Alcântara y Rocha do Conde de Óbidos, en Lisboa.

Estación marítima de Alcântara
Las escenas cotidianas están marcadas por el trabajo portuario

Hoy, el Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas, situado en la Estación Marítima de Alcântara, invita al visitante a adentrarse en un universo de arte, memoria e historia, rescatando no solo las pinturas murales, sino también los ecos de quienes partieron y llegaron a estos muelles en busca de un destino incierto.

Un ambicioso proyecto arquitectónico


Puerto de Lisboa
Puesto Marítimo de Desinfección del Puerto de Lisboa

Durante la década de 1930, en plena dictadura de Salazar, Lisboa emprendió un ambicioso proyecto de modernización de su puerto, una necesidad largamente postergada desde el siglo XIX. Lisboa necesitaba urgentemente infraestructuras modernas para recibir los grandes buques de pasajeros.

Vista del Puerto de Lisboa
Grabado. Vista del Puerto de Lisboa. Llegada de la Comitiva Real Española (siglo XIX)

Hasta entonces, los grandes trasatlánticos fondeaban en el Tajo y se utilizaban pequeños botes para trasladar a los pasajeros y mercancías hasta improvisados barracones en tierra firme. El ministro de Obras Públicas, Duarte Pacheco (1900-1943) impulsó la transformación del puerto, encargando al arquitecto Porfírio Pardal Monteiro (1897-1957), el diseño de las nuevas estaciones marítimas modernas.

Postal Vintage
Almada reflejó en sus murales lo que ocurría a orillas del Tajo

Pensadas como símbolos de modernidad, estas terminales debían proyectar la imagen de un país próspero y en sintonía con los tiempos. El proyecto original incluía inicialmente tres estaciones (Cais do Sodré, Alcântara y Rocha), pero las limitaciones presupuestarias llevaron a cancelar la del Cais do Sodré y algunas de las ideas más ambiciosas, como una galería elevada de un kilómetro que debía unir las otras dos terminales. Las estaciones, inauguradas con retraso y sin llegar a tiempo para la Exposición del Mundo Portugués de 1940, se convirtieron en símbolos de una modernidad sobria y elegante.

Lisboa
Almada subido en el andamio de la Estación Marítima de Alcântara

Pardal Monteiro, uno de los arquitectos más destacados de la época, había ganado prestigio con obras como el Instituto Superior Técnico (1927), la Iglesia de Nossa Senhora de Fátima (1938) y el edificio de Diário de Notícias (1940). Arquitecto de confianza de Pacheco, viajó en 1934 junto al ingeniero Eduardo Rodrigues de Carvalho por Europa para estudiar modelos en puertos como Cherburgo, Le Havre, Génova o Trieste, cuyas soluciones técnicas y estéticas influyeron en el diseño final.

Dos estaciones, un artista


Lisboa
Imagen antigua de la Estación Marítima de Alcântara

La Gare Marítima de Alcântara se inauguró en 1943 y la de Rocha do Conde de Óbidos en 1948. Ambas fueron proyectadas por Pardal Monteiro con una estética funcional y elegante, reflejo de la arquitectura modernista de la época. Los espacios estaban diseñados para albergar a pasajeros de distintas clases sociales, siguiendo la lógica jerárquica de la época, pero dentro de un conjunto arquitectónico armónico.

Lisboa
Imagen antigua de la Estación Marítima da Rocha de Conde de Óbidos (1948)

En este contexto de transformación urbana y social, cuando José de Almada Negreiros fue invitado a crear unas pinturas monumentales para decorar los interiores de ambas estaciones. Los trabajos culminaron en 1945 y 1949, respectivamente, y se convertirían en una de las cimas del arte mural portugués del siglo XX.

Memoria de un puerto de exilios y regresos


Lisboa
Estas estaciones fueron el escenario de un intenso flujo migratorio

Las Estaciones Marítimas no solo fueron escenarios para el arte, sino también lugares de paso cruciales en la historia contemporánea de Portugal. Durante la Segunda Guerra Mundial, Lisboa se convirtió en refugio y lugar de tránsito para miles de refugiados judíos, opositores políticos y perseguidos de toda Europa que huían de la barbarie nazi y que utilizaron Lisboa como puerto de salida hacia América

Puerto de Lisboa
El transatlántico Angola llega procedente de Timor a la Estación Marítima de Alcântara (1946)

Desde estos muelles partieron también emigrantes portugueses en busca de un futuro mejor en Brasil, Venezuela o Estados Unidos. Años más tarde, las estaciones se convirtieron en puntos de partida de soldados enviados a las guerras coloniales en África y, tras la Revolución de los Claveles en 1974, en puerta de entrada para cerca de medio millón de retornados de las antiguas colonias.

Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas


Lisboa
Entrada a la exposición sobre los murales de Almada Negreiros

El Centro de Interpretación, distribuido en nueve salas temáticas, recupera estas historias y las entrelaza con la obra de Almada Negreiros, permitiendo al visitante comprender la profunda carga simbólica de estos muros. Fotografías, documentos originales, testimonios sonoros y una cuidada selección de imágenes enriquecen la experiencia y contribuyen a desvelar el significado oculto tras cada pincelada.

El lenguaje rebelde de los murales


Gare Marítima de Alcântara
En la Gare Marítima de Alcântara se encuentra el Centro de Interpretación

Lejos de los ideales propagandísticos del Estado Novo, Almada Negreiros eligió un enfoque humanista y moderno para sus murales. En ellos retrató la Lisboa marítima y popular, la vida humilde de marineros, emigrantes, soldados y mujeres carboneras, así como referencias literarias y mitológicas. Las obras se distribuyen en cuatro trípticos y dos paneles repartidos entre las dos estaciones.

Gare Marítima de Alcântara (1943)


Lisboa
La Estación marítima de Alcântara construida por Porfírio Pardal Monteiro

La primera de las estaciones en ser inaugurada fue la de Alcântara en 1943, aunque las pinturas murales se completaron en 1945. En sus ocho paneles monumentales, Almada Negreiros creó un conjunto donde conviven referencias mitológicas populares y escenas realistas de la vida ribereña de Lisboa.

Los temas principales son:

Tríptico “Quem não viu Lisboa não viu coisa boa”


Lisboa
Tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa en la Gare Marítima de Alcântara

Este tríptico rinde homenaje a Lisboa y sus gentes a través de una serie de escenas populares bañadas por la luz solar característica de la ciudad. Es un canto visual a la vida urbana y portuaria. Escenas realistas de la vida diaria en los muelles, incluyendo el retrato del duro trabajo de las mujeres carvoeiras (vendedoras de carbón) cargando carbón en los muelles, reflejando la fuerza y el sudor del pueblo

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Detalle del primer panel del tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa

Primer panel: Quem não. Un grupo de mujeres robustas descalzas, posiblemente carvoeiras o estibadoras, cruza una pasarela en dirección ascendente, con la ciudad insinuada al fondo. Descargan carbón en el muelle, evocando el esfuerzo de las mujeres trabajadoras en un entorno portuario lleno de actividad. La monumentalidad de las figuras transmite fuerza y dignidad.

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Detalle del panel central del tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa

Panel central: viu Lisboa não viu. Una composición dominada por mástiles, aparejos marítimos y embarcaciones, entre ellas un barco bautizado “Tejo”, que remite directamente al río como arteria vital de Lisboa. Las siluetas de barcos y mástiles en el Tajo se funden en una atmósfera de trabajo y cotidianeidad lisboeta. 

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Detalle del tercer panel del tríptico Quem não viu Lisboa não viu coisa boa

Tercer panel: coisa boa. Una visión luminosa de la ciudad de Lisboa, con el Castillo de San Jorge y la mole de la Catedral de la Sé como telón de fondo. La composición está protagonizada además por figuras femeninas, varinas que dividen el pescado, anclando la escena en el corazón geográfico y simbólico de la ciudad.

Panel “Ó terra onde eu nasci”


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Panel Ó terra onde eu nasci en la Gare Marítima de Alcântara

Este panel aislado rinde un sentido homenaje a la Lisboa periférica y rural, a esa raíz humilde y festiva que se mantiene viva más allá del bullicio de la ciudad monumental. En él se representa una escena de romería dominical, con vecinos reunidos bajo un pino, disfrutando de un picnic en un ambiente de fiesta popular. Están presentes los estandartes colgantes, globos y una pequeña capilla, símbolos de la tradición y la comunidad. 

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Detalle de la vendedora ambulante de dulces y bebidas del panel Ó terra onde eu nasci

Destacan figuras como una vendedora ambulante de dulces y bebidas que aporta color y vida al conjunto, mientras casas encaladas y de tonos rosados enmarcan el fondo, evocando la sencilla y alegre arquitectura de las colinas lisboetas. Los colores azules, rosados y blancos predominan, confiriendo al panel una atmósfera cálida y cercana.

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Detalle de los vecinos reunidos bajo un pino del panel Ó terra onde eu nasci

Aunque Almada Negreiros nació en São Tomé, en este fresco adopta Lisboa como su “tierra natal” y nos regala una imagen nostálgica y festiva de su pasado rural, que contrasta con el rigor urbano de otras de sus obras. Este panel es un canto visual a la memoria popular y a la vida cotidiana, un espacio de calma y celebración que invita a redescubrir la esencia más auténtica de la ciudad y su gente.

Tríptico “Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar”


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Tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar en la Gare Marítima de Alcântara

Inspirado en la leyenda popular portuguesa recogida por Almeida Garrett, este tríptico combina elementos de leyenda, mitología y vida cotidiana con una estética monumental y alegórica. Almada reinterpreta escenas de una tripulación del siglo XVI de la Nau Catrineta con elementos contemporáneos de los años 40.

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Detalle del primer panel del tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar

Primer panel: Lá vem a Nau. Un grupo de marineros vestidos a la manera contemporánea aparece sentado en cubierta, rodeado de mástiles y velas estilizadas que evocan un mundo de aventura y leyenda. El espacio está tratado con un rigor casi arquitectónico, destacando la soledad y el desamparo en medio del océano, mientras los personajes, anclados en su propia melancolía, parecen ajenos al espectador. En los mástiles el capitán y un vigía buscan las costas de Portugal.

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Detalle del panel central del tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar

Panel central: Catrineta que tras. El segundo panel introduce una atmósfera alegórica y simbólica. Un ángel de la guarda protege la nave y a su tripulación. La figura angelical, armada con un tridente, emerge en la parte inferior izquierda de la composición. Simboliza la esperanza y la protección divina en el mar. Al otro lado del mástil, aparece un caballo blanco, animal que remite tanto a la pureza como a la caballería medieval. Tres mujeres acompañan la escena en la parte superior: una de ellas parece dormida, otra sostiene en su mano lo que parece ser un huso de hilar, símbolo ancestral del paso del tiempo o del destino.

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Detalle del tercer panel del tríptico Lá vem a Nau Catrineta que traz muito que contar

Tercer panel: muito que contar. La llegada de la nave a puerto cierra el tríptico en una escena animada con marineros, varinas, una posible meretriz y un elegante matrimonio burgués observando cómo el capitán, figura central, abraza a sus hijas en un gesto de retorno y reencuentro. En el extremo superior, la muerte y el demonio observan la escena.

Panel “D. Fuas Roupinho”


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Panel D. Fuas Roupinho en la Gare Marítima de Alcântara

Este panel evoca la leyenda medieval de D. Fuas Roupinho, un noble caballero portugués salvado milagrosamente por la Virgen en el promontorio de Nazaré. El protagonista de la Leyenda de Nazaré se muestra en una historia de milagro y misterio vinculada a la región de Sintra. Almada Negreiros la interpreta con una mezcla de solemnidad y poesía visual, conjugando elementos históricos y simbólicos con escenas de la vida cotidiana en la costa lisboeta. 

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Detalle del caballero del panel D. Fuas Roupinho

En la composición, un caballero aparece montado sobre un caballo blanco, representado con un aire dramático y casi teatral, mientras a su alrededor se despliegan figuras de pescadores y personajes populares, integrando así lo legendario con lo real y presente. Se trata del primer Almirante de la Escuadra del Tajo cuya figura heroica contrasta con los gestos humildes de la gente.

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Detalle del panel D. Fuas Roupinho
Los colores claros y luminosos dominan el fresco, con un uso expresivo de las formas que, aunque simplificadas, transmiten movimiento y tensión narrativa. Este panel es un claro ejemplo de la “ingenuidad” celebrada por Almada, un homenaje a las raíces culturales portuguesas y a la capacidad del arte para mezclar tradición e innovación.

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Vista del interior de la Estación marítima de Alcântara (c. 1944)

Los murales de Alcântara causaron cierto malestar en el régimen, que prefería exaltaciones patrióticas grandilocuentes a estos retratos de la cotidianeidad y la clase trabajadora. El régimen no quedó satisfecho con este enfoque. El propio Salazar consideró los murales inadecuados para recibir a los visitantes, pero António Ferro, director de Propaganda Nacional, defendió la calidad artística de Almada y logró que las pinturas se mantuvieran. Almada, que había vivido en París y Madrid, proyectó en estos murales su experiencia personal y una mirada humanista que desbordaba los límites de la propaganda oficial.

Gare Marítima da Rocha do Conde de Óbidos (1949)


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La Estación marítima de Rocha construida por Porfírio Pardal Monteiro

Tras concluir las pinturas murales de la Estación Marítima de Alcântara en 1945, Almada Negreiros comenzó en 1946 el proyecto decorativo para la estación de Rocha do Conde de Óbidos, finalizándolo en 1949. En este segundo conjunto, Almada se alejó de la narrativa clara de los murales anteriores y optó por un lenguaje visual más geométrico, con colores planos sin gradaciones ni efectos tridimensionales, en un estilo influido por el cubismo y las artes gráficas.

Los murales principales son:

Tríptico Domingo Lisboeta


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Tríptico Domingo Lisboeta en la Gare Marítima da Rocha do Conde de Óbidos

Este tríptico presenta tres paneles independientes que recogen escenas costumbristas de una Lisboa popular y marinera, sin alardes, ajena al triunfalismo, protagonizadas por personas sencillas. Escenas de la vida popular en un domingo cualquiera a orillas del Tajo.

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Detalle del primer panel del tríptico Domingo Lisboeta

Primer panel: Una familia en disfruta de un paseo en un bote sobre las aguas del Tajo, en un ambiente distendido y ligero, con barcos en construcción en el fondo. Uno de los personajes intenta recuperar un sombrero que ha caído al agua.

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Detalle del panel central del tríptico Domingo Lisboeta

Panel central: Un grupo de varinas (pescaderas monumentales), entre las que destaca claramente la figura de dos mujeres africanas, una sentada con la cabeza apoyada en su mano en actitud pensativa, la otra de pie, sostiene sobre su cabeza un cesto donde sobresale una jarra. Ambas retratadas con monumentalidad mientras que a sus pies unos jóvenes pescan con redes en una barca.

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Detalle del tercer panel del tríptico Domingo Lisboeta

Tercer panel: Saltimbanquis, funámbulos y artistas de circo actúan ante un público atento, en los muelles, con referencias al circo, la commedia dell’arte y la alegría popular, mientras en primer plano aparecen varios personajes, uno tocando el tambor.

Tríptico Partida de Emigrantes


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Tríptico Partida de Emigrantes en la Gare Marítima da Rocha do Conde de Óbidos

El segundo tríptico, "Cais (Muelle)" situado en la pared opuesta, aborda de forma simbólica y emocional uno de los episodios más dolorosos de la historia portuguesa: la emigración forzada por la pobreza y la falta de oportunidades. Con un lenguaje más abstracto y geométrico, Almada Negreiros plasma en estos paneles la tristeza, la soledad y la resignación de quienes se ven obligados a partir en busca de un futuro mejor, alejándose de su tierra natal.

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Detalle del primer panel del tríptico Partida de Emigrantes

Primer panel: Un grupo de personas, de espaldas al espectador, contempla la partida de un paquete (transatlántico) de emigrantes desde el muelle. Las figuras, aisladas y hieráticas, se recortan contra el perfil del barco que está a punto de zarpar, reflejando la melancolía y el peso de la despedida. La composición, austera y sin artificios, enfatiza la inmovilidad y la espera.

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Detalle del panel central del tríptico Partida de Emigrantes

Panel central: Un conjunto de personajes —hombres, mujeres y niños— se agrupan en una escena de tensa quietud. Lejos de mostrar el bullicio habitual de un embarque, Almada opta por representar la contención emocional de la llegada de emigrantes al muelle: miradas vacías, gestos mínimos, ausencia de contacto entre los personajes. Aquí no hay abrazos ni llantos abiertos, sino el silencio cargado de resignación. Las figuras al pie de la escalera de embarque, remarca el carácter de tránsito y desarraigo.

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Detalle del tercer panel del tríptico Partida de Emigrantes

Tercer panel: La construcción de los edificios de las Terminales de Pasajeros, como metáfora de un país en transformación y tránsito, pero también reflejo de la modernización inacabada y de las promesas incumplidas. La escena también muestra una figura humana subiendo por una escalera de madera llevando una carga en la cabeza, mientras a lo lejos se divisa un marinero en la proa del buque que permanece inmóvil antes de zarpar. 

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Vista del interior de la Estación marítima de Rocha do Conde de Óbidos (c. 1959)

La elección de este tema resultó incómoda para el régimen de Salazar, que buscaba promover una imagen de prosperidad y estabilidad, y no reflejar la emigración masiva que afectaba a miles de familias portuguesas. El 31 de octubre de 2023, en este mismo escenario portuario, con motivo del 136º aniversario del Porto de Lisboa, el artista urbano Vhils (Alexandre Farto) inauguró un mural en la pared de la Gare Marítima da Rocha d’Óbidos en homenaje a los refugiados que, durante la Segunda Guerra Mundial, encontraron en Lisboa el último puerto abierto de Europa. 

Cais a Rocha Conde de Óbidos
Fotografía de Roger Kahan en cais a Rocha Conde de Óbidos (1940)

La obra, basada en una fotografía de Roger Kahan, fotógrafo y refugiado judío francés, rescata del olvido la imagen de una mujer sola, sentada junto a su maleta, aguardando en silencio un destino incierto junto a un buzón —el mismo buzón aún es visible. La figura, recreada con la técnica de revelado que caracteriza el estilo de Vhils, remite tanto a la fragilidad de la memoria como a la permanencia de la historia en estos muros. El mural actual dialoga con los frescos de Almada Negreiros, actualizando el mensaje de pérdida, tránsito y espera, y recordando que Lisboa fue, y sigue siendo, un lugar de partida, de llegada y de esperanza.

La dimensión política de los murales


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Casa junto al apartado de correos número 591 que inspiró al fotógrafo  Roger Kahan

Hubo intentos de destruir los murales, pero la intervención de figuras como António Ferro, Pardal Monteiro o la del historiador João Couto, director del Museu Nacional de Arte Antiga, quien elogió la obra por su modernidad, su fuerza creativa y su capacidad de representar la realidad portuguesa sin falsearla, lograron evitar su desaparición, víctimas de una censura que buscaba evitar cualquier cuestionamiento visual del régimen.

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Mural de Vhils en Cais da Rocha en homenaje a los refugiados, basado en la obra de Roger Kahan

Las obras de Almada Negreiros para las estaciones marítimas de Lisboa no se limitaron a una función decorativa. Con una mirada sincera y crítica, reflejaron una sociedad marcada por la emigración, la desigualdad y el declive imperial. El historiador José-Augusto França calificó en 1974 uno de los murales de Rocha como «una obra maestra de la pintura portuguesa de la primera mitad del siglo XX».

Las estaciones hoy: memoria viva


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Escalera de la Estación Marítima de Rocha do Conde de Óbidos

Las dos estaciones, construidas en hormigón armado, reflejan una estética moderna y sobria, con detalles cuidados en su diseño interior, desde las luminarias hasta los elementos de hierro forjado o los pavimentos decorados. Aunque algunas de las ideas originales, como la torre de señales de Alcântara, nunca se materializaron, los edificios cumplieron su función como símbolos de modernidad. No obstante, su uso como terminales marítimas fue disminuyendo con la expansión del transporte aéreo a partir de los años 50.

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Detalle barandilla y pavimento de la Estación Marítima de Rocha do Conde de Óbidos

Actualmente, las estaciones y sus murales representan un espacio de memoria colectiva de un tiempo de exilio, tránsito, dolor y esperanza. En ellas se cruzan las historias de quienes partieron al exilio o a las guerras coloniales, de los retornados de África tras el 25 de abril de 1974, y de un país en constante transformación. El Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas permite hoy redescubrir este legado artístico y humano que sobrevivió a la dictadura, al olvido y a la amenaza de la destrucción.

Más información: Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas. Dirección: Gare Marítima de Alcântara. 1350-355 Lisboa. Teléfono: 91 555 04 96. Horario: diariamente de 10 a 19 h. Entrada gratuita con la Lisboa Card. Entrada a las dos estaciones y visita a la exposición: 5 euros. Los visitantes tienen traslado gratuito desde la Estación Marítima de Alcântara hasta la Estación de Rocha do Conde d'Óbidos, una distancia de aproximadamente 800 metros. Web: Centro de Interpretación Murais de Almada nas Gares Marítimas

Toda la información generada en redes sociales durante mi viaje a Lisboa, puede consultarse a través del hashtag #PDLisboa

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